La inteligencia artificial y el budismo

GLÒRIA PUIG KOWERDOWICZ *

Hace tiempo que nos llegan noticias sobre la trascendencia de la llegada de las tecnologías de la información a diferentes ámbitos de la sociedad. Vamos a ver cómo pueden influir en la transmisión del Dharma.

La importancia de los datos

Las nuevas tecnologías se basan en la recopilación de datos, de manera que ponen a nuestra disposición unas megaenciclopedias y, además, combinan estos datos con una rapidez vertiginosa. Sobre todo, desde poco antes del 2010, cuando aparecieron los primeros teléfonos «inteligentes». Y muchísimo más desde noviembre del 2022, con la aparición del ChatGPT.

El ChatGPT es un sistema basado en el modelo de lenguaje de la inteligencia artificial. Está preparado para realizar traducciones y puede generar textos, combinando los datos, de modo que puede responder a preguntas sobre los temas más diversos.

En cierto modo, imita muchos aspectos del cerebro humano. Parece como si se intentara crear dobles de los humanos, pero infinitamente superiores en algunas cosas.

¿Inteligencia?

Tendríamos que detenernos un momento para poner en evidencia la perversión de lo que implica atribuir calidades humanas a las máquinas. Nos hemos puesto de acuerdo en atribuir inteligencia a aparatos que van adquiriendo cada vez más capacidades.

¿Por qué hablamos de inteligencia cuando nos referimos a capacidades de las máquinas que han sido programadas? ¿En qué definición de inteligencia nos basamos?

Y ¿por qué hablamos de «entrenar» las máquinas o del aprendizaje de las máquinas? Hasta hace poco se entrenaban las personas, aprendíamos los seres vivos, se adiestraban los animales y se programaban las máquinas.

Bodhisattva mecánico pensativo L ver. 2 de Zi Won Wang Fuente: http://wangziwon.com/

Logos/no logos

Volvamos a lo que se ha dado en llamar inteligencia artificial. Su ámbito es el racional, el logos. Su dominio es la palabra.

En zen y en muchas enseñanzas espirituales, se intenta captar la realidad yendo más allá de los conceptos, no a través de la mente racional sino a través de la mente intuitiva, a través de un no logos.

Los maestros espirituales siempre han ideado métodos para ayudar a sus discípulos a situarse en la mente no conceptual. En zen, por ejemplo, algunos maestros proponen meditar con un koan, que son unas paradojas aparentes que los discípulos deben resolver trascendiendo el sentido literal.

Eso es algo que una máquina no puede hacer. El mismo ChatGPT de momento no puede ir más allá del significado literal de las palabras. Ni siquiera puede captar dobles sentidos o ironías. 

Deconstrucción del ego

Otra cosa que la inteligencia artificial no puede hacer por nosotros en el camino espiritual es el autoconocimiento más allá del yo aparente, deconstruir el ego desde el ego para que se pueda manifestar nuestra naturaleza esencial. «Conocerse a sí mismo es olvidarse de sí mismo», como dijo el maestro Dogen.

Una máquina, aun la más «inteligente», lo único que sabe de si misma es lo que la configura superficialmente: de qué material es, qué opina (porque está programada para opinar así), etc. Si pedimos al ChatGPT que se defina, aludirá a sus características físicas, o sea, a lo que en una persona sería la construcción mental.

Lo que no puede conocer es su yo profundo, el que hay más allá de la apariencia, porque no lo tiene: una máquina no tiene la experiencia directa de su presencia.

Percepción directa

Los humanos tenemos una sensación directa e inmediata de nuestra presencia, que expresamos como «yo soy».

En la práctica budista intentamos percibir la realidad directamente, superando el espacio entre el concepto que tenemos de la realidad (o de nosotros) y la realidad.

Para acceder a esta experiencia directa de ser conscientes de quienes somos debemos soltar todo lo que nos impide percibirnos directamente, que son justamente las construcciones mentales.

No saber

Es un principio clave en el budismo. Aprendemos a situarnos en la perspectiva de la mente de principiante, soltando las ideas fijas, sobre todo, abordando cualquier acontecimiento desde la ignorancia y la sorpresa.

Si a la «inteligencia» artificial le quitamos la posibilidad de mostrar los datos que ha recopilado, lo que «sabe», se queda sin sentido.

Desarrollar conceptos 

La IA, a través del ChatGPT, está preparada para desarrollar conceptos difíciles; puede hablar brillantemente sobre aspectos constitutivos del budismo como el despertar, la no sustancialidad del yo, la impermanencia… Pero no entiende nada.

Es cierto que esta habilidad para explicar, para transmitir intelectualmente conceptos profundos, puede ser de utilidad para preparar clases y presentaciones. De hecho, en Japón ya existe un robot, Maidan, que transmite el Dharma.

Pero ¿por qué queremos delegar en una herramienta una actividad tan creativa como preparar una presentación?

