El sabor creativo de las canciones vajra

En la literatura budista existen diversos géneros, algunos de los cuales están compuestos en formas bastante precisas, y estructuradas de acuerdo con estándares tradicionales bien establecidos. Este tipo de escritura sirve como una base sólida para evitar que los principios de la doctrina se desvíen de su núcleo. De lo contrario, siempre existe la posibilidad de que la tradición pierda su propia idiosincrasia única y se convierta en algo completamente diferente, lo que equivaldría a usar el mismo sombrero, pero en una cabeza diferente. Muchos textos budistas tibetanos e indios clásicos caen bajo este paraguas, y merecen mucho respeto por mantener intacta durante siglos la verdadera doctrina budista.

Un género único de escritura es el representado por las canciones vajra, o dohas. Estas son, a menudo, expresiones en estilo libre de la sabiduría interna de un individuo, la cual está viva y es más grande que las meras teorías intelectuales sobre la Verdad Última. Las famosas dohas del yogui Saraha del siglo VIII son un ejemplo de algunas de las primeras canciones vajra. Son radicales, con una melodía casi iconoclasta, y desafían al establishment religioso. Saraha mismo estaba verdaderamente iluminado; se elevó por encima del plano mundano, trascendiendo las convenciones hechas por hombres y no basadas en la sabiduría atemporal. Pertenecía a la casta de los brahmanes y fue ordenado monje en la tradición budista. Saraha se dio cuenta de que no necesitaba todos estos roles e identidades, y, en cambio, fue más allá de todos ellos, viendo profundamente hasta el corazón mismo del dharma como un despertar interior, uno que en sí mismo no es más que un ámbito de la conciencia. Saraha no solo renunció a sus túnicas monásticas, sino que también se enamoró de una mujer de una casta inferior. Luego erigió a su pareja femenina en su mentora espiritual. Los lectores pueden sentir fácilmente en las dohas de Saraha, el espíritu dinámico de su personalidad como adepto tántrico radical.

En la medida en que las canciones vajra se tornaron más populares, formaron parte integral del budismo tibetano. Las 100.000 canciones de Milarepa son algunas de las primeras canciones vajra compuestas por maestros tibetanos. La mayoría de las canciones vajra son escritas en papel por un maestro, pero algunas son cantadas espontáneamente. Otro famoso escritor de dohas fue Shabkarpa (1781–1851) del este del Tíbet, cuya vida se asemeja a la de Milarepa. Fue un verdadero yogui dzogchen, el cual deambuló por muchas regiones del Tíbet practicando la meditación. Shabkarpa se hallaba libre de todas las preocupaciones mundanas; no atado por nada externo. A partir de su vida interior, enriquecida con la sabiduría del dzogchen, Shabkarpa escribió El vuelo del Garuda, una canción vajra que es poética y orgullosa. Muchos la recitan mientras simultáneamente perciben que están saboreando la sabiduría del dzogchen. El texto ha logrado inspirar, incluso, un muy considerable seguimiento entre los practicantes occidentales. Los practicantes budistas tibetanos en Occidente a menudo hallan que esta doha tiene la cualidad de expresar la esencia del dzogchen en un lenguaje más intuitivo, el cual a menudo elude el alcance de nuestro mero intelecto.

Aunque las canciones vajra están compuestas en un estilo libre y creativo, giran sobre el principio de la sabiduría no dual del vajrayana. Tienen que encajar dentro de ese parámetro. No importa cuán hermosamente estén escritas, pero mientras ese principio esté ausente, no puede llamárseles canciones vajra. Hay numerosos poemas tibetanos bellamente escritos, muchos basados ​​en las enseñanzas budistas, pero no en la sabiduría única del vajrayana; de modo que no pueden ser considerados como canciones vajra. Incluso cuando alguien escribe un poema basado en la doctrina vajrayana, si escribe meramente desde su propio intelecto en la misma forma en la que la gente redacta ensayos, novelas, tratados filosóficos o cartas, ese poema puede considerarse hermoso desde un punto de vista literario, pero no es una canción vajra. Las personas se han sentido atraídas por las canciones vajra a lo largo de la historia por dos razones principales. Primero, son una expresión pura y profunda del despertar interior, en las palabras más directas y desnudas. En segundo lugar, abren paso a una alegría y dicha en quienes las experimentan, como si ellos también estuvieran celebrando lo que expresa la canción.

ANAM THUBTEN RINPOCHÉ. Foto de Paulina Hall

Una canción vajra se puede leer o cantar en diferentes ocasiones, por una variedad de razones. Uno puede leer o cantar una doha como una oración diaria y una guía de meditación para dirigir la mente hacia la conciencia del vajrayana (conciencia plena del vacío y la beatitud) y así estar en unión con la Verdad Última. Durante una ceremonia de celebración, como una fiesta sagrada o ganachakra, se invita a los participantes a cantar canciones vajra y a realizar danzas sagradas como ofrendas al mandala de las deidades, y así a celebrar la ocasión como una oportunidad para que toda la reunión disfrute de la ambrosía de la plena conciencia del vacío y la beatitud.

La mayoría de las canciones vajra no vienen con un título que indique directamente su género. El gran maestro de dzogchen Longchenpa escribió muchos versos sobre temas de dzogchen. Algunos de ellos son bastante extensos e iluminan un enorme cuerpo de la filosofía dzogchen, involucrando la refutación, desacreditando los falsos entendimientos y mostrando que muchas doctrinas están limitadas por conceptos que no pueden ayudarnos a experimentar la liberación interior de manera inmediata. Sin embargo, los versos de Longchenpa se consideran canciones vajra que brotan de su mente iluminada. Su escritura más famosa, Dharmadhatukosha, es tenida en gran aprecio por los budistas tibetanos y es cantada como liturgia diaria por yoguis y meditadores. A través del canto, las personas a menudo tienen la experiencia de abandonar la mente mundana y atribulada, y comienzan a volar en una mente abierta y espaciosa, en la cual ya uno es libre.