Los fuegos y la práctica. Segunda parte

Inicio del incendio en Epuyén visto desde Gaia Refugio el 15 de enero. Fotografía cortesía de Jade Sívori

Si seguimos pensando junto a la parábola del Sutra del Loto, podemos preguntar: ¿Cuál es el afuera al cual es posible huir una vez nos demos cuenta de que nuestra casa está en llamas? ¿Debemos concebir el Dharma como un escape seguro de nuestra frágil condición y resignarnos a que nuestro único hogar material simplemente arda? En medio del incendio, un amigo budista me dijo: «Hay que buscar otro lugar». Mientras observaba las lenguas de fuego avanzar y la lluvia de cenizas encendidas caer sobre las casas de nuestros amigos, le respondí que, si eso decía la tradición budista, entonces no estaba de acuerdo.

Quizás no hay un afuera de casa al que podamos ir. Por más viajes espaciales que la humanidad pretenda hacer, no se conoce otro planeta habitable al cual sea posible escapar una vez nuestra casa se destruya. Como dicen los eslóganes de algunos movimientos ecologistas: «no hay planeta B». Por más trascendencias que prometan las diferentes tradiciones espirituales de la humanidad, este es el lugar que habitarán nuestros hijos y las generaciones futuras. Y entonces allí, en el mundo en ruinas que nos queda, con algunos refugios que permanecen y que debemos cuidar, entre las cenizas, practicar el Dharma. Reconocer cada mañana las chispas del Dharma, aún en las catástrofes. Así lo recuerda la escritora norteamericana Rebeca Solnit: «Lo primero que enseñan los desastres es que todo está interconectado […] los desastres son cursos intensivos de identificación de conexiones» [i]. Y más adelante: «Cuando se produce una catástrofe, la proximidad de la muerte genera nueva vida, una vida más urgente, menos preocupada por las pequeñas cosas y más comprometida con las grandes, más implicada, por ejemplo, en la organización social; y la contribución al bien común».[ii] Así como con las experiencias cercanas a la muerte, las catástrofes pueden ayudarnos a ganar perspectiva, pues nos confrontan con la urgencia de aquello que está vivo y es verdaderamente importante en el presente. Un ejemplo de ello fue el inmediato despertar de la solidaridad entre vecinos y vecinas, así como la creación de brigadas autogestivas que actuaron para respaldar a las instituciones del Estado, debilitadas por el desmantelamiento de recursos e insumos impuesto por el gobierno. La emergencia de una respuesta que tomó diversas maneras: desde las brigadas que se crearon para compartir los fuegos, hasta las personas que se acercaron a diferentes lugares para preparar comidas a quienes habían perdido todo, o las diversas gestiones en medios de comunicación y redes sociales que incentivaron a toda la sociedad a practicas la generosidad. Todo ello es parte de una respuesta desde el Dharma.

Labores de remoción de escombros. La solidadridad de los vecinos de la Comarca Andina se hace presente. Fotografía cortesía de Jade Sívori

¿Qué surge cuando nos organizamos para apoyarnos mutuamente en medio de la catástrofe? Sin duda, una posibilidad es la manifestación de nuestra práctica del Dharma, llevando a la acción los preceptos que guían nuestra vida. Otra, muy distinta, es quedar atrapados en la espiral de odio y desinformación promovida por ciertos sectores de la sociedad. En nuestro caso, los incendios han sido el pretexto para la propagación de una narrativa violenta contra la población joven que ha acudido a ayudar como brigadista, así como de declaraciones racistas dirigidas al pueblo mapuche-tehuelche, estigmatizado ahora como terrorista. El gobierno actual ha aprovechado esta situación como excusa para militarizar la región y debilitar la resistencia de los pueblos originarios, cuyos modos de vida ofrecen alternativas al modelo hegemónico. Como señala el Centro de Estudios Legales de Argentina (CELS):

La prisión preventiva de Nicolás Heredia y los allanamientos a medios de comunicación mapuche forman parte de una preocupante tendencia del sistema penal en la Patagonia: la criminalización de defensores ambientales y el hostigamiento a comunidades indígenas. Estas acciones no ocultan la gestión ineficaz de los incendios en la región… La persecución policial y judicial a brigadistas voluntarixs atenta contra el compromiso social, desalienta la participación, genera miedo y desconfianza en las instituciones y, finalmente, deja avanzar los incendios. ¿Quién va a ayudar si puede terminar en la cárcel? Nicolás es víctima de una detención arbitraria. En lugar de enfocarse en identificar las verdaderas causas de los incendios y las responsabilidades institucionales en su manejo, el sistema de justicia optó por criminalizar a un voluntario.[iii]

Hoy en día se encuentra en proceso de judicialización una integrante de la comunidad mapuche Pillan Mahuiza, en la cual habita la reconocida lideresa mapuche Moira Millán, quien en su libro Terricidio [iv] nos advierte de la guerra frontal del poder extractivista contra la naturaleza y la población, guerra que se agudiza cuando se trata de los pueblos indígenas y que hoy se agrava con la retórica de odio y desprecio alimentada desde los dirigentes argentinos. El Terricidio es un diagnóstico que señala la destrucción de la Madre Tierra en muchas dimensiones, no solo la dimensión material sino también la espiritual. Pero también, a nivel simbólico, es la destrucción de cosmovisiones y modos de vida los cuales se oponen o contradicen el embate del extractivismo colonialista sobre las tierras aún preservadas, sobre los refugios de vida silvestre que aún quedan. Moira Millán cuenta la necesidad de nombrar como Terricidio la persecución política y espiritual que viven los Pueblos Telúricos y los refugios de vida más que humana como un paso en el proceso de sanación:

«Había que hallar una palabra para identificar los distintos modos de asesinar que tiene este sistema. Cuando logramos darle un nombre al dolor que nos atraviesa, podemos localizar donde se encuentra la herida, extirpar lo que nos lastima para poder sanar. Terricidio sintetiza esa forma de destruir la vida en todos sus modos»[v] (Millán 2024: 163).

