El maestro Dōgen y su contribución a la sostenibilidad ambiental

CARLOS BARBOSA CEPEDA

Este artículo forma parte de nuestra edición especial: «Budismo, ecología y cambio climático»

¿Cómo puede contribuir el budismo a la tarea de enfrentar los desafíos ecológicos de nuestro tiempo? Con frecuencia es posible arrojar luz sobre esta y otras cuestiones actuales mirando un poco hacia atrás. El pasado puede ayudarnos a entender el presente. Por eso, para abordar esta pregunta tiene sentido volver sobre las enseñanzas de maestros budistas del pasado, como es el caso de Eihei Dōgen (1200-1253), quien en particular tiene mucho que decirnos hoy sobre sostenibilidad ambiental y sobre cómo llevar una vida humana armónica con la naturaleza.

En el siglo xiii, Dōgen viajó a China, heredó la enseñanza del zen Sōtō (en chino Caodong) y la introdujo en Japón. Su enseñanza se mantiene hasta hoy. En sus numerosos escritos manifiesta de varias maneras la importancia de reconocer como las diversas cosas pueden instruirnos en nuestra práctica del despertar a la realidad tal como es. Incluso una hoja de hierba, el cuco en primavera o los más humildes alimentos pueden ser ocasión para despertar a la realidad presente. Podemos afirmar que Dōgen lleva esta noción en la dirección de apreciar el valor de cada cosa. Por tanto, habituarse a cuidar los objetos y nuestro entorno, así como a evitar el desperdicio, cobran una gran importancia como expresiones de una vida atenta y consciente.

Imagen del maestro Eihei Dōgen

Tanto en sus páginas más filosóficas como en sus reglas para la comunidad de monjes, Dōgen deja importantes lecciones sobre sostenibilidad ambiental. Pero él no se limita a indicar cómo hacer las cosas: explica por qué. Y para explicar por qué, apela a la noción del Dharma. En el budismo, esta palabra suele referirse a la enseñanza, pero en su sentido más profundo es la mismísima ley universal que engendra todas las cosas y las sostiene —es, valga aclarar, una ley no dual: no se distingue de las cosas, aunque no es equivalente a ellas—. Por ello puede afirmar que cada cosa, hasta un grano de arroz, expresa y predica el Dharma.

Sobre esta base sostiene Dōgen la vital importancia de aprovechar al máximo los alimentos a la hora de cocinar, no desperdiciar nada al prepararlos y consumirlos, y cuidar celosa y amorosamente los utensilios e instrumentos. Puede sonar extravagante esta noción de cuidar de cosas que no son seres sintientes, ¿pero acaso los utensilios no expresan y predican también el Dharma? ¿No podrían ser tanto la preparación de los alimentos como su consumo ocasiones para expresar el Dharma? Hay al menos dos lugares desde los cuales podemos explorar la visión concreta de Dōgen al respecto: la cocina y el comedor.

La cocina y el comedor

Empecemos por la cocina. En sus «Instrucciones para el cocinero jefe (tenzo)», Dōgen especifica que para desempeñar este cargo en el monasterio hace falta gran virtud espiritual, no simplemente capacidad culinaria. A cargo del tenzo está cuidar del resto de la comunidad y sacar el máximo provecho de los ingredientes. Estos, recordemos, expresan el Dharma. Por eso está a cargo del tenzo cuidar cada grano de arroz como si fueran sus propios ojos. El tenzo no puede ceder a una actitud discriminatoria, que lo lleve a preferir unos ingredientes u otros. Su orientación debe ser la de hacer la mejor comida posible con los ingredientes de los que dispone. Incluso unas raíces silvestres pueden convertirse en un plato digno de la mesa de un príncipe si son tratadas con una mente no discriminadora.

