Huellas del budismo institucionalizado en América Latina. Segunda parte

FRANK USARSKI

Este artículo es parte de nuestra edición especial «El budismo en los países de habla hispana».

Puede leer la primera parte de este artículo aquí

Además de la inmigración china, la coreana contribuyó a la evolución del budismo latinoamericano. Ya alrededor de 1903, México era un blanco temporal de la migración coreana, aunque sin consecuencias manifiestas para el campo religioso de este país. A partir de los 60 se reanudó e intensificó el flujo migratorio desde Corea a Centro y Suramérica. Así, en 1984 la escuela chogye inauguró en São Paulo el templo Jin Gak As, que asimiló parte de la membrecía de la escuela kwan um, asentada en Brasil un año antes. Posteriormente se implantó institucionalmente en Argentina el budismo seon, que en 1991-1992 estableció centros locales, incluyendo una filial en Buenos Aires.

Templo Jionji de Cañete, Peru. Fuente: http://www.discovernikkei.org/pt/journal/2014/2/24/110anos-de-budismo-peru/

Pero sería la perdurable y vasta inmigración japonesa la de mayor impacto sobre el budismo institucionalizado latinoamericano. Hubo representantes budistas entre los primeros inmigrantes japoneses a la región, y así en 1903 arriban a Perú los monjes Ueno y Masumoto (soto zen), así como el reverendo Kinoshita (jodo). El reverendo Tomojiro Ibaraki (honmon butsuryū-shū) acudiría a Brasil en 1908, y en 1936 fundaría la primera institución budista oficial en el país: el templo Taissenji en Guaiçara. Poco después, la primera entidad del budismo shin era inaugurada en Cafelândia. Simultáneamente se introducían las escuelas honpa honganji y shingon (Shoji, 2006, p.43), y hacia 1940-1941 se edificarían otros dos templos de la honmon butsuryū-shū.

La decisión de la gran mayoría de los inmigrantes japoneses de permanecer en Brasil después de la Segunda Guerra Mundial, resultó en una ola de institucionalización de las entidades budistas. La honmon butsuryū-shū amplió su red de instituciones con tres nuevos centros entre 1949-1950, y en 1962 inauguró su sede en São Paulo. A principios de los cincuenta, abrieron sus primeros templos la escuela tendai y la rama ōtani de la escuela jōdo shinshū. La rama honpa de la citada escuela jōdo estableció su sede nacional en São Paulo, y otras líneas budistas como el soto zen y la nichirenshu anunciaron oficialmente sus misiones en Brasil. Aquí se fundaría, en 1958, la Federación de Sectas Budistas como asociación aglutinadora de las organizaciones niponas operando en suelo brasileño.

Pese a algunas actividades proselitistas fuera del entorno étnico tradicional, muchas de las instituciones establecidas en ese tiempo aún se arraigan exclusivamente en la vida religiosa de las familias de ascendencia japonesa. Esta tendencia se observa en la mayoría de las más de 80 ramas del budismo shin en la región, en templos zen tradicionales (como Busshinji en São Paulo y Daishinji en Bogotá), y en instituciones brasileras o panameñas de la nichiren shoshu.

Templo zen Daishinji en Bogotá Fuente: https://www.sotozen.com/eng/temples/outside_jp/Colombia/

El templo Wat Rattanarangsiyara, única institución predominantemente étnica en la línea theravada, representa un caso especial en el budismo latinoamericano, habiendo sido fundado en 1997 en Pousadas, Argentina, por refugiados de Laos.

La desigual distribución del budismo étnico en diferentes países se evidencia al comparar la situación de Brasil con la de otras naciones menos preferidas por los inmigrantes asiáticos, como Colombia y Chile. En consecuencia, el budismo institucionalizado en estos países es esencialmente apoyado por los conversos.

Templo Wat Rattanarangsiyara en Pousadas, Argentina.
  1. El papel de los líderes budistas asiáticos dentro del budismo en América Latina

El punto anterior aportó información básica sobre el desempeño de los misioneros asiáticos en suelo latinoamericano, como prerrequisito para el surgimiento de instituciones budistas étnicas. Además, deberá tenerse en cuenta a otros representantes oficiales de escuelas budistas que han visitado Latinoamérica, o se han establecido en esta, expandiendo el budismo más allá del entorno étnico.

En este escrito no hay espacio suficiente para registrar todos los líderes budistas asiáticos que, en diferentes momentos, han visitado Latinoamérica o pasado a residir en ella. Debido a las limitaciones, deberemos concretarnos a unos pocos ejemplos.

Shingū Ryohan, superintendente del templo zen Busshinji, operó en São Paulo entre 1956 y 1985. Importantes en la divulgación del zen para los practicantes sin raíces asiáticas resultarían, además, Tokuda Ryotan, Shunkyo Aoki y Daiko Moriyama.

En el ámbito theravada, la Sociedad Budista de Brasil en Río de Janeiro disfrutó, entre 1986 y 2006, de la presencia de Puhuwelle Nayaka Vipassi, de Sri Lanka, especialista en meditación vipassana.

El Centro Hanmaum Seon en Argentina se origina a partir de reuniones de familias coreanas interesadas en las enseñanzas de la maestra Myogong Daehaeng, quien, precedida por otros representantes, visitó al grupo argentino en 1992.

Debido a la gran importancia de la relación entre maestro y discípulo en el budismo tibetano, la presencia de lamas tibetanos ha sido un elemento relevante para la difusión de sus escuelas en América Latina. Esto se aplica, entre otros, al maestro de la línea nyingma Chagdud Tulku, quien mudó la sede de su movimiento internacional desde EE.UU. a Brasil, y estableció una red transnacional de centros que incluye instituciones en Argentina, Chile y Uruguay. También otros monjes tibetanos han contribuido al arraigo del budismo vajrayana en Chile, donde ya en 1981 el lama Tounsang iniciaba a algunos practicantes.

Las siete visitas del dalái lama a Latinoamérica entre 1988 y el 2013, promovieron regionalmente al budismo en general y al vajrayana en particular. Durante su primer viaje, Su Santidad se reunió con varios presidentes de la región, y además inauguró los primeros grupos locales de apoyo a la causa tibetana, luego integrados a la Red Internacional del Tíbet, que actualmente incluye unas 180 ONG, con una decena de sucursales latinoamericanas que no solo promueven la independencia tibetana sino también al budismo como parte de la identidad de ese pueblo.

Fotografía tomada el día 11 de octubre de 2013 durante la visita de su santidad el dalái lama a, con Gerardo Abboud, traductor de su santidad al español (izquierda) y Marco Antonio Karam director of Casa Tíbet, en Ciudad de México (derecha). Foto/Jeremy Russell/OHHDL
  1. El papel de los conversos «occidentales» al budismo en América Latina

Los líderes budistas asiáticos han contado con una comprometida colaboración de conversos sin ascendencia asiática, incluyendo a estadounidenses y europeos que habían asumido un papel protagónico en sus respectivas órdenes religiosas, y ampliado su esfera de acción a Latinoamérica.

Un ejemplo es Paul J. Muenzen, norteamericano de orígenes católicos quien llegaría a ser un maestro del dharma autorizado por la orden coreana jogye, y activo divulgador de esta en Argentina. También en ese país, el templo Tzon Kuan fundado por el maestro taiwanés Pu Hsien, contaría con el apoyo de la maestra Dzau Dzan, única seguidora argentina ordenada en esta línea.

En el ámbito del budismo theravada, el brasileño Ricardo Sasaki (Dhammacariya Dhanapala), es el organizador e instructor principal de una red de seis centros locales de linajes originales de Camboya y Myanmar.

Un considerable número de conversos sin ascendencia asiática han contribuido y expandido el budismo zen en América Latina. Por ejemplo, Densho Quintero, ordenado monje zen soto en Francia en 1987, y Shotai de la Rosa, practicante zen desde 1989, son dos protagonistas colombianos activos en el templo Daishinji de Bogotá. El argentino Ricardo Dokyu fue ordenado monje soto zen en 1991, y más tarde fundó el templo AnRaku Ji en Buenos Aires (2003) y la Asociación Budista Soto Zen de Argentina (2007). Augusto Alcalde fundaría el zendo Shobo An en Córdoba en 1986. Antonio Eiju Pérez fundó el Centro Zen de Mendoza (2001). Además, la brasileña Claudia Souza de Murayama («monja Coen»), instauraría el Tenzui Zen Dojo como un hogar espiritual menos atado a restricciones étnicas, y más conveniente para los conversos.

Dentro del budismo tibetano resalta el caso del carioca Michel Lenz Calmanowitz. Durante su infancia, sus padres fundaron la primera institución del Movimiento Lama Gangchen en São Paulo. Después de que el lama Gangchen reconociera al niño como una reencarnación de su difunto maestro, el «lama Michel», el muchacho entró en la comunidad monástica de exiliados budistas tibetanos de Sera Me al sur de la India. Hoy juega un papel protagónico dentro del movimiento que, además de Brasil, abarca grupos locales de seguidores en Santiago y Buenos Aires. También debe mencionarse al argentino Gerardo Abboud, maestro del dharma en el Centro Drukpa Kagy de Buenos Aires, quien, tras iniciar su trayectoria budista en los setenta, en India y Nepal, se ha dedicado a la traducción de textos tibetanos al inglés y español, y a fungir como intérprete de maestros tibetanos en gira latinoamericana (incluyendo al dalái lama en 1992).

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Frank Usarski se graduó en Estudios Religiosos en la Universidad de Hannover (Alemania) y ha impartido clases en varias universidades alemanas, mudándose a Brasil en 1998. Es profesor de Ciência da Religião en la Pontificia Universidad Católica de São Paulo, donde fundó el periódico REVER. -Revista de Estudos da Religião y la Revista Internacional de Religiones Latinoamericana s (JLAR). También es el fundador del Centro de Estudios de Religiones Alternativas de Origem Oriental no Brasil (CERAL). Dentro de este grupo de estudio, es responsable del estudio histórico y sociológico del budismo en Brasil.

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