La religiosidad china antes del budismo: ecos de lo ancestral
DANIEL MILLET GIL
Este artículo forma parte de nuestra edición especial «Descifrando el budismo chino», en la cual exploramos las raíces culturales y espirituales que moldearon la llegada y adaptación del budismo en China.
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Antes de la llegada gradual del budismo a los territorios dominados por la dinastía Han Oriental en el siglo I e.c., ya existía en China una tradición espiritual que había evolucionado a lo largo de casi dos milenios. Este legado integraba prácticas ancestrales centradas en el culto a los antepasados, elaborados rituales ceremoniales, creencias mitológicas y, más tarde, sistemas filosóficos como el confucianismo y el taoísmo, todos ellos orientados a la búsqueda de la armonía entre los seres humanos, la naturaleza, las deidades y el cosmos. Estas prácticas y creencias no solo moldearon la religiosidad de la época prebudista, sino que también crearon un contexto cultural propicio para la llegada de nuevas ideas religiosas. La espiritualidad china, caracterizada por su apertura, flexibilidad y capacidad para incorporar nuevas ideas sin desplazar las tradiciones existentes, ofreció un terreno fértil para el diálogo con el budismo. Este último, al aportar respuestas a cuestiones espirituales que aún no habían sido planteadas con claridad hasta entonces, como la naturaleza del sufrimiento y la posibilidad de trascendencia, encontró una resonancia significativa en este marco cultural.

La introducción del budismo en China no consistió simplemente en la adopción de un sistema religioso foráneo, sino en un intercambio transformador que marcó un punto de inflexión en la historia espiritual del país. Este proceso impactó tanto las tradiciones locales como las enseñanzas budistas, creando una síntesis transformadora. Conceptos como el karma, la reencarnación y la vacuidad encontraron resonancia en las ideas autóctonas de liberación e interconexión, dando lugar a una síntesis única que fusionó tradición e innovación. Al mismo tiempo, valores profundamente arraigados en la cultura china, tales como la piedad filial, influyeron en la reinterpretación de enseñanzas budistas, adaptándolas a las sensibilidades locales. Este diálogo enriqueció ambas tradiciones, redefiniendo la espiritualidad china y generando una visión única del mundo.
La religiosidad en la dinastía Shang: los lazos con los ancestros y el orden cósmico
Durante la dinastía Shang (1600 a.e.c.-1046 a.e.c.), la religiosidad en China se centraba en el culto a los ancestros (祖先, zǔxiān), quienes eran considerados protectores y guías de los vivos. Estas prácticas no solo tenían un significado espiritual, sino que eran percibidas como esenciales para mantener el orden social, la prosperidad económica y la continuidad del linaje familiar. Los ancestros, lejos de ser figuras del pasado, se percibían como intermediarios activos entre los vivos y las fuerzas cósmicas, y esenciales para la preservación de la armonía universal. Este vínculo trascendía lo terrenal, estableciendo también una conexión entre generaciones. Los rituales dedicados a los antepasados incluían ofrendas de comida, vino, objetos valiosos y la quema de incienso, actos que simbolizaban respeto y mantenían viva la relación espiritual con los fallecidos.