Además, en lo posible el cocinero jefe no debería desperdiciar nada. Se le atribuye a Dōgen haber introducido en Japón el estilo culinario monástico llamado shōjin ryōri. En este estilo, el desperdicio se reduce a sus mínimas proporciones. No se pican las puntas de las verduras. No se pelan las zanahorias. Se debe aprovechar los ingredientes tanto como sea posible.

Es interesante que esta actitud de cuidado se extiende también a los utensilios. Dōgen dice que cuando se les deja caer descuidadamente al suelo, las ollas o los cucharones gritan. De este modo expresa muy elocuentemente la importancia de cuidar cada implemento.

Caligrafia de Dōgen Zenji

Pasemos ahora al comedor (si bien, valga aclarar, usualmente los monjes Sōtō suelen comer en su lugar de meditación; pero no es necesario fijarnos en ese punto aquí). Las reglas para tomar las comidas en un monasterio Sōtō especifican todos los pasos a seguir: desde cómo recoger y abrir los cuencos hasta la forma de guardarlos de vuelta. Dos cosas querremos destacar aquí de este proceso: primero, no se desperdicia nada; segundo, el lavado de los cuencos se efectúa con agua caliente antes de guardarlos.

En cuanto al no desperdicio, es importante estimar la cantidad que uno necesita o se puede comer. Una vez servido el alimento, se debe consumir por completo. Una vez se termina de comer, se utiliza una palita de madera con un trozo de tela en la punta, llamada setsu, para remover los últimos residuos de comida y llevarlos a la boca. Enseguida, se sirve agua caliente para terminar de limpiar cada cuenco y los cubiertos con el mismo setsu. Todo se va secando con una toallita de tela. El agua de lavar se recoge para regar plantas. Valga aclarar: cada monje tiene su propio juego de cuencos, que se encarga de limpiar y cuidar.

Del monasterio a la sociedad

Naturalmente, no se puede esperar que todo el mundo lleve la vida de los monasterios —quizá no sería tampoco lo deseable. Aun así, creo que algo nos puede aportar para pensar cómo orientar o modificar nuestros hábitos cotidianos. Por ejemplo, puede inspirar cambios a la hora de cocinar y comer en casa. A la hora de cocinar uno puede adquirir el hábito de no cortar las puntas de las verduras ni pelar las zanahorias. En cuanto al consumo de los alimentos, uno puede buscar maneras de no dejar nada en el plato. Puede calentar agua para ablandar los platos y cubiertos y, así, minimizar el uso de productos lavavajillas.

Ahora bien, al fondo de todas estas acciones concretas que podamos adoptar está el cuidado: cuidado no solamente hacia otros seres sintientes, sino también el trato delicado y consciente de los alimentos y de los utensilios del hogar. Una práctica regular dirigida a incorporar hábitos como los antes mencionados nos abre precisamente al respeto y cuidado de las cosas, actitudes que a su vez nos permiten consolidar los hábitos.

Estatua de Dogen en un estanque en el templo Eihei-ji Fuente: https://en.wikipedia.org/wiki/D%C5%8Dgen

En términos de sostenibilidad ambiental y conciencia ecológica, recordemos cómo las reglas de Dōgen se justifican en función del Dharma en su doble sentido de ley universal y enseñanza. Cada grano de arroz y cada cucharita expresan la ley universal, por tanto predican la enseñanza. Percatarnos vívida y profundamente de ello en la vida cotidiana nos impulsa al cuidado y el respeto no solamente de los seres sintientes. En general, todas las cosas han de ser tratadas con cuidado y respeto.

Es posible proyectar esta misma actitud de cuidado hacia el entorno. No sin razón, en el capítulo «busshō» de su Shōbōgenzō, Dōgen sugiere que las montañas, valles o ríos manifiestan el Dharma. Hoy podríamos decir: los ecosistemas manifiestan el Dharma. En nuestra época, esto tiene una consecuencia importante. Las montañas, valles, ríos o bosques tienen un valor por sí mismas que no se reduce a nuestros intereses o deseos. Similarmente, y por raro que suene, los alimentos y utensilios tienen un valor que no se reduce a los intereses y deseos que proyectamos sobre ellos. Nos cuidan, nos permiten vivir, nos muestran la realidad y plenitud de la vida. Por esta razón sería impropio someterlos enteramente al arbitrio de nuestros intereses y deseos. Cuando pensamos todas estas cosas (inclusive los ecosistemas) esencialmente como recursos, de fondo lo que hacemos es restringirlas a lo que nos interesa conseguir de ellos. Pero si le damos la vuelta a esta actitud, si aprendemos a observarlas no como meros recursos sino como expresión del Dharma, entonces la pregunta es más bien cómo podemos sacar de ellas lo mejor posible.

Monasterio Eiheiji al norte de Kioto. Foto de Toby Howard / Dreamstime.com

De esta manera, la cuestión no es esencialmente cuáles medidas concretas hemos de adoptar. Por ejemplo, no es tan claro que usar agua caliente constantemente para lavar utensilios de cocina sea una excelente idea: necesito ahorrar energía para disminuir emisiones de CO2. Y a lo mejor no hay una respuesta única a este dilema (y muchos otros): dependerá de las circunstancias particulares de cada sociedad, familia o persona. Pero hasta donde he podido entenderlo, el corazón del aporte de Dōgen a una vida humana ecológicamente más sostenible es nada menos que el respeto y el cuidado por las cosas. Nuestros utensilios y alimentos tienen una dignidad que va más allá del uso o provecho que sacamos de ellos. Así mismo, las montañas, valles, ríos o bosques son mucho más que insumos o materias primas. Es verdad que, en alguna medida, debemos emplearlos para sostener nuestra vida. Ahora bien, precisamente de esa manera pueden enseñarnos mucho de cómo son las cosas y quiénes somos. Desde ese lugar de aprendizaje que se puede activar en cualquier momento de la vida cotidiana podemos aprender poco a poco a vivir más armónicamente con el planeta.

Referencias y bibliografía

Eihei Dōgen. «Eihei-shingi Fushuku-hanpō» [Instrucciones para las comidas]. En Hōun Jiyu-Kennett, ed. y trad., Zen is Eternal Life. Shasta Abbey Press, 1999a. pp. 113-131.

Eihei Dōgen. «Eihei-shingi Tenzo-kyōkun» [Instrucciones para el cocinero]. En Hōun Jiyu-Kennett, ed. y trad., Zen is Eternal Life. Shasta Abbey Press, 1999b. pp. 145-161.

Eihei Dōgen. Instrucciones al cocinero [Tenzo kyōkun]. Trad. Josep Manuel Campillo. Palma: José J. de Olañeta editor, 2010.

Eihei Dōgen. Shōbōgenzō. La preciosa visión del Dharma verdadero. Trad. Dokushō Villalba. Barcelona: Kairós, 2016.

Barbosa Cepeda, Carlos. «La constitución de la subjetividad desde la interdependencia y los desafíos socioecológicos del siglo XXI: una aproximación desde Dōgen». Theoría 41 (2021): pp. 145-168.

Barbosa Cepeda, Carlos. «Ecología, budismo y filosofía». Revista Horizonte Independiente. Ed. Nicolás Orozco M., 07 feb. 2021. Web.

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Carlos Barbosa Cepeda es doctor en humanidades por la Universitat Pompeu Fabra. Es investigador en filosofía japonesa, filosofía de la religión y filosofía budista. Pertenece a la sangha zen Sōtō del templo Daishin (Bogotá). Actualmente enseña en la Universidad Pedagógica Nacional de Colombia. Es vicepresidente de la Asociación Latinoamericana de Filosofía Intercultural (ALAFI), así como miembro de la Red Europea de Filosofía Japonesa (ENOJP) y la Red Colombiana de Filosofía de la Religión (RCFR). Escribe para la Revista Horizonte Independiente y para Buddhist Door en Español.

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