El poder de nuestras palabras

THUBTEN NYIMA

Probablemente todos hemos sentido la diferencia entre palabras cordiales y palabras hirientes. Sabemos muy bien el impacto tanto negativo como positivo que las palabras de otros tienen sobre nosotros. Palabras sabias y compasivas nos dan ánimo y nos fortalecen. Palabras crueles y abusivas nos causan dolor. La pregunta es, ¿Estamos nosotros conscientes del efecto que nuestras palabras tienen sobre los demás?  

Nuestras palabras pueden herir o beneficiar

Así cómo otros nos hieren con sus palabras, nosotros también herimos con lo que decimos, a veces sin darnos cuenta. Por esto es bueno reflexionar sobre el poder de nuestras palabras, no para sentirnos culpables ni para castigarnos de alguna forma, sino para incrementar nuestra felicidad y mejorar nuestras relaciones con los demás y con nosotros mismos.

Nuestras palabras, al igual que nuestras acciones, dejan huellas tanto en nosotros como en aquellos que las reciben.  Así como nosotros sentimos dolor al escuchar las palabras insensatas de otros, otros sienten lo mismo cuando las palabras insensatas salen de nuestra boca.

Cuando decimos palabras hirientes y abusivas, no sólo herimos a la otra persona, también nos herimos a nosotros mismos creando las causas para experimentar sufrimiento en el futuro. 

Piensa en alguna ocasión en la que dijiste palabras hirientes a otra persona. ¿Cómo te sentiste? Aunque tal vez te haya causado satisfacción en un principio, lo más seguro es que después de hacerlo sentiste tristeza o arrepentimiento.

Nadie es feliz abusando de otro. Esta clase de acto negativo nos trae culpabilidad e intranquilidad. Estas acciones erosionan nuestra autoestima y disminuyen el respeto hacia nosotros mismos. Si hacemos esto repetidamente, se vuelve un hábito que perpetúa nuestra infelicidad y deteriora nuestras relaciones con los demás. Por el contrario, si somos cuidadosos con nuestras palabras, tendremos la confianza de los demás, sembraremos armonía en nuestro entorno y tendremos paz y tranquilidad.

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Las mentiras dañan

¿Cuales son las palabras que más daño causan? En primer plano están las mentiras. Me estoy refiriendo a las mentiras que decimos a propósito, con el fin de engañar, manipular, sacar provecho, etc. 

¿Que es una mentira? Una mentira es una expresión contraria a lo que se sabe, se piensa o se siente. Una mentira es algo que decimos a sabiendas de que estamos mintiendo. 

¿Por qué son las mentiras dañinas? Porque cuando otros creen en nuestras mentiras actúan en base a ellas. Si confían en lo que decimos, y toman decisiones en base a ello, estarán cometiendo un error del que tal vez no se puedan sobreponer.

A veces estamos tan acostumbrados a mentir que ni nos damos cuenta cuando lo hacemos. Mentimos acerca de cosas pequeñas y grandes, con el resultado de que a veces hasta nos confundimos nosotros mismos.  Se nos olvida que fue lo que dijimos aquí y que fue lo que dijimos allá.  Nos atrapamos en una red de mentiras de la cual se nos hace difícil escapar. Cuando los demás se enteran de la verdad, quedamos mal con ellos y nos pierden la confianza.   

Muchas personas creen que no es malo decir lo que consideran “mentiras blancas” porque el propósito de esta clase de mentiras es aparentemente no herir o preocupar a la otra persona. Esta forma de razonar es distorsionada. Según esta lógica, los médicos nunca deberían decirnos que estamos enfermos para no preocuparnos.    

La exageración es otra forma de mentir, pero no lo consideramos como tal porque pensamos que existe un grano de verdad en lo que decimos. Sin embargo, cuando exageramos algo para hacerlo más interesante o más impactante, no estamos dando un relato veraz de lo que sucedió. 

Las palabras severas hieren

Hacemos daño a los demás también cuando usamos palabras hirientes. Esta clase de situaciones ocurren hasta en público. Cuando abusamos a otros con nuestras palabras, los hacemos sentir mal, los avergonzamos y creamos fricción entre ellos y nosotros.  

En otras ocasiones tal vez hemos creado enemistad entre otros para beneficiarnos. Cuando utilizamos nuestras palabras para causar desacuerdo entre dos o más personas o hacemos que se odien una a la otra, estamos cometiendo un acto muy negativo.  Tarde o temprano las consecuencias vendrán a nuestra puerta. Lo que estamos haciendo nos traerá dificultades en vez de felicidad.

También vamos sembrando la discordia con la palabra escrita. El internet nos ha dado mucho campo para nuestros malos comportamientos. Nos sentimos amparados por la anonimidad y damos rienda suelta a nuestros peores instintos.

Por eso también debemos tener cuidado con lo que decimos en línea. Por supuesto que podemos dar nuestra opinión, podemos compartir nuestras perspectivas y participar en polémicas. Esto lo hacemos de una forma respetuosa y cordial, reconociendo que todos tenemos puntos de vista diferentes.

(Foto cortesía de la Abadía Sravasti)

Las palabras bondadosas benefician

¿Cómo sembramos paz y armonía con nuestras palabras? Primero dejando a un lado las mentiras, las palabras abusivas, los insultos, la calumnia, etc. Y en su lugar utilizando nuestras palabras para beneficiar a los demás, para incrementar la comprensión, para dar ánimo, para resaltar las buenas cualidades y habilidades de otros, para unir a aquellos que están en conflicto, para sanar heridas y para apoyar a los que necesitan apoyo.

Decimos la verdad, y cuando la verdad es dura, utilizando palabras que suavicen su impacto. Si tenemos que decir algo difícil lo decimos con gentileza y bondad con el propósito de ayudar a la otra persona.

Lo que tenemos que decir lo decimos en un momento oportuno, teniendo en cuenta la disposición de los que nos escuchan. Para encontrar el mejor momento, podemos preguntar, ¿Es este un buen momento para dialogar? Así nos aseguramos que la otra persona esté preparada y en condiciones de recibir nuestras palabras.

Si vamos a hablar sobre alguien nos limitamos a decir cosas buenas y verdaderas y a destacar sus cualidades. Con nuestras palabras fomentamos la compresión y el acercamiento entre los que se han distanciado. Y si no tenemos nada bueno o constructivo que decir entonces nos quedamos callados. 

Es más, cuando hablamos menos tenemos la posibilidad de observar y aprender más. Si estamos atentos a lo que nos dicen, podemos aprender de los demás, y comprenderlos mejor.

Otra prueba que podemos hacer es preguntarnos, Si alguien me dijera a mi lo que quiero decirle a esta persona, ¿cómo me sentiría? ¿Me ayudarían estas palabras o me harían sentir mal? Y es que ninguno de nosotros quiere sufrir. Todos buscamos la felicidad. Todos queremos ser respetados y apreciados.

Pensemos antes de hablar 

Es bueno pensar antes de hablar. Muchas veces actuamos impulsivamente. Las palabras salen de nuestra boca sin darnos tiempo a verificar si realmente es apropiado decir lo que queremos decir.

Nuestros pensamientos por lo general se reflejan en nuestras palabras. Si tenemos la tendencia a criticar a los demás mentalmente, lo más probable es que los critiquemos con nuestras palabras también. Si nuestros pensamientos están marcados por el enojo, nuestras palabras también serán influenciadas por esa emoción perturbadora. Si sentimos envidia hacia alguien, nuestras palabras reflejarán esa actitud. 

Si nos esforzamos en cambiar nuestros pensamientos negativos estaremos no solo cambiando nuestra actitud sino también lo que decimos.

Nuestra motivación es importante

Cuándo estamos evaluando lo que vamos a decir es útil considerar primero que todo, ¿Cual es nuestra intención? Siempre existe una razón por la cual queremos decir algo.

Si tenemos una intención destructiva es mejor quedarnos callados y reconsiderar lo que queremos decir. Cuando detectamos que nos motiva el enojo, antes de decirle algo a la persona con la cual estamos enojados, podemos tomar el tiempo necesario para calmarnos y transformar el enojo. ¿Cómo lo transformamos? Recordando la bondad y buenas cualidades de la persona y cultivando compasión y bondad en nuestro corazón hacia ella.

La envidia a veces también nos impulsa a decir cosas desagradables. Si observamos que nos motiva la envidia, igual nos quedamos callados y nos damos tiempo para transformar esta actitud.

Cuando sentimos envidia, nos enfada ver que la otra persona tiene algo que nosotros queremos y no podemos tener. Aquí el remedio es alegrarnos por la gran suerte de esa persona. Nos decimos a nosotros mismos que también somos afortunados en muchas áreas y que la felicidad de esa persona no nos resta felicidad, mientras que la envidia destruye totalmente nuestra paz interior.

El orgullo nos hace también decir palabras insensatas. Podemos combatir el orgullo con la humildad, recordando que no lo sabemos todo y que otros tienen conocimientos y sabiduría que tal vez nosotros no tenemos.

Hay casos en que nos sentimos obligados a mentir para cubrir nuestros errores o acciones negativas. Si nos sentimos tentados a mentir para que otros no se enteren de nuestras fallas, esto es un indicio de que necesitamos no solo virtud sino también fortaleza y humildad para reconocer nuestros errores y solventarlos.

Algunas veces solo hablamos por hablar. Si esta es nuestra motivación, podemos hacer el propósito de solo hablar cuando tengamos algo importante y constructivo que aportar. Nos enfocamos en decir solo lo que va al tema y a dejar que otros aporten también a la charla. Cederle la palabra a los demás es una buena forma de fortalecer amistades y crear armonía.

Si nos damos cuenta que queremos herir a la otra persona con nuestras palabras es mejor no decir nada hasta que podamos corregir nuestra motivación. Si por el contrario queremos ayudar, apoyar, consolar o dar ánimo a la otra persona entonces podemos proseguir. De esta forma, nuestra motivación es clave y es la guía de lo que decimos

(Foto cortesía de la Abadía Sravasti)

No tenemos que pagar con la misma moneda

Algunas veces justificamos nuestras acciones en base a lo que otros hacen. Creemos que pagar con la misma moneda es la mejor manera de reaccionar o protegernos. Lo que estamos haciendo es perpetuar el círculo de negatividad. Si en vez de reaccionar de esta manera nos limitamos a quedarnos callados, ignoramos lo que la persona dice, o esperamos a que la persona se calme para dialogar, tendremos más posibilidades de aclarar la situación y reparar el daño hecho.  

¿Por qué enojarse ante las palabras insensatas de otros? Si lo que dicen no es cierto, sus palabras no tienen ningún efecto, son inválidas. Por el contrario, si ellos están en lo cierto y su crítica es justificada, entonces debemos estar agradecidos de que nos están mostrando una faceta personal que podemos mejorar.

Podemos cambiar

En resumen, si queremos paz, tranquilidad, y armonía en nuestras vidas debemos ser cuidadosos con nuestras palabras. Observando nuestras actitudes y motivaciones podremos detectar cuando nos impulsan sentimientos negativos y tendremos oportunidad de transformarlos. Con práctica y esmero lograremos cambiar nuestros patrones de comunicación. Enlaces: 

Página web de la Abadía Sravasti

Versión más amplia de El Poder de Nuestras Palabras

Curso: El Adiestramiento Mental con Ven. Thubten Nyima

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Ven. Thubten Nyima nació en Colombia y ha vivido en EE.UU. durante muchos años. Se interesó en el budismo en 2001 después de conocer una gira de monjes del monasterio de Ganden Shartse. En 2009 se refugió con Ven. Thubten Chodron en la Abadía Sravasti y se convirtió en un participante habitual en el curso anual Explorando la vida monástica de la Abadía. Ven. Nyima se mudó a la Abadía de California en abril de 2016 y poco después tomó los preceptos de anagarika. Recibió la ordenación sramanerika y shiksamana en el mes de marzo de 2017.

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