El traje a medida de la espiritualidad

Venerable Karma Tenpa

En su primer discurso, el Buda enunció las Cuatro Nobles Verdades, la del sufrimiento, la de las causas del sufrimiento, la de su cese y la del camino que conduce a su fin. Presentó algo muy profundo en un lenguaje muy sencillo. No se presentó a sí mismo como un elegido, ni propaló doctrina alguna, más bien consideraba al Dharma como un análisis muy agudo de la verdad de la naturaleza de las cosas. Lo fue enseñando según necesidades y contextos en sus más de 45 años de docencia deambulando por la India y dejó como legado un sistema lógico y filosófico extraordinario. Prueba de esa profundidad es el desarrollo posterior que el propio Buda y tantos y tan buenos maestros hicieron de estas primeras enseñanzas.

Aun siendo así de importantes, curiosamente, estas Cuatro Nobles Verdades dejan muy rápidamente de tener interés para los nuevos estudiantes, y pocas veces las recuerdan los más experimentados. ¿Será que hablar de sufrimiento, ese que se quiere precisamente eliminar, para muchos no resulta interesante? Todos desean liberarse del sufrimiento tan rápidamente como se pueda sin demorarse, apenas, en investigar las causas.

Viejo hombre en dolor (En el Umbral de la Eternidad), 1890 de Vincent van Gogh. Fuente: Wikimedia.org

Esto no es algo nuevo, pero, últimamente, se ha agudizado. Existe una escasa tolerancia ante las adversidades, e incluso se han patologizado las que son propias de la vida. Subyace la idea de que si no eres feliz es porque no quieres, y de que si hay dolor debes sacudírtelo lo antes posible. Un discurso simplista plagado de frases huecas y almibaradas que desvía por una carretera secundaria el acercamiento a una espiritualidad genuina y profunda.

Así, ese pulso entre cordura y salud emocional inicial muta en una colorida estrategia evasiva para huir de todo lo que resulte emocionalmente incómodo. La consigna de la variada oferta actual es: deja rápidamente atrás el sufrimiento, el que fuere, y alcanza el bienestar tan rápidamente como puedas. Y todo será tan sencillo como cambiar de ropa, dejando atrás la del dolor y vistiendo una nueva, la de la felicidad.

Cuando no hay un transitar ordenado, sosegado y adulto, si no se exploran detenidamente el sufrimiento y sus causas, nunca se podrá saber por qué aflige lo que aflige. Por el contrario, lo más seguro es que una espiritualidad autocomplaciente y evasiva sea el método perfecto para no entrar en un sano contacto con la crudeza del dolor. Con esos ecos que aún llegan de un pasado con relaciones difíciles, de estrategias emocionales adaptativas que se han puesto, o se ponen, en marcha para poder ser considerados, integrados y queridos.

En el caso del budismo, la Primera Noble Verdad, la del sufrimiento, se pasa de puntillas y se da un salto para caer directamente en la Tercera Noble Verdad, el cese del sufrimiento. Se piensa, cándidamente, que ocurrirá por el mero hecho de desearlo, y el marketing pregona: si hay dolor, déjalo atrás cuanto antes, si lo exploras, aumentará, no escarbes. Y en cuanto a la Cuarta Noble Verdad, la del camino, no importa tanto cuál tomar, sino que sea sencillo, y mejor si es exótico.

Hace varios años leí Psicología del despertar, un libro magnífico que sigo releyendo.  John Welwood, el autor, acuñó el término bypass espiritual. Dice sobre ello: «el bypass espiritual resulta especialmente tentador para aquellas personas que tienen dificultades para afrontar los desafíos evolutivos que les presenta la vida. Son muchas las personas que, cuando todavía no se han encontrado a sí mismas, se ven inmersas en enseñanzas y prácticas espirituales que las instan a renunciar a sí mismas y, como resultado de todo ello, acaban sirviéndose de las prácticas espirituales para crear una nueva identidad “espiritual” que, en realidad, no es más que el ropaje bajo el que se oculta una vieja identidad disfuncional basada en la evitación de problemas». (John Welwood, 2002.)

Un buen síntoma de un progreso honesto, que sin duda desconcierta, y mucho, es que, en vez de alcanzar un nirvana exprés, llegue el desconcierto, tal vez más dolido, acorralado, enojado, y que algunas veces nos hace sentir el estómago hecho un trapo.  Buenas noticias, aunque no guste, se ha llegado a ese barrio peligroso que puede ser una mente confundida y un estado emocional desbocado. En estos casos no hay mejor compañía para andar por esas difíciles calles que la sabiduría y la compasión.

Entonces, convierte la afirmación de la Noble Verdad del sufrimiento en un valiente interrogante: pregúntate por qué cosas sufres. Detente en ello, no dejes que la incomodidad que surja imponga sus tiempos. Mira meticulosamente por ti mismo y no te des otras respuestas más que las propias, no te escudes en las definiciones aprendidas.

Luego, lleva la curiosidad a las causas de ese sufrimiento. Mantén el pulso, si es necesario, con la evasión. No cedas a la fuerza del hábito de alejarte de ti mismo, esto significa tener auténtica compasión contigo. Como si estuvieras armando el puzle de tu dolor, donde cada pieza es una causa de este, hasta tener una imagen bien definida.

Explora otras posibilidades a tu alcance, entre ellas las terapéuticas. Son absolutamente compatibles con cualquier camino espiritual. Consulta con un profesional idóneo si lo crees necesario, usa tu curiosidad, responsabilidad y derecho a trazar tu propio recorrido. El desarrollo emocional y espiritual no siempre, pero sí la mayoría de las veces, no es uniforme y homogéneo, y no hay nada equivocado en ello, es simplemente así. Y esto no solo es así para los estudiantes, también lo es para muchos maestros, orientales y occidentales, y esto tampoco los descalifica. Lo que sí los descalifica son los atropellos y abusos que surgen de ese desajuste.

Hoy podemos conocer con mucho detalle qué otras causas intervienen y condicionan la manera de experimentar y entender el entorno y a nosotros mismos. Algunas de ellas se suman como causas de sufrimiento. Por ejemplo, de la herencia evolutiva llega un cerebro preparado más para las amenazas que para la felicidad, para la escasez que para la abundancia. El impulso vital hacia la reproducción, la pertenencia grupal y las oportunidades de satisfacción, los sesgos cognitivos en la toma de decisiones, entre otras muchas cosas, pueden marcar el ritmo al que bailar. En resumidas cuentas, el ser humano no es tan soberano como cree.

Incorporar la información que las ciencias contemporáneas aportan no desmerece ni reemplaza una de las enseñanzas centrales del budismo: la sobreidentificación de la mente con sus propios contenidos, la construcción del yo, del ego y de la expresión emocional sin filtros éticos y compasivos. Pero la relación apresurada y artificial tan presente en las cada vez más abundantes ofertas de consumismo espiritual hacen mucho daño al promover este bypass espiritual que acaba emprendiendo una guerra sin más contra el yo. Desconociendo que el yo, aun siendo un constructo mental, es una expresión de salud mental, y que una presencia débil o distorsionada del yo es la causa de mucho sufrimiento psíquico. Que las emociones no son negativas en sí mismas, que son parte importante del bagaje evolutivo y nos traen información en milésimas de segundo de cómo valoramos lo que está sucediendo. En todo caso, sí son adaptativas o desadaptativas en relación con el bienestar propio y comunitario.

«…cuando estamos atrapados en la forma más burda de evasión espiritual, normalmente teorizamos mucho más sobre las fronteras de la conciencia de lo que realmente la visitamos.» (Dr. Robert Augustus Masters, 2011.)

Hay un momento en nuestro recorrido espiritual y de la práctica, en que es necesario un ejercicio de sincera autoindagación. Fingir comprensión o santidad, comportarse caricaturescamente de forma atenta y compasiva no son el resultado de un auténtico entrenamiento de la mente y del despertar del corazón, de la bodichita, sino una mala copia estereotipada de un autentico bodhisattva.

La pregunta que hay que responder antes de continuar hacia enseñanzas y prácticas más complejas es: «¿qué estoy haciendo y cómo lo estoy haciendo?».

Referencias:

  • John Welwood,Psicología del despertar. Budismo, psicoterapia y transformación personal, Editorial Kairós, 2002.
  • Robert Augustus Masters, La evasión espiritual, cuando la espiritualidad nos desconecta de lo que verdaderamente importa, Ediciones Vesica Piscis, 2011.

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Venerable Karma Tenpa es un monje budista argentino residente en España. En el año 2007, recibió de parte de S. E. Situ Rimpoche la ordenación de guelong (monje completamente ordenado). Junto a sus estudios budistas y experiencia en retiros, durante los 25 últimos años ha codesarrollado el Entrenamiento en Gestión Emocional plena (EGE) junto al psicólogo Lucas Burgueño. Participa en la formación de voluntarios en el acompañamiento espiritual en el proceso de morir y, como voluntario, se suma a la actividad de la Asociación ACM112 dedicada al acompañamiento a personas sin familia en el proceso de morir. También gestiona el programa Creciendo en Nepal cuya actividad se centra en recaudar fondos para dos hogares de acogida para menores en Katmandú.

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