Una de las maneras en que opera el poder terricida argentino es generando miedo a las muestras de solidaridad que han sido parte de la emergencia espiritual que veo en esta catástrofe. La persecución a brigadistas, quienes espontáneamente se han sumado a combatir el fuego, y pueblos indígenas es una manera de cortar las genuinas expresiones de acción y red que se han formado en medio del incendio. En este momento es cuando más nos quieren dividir; quieren que caigamos en el odio y miremos a nuestros vecinos con desconfianza. Y por ello es justamente el tiempo de practicar la templanza y serenidad que nos invita a cultivar el buddhadharma.

En medio de la catastrofe, depertar. Fotografía cortesía de Jade Sívori.

Frente al desafío de la crisis climática inminente y la miseria humana que domina los grandes poderes políticos y económicos, la pregunta sobre qué es el Dharma y cómo practicarlo se convierte en un kōandesafiante, necesario de mantener vivo e íntimo, a la luz de unas condiciones planetarias que han cambiado drásticamente. «Practicar el Dharma como si tu cabeza estuviera ardiendo», nos recuerda el maestro zen Eihei Dōgen en el Gakudo Yojin Shu (Colección de Consejos para la Búsqueda de la Verdad).[vi] En el Antropoceno y la propagación de los incontrolables fuegos del nuevo régimen climático, impulsados por los gobiernos y empresas terricidas, el consejo del maestro Dōgen adquiere un matiz particular. Es el paso de la metáfora a la realidad. Una respuesta apropiada a las diversas catástrofes que presenciamos consiste en mantener viva la capacidad de responder y la claridad mental para discernir las fuerzas que agudizan y alimentan el colapso en curso. Creo que la práctica también consiste en saber el lugar donde debemos trazar una línea para identificar las fuerzas que alimentan los tres venenos mentales y colectivos y construir refugios donde puedan florecer las cualidades sublimes del amor, la solidaridad y la comprensión en esta misma vida, en medio del mundo que nos ha tocado vivir. En lugar de huir hacia una paz individual, teñida de un profundo desprecio al mundo, emerger y florecer en un mundo en ruinas, proteger los refugios que permanecen, practicar la solidaridad. Frente a los acontecimientos del desorden mundial que vivimos y que afrontaremos de manera aguda en los años por venir, retomo las palabras de Rebeca Solnit: «Una emergencia es una separación de lo familiar, una súbita aparición en una nueva atmósfera, en la que normalmente debemos demostrar de qué estamos hechos.»[vii]


[i] Solnit, Rebeca (2020). Un Paraíso en el Infierno, Capitan Swing, p. 11.

[ii] Ibid, p. 17.

[iii] https://www.cels.org.ar/web/2025/02/criminalizacion-de-brigadistas-y-hostigamiento-a-comunidades-indigenas/?fbclid=PAZXh0bgNhZW0CMTEAAaYoWaqdfjVfj-_cwoLHdFR_WM7yH-nfiQVbIXATSwVad31XXNmp5eeZ6iA_aem_YMKj9mHM0ljA-WSgFGJmPQ. Accesado el 12 de Febrero de 2025

[iv] Millan, Moira (2024). Terricidio: Sabiduría Ancestral Para un Mundo Alternativo. Sudamericana.

[v] Ibid, p. 163.

[vi] Aquí se puede ver una introducción a este maravilloso texto: https://espanol.buddhistdoor.net/gakudo-yojin-shu-coleccion-de-consejos-para-la-busqueda-de-la-verdad/

[vii] Solnit, Un Paraiso, p. 39.


Bibliografía 

Loy, David (2018). Ecodharma: Buddhist Teachings for the Ecological Crisis. Wisdom Publications

Pyne, Stephen (2021). The Pyrocene: How We Created and Age of Fire and What Comes Next. University of California Press.

Saddharmapuṇḍarīkasūtra. El Sutra del Loto de la Verdadera Doctrina (2010). Traducción de Fernando Tola y Carmen Dragonetti. Dharma Translation organization.

Juan Pablo Restrepo estudió filosofía en la Universidad del Valle, Cali-Colombia. Ha enseñado por más de 15 años yoga y meditación. Es practicante de budismo en las tradiciones indo-tibetana y zen. Es representante para Suramérica de G.P.I.W (Global Peace Initiative for Women), organización que crea diálogos y encuentros entre líderes espirituales y jóvenes ambientalistas. Es doctorando en filosofía por la Universidad de Buenos Aires. Actualmente investiga temas relacionados al Antropoceno, la catástrofe ecológica y la manera en que ésta afecta las narrativas espirituales. Es miembro activo del Núcleo de Etnografías Amerindias (NuetAm) dirigido por Dra. Florencia Tola y del Grupo de Estudios Posthumanos dirigido por Dra. Gabriela Balcarce. Vive en Epuyén, un lugar en la Patagonia Argentina, donde construye junto a su pareja Jade Sívori, un espacio de encuentros, retiros y actividades que aporten a la sanación y liberación del humano y la Tierra llamado GaiaRefugio.