Reseña cinematográfica de Looking for a Lady with Fangs and a Moustache, de Khyentse Norbu

NINA MÜLLER

Este artículo forma parte de nuestra edición especial «El budismo y el cine»

Fuente: lookingforalady.com

Cuando un emprendedor descubre que solo le queda una semana de vida, emprende, con ciertas reservas, un viaje místico por las estrechas calles de Katmandú en busca de su única salvación: el efímero dakini. Figura clave del budismo vajrayana, el dakini es un ser polifacético con un misterioso poder espiritual, un tema que explora de manera magistral Looking for a Lady with Fangs and a Moustache (2019), la última película del lama y cineasta tibetano-butanés Dzongsar Jamyang Khyentse Rinpoche (1961).

«[El dakini es un] estado inexpresable, impensable e insondable. La única manera de presentarlo al hombre corriente, a la gente corriente como nosotros, solo podíamos usar lenguaje, solo podíamos usar símbolos, por eso verás que en el Himalaya hay muchas representaciones de dakinis.»

Como señala Dzongsar Jamyang Khyentse Rinpoche, el concepto de dakini es increíblemente complicado de entender, no digamos ya representar, y sin embargo esta película consigue expresar esa complejidad de una forma excelente. Conocido en la industria del cine como Khyentse Norbu, el lama debutó como asesor del cineasta italiano Bernardo Bertolucci para Pequeño Buda (1994), donde supervisó a los monjes tibetanos para asegurarse de que sus interpretaciones eran auténticas. Con cinco películas ya en su haber, es evidente que la autenticidad ha seguido siendo uno de los ejes del proceso de Khyentse Norbu. Un maestro a la hora de pulir y poner en escena historias y talento local, su contribución al desarrollo de la industria cinematográfica en la región del Himalaya es muy significativa, y procura mantenerse alejado de las convenciones y estereotipos del mundo del cine. Looking for a Lady with Fangs and a Moustache es un retrato: «Aunque pocas películas hoy en día huyen de la enorme influencia de las fórmulas de Hollywood y Bollywood, en esta película yo quiero explorar la forma de expresarse y de contar historias que es propia del Himalaya, que es fiel a la cultura, tradición y sabiduría de esta región».

Khyentse Norbu tomó muchas decisiones conscientes para asegurarse de que la película evocaba la región que retrataba. Por ejemplo, usó exclusivamente intérpretes nepalís no profesionales, y una magnífica consecuencia de esto es que los personajes transmiten una sensación muy genuina. Él subraya que la película muestra «a un maestro espiritual real y muy respetado cuyas cualidades y conducta no podrían haber sido comprendidas, menos aún transmitidas, por cien mil intérpretes profesionales». Una muestra de su deseo de sacar adelante contenido que es propio de una región y que va más allá del puro entretenimiento es el hecho de que la película se estrenó como parte del programa Brainwave del museo Rubin de Nueva York el 8 de abril de 2021. En la charla en línea que tuvo lugar después de la proyección, Khyentse Norbu subrayó que la devoción es un aspecto increíblemente importante del budismo. A lo largo de sus películas, él intenta capturar y retratar las dimensiones místicas de la vida que son integrales para la existencia humana, pero que tristemente se ven erosionadas por el momento actual de imperialismo y materialismo. 

