Recuerda la bondad que hay en ti. Cuarta parte.
VENERABLE KARMA TENPA
«Puede leer la tercera parte de este articulo aquí»
En este cuarto y último artículo de esta serie que he escrito, regreso a la frase que me inspiró a hacerlo: «Recuerda la bondad que hay en ti». Encuentro que en esta invitación se halla condensada toda la enseñanza del Budadharma. Es a un tiempo un punto de partida y de llegada en el camino espiritual hacia la liberación de nuestro corazón amoroso, prisionero de tantas confusiones.
El Buda mostró una vía sistemática que nos libera del aislamiento egoísta y despierta nuestras auténticas cualidades. Este camino perdura hoy como una tradición viva de prácticas de meditación que cultivan el amor, la compasión, la alegría empática y la ecuanimidad, conocidos como los cuatro pensamientos inconmensurables.
Se trata de cuatro poderosos estados de conciencia, señalados por la visión budista como la bodhicitta absoluta, que a su vez permean las seis paramitas: generosidad, paciencia, ética, diligencia, meditación y sabiduría; factores que constituyen la llamada bodhicitta relativa.
A través de su práctica, muchos entramos en un contacto inicial con nuestra propia capacidad para la bondad y experimentamos el júbilo de cultivar una nueva relación sana y ecuánime con nosotros mismos y con todos los seres.
Ecuanimidad, impermanencia e interdependencia
De los cuatro pensamientos inconmensurables, la ecuanimidad parece ser el menos atractivo. Aparentemente, su análisis quedaría concluido con una definición simple, algo así como «repartir algo por igual a todos».
Sin embargo, la ecuanimidad es mucho más que esto. Nos orienta a mantener un sano equilibrio entre una cercanía asfixiante o una distancia indiferente ante los hechos de la vida. La visión ecuánime nos centra cuando nos vemos envueltos por la nostalgia para no sucumbir a ella; y también nos sostiene cuando la interdependencia parece traernos algo que podría hacernos desbarrancar de impaciencia.
También nos guía cuando volvemos tras las huellas del dolor a visitar esos rincones oscuros de nuestra vida, derramando luz y amor sobre las sombras del pasado sin quedar atrapados en el recuerdo. La ecuanimidad nos conduce a aprender de todo ello. Una mirada amorosa y ecuánime sobre la impermanencia y nuestro sentir nos ayuda a abrir espacio a las ausencias de los seres queridos que, sin duda, llegarán y a alojarlos en nuestro corazón.
Para que el pasado no sea un lastre de la memoria y el futuro una inconsistente promesa de la imaginación, la ecuanimidad nos da perspectiva y contexto con lo que está llegando y con lo que se está marchando. Así comprendemos que en el efímero presente se despliega el juego constante de la creación y la disolución.
¿Cómo dar a luz el estado despierto y compasivo en lo colectivo?
Tenemos que hacer un esfuerzo para hacer cada vez más habitable nuestra sociedad. Debemos hacer un esfuerzo ecuánime para mantener una conversación abierta, entre todos y, sobre todo, con aquellos con los que nos encontramos distanciados en nuestras maneras de ver y entender el mundo.
Una mirada no entrenada, compasiva y ecuánime solo llega a ver al otro a través de categorías fijas, donde la silueta de los otros se dibuja con el trazo de los prejuicios, impidiendo la visión de lo bello y humano que nos habita.
En una salida amistosa hacia el mundo, puedes comprobar que puedes gestionar el conflicto desde el darse cuenta, con apertura y compasión. Comprendes que no hay que huir a ningún sitio ni ir contra nadie. Seguramente, si pudiéramos leer la historia secreta de nuestros enemigos, encontraríamos en la vida de cada uno penas y sufrimiento suficientes para desarmar cualquier hostilidad, decía el poeta estadounidense Henry Wadsworth Longfellow.
Nos vamos acercando al Despertar si en cada conflicto podemos irnos aproximando a nuestras cualidades más humanas. En este despertar mundano, pero despertar al fin, podremos dar un giro sabio que transforme el conflicto en un problema.
Esta última afirmación, transformar el conflicto en un problema, la tomo prestada sin recordar a quien agradecérsela, lo siento. Me parece muy interesante porque no es solo un juego de palabras, implica un cambio substancial: el conflicto impone la victoria para una de las partes y la derrota para la otra, no acepta matices.
El problema, en cambio, propone una mirada ecuánime hacia todas las partes intervinientes en él, abre un espacio para una escucha limpia de sesgos, para conocer los argumentos y razones de las angustias, miedos, ira o anhelos de los otros, sin que ello signifique validarlos. Así entendemos que uno mismo también es parte del problema y, por lo tanto, parte de la solución.
Entonces, podríamos ver lo innecesario de lastimar a otros, como también lo innecesario de lastimarnos a nosotros mismos.
En vez de aferrarnos a estados mentales como los de la ira, el miedo o la avidez, situaciones que son causa de daño para nosotros y los demás, podemos dejarlos caer como una carga; la sabiduría nos revela que no los necesitamos. Cultivar el bien significa recobrar el poder del amor que potencialmente se halla presente en todos nosotros.
Finalmente, «Recuerda la bondad que hay en ti» mientras sanas tu corazón siguiendo el consejo de W. H. Auden: aprende a «amar a tu retorcido vecino con tu retorcido corazón».
Venerable Karma Tenpa es un monje budista, argentino, residente en España. En el año 2007, recibió de parte de S. E. Situ Rimpoche la ordenación de guelong (monje completamente ordenado). Participa en la formación de voluntarios en el acompañamiento espiritual en el proceso de morir en la Fundación Metta Hospice (https://fundacionmetta.org/). También gestiona el programa Creciendo en Nepal, cuya actividad se centra en recaudar fondos para los estudios de menores y jóvenes en Katmandú.