Los fuegos y la práctica. Primera parte
JUAN PABLO RESTREPO
Escribo estas palabras a comienzos de febrero de 2025 en la Patagonia Argentina, cuando dos incendios han provocado la destrucción de más de 200 casas y cerca de 20 mil hectáreas de bosque. El incendio del 15 de enero comenzó en la localidad de Epuyén, lugar donde vivo actualmente. El mismo se expandió rápidamente hacia el pueblo del lago y después afectó zonas de montaña, en particular el lugar conocido como La Rinconada. Dicen que este lugar fue un refugio donde algunos sobrevivientes escaparon de lo que fue el genocidio del estado argentino al pueblo mapuche-tehuelche, a fines del siglo XIX, en lo que se llamó «la campaña del desierto». En ese entonces los sobrevivientes mapuches fueron arrinconados por el poder colonialista. En esta ocasión los vecinos fueron arrinconados por el fuego.

Los fuegos en la Comarca Andina [i] vienen siendo una constante preocupación cada verano, pero nunca se habían sentido con la intensidad que están teniendo actualmente. Desde hace 5 años que vivo en Epuyén y soy testigo no neutral de la manera en que nos ha transformado la inminencia del fuego. El segundo incendio de este verano se inició el 29 de enero de 2025 en la zona llamada Mallín Ahogado, muy cerca de la localidad de El Bolsón. En este momento el incendio se encuentra activo. Hemos visto amigos que perdieron todo, hemos visto muy cerca las lenguas de fuego y hemos tenido la sensación de que la evacuación era inminente. Algunos no lo lograron; hasta ahora se cuenta una víctima mortal humana.
Tal como nos lo recuerda el buddhadharma, los fenómenos, incluyendo los incendios, han sido provocados por múltiples condicionamientos, por un karma colectivo que no puede reducirse solo a la coyuntura actual. Entre los factores que han llevado a la actual catástrofe podemos contar la sequía producida por el cambio climático en la región, el reemplazo del bosque nativo por madera comerciable, en particular los pinos traídos del hemisferio norte que se han expandido de manera dramática, la especulación inmobiliaria, el crecimiento de la población en zonas de interfase (zonas colindantes con bosques) y la desprotección en la que se encuentran en la actualidad las instituciones públicas dedicadas al control del fuego y la protección de los bosques debido a los drásticos recortes neoliberales del gobierno de turno.[ii]
Las actuales circunstancias me han hecho pensar en la manera como se practica y habita desde adentro la destrucción de refugios, que es uno de los signos distintivos del Antropoceno.[iii] Porque bien puede pensarse este tiempo y espacio como el momento en que los diversos refugios que se construyeron en el Holoceno, tanto humanos como otros que humanos, comienzan a perecer debido a las cambiantes condiciones sociales, ecológicas, políticas, pero sobre todo debido a los intereses egoístas de unos pocos.
En lo que pareciera un presagio de lo que hoy vivimos, en el Discurso del símil del fuego (Ādittapariyāya Sutta) Buda describía a sus discípulos la manera en que somos consumidos por el fuego de las aflicciones:
«Bikkhus, todo está ardiendo…
Y Bikkhus, ¿qué es todo lo que está ardiendo?
El ojo está ardiendo, las formas visibles están ardiendo, la conciencia del ojo está ardiendo, el contacto del ojo está ardiendo.
Ese placer o ese desplacer, o ese ni desplacer ni placer que se experimentan y que surge debido a la condición del contacto del ojo, eso también está ardiendo.
¿Con que está ardiendo?
Digo: está ardiendo con el fuego de la pasión, con el fuego del enojo, y con el fuego de la ignorancia; está ardiendo con el nacimiento, con el envejecimiento, con la muerte, con los pesares, con los lamentos, con los dolores físicos, con los dolores mentales y con las desesperanzas.»[iv]
Las llamas del deseo alimentadas por la sociedad de consumo, la ignorancia rampante de los medios de comunicación masiva y la animadversión promovida por una guerra extendida hacia poblaciones desprotegidas y hacia la naturaleza, están quemando literalmente el planeta entero y nosotros ardemos con él. Tal como lo dice el maestro y pensador budista David Loy (2019), estas tres aflicciones raíz que ya advirtiera Shakyamuni Buda (apego, rechazo e ignorancia), tienen un correlato colectivo que genera un sufrimiento planetario. Porque quizás este es otro de los rasgos distintivos del Antropoceno: la intensificación del sufrimiento debido a la desaparición de refugios, impulsado por las tres aflicciones raíz que identifica el budismo. Ya sea a través del genocidio y los bombardeos constantes que padecen los pueblos en la actualidad, o mediante las violencias lentas que, por efecto acumulativo, han vuelto invivibles e irrespirables las tierras donde comunidades enteras habitan, nuestra distancia y sensación de seguridad ante la catástrofe se desvanecen. Eventualmente, las llamas nos alcanzan; las sequías nos golpean; y comprendemos que esa realidad, que creíamos lejana, finalmente toca a nuestra puerta. El Buda no llegó a presenciar la gran conflagración ambiental que hoy arde frente a nuestros ojos, una crisis que ha llevado a algunos autores a hablar del Piroceno (Pyne, 2021) en lugar del Antropoceno, la era en la que el fuego transforma la Tierra. El sabio Gautama mostró el peligro que la existencia, regida por el incontrolado fuego de las aflicciones, causa a nivel individual. Hoy en día, ante la crisis climática y la intensificación de los incendios en todo el mundo, nos percatamos que el peligro no es solo individual sino planetario.

