Recuerda la bondad que hay en ti. Tercera parte.

VENERABLE KARMA TENPA

Puede leer la segunda parte de este articulo aquí

No sabemos cuán lejos o cerca estamos del Despertar, o incluso si será posible en esta vida, pero estamos a nada de sanar si nos permitimos guiarnos con nuestra bondad inherente como la mejor brújula para recuperarnos a nosotros mismos.

¿Qué decir de la compasión con nuestra propia voz?

En nuestra propia voz interior encontramos tanto registros del dolor vivido como sanadores timbres compasivos que nos susurran templanza. Esa voz nos dice: «Mira el espejo de tu corazón que refleja el dolor, el sufrimiento, cualquiera sea, en todas sus expresiones y matices». Desde el llanto de un niño porque perdió su juguete hasta el dolor de un mundo quebrado que testimoniamos con un corazón roto. Pero al mismo tiempo nos dice que la compasión, tierna e intrépida, nos invita a ir hacia aquello que nos sensibiliza a la vez que nos inspira a actuar de tal manera que no nos imponemos a lo que sucede, pero tampoco eso que sucede nos avasalla.

Y como no es lo mismo el sufrimiento de la niña que olvidó su juguete en la plaza que el de alguien que ha recibido el diagnóstico de una enfermedad devastadora, alguien que ha perdido su trabajo o relaciones afectivas importantes, la fatiga vital en sociedades cada vez más longevas, o la soledad o gente sin hogar, la compasión no se detiene solo en el dolor y el sufrimiento—ese puede ser el punto de partida—, va más allá y busca «quién está siendo» en ese dolor, devolviéndole la dignidad que el sufrimiento a veces desgarra. La compasión se nos presenta como un aprendizaje fundamental para vivir y gestionar de un modo creativo todo aquello que tiende a crear sufrimiento desafiándonos para transformar todo ello en amor.

Sé tu propio terapeuta compasivo

Si no nos atrevemos a tocar nuestras heridas y conflictos, no haremos más que patrocinar una disociación o represión de lo que nos negamos a mirar y a las que, por tanto, censuramos y rehuimos. En vez de integrar todo lo que somos en este recorrido hacia la sanación, habremos de caer en un ciclo de repetición y violencia hacia nosotros mismos y quienes nos rodean.

Antes de entrar más en el tema, vamos a incluir una «advertencia» como las que leemos muchas veces: «esta terapia o producto no reemplaza la consulta a un profesional de la salud». Esta afirmación, «sé tu propio terapeuta compasivo», no pretende reemplazar la consulta a profesionales idóneos, que es tantas veces necesaria e incluso algunas veces imprescindible. «Sé tu propio terapeuta» intenta señalar esa cualidad lúcida, intrépida y osada de la compasión, capaz de tomar decisiones y apostar por la aventura de vivir y crecer. Lo sepamos o no, en el interior de cada uno de nosotros vive un terapeuta compasivo que puede sanarnos, predisponiéndonos a una vida auténtica y recordándonos la plenitud a la que podemos aspirar y alcanzar.

Pero esa voz terapéutica suele quedar oculta entre otras tantas voces de la pandilla que llevamos dentro, que compiten entre sí y no alcanzamos a distinguir la mejor. Creyendo que escapamos de ese bullicio huimos de nosotros mismos. La tarea espiritual por excelencia tal vez sea girarnos en esta enloquecida carrera hacia ningún sitio e ir hacia ese terapeuta interno que proclama que somos buenas personas cuando ya no lo creemos, que existe la belleza, aunque no nos la veamos, que existe la bondad, aunque a veces se nos muestre esquiva, y que existimos nosotros para acompañarnos y sanarnos.

Cuando escuchemos a ese terapeuta interior oiremos un desafío: el desafío de empezar a mirarnos por dentro y reconocernos. El desafío de encontrarnos con nuestras lágrimas para que nos hablen de su propia tristeza, desazón o dolores y penas.

Silencio interior compasivo

En palabras de Mark Epstein, «Una de las principales paradojas del budismo consiste en que la atención pura de la mente meditativa cambia la psique al intentar no cambiar nada en absoluto. La puesta en práctica constante de la postura meditativa, como la estabilidad de unos padres en armonía, permite que emerja algo inherente en el potencial de la mente y emerge con naturalidad si lo dejamos solo de forma correcta, de una manera lo suficientemente buena.»*

El silencio interior, nuestro terapeuta compasivo, se mueve con total libertad, como la marea sobre la arena, merodeando nuestro pasado, cobijando el presente y gestando el futuro. Este silencio no es el que surge de la palabra reprimida o ignorada, por el contrario, se mueve entre las cosas, pensamientos, emociones, recuerdos, personas o cosas con total libertad.

El silencio interior evidencia el traslúcido presente al haber disuelto las certezas, las ideas preconcebidas, las quebradas palabras hechas de angustia, los pesados verbos cargados de dolor, los artículos que señalan el abismo de la separación entre el yo y el tú, y entre el nosotros y la eternidad. Nos ofrece espacio para que la frustración, la incertidumbre, el temor, el no saber qué hay que saber, por eso solemos ser algo torpes, o no saber qué hay que decir, por ello decimos tanto, sean abordados más desde la calma dinámica y creativa que desde la reactividad rutinaria, repetitiva y opaca.

La íntima inmensidad del silencio nos ofrece una comprensión mayor, inefable, que da brillo amoroso a la mirada compasiva con la que podemos envolvernos a nosotros mismos y la que envuelve amorosamente al otro. Como dice David Whyte: «En el silencio, la esencia nos habla de la esencia y nos pide una especie de desarme unilateral, nuestra naturaleza esencial emerge lentamente mientras la periferia defendida se desintegra y derrumba» **

El silencio nos habla de compasión, una compasión que nos lleva a un desarme unilateral, dejamos las armas de nuestras guerras internas, no las deponemos ante un vencedor, sino que, simplemente, ya no tenemos ansiedad de conflicto sino necesidad de amar. El silencio es el relato transparente que mantenemos con nosotros mismos, es una cita para encontramos compasivamente a solas con nosotros mismos y esta soledad es la que mejor comunica con las historias de siempre para después, lentamente, comenzar a contárnosla de manera distinta.

Cuando el silencio es una novedad compasiva, aquellas viejas historias que nos contamos una y otra vez comienzan a ser escuchadas desde un estado desnudo, simple, hasta culminar en una hermosa e inesperada sorpresa: una nueva vida interior que acaba por rescatarnos de las sombras, o aún más, rescatarnos de la oscuridad donde las sombras ya no se atreverán a entrar. 

En este tercer artículo me gustaría que su lectura ilumine las sombras del dolor con la compasión presente en cada uno como un destello de la bondad que el Buda nos anima a recordar.

– Epstein, M. 2017 *El trauma de la vida cotidiana*. Ediciones La Llave. (p. 55).

– Whyte, D. Junio 2021 *La belleza de las palabras cotidianas* [Edición Kindle]. Kōan Libros. (p. 79).

Venerable Karma Tenpa es un monje budista, argentino, residente en España. En el año 2007, recibió de parte de S. E. Situ Rimpoche la ordenación de guelong (monje completamente ordenado). Participa en la formación de voluntarios en el acompañamiento espiritual en el proceso de morir en la Fundación Metta Hospice (https://fundacionmetta.org/). También gestiona el programa Creciendo en Nepal, cuya actividad se centra en recaudar fondos para los estudios de menores y jóvenes en Katmandú.

Puede leer la cuarta parte de este articulo aquí