Los registros arqueológicos de la dinastía Shang muestran cómo sus reyes buscaban la guía de los espíritus y legitimidad a través de la adivinación con huesos oraculares, una práctica conocida como osteomancia. En estos rituales, se invocaba a Shangdi (上帝, Shàngdì), «Señor en lo Alto», deidad suprema asociada con el orden cósmico. Estas prácticas reflejaban la creencia de que los ancestros podían influir en la prosperidad y bienestar de sus descendientes. Por ello, mantenerlos satisfechos era fundamental para preservar la armonía familiar y social.
Siglos después, el budismo logró integrarse hondamente en la cultura china. Lo hizo adoptando y reinterpretando prácticas tradicionales, como los rituales a los ancestros. Un ejemplo destacado de esta adaptación es el Ullambana Sutra (盂蘭盆經, Yúlánpén Jīng), un texto apócrifo compuesto probablemente entre los siglos V y VI e.c., durante la dinastía Wei del Norte o la dinastía Tang temprana. Este texto enfatizaba la importancia de honrar a los ancestros y realizar actos virtuosos para aliviar su sufrimiento. Así, el culto a los ancestros no solo moldeó la espiritualidad prebudista, sino que también desempeñó un papel crucial en la adaptación del budismo a la cultura local.
La veneración de los ancestros, central en la tradición china, coincidía con ciertos aspectos del budismo, como los rituales para beneficiar a los fallecidos. El sincretismo resultante permitió que el budismo integrara elementos locales, reinterpretando prácticas como la piedad filial. Así surgió una versión única del budismo en China, enriquecida por las creencias ancestrales en la conexión con los muertos y el equilibrio cósmico. En este sentido, el culto a los antepasados no solo definió la espiritualidad de la antigua China, sino que también sirvió como un puente cultural que facilitó la fusión entre las tradiciones locales y las enseñanzas budistas, creando un legado espiritual hondamente arraigado en la sociedad china.


Además del culto a los antepasados, los Shang veneraban a Shangdi (上帝), deidad suprema asociada al orden cósmico, los fenómenos naturales y el destino humano. Shangdi era concebido como una fuerza trascendental que gobernaba el cielo y la tierra, y era esencial para mantener la armonía universal. Esta concepción de un orden cósmico superior reflejaba una preocupación por el equilibrio entre las fuerzas humanas, naturales y divinas, un concepto que más tarde resonaría con las ideas budistas de interconexión y armonía.
Además de Shangdi, el panteón Shang (商神) incluía espíritus y fuerzas que influían en la vida, tanto benévolos como malévolos, a los que era esencial satisfacer para evitar desgracias. También veneraban espíritus de la naturaleza, como ríos, montañas, bosques, valles y cielos, que eran considerados entidades con voluntad propia y manifestaciones de un orden cósmico. Estos rituales estaban dedicados a buscar la armonía entre los humanos y su entorno, lo que sentó las bases para la integración de conceptos taoístas y budistas sobre la conexión entre humanos y el universo.
La práctica de la osteomancia, o adivinación mediante huesos de animales y caparazones de tortuga, tuvo un papel central en la religiosidad Shang. Más allá de su dimensión espiritual, esta técnica tenía un papel crucial en la toma de decisiones importantes en asuntos políticos, militares y agrícolas. Las preguntas grabadas en los huesos, dirigidas a ancestros, espíritus o a Shangdi, se respondían interpretando las grietas que aparecían tras calentarlos. Este ritual no solo buscaba predecir el futuro, sino garantizar que las decisiones humanas estuvieran alineadas con las fuerzas divinas y naturales. Los resultados de estas adivinaciones se registraban cuidadosamente, convirtiendo a los huesos oraculares en una de las primeras formas de escritura china conocida, lo que resalta la influencia duradera de la religiosidad Shang en la cultura china. Estas prácticas sentaron las bases para la aceptación de conceptos como la interdependencia y el equilibrio universal, presentes en el budismo.

La dinastía Zhou: el Mandato del Cielo, moralidad y legitimidad política
La dinastía Zhou (1046 a.e.c. – 256 a.e.c.) marcó un cambio profundo la espiritualidad y el pensamiento político chino al introducir el concepto del Mandato del Cielo (天命 – tianming). Esta idea o creencia vinculaba la moralidad humana y el poder político con la aprobación divina y el orden cósmico. Según este principio, el gobernante tenía la responsabilidad de preservar la armonía universal a través de su virtud y conducta ética. Si actuaba de manera injusta o inmoral, el Cielo podía retirar su favor, legitimando su derrocamiento y reemplazo. Este enfoque no solo otorgaba una dimensión moral al ejercicio del poder, sino que también subrayaba la importancia de las acciones correctas como base para el equilibrio universal.

