Budismo esotérico, gnóstico y mágico en el sudeste asiático

DOUGLAS CALVO GAÍNZA

A menudo se considera al budismo theravāda del sudeste asiático (Myanmar, Cambodia, Sri Lanka, Laos y Tailandia) como una espiritualidad monocromática, doctrinalmente uniforme. Sin embargo, la realidad es muy distinta. Junto a las tendencias modernizadoras que se exteriorizan en, por ejemplo, un Buddhadasa o un U Nyana, o a las profundas investigaciones filosóficas del círculo existencialista de Ñāṇavīra Thera y de pensadores como Jayatilleke y Kalupahana, entre otros, también pueden apreciarse longevas tradiciones de matriz theravāda asociadas al esoterismo, la gnosis y la magia.

Imagen del Manual de Yogāvacara (XVI-XVII e.c.), asociado por algunos críticos al esoterismo theravāda. Fuente: The British Library https://www.bl.uk/britishlibrary/~/media/bl/global/dst%20discovering%20sacred%20texts/collection%20items/yogavacara-manual-117_or-14447-04.jpg

Estamos hablando de fenómenos diferentes. En primer lugar, destaca una corriente tailandesa que asume esotéricamente las enseñanzas canónicas, y cuyo origen se debate mediante disímiles hipótesis eruditas (influencias tántricas del mahāyāna indio tardío, influjos brahmánicos camboyanos transmitidos vía Angkor, aportes de la escuela ceilanesa abhayagiri, sustratos originarios, etcétera). Actualmente parecería imponerse cada vez más el consenso historiográfico de que una misión esrilanquesa enviada al reino de Siam hacia 1755-1756, introdujo allá la tradición que suele ser convencionalmente denominada con términos como theravāda tántrico o borān kammaṭṭhāna(«prácticas antiguas»).

En segundo lugar, se alude al movimiento dhammakāya tailandés, el cual asume un discurso que no demeritaría en nada al de los esenios o a los de las gnosis occidentales más recientes: aquí la luz búdica lucha contra las tinieblas de Mara en una guerra peleada con armas puramente espirituales y energéticas. Por último, se atiende a las prácticas ocultas de los «magos» birmanos o weizzās, quienes inscriben sus alquimias y mancias en un imaginario y trasfondo doctrinal theravādin (muy similarmente a cómo «cristianiza» la santería afrocubana sus prácticas ocultistas no católicas—algunas de las cuales evocan a las de los curanderos birmanos).

Dejando a un lado el problema erudito de los orígenes del theravāda tántrico —que, para algunos especialistas como Kate Crosby, lejos de constituir una innovación por hibridez o sincretismo representaría un estrato de espiritualidad anterior a la tradición thai de la foresta y al vipassana birmano—, interesa ahora aproximarse a las creencias de esa corriente budista.

Es notable el nivel de equivalencia con otras enseñanzas esotéricas de otras latitudes del orbe. Por ejemplo, en modos que evocan a la gematría cabalística, se aplican lecturas crípticas a determinados números simbólicos (14, 108) y a las letras del alfabeto pali. Además, el cuerpo es considerado como el equivalente del monte Sumeru o de un árbol bodhi—en el cual las raíces se arraigan en las regiones infernales y las ramas o brazos llegan hasta el mundo de los dioses. Y así la anatomía humana se convierte en un mapa de correspondencias con entidades espirituales, en un micromundo espejo del macromundo. Así es como se establecen analogías entre los Budas, mantras, sílabas en pali, elementos naturales y órganos corpóreos. Estos últimos revisten gran importancia, pues se aspira a crear en el interior del individuo un cuerpo búdico de dharma o dharmakāya, lo cual ocurre al irse equiparando las experiencias meditativas con el proceso de gestación de un bebé, «engendrado» y «nutrido» esotéricamente. ¿Acaso no dijo el Iluminado que estaría presente en el dharma? Pues bien, la internalización física de este en el organismo humano no puede sino recrear su presencia en el interior del devoto, que se convierte en templo vivo de la budeidad.

Este proceso en el cual lo supramundano se asimila a la vida intrauterina de un feto luminoso en desarrollo, un pequeño Buda interior, cuenta con sus propios ritos sui generis. Así, en las prácticas de este budismo se recitan mantras peculiares como SAṂ-VI-DHĀ-PU-KA-YA-PA, cada una de cuyas sílabas correspondería tanto con los libros del Abhidhamma (Saṅgaṇī, Vibhaṅga, Dhātukathā, etc.) como con las etapas de formación del embrión según la medicina ayurvédica. Lecturas analógicas semejantes se les dan a otros mantras como NA-MO-BU-DDHĀ-YA y A-RA-HAṂ. En ese contexto se va reiterando la metodología meditativa del Visuddhimagga, pero internalizando sus visualizaciones corporalmente. Así, la imagen eidética o nimitta de cada kasiṇa u objeto meditativo es «inspirada» por medio de las fosas nasales hacia los centros de energía somáticos, y finalmente depositada en la matriz (garbha) donde sufrirá permutaciones conducentes al desarrollo embrionario del Buda interior.

Quizás lo más interesante en este tipo de budismo es la nueva revaloración del cuerpo físico como punto de encuentro entre lo trascendental y lo samsárico, y cofre del tesoro oculto de la presencia dhármica del Buda. Este énfasis doctrinal en el dhammakāya como una realidad sensible somáticamente localizada (que muchos puristas de la ortodoxia critican como contrario al tradicional anattā budista) alcanza una dimensión casi mística en un Nuevo Movimiento Religioso tailandés derivado de Luang Pu Sodh Candasaro (1884-1959).

Phra Mongkhol-thep-muni, iniciador de la tradición dhammakāya • Fuente: https://en.dhammakāya.net/about-us/masters/

El fundador del movimiento (también conocido como Phra Monkhol-thep-muni) tuvo una experiencia en la noche de plenilunio del retiro pluvial de 1916, en la cual captó meditando una brillante bola de cristal que condujo su conciencia hacia el interior de su cuerpo, donde tras atravesar diversas capas cada vez más refinadas encontró directamente al dhammakāya o cuerpo búdico, que permanece puro en cada encarnación constituyendo el verdadero ser esencial de cada individuo. A partir de ese contacto con la trascendencia, el inspirado monje se dedicó hasta su muerte a expandir lo que consideraba enseñanzas olvidadas del Buda, guiando meditaciones encaminadas a promover ese contacto transformador con la luz interior.

La trayectoria posterior del movimiento ha sido marcada por la controversia, adoptando tendencias cada vez más cercanas al gnosticismo. Se ha embarcado en una campaña para destronar a Mara de su poderío mundial por medio de la meditación avanzada, en el lapso de la presente generación, aplicando una estructura rígida de mando inapelable y culto al líder divinizado (tenido por una manifestación terrenal de Phra Ton Thād, numen creador de cielo y tierra, equiparado por muchos a una versión extrema del ādi-Buddha o Buda Mahāvairocana mahayanista y tibetano, para horror de los theravādines más conservadores que aprecian en esta doctrina con resonancias casi teístas una rara similitud con la encarnación del Verbo cristiano). Todo esto ha despertado temores sobre el nacimiento en suelo siamés de una secta potencialmente destructiva. Sin embargo, y pese a las críticas incisivas en la prensa respecto a sospechosos rejuegos financieros y a los temores inspirados por su heterodoxia, el movimiento prosigue y se internacionaliza cada vez más. Sobremanera resalta su habilidad mediática, así como el lujoso derroche de su arquitectura sacra, con un millón de budas áureos ornando el emblemático edificio central de la agrupación en Khlong Luang, al norte de Bangkok.

Budas dorados en el Wat Phra Dhammakāya • Fuente: https://www.newmandala.org/wp-content/uploads/cache/2017/03/dhammakāya-pagoda-1024/1603884897.jpg

Evidentemente, la tradición del borān kammaṭṭhāna coincide con la tradición dhammakāya tailandesa en el común énfasis en la visualización de la naturaleza búdica internalizada. Pero también las «prácticas antiguas» pueden haber interactuado históricamente con las pericias ocultistas de los magos birmanos o weizzās.

En Myanmar se dan paralelamente formas de budismo más tradicionales y ortodoxas, con gran autoridad social y apoyo del gobierno, junto a movimientos esotéricos de variada índole. En el peldaño inferior de la estimación erudita, sobrevive el culto mediúmnico a los espíritus en la religiosidad popular (nat). Las diversas tendencias no siempre permanecen separadas por barreras estrictas e infranqueables, sino que a menudo ocurren entre ellas diversas hibrideces, y se constituyen agrupaciones con mayor énfasis en la ortodoxia y menor contacto con las espiritualidades folclóricas o a la inversa.

En ellos los adeptos ingresan tras someterse a iniciaciones bajo la guía de los maestros o weizzās, quienes combinan la enseñanza tradicional sobre la iluminación, la moralidad y la práctica legitimada, con rituales esotéricos cercanos a los de la religiosidad popular. Así adquieren fama de poder sobrenatural: capacidad para prolongar su ciclo vital a voluntad (incluso hasta la venida de Maitreya), salir del samsara con cuerpