El vínculo asombroso con la naturaleza: entrevista a Claudia Lira Latuz. Primera parte.

MARÍA ELVIRA RÍOS

Bajo el cielo nacido tras la lluvia
escucho un leve deslizarse de remos en el agua,
mientras pienso que la felicidad
no es sino un leve deslizarse de remos en el agua.

Jorge Teillier, Bajo el cielo nacido tras la lluvia

Claudia Lira Latuz no sólo es una reconocida docente del Instituto de Estética de la Universidad Católica de Chile, sino también una de las personas que más se ha dedicado a reconocer, validar, reflexionar y dar espacio a los estudios de las filosofías y religiones asiáticas en esa institución académica. Claudia tiene una sensibilidad que sigue «puliendo» o suavizando, según lo que dice, pues, además, de sus estudios de filosofía y estética, tanto de licenciatura como de postgrado, lleva más de la mitad de su vida en una trabajo personal y espiritual intenso, disciplinado y constante, combinación que nos permite entender el porqué de su tremenda capacidad de aunar la teoría con la práctica y, sobre todo, en el saber reencontrarnos como naturaleza y/en/con la naturaleza. Claudia participará en las «I Jornadas Internacionales de Budismo y Ecología: Budismo Ecológico y Emergencia Climática. Transitando hacia Nuevas Interpretaciones y Acciones». El tema que abordará lo ha titulado: «Naturaleza y educación de la sensibilidad: el método sati (atención) extrapolado del camino del arte budista japonés aplicado a la producción de una obra de arte colaborativo». A continuación, les dejo esta maravillosa entrevista de una mujer guía…

Claudia Lira Latuz

Claudia sirve con calma y delicadeza un té verde con flores de jazmín en una pequeña tetera china de color azul-verde qing 青 (su color favorito) en tacitas con pececitos de cerámica en su interior. Luego, corta un pequeño pastel que ubica en unos bellos platitos con formas de hojas. Así, se dispone a un momento de conversación personal, para luego iniciar nuestra entrevista.

MARÍA ELVIRA RÍOS: Una de las cosas que destacan de ti es la combinación del arte con la filosofía y la espiritualidad en tu trabajo educativo. ¿Cómo entra en todo ello la naturaleza?

CLAUDIA LIRA LATUZ: Bueno, primero que todo hay que entender que lo que estoy tratando de hacer es recuperar la relación entre la experiencia y lo que se podría decir la teoría, por ponerle algún nombre. En la experiencia es donde yo me contacto con el cuerpo, y el cuerpo que, si bien en occidente siempre está separado de la naturaleza, en las concepciones orientales, por lo menos las que yo conozco, sobre todo de China y Japón, el cuerpo se entiende de alguna manera como naturaleza, como parte de la naturaleza, como un igual, como si fuera un árbol, un río. Esta misma concepción la vemos en los pueblos originarios de Latinoamérica, también hay un respeto hacia las otras vidas y el cuerpo humano es una vida más entre las otras vidas. Entonces, la naturaleza aparece como la posibilidad de reconectar con esa condición de naturaleza que soy yo. 

Si nosotros pensamos en la historia de la humanidad, la visión occidental del mundo que parte en el siglo XVII es muy nueva. Si uno mira de ahí hacia atrás, nuestra existencia estuvo siempre en relación con el ciclo del tiempo, con el ciclo de la vegetación, de la reproducción animal, de los insectos. El haber perdido esa relación hace que sintamos una especie de sin sabor respecto de las condiciones actuales en las cuales vivimos, a través de máquinas que son mediaciones que nos impiden estar conectados con el ciclo constante del tiempo: medimos el tiempo con el reloj, el celular, pero no lo sentimos como experiencia que se grafica en el cuerpo, por ejemplo, como la sensación de la luz, la temperatura. 

Hay una dimensión muy significativa, a lo cual siempre le he dado mucha importancia y es el cómo, a través de la vida cotidiana, estamos vinculados con lo que el pensamiento chino llama «el movimiento». Entonces, la vida es movimiento y ese movimiento es un movimiento de transformación constante, que se da de manera natural. La gente ha perdido cosas tan básicas como darse cuenta de que el crecimiento de las uñas es como el crecimiento de las hojas de los árboles; no lo puedo evitar, las uñas crecen y esa experiencia debería ser ya suficiente como para asombrarse de como el cuerpo esta siempre manifestándose como vida. Son cosas mínimas, básicas pero la mente me dice «ah, tengo que cortarme las uñas», más no piensa en lo increíble de ello, independientemente que yo quiera o no quiera las uñas crecen, estarán más largas… es como el poema de un japonés, que ahora mismo no recuerdo su nombre, que dice «la flor no lo pudo evitar, floreció». Eso ya debiera producirme asombro, la experiencia estética esta ahí, a la mano, a la vuelta de cualquier cosa que yo este viviendo, todo me debería generar una especie de sensación, emoción, de que estoy viva y, entonces, la naturaleza me ayuda a tener un retorno a esa experiencia vital. 

Fue por eso que estudié filosofía… cuando yo escuché que la filosofía había surgido de la experiencia del asombro no se me olvidó nunca, y claro el asombro maravilla y, esa maravilla del asombro, es lo que generalmente me va a dar la capacidad para valorar el conocimiento en su dimensión más amplia, que no es solamente la teoría, sino que incluye la experiencia. Cuando soy capaz de combinar las dos cosas voy profundizando mi relación conmigo misma y con el mundo, por eso creo que la naturaleza es como un libro (voy a ponerlo así para que la gente lo entienda), un libro infinito que no tiene nunca término, y tampoco entendemos cuando empezó, pero es un libro que, si yo me acerco a él se esta escribiendo, entonces yo puedo ir leyendo la escritura nueva y constante, la que reconozco porque tengo un sabor de esa lectura, pero la vuelvo a leer y tiene otro sabor. Personalmente descubrí eso cuando pequeña, en mi propia experiencia y relación con la naturaleza. Entonces, cuando descubrí el budismo fue como hallar el fundamento teórico de mi propia experiencia. Me parecía muy natural la forma budista de ser, porque en mi caso también se ligaba con una ética que aprendí, de alguna manera, en el catolicismo. Así se fue manifestando muy naturalmente en mi vínculo con la naturaleza, el anhelo de cuidarla, pues ¿cómo iba a querer destruir aquello que me daba tanto gozo y disfrute? El cuidado aparece como una consecuencia natural y espontánea del vínculo asombroso con la vida.

Fotografía cortesía de Claudia Lira Latuz

MER: Cuando lo vinculas con el budismo, ¿cómo entras a comprender desde la experiencia el valor que tiene el cuerpo en esta relación con la naturaleza, considerando que el budismo habla de que somos fenómenos transitorios, viviendo en un espacio de ilusión o samsara, y que esto está conformado por skandhas, donde no hay un yo y todo es vacío. Entonces, ¿Cómo ves, desde la perspectiva budista, que el cuerpo pueda ir adquiriendo ese valor?

CLL: Ese tipo de interpretaciones son las palabras o las teorías respecto al budismo, pero ¿cómo hacemos que sean parte de la experiencia? Por un lado, me parece que de alguna manera hay una impronta del daoísmo al budismo con respecto a la inmanencia. Entonces, digamos en términos metafóricos, el daoísmo pone su sello en el budismo a través del Dao, en el valor de esta transformación constante. Ese tono va a dar al budismo, por lo menos al que yo practico, una impronta muy potente. Por otro lado, ¿cuál es el papel de los sentidos? Yo creo que los sentidos cumplen un rol importante para la purificación de la mente, cuando concentro la atención en los canales perceptivos. Esa concentración en el estímulo que reciben los sentidos hace que mi corazón sea pasivo, que mi cuerpo se distienda y se produzca una unidad. Así, mis sentidos se transforman energéticamente, porque todo el cuerpo se ha unificado; ya no se siente con el oído ni con el órgano de la vista, sino con la energía y eso es una percepción y a su vez una comprensión. 

Se ha mal entendido el papel de los sentidos, que es distinto a decir que hay una negación a los sentidos, al modo del pensamiento platónico. Los sentidos producen un apego, pero en la medida que los trabajo sucede que el oído escucha lo inaudible, el ojo ve lo invisible… (como dicen los chinos), pero eso implica que ya ha habido una transformación energética que es una unificación de los tres centros principales del conocimiento. Ahí hay un elemento que es clave, que es ver el aporte del daoísmo en el budismo, que se relaciona con el camino del medio budista, buscar un equilibrio. 

¿Dónde está el despertar? El despertar está en la inmanencia, es ahí donde yo entro, ingreso al movimiento y así a la condición ontológica y epistemológica que es la del vacío. En esa condición, la ilusión desaparece porque ya no estoy viendo las cosas bajo el prisma de la lógica de la mente sola. Está incluido el corazón y el cuerpo, ingreso al Dao, al movimiento. Es en ese instante de la percepción de mí misma en relación con el movimiento que se produce la iluminación. Eso es muy zen… en ese instante hay comprensión, no hay crítica, no hay análisis y la existencia no es más que «ese leve deslizarse de los remos en el agua», como dice Jorge Teillier. Es ese sonido que escuchas, en esa sensación de la saliva, hay una dimensión de consciencia muy distinta a cuando solo se habita en la mente.  No hay cuestionamiento sino vida.

Puede leer la segunda parte de la entrevista aquí