Este concepto no solo justificó la caída de la dinastía Shang, sino que también otorgó una dimensión moral al ejercicio del poder, subrayando que la estabilidad y la armonía universal dependían de las acciones justas y adecuadas del gobernante. El Mandato del Cielo se convirtió en un principio central del pensamiento político chino, influyendo en su visión de la legitimidad y estableciendo una conexión duradera entre la ética, el gobierno y el equilibrio cósmico, quizás incluso en el subconsciente cultural chino hasta el día de hoy.
Aunque las prácticas rituales y el culto a los antepasados siguieron siendo fundamentales en el área del gobierno, por aquella época también se habían expandido a los ancestros de la gente común. El Mandato del Cielo introdujo una visión renovada sobre la relación entre lo humano y lo divino.
Otro elemento es el gradual reemplazo de Shangdi por Tiān (天), el Cielo, la principal deidad suprema de la cosmología china, que no era concebido únicamente como una entidad divina, sino también como una representación del orden natural y cósmico. En la dinastía Zhou, Tiān era considerado una deidad benevolente. Esto resonaría más tarde con el concepto de karma y la idea de una realidad con base ética.
Los rituales dedicados al Cielo durante la dinastía Zhou tenían como objetivo reforzar la armonía entre las fuerzas humanas y naturales, consolidando la idea de una interdependencia entre la humanidad y el universo. Estos rituales no solo eran actos religiosos, sino también expresiones simbólicas de la conexión entre el orden político y el orden cósmico.
Con el tiempo, el Mandato del Cielo trascendió su función política para adquirir un significado espiritual más amplio. Más tarde, esta noción resonaría con conceptos budistas como el karma y la retribución moral, complementando la visión ética tradicional china con una perspectiva más universal sobre la responsabilidad y las consecuencias de las acciones. De este modo, el Mandato no solo transformó la política y la religión de la época, sino que dejó un legado duradero en la espiritualidad china.
Conclusión
Aunque la veneración ancestral y el Mandato del Cielo no estaban directamente relacionados con el budismo, ambos establecieron un contexto crucial para su llegada, al compartir una cosmovisión profundamente arraigada en la moralidad, el orden cósmico y la relación entre virtud y poder. Las ideas chinas sobre las relaciones filiales influyeron en cómo el budismo sería interpretado en China. El Mandato del Cielo, que vinculaba la legitimidad política con la ética y la aprobación divina, resonó con el énfasis budista en la ética, el karma y el equilibrio universal. Aunque el budismo no proponía un sistema político similar, su filosofía complementó estas ideas tradicionales, permitiendo su integración en un sistema cultural que ya valoraba la conexión entre la moralidad, la armonía cósmica y el ejercicio del poder.
En el próximo artículo exploraremos cómo el confucianismo y el taoísmo se entrelazaron y coexistieron en China antes de la llegada del budismo, analizando sus puntos de encuentro, diferencias y la influencia que ejercieron en la sociedad y la cultura de la época.
Bibliografía
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Enlaces:
Introducción a la «Edición especial: «Descifrando el budismo chino»» de Buddhistdoor en Español.
El encuentro entre el budismo y la cultura china: una síntesis cultural transformadora
de Buddhistdoor en Español.
«Interpretación de textos budistas al chino clásico» de Efraín Villamor Herrero.
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Daniel Millet Gil es licenciado en Derecho por la Universidad Autónoma de Barcelona y cuenta con un máster y un doctorado en Estudios Budistas por el Centro de Estudios Budistas de la Universidad de Hong Kong. Recibió el premio Tung Lin Kok Yuen a la excelencia en estudios budistas (2019). Es editor y autor habitual de la plataforma web Buddhistdoor en Español, así como fundador y presidente de la Fundación Dharma-Gaia (FDG), una organización sin fines de lucro dedicada a la enseñanza académica y difusión del budismo en los países de habla hispana. Esta fundación promueve y patrocina el Festival de Cine Budista de Cataluña. Además, Daniel Millet se desempeña como codirector del programa de Estudios Budistas de la Fundació Universitat Rovira i Virgili (FURV), una iniciativa conjunta entre la FDG y la FURV. En el ámbito editorial, dirige tanto la Editorial Dharma-Gaia como la Editorial Unalome. Ha publicado numerosos artículos y ensayos en revistas académicas y de divulgación, los cuales están disponibles en su perfil de Academia.edu: https://hku-hk.academia.edu/DanielMillet