La ausencia de forma y la naturaleza fundamental: los Sutras Prajnaparamita

Tilly Campbell-Allen

Hace más de 2500 años, Shakyamuni Buda comprendió la verdad final de la realidad. Dice la leyenda que confió su conocimiento a las nagas del océano, que protegieron los textos conocidos como Sutras Prajnaparamita en sus dominios acuáticos hasta que la humanidad estuvo preparada para recibirlos. Según la leyenda, las nagas los devolvieron al reino terrestre hacia el año 100 a. C. Durante cientos de años, los conceptos que se expresan en los Sutras Prajnaparamitatienen que haber parecido increíblemente abstractos para la mente racional intelectual, hasta que la última verdad de la realidad fue personificada en una exquisita forma femenina mediante el lenguaje sin palabras de los símbolos figurativos. Ahora había otra forma de que los adeptos pudieran entender el conocimiento perfecto del Buda, mediante la devoción, la reverencia y la encarnación de la feminidad creativa divina y madre inmortal. La información visual es una forma de que la mente intuitiva entienda, circunvalando los aspectos analíticos y lineales del cerebro.

Como muchos saben, no existe nada reconocible en el núcleo de nuestra realidad. Esto es como decir que el nivel fundamental del universo conocido es energético y no tiene ninguna forma inherente. De hecho, según han descubierto recientemente los científicos, al parecer, algunas de las partículas medibles más pequeñas ni siquiera residen en esta realidad más que una diminuta fracción de momento, disolviéndose tan deprisa como se han formado, dando posiblemente validez científica a «reinos de la existencia» más allá del nuestro, tal y como se entendían en la antigüedad. Así, se puede decir que encarnar el sutra del corazón del Prajnaparamitaes encarnar el corazón de esta realidad.

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Conversar sobre el Prajnaparamitaes hablar de su naturaleza fundamental. Y, aunque cualquier comprensión de conceptos mentales limitados parece fatua e inalcanzable, dada nuestra subjetividad humana y nuestra falta de un lenguaje adecuado, somos, sin embargo, criaturas que buscan patrones y disfrutan reflexionando sobre analogías. Esta es una de las mías, sobre el vacío y la encarnación.

Existe una analogía que habla de que la consciencia es como el agua. El agua no tiene una forma inherente. Al llenar un contenedor asume su forma, pero sigue siendo agua aunque el contenedor tiemble, incluso bajo circunstancias que requieren que adapte su estado al sólido o al vapor. Así, el agua suele considerarse una analogía de la experiencia de las emociones y, a veces, de la reencarnación.

Yo he reflexionado de una manera similar sobre el aire (¡y sobre los globos!). El aire suele usarse como analogía del intelecto y el espíritu. En este caso, empleo el aire para representar algo así como la otra vertiente de la constante de Plank, es decir, nuestra auténtica naturaleza sin forma, más allá del intelecto, los sentimientos y la consciencia (más allá de los fotones, tal vez incluso deslizándonos por el 96 por ciento de «universo oscuro» y danzando ambiguamente entre el velo de todas las realidades: el vacío, sunyata). Más allá de todo cuanto consideramos «real» o cualquier cosa que podamos captar con palabras.

A diferencia del agua, el aire es invisible a simple vista. No podemos tocarlo; solo podemos percibir su influencia y, a veces, ver el polvo que transporta o el vapor que succiona en su vórtice. Sabemos que necesitamos aire para vivir. Sabemos que en esta biosfera que denominamos Tierra no hay ni una partícula de aire que podamos respirar que no haya sido procesada por todas las entidades orgánicas del planeta desde la creación del ozono.

Por favor, deja de leer un momento y asume de verdad lo que implica ese dato…

El estado del aire varía entre quietud absoluta y torbellino de destrucción, pero nunca deja de ser, sencillamente, aire. Incluso con valores químicos fluctuantes o a velocidades huracanadas sigue siendo aire. Siempre aire.

Ahora piensa en un globo lleno de aire. El globo es identificable como independiente y tangible hasta que, un día, explota o se desinfla y el globo deja de serlo. Pero el aire sigue estando ahí, libre de nuevo. Siempre ha sido invisible, inmutable, aire que, simplemente, tenía una forma concreta temporalmente.

La esencia del Sutra del Corazón afirma que nada existe de forma inherente. La «existencia» solo se da y suele experimentarse cuando adopta una forma. Los descubrimientos en mecánica cuántica sugieren algo muy similar. A nivel cuántico, la existencia tal y como la conocemos solo parece tomar forma cuando una función de onda colapsa sobre una partícula. Antes de esto, la onda está en todas partes y es invisible. De manera similar, para nuestros sentidos limitados, el aire parece que no exista aparte de sus efectos reconocibles, como el globo que llena.