Dimensión profunda 

La IA, brillante como es proporcionándonos respuestas a cosas concretas, se queda en blanco ante preguntas como, por ejemplo, qué es la verdad, qué es la belleza, qué es la bondad. Las puede definir intelectualmente, pero no sabe diferenciar una cosa bella de una que no lo sea.

Aunque discrepemos, todos sabemos a qué nos referimos cuando hablamos de la verdad, de la belleza, de la bondad. Lo sabemos íntimamente. Captar la verdad no proviene de ningún contenido mental. Nos emociona un acto heroico, algo hermoso, pero no nos lo sabemos explicar.

Solo con los contenidos mentales, como hace la IA, no se puede entrar en contacto con la dimensión más profunda de lo que es real, con lo más profundo en nosotros.

Maestro Xianfan del Monasterio Longquan con el modelo de primera generación de Xian'er. Fuente: bosotonglobe.com

Impermanencia

La percepción que tenemos de nosotros ahora es distinta de la que teníamos cuando éramos pequeños, o adolescentes, o incluso de la que teníamos hace unos días o unas horas. Vamos cambiando, igual que va cambiando la mente, la manera de relacionarnos, lo que opinamos, etc. Lo que nos define objetivamente es impermanente.

Lo único que no ha cambiado desde que nacimos es lo que nos permite sentir a cada momento este «yo soy». Esta autoevidencia es algo que la IA no tiene.

Conocimiento y sabiduría

Otra cosa que una herramienta de IA no puede tener y que los humanos sí podemos llegar a tener es la sabiduría. La sabiduría contrapuesta al conocimiento. La acumulación de información no comporta sabiduría. Comporta conocimiento.

La IA posee un conocimiento enorme, pero por si sola es incapaz de discernir si esos conocimientos son verdaderos o falsos.

De hecho, actualmente es muy habitual la confusión entre sabiduría y conocimiento. Hay quien cree que acumulando información desarrollará un criterio propio, pero solo conseguirá más confusión.

Si recordamos la conocida metáfora atribuida a Confucio que dice que cuando el sabio señala a la luna, el necio mira el dedo, la IA se queda mirando el dedo.

Sensación de ser

La IA está llena de argumentos que nos pueden ayudar en muchas cosas, pero si queremos despertar a nuestra sensibilidad más profunda, tener muchos argumentos no nos ayudará. Solo hay una manera de hacerlo: situarnos en el fondo lúcido donde reside la sensación de ser quienes somos.

¿Qué puede aportar el budismo a la sociedad del conocimiento?

Algo que puede aportar el budismo a la sociedad del conocimiento es la importancia de la meditación, de la suspensión temporal de la mente conceptual: dedicar un tiempo cada día a dirigir la mirada hacia dentro, a relajarnos en el silencio, nos sitúa en este ámbito del ser auténtico donde encontramos la fuerza que nos permite hacer frente a cualquier situación desde la conexión con el corazón.

Meditar en comunidad

Si además de meditar en soledad diariamente podemos hacerlo en grupo, todavía es mejor. Cuando formamos parte de una comunidad nos podemos permitir estar plenamente más presentes a los demás y eso es más enriquecedor.

Aprender a ser sostenidos, amados, a nutrir la compasión, y aprender a sostener, a amar, solo se puede hacer en compañía.

Las tecnologías nos están acostumbrando a vivir en un ambiente reducido, porque con un teléfono o un ordenador podemos acceder a maestros y conocimientos lejanos geográficamente y temporalmente. Es una paradoja, porque en muchos casos eso nos aísla cada día más.

Atención plena

El budismo también recomienda hacer pausas para tomar conciencia de uno mismo y tener tiempo para hacerse preguntas, con el compromiso de ser radicalmente sinceros en las respuestas. Los Zen Peacemakers tienen una práctica que consiste en activar una alarma y, cuando suena, dejas todo lo que estés haciendo y te preguntas algo que te ayuda a volver al aquí y ahora.

Real/falso

Como las tecnologías de la información están creando una gran confusión entre lo que es real y lo que ahora llaman «fake», solo podemos estar seguros de lo que es presencial. Por eso vale la pena potenciar las relaciones reales, cultivar los valores que nos hacen humanos, dejarnos sorprender por los momentos de admiración ante la belleza de un paisaje, por ejemplo, o por la emoción ante una obra de arte o escuchando música o por un momento de conexión…

De acuerdo con el budismo, debemos persistir en la intención de sentir que somos auténticamente nosotros mismos, sentirlo profundamente, claramente, tan continuamente como sea posible. En eso ninguna «inteligencia» artificial puede competir con nosotros.

Glòria Puig Kowerdowicz es presidenta de la Coordinadora Catalana d’Entitats Budistes y secretaria de Sakyadhita Spain. Licenciada en Historia del Arte y en Filología por la Universidad de Barcelona. Practica meditación y yoga desde muy joven y en los últimos años enseña ambas disciplinas