En otro pasaje de un texto clásico de la tradición mahayana llamado «El Sutra del Loto» (Tola y Dragonetti, 2010) es descrito el estado de confusión, sufrimiento e ignorancia propio de los seres humanos a través de una parábola en la cual una casa se encuentra en llamas y unos niños están atrapados en ella sin siquiera darse cuenta que su hogar se incendia. Los niños se hallan distraídos y apegados a sus juguetes, razón por la cual no escuchan las advertencias de su padre para salir de casa y así́ salvar sus vidas:
Y, oh Shariputra, aquel hombre, viendo su casa ardiendo por todas partes por aquella gran masa de fuego, se llenó de miedo, terror, temor, y él pensó así: «Yo puedo, sin que la masa de fuego me alcance y sin quemarme, rápidamente y con suerte de esta incendiada casa salir y escapar por la puerta. Pero mis hijos, que son pequeños y niños, en esta casa que se está incendiando, juegan, gozan, se divierten con toda clase de juguetes y no saben, no se dan cuenta, no perciben, no advierten, que la casa se está quemando, y no se inquietan. Aunque abrasados por esta gran masa de fuego y afectados por esta gran masa de sufrimiento» (Tola y Dragonetti, 2010: 156).

La situación es resuelta por el padre quien grita a sus niños que afuera hay juguetes más hermosos y preciados que los que están adentro de la casa. Una vez salen, los niños se dan cuenta que para todos ellos existe un único carruaje (metáfora del camino que deben asumir los practicantes budistas), el cual es el más excelso y hermoso que se hayan podido imaginar. La historia narrada en el Sutra del Loto busca ilustrar los medios hábiles de los que se valen los seres iluminados para atraer a los seres confundidos dentro de la existencia condicionada y salvarlos del peligro inminente de una vida distraída en los objetos mundanos. Nuestra situación frente a la actual crisis ecológica es similar, pero con una diferencia crucial: al igual que en la metáfora budista, las alarmas de un peligro inminente han estado sonando desde hace mucho tiempo, lo suficiente como para haber tomado conciencia y actuado en consecuencia. Sin embargo, en el caso de los recientes incendios, aunque todos reconocíamos el peligro que el fuego representaba para la comunidad, su magnitud nos tomó por sorpresa. Desde hace décadas, tanto a nivel local como planetario, las sirenas no han dejado de sonar, pero nuestros sentidos—junto con nuestra capacidad de respuesta—siguen dormitando o aferrándose a la ilusión de que la catástrofe no será tan grave. Vivimos creyendo en una seguridad y estabilidad que ya no existe, ni a nivel político, social o climático.
[i] La Comarca Andina del Paralelo 42 es una región geográfica ubicada en la Patagonia argentina, en la zona de transición entre las provincias de Chubut y Río Negro. Su nombre proviene del paralelo 42° sur, que marca el límite interprovincial. Se caracteriza por su entorno montañoso, con bosques andino-patagónicos, lagos, ríos y un clima templado-frío con abundantes precipitaciones. Incluye localidades como El Bolsón, Lago Puelo, El Hoyo, Epuyén, Cholila y El Maitén, entre otras. La región es conocida por su producción agrícola, especialmente fruticultura y lúpulo, su actividad turística basada en el ecoturismo y las actividades al aire libre, así como por su identidad cultural vinculada al movimiento hippie de la década de 1970. Debido al cambio climático y a las forestaciones de pinos (especies no nativas), es una zona que ha sido fuertemente afectada por los incendios forestales.
[ii] Con respecto a la introducción de pinos en la región, dice el ecologista patagónico Lucas Chiappe: «No hace falta que les recuerde mis 4 décadas insistiendo con que el remplazo de bosques nativos por plantaciones de plantas exóticas, invasivas y pirrófitas, han significado el punto sin retorno de una catástrofe para la cordillera, parte de cuya población se entregó a la ilusión que le vendieron las instituciones sobre un negocio que nunca lo fue. Lamentable destino de una colonización llevada adelante a fuego para abrir cancha para la ganadería y luego a motosierra para diezmar buena parte de sus bosques originarios… Una fiesta de angurria para los madereros que acudieron y se desparramaron por todos los rincones boscosos, hasta darse cuenta demasiado tarde que se habían comido el capital forestal del que se suponía que iban a vivir para siempre… dejando enteros ecosistemas complejos y biodiversos aniquilados y como herencia, solo una serie de monocultivos improductivos y abandonados de madera de baja calidad y sin destino asegurado…».
[iii] Para algunos científicos y académicos, la actual era geológica en la cual la actividad humana se convierte en una fuerza terraformadora a nivel planetario. Implica la idea de una ruptura con las condiciones ecológicas del Sistema tierra del holoceno, época que comienza hace 12000 años despues de las ultimas glaciaciones.
[iv] Bessoudo Salvo, R. (2021). Ādittapariyāya Sutta: Discurso del Símil del Fuego. Instituto de Estudios Buddhistas Hispano. Recuperado de https://buddhispano.net/sites/default/files/2021-07/A%CC%84ditta%20Sutta%20-Espan%CC%83ol%20%E2%80%93%20RBS_0.pdf. Accesado el 3 de Febrero de 2025