Hay que llenar y experimentar los «globos» (e, idealmente, disfrutarlos) ya que solo cuando un globo está completamente inflado puede cumplir totalmente con su finalidad de ser experimentado como tal. Algunos globos pueden adquirir formas nuevas o unirse con otros para crear algo aún más complejo. Algunos están decorados, otros son pequeños, algunos son extragrandes y todos tienen colores distintos. Ambos, la mecánica cuántica y el sutra del corazón subrayan que la «forma» es una necesidad en este plano de existencia, pero es transitoria y superficial. Las diferencias y las fronteras no son más que más caras e ilusiones, y el globo en sí mismo es, por supuesto, un mero constructo de composición química y, por lo tanto, tampoco puede existir de forma inherente.

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Mientras tanto, el aire sigue existiendo ya sea dentro como aparte del globo. Sin embargo, el aire de dentro del globo tiene algo especial; se da un cambio de equilibrio. Inspiramos aire rico en oxígeno, pero, al exhalarlo en el globo, está lleno de dióxido de carbono, y no puede salir de ahí. Podemos entender nuestra vida en la Tierra como un tiempo pasado dentro de un globo, en estos sacos orgánicos de carne que denominamos cuerpo. Y nuestras experiencias, nuestros altibajos emocionales, y todo estos kleshaso estados mentales por los que sentimos tanto apego son como gas tóxico anestesiante dentro del globo.

Una vez lo sabemos, queremos convertirlo en aire limpio, tan limpio y puro como sea posible, tanto por nosotros como por nuestra reintegración en el todo cuando el globo estalla. Al fin y al cabo, como ya sabemos, el aire contaminado no es divertido para nada ni para nadie. Puede que no seamos árboles, con hojas que pueden crear oxígeno, pero podemos emularlos ética, emocional y espiritualmente.

Adoptar la consciencia de los Sutras Prajnaparamita es comprender que, en última instancia, no somos más que «aire». Que estamos en todas partes, aunque de manera invisible, hasta que tomamos la forma de un «globo» biológico. Sin embargo, esto no niega nuestra responsabilidad terrenal de vivir con integridad y compasión. La sanción personal es fundamental. La irreverencia encarnada en favor de una liberación prematura deja a todos insatisfechos.

En palabras de la astróloga Caroline Casey, debemos practicar la «metabolización de toxinas en tónico». La transmutación del dióxido de carbono en un globo lleno de oxígeno, lleno de la mayor cantidad posible de sabiduría, práctica e intelecto creativo posible. Solo cuando explote quedará liberada de nuevo nuestra mente. Como una válvula de alta presión al abrirse, cuando esto sucede trascendemos el intelecto y descubrimos una sabiduría sin palabras y la magnificente simplicidad de ser.

Un día, hasta un globo nos parecerá demasiado denso para volver a encarnarlo, demasiado pesado, y su brillante color opaco, una distracción que oscurece nuestra auténtica naturaleza. Entonces, una «pompa de jabón» translúcida será más apropiada como siguiente forma que adoptar. Un cielo lleno de globos distintos y de distintos colores es divertido, estimulante e imprevisible un rato, pero un cielo lleno de burbujas de jabón translúcidas, centelleantes, perladas e iridiscentes, con toda su fragilidad, inspira admiración, es mágico, como de otro mundo.

El Prajnaparamitanos recuerda que, independientemente de la forma, todos seguimos siendo «aire». Siempre. Y de verdad queremos que el aire sea lo más limpio y rico en oxígeno para que todos podamos desarrollarnos.

Esta sabiduría perfecta se personifica en una bella mujer. Es más mayor que un yidamtípico, como debe ser. La sabiduría llega con la experiencia, que se asocia típicamente al tiempo. Es la madre de todos los budas, porque solo cuando uno empieza a entender su verdad puede empezar a iluminarse. Ella transporta sus escrituras de la Perfección de la Sabiduría en un loto rosa, pero nace del loto azul de la sabiduría trascendida. Sujeta el dorje, que simboliza la sabiduría, clara y tallada como un diamante.

El mantra asociado tradicionalmente con los Sutras Prajnaparamita es: «Gate Gate Paragate Parasamgate Bodhi Svaha». Lo que dice, en esencia, es que todo se ha ido lejos, lejos, más allá de nuestra comprensión conceptual de la realidad mundana. Pero su mantra real es el sonido intraducible de la sabiduría última: «Om Ah Dhih Hum Svaha.»

Con una enorme gratitud hacia el trabajo de toda una vida del Dr. Edward Conze, su amplia investigación sobre el «rescate» y la traducción de las escrituras Prajnaparamitade la diosa Dharmakaya, que había sido ampliamente celebrada, profundamente amada y muy venerada, ya que gran parte de ellas se perdieron en las luchas de conquista religiosa.

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