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Una exploración del papel del misticismo tibetano en el mundo actual postmoderno, la película se centra en la crisis existencial del protagonista, Tenzin. Descrito como un «hombre moderno» por los personajes de reparto, Tenzin ilustra perfectamente el contraste entre lo viejo y lo nuevo. Después de descartar seguir la especial relación de su familia con la música tradicional del Himalaya, se centra en fundar la cafetería más a la moda de Katmandú. Aunque, desgraciadamente, esta trama secundaria acaba siendo poco más que una herramienta expositiva (la relación entre Tenzin y su madre es pobre y su búsqueda de una cafetería no alberga un conflicto sustancial), la trama principal de la crisis existencial de Tenzin es muy interesante. Cuando un monje oráculo predice que el sueño de Tenzin sobre su hermana muerta significa que le espera una desgracia inminente, el protagonista se muestra escéptico, y es probable que los espectadores compartan esa sensación. Aunque el monje oráculo va vestido con la túnica tibetana tradicional, lleva unas gafas de sol muy llamativas, un par de auriculares grande y se pasa el rato enganchado a su tablet, otra señal de la decadencia de los valores. Si añadimos a esto una banda sonora que incluye evocadora música del Himalaya mezclada con canciones conocidas internacionalmente, como las de Tom Waits; así como planos generales de la población, algunos de los cuales llevan trajes tradicionales mientras que otros lucen trajes de oficina, se hace evidente que Katmandú es toda una mezcla de lo antiguo y lo nuevo. 

Aunque Tenzin menosprecia en un principio la premonición del monje, cada vez le resulta más difícil ignorar las señales: su vida diaria se ve salpicada de visiones de su hermana, pero también de criaturas con colmillos y otras atrocidades. Sus otros sentidos también se ven afectados y le asustan especialmente sus pérdidas repentinas e intermitentes de oído. El director de fotografía Mark Lee Ping Bing establece el tono con mucha belleza, y crea una atmósfera como de sueño que resulta atrayente y que ayuda al espectador a compartir la sensación de agobio del protagonista. Las visiones fantásticas se superponen sobre su entorno cotidiano, lo que subraya la idea de que, si nos fijamos lo suficiente, descubriremos que lo mundano siempre contiene lo mágico. Dicho esto, la película cuenta con una cinematografía muy fluida con movimientos sutiles pero incesantes, y aunque esto ayuda a dar a las escenas esa cualidad onírica, en algunos momentos la elección no está motivada por nada, lo que diluye el efecto del conjunto. 

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Una visita al médico le dice a Tenzin que no le sucede nada físicamente, por lo tanto, debe de ser una depresión, y la única solución de la sanidad moderna a la hora de tratar los problemas de la mente es recetar una dosis de antidepresivos. Esta costumbre de proporcionar respuestas inmediatas que, en última instancia, aturden las experiencias del alma contrasta magníficamente con la escena siguiente, en la que un sabio espiritual le da a Tenzin una solución completamente distinta: tiene que encontrar un dakini. Pero ¿cómo y dónde busca uno a un dakini? Esta vez no hay pastillas mágicas que tragar ni nada que nos haga pensar que Tenzin se medica y aturde este estado mental incómodo. En lugar de eso, se le anima a explorar las señales, a pensar por sí mismo y a ser creativo. Ya sea con el aire que respira, el agua que bebe o cantando entre la multitud, Tenzin solo se salvará si se permite estar realmente vivo. «Tienes que ser osado. Los dakinis no confían en quienes tienen inhibiciones», le dice el sabio.

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Este planteamiento es muy budista: se centra en la mentalidad en lugar de en un resultado en concreto. Cuando Tenzin empieza a dudar de que un posible candidato sea, de hecho, un dakini, el sabio le reprende: «Lo has echado a perder al pensar que no era ella. A esto se le llama mirada errónea». No es ningún secreto que el dakini puede ser una idea efímera. Como explica Khyentse Norbu, el dakini no es nada y lo es todo al mismo tiempo. Mediante su protagonista, Looking for a Lady with Fangs and a Moustache anima al espectador a ser curioso sobre el dakini y, en última instancia, el misticismo: ¿es dakini la chica del té? ¿Es dakini el amigo de Tenzin, Kunsel? ¿Es dakini un desconocido? ¿Es dakini Tenzin? ¿Soy yo dakini? Este viaje espectacular, unido a unas imágenes oníricas y una música cuidadosamente elegida tiene el potencial de inspirar una devoción en el espectador que lo acompañará durante días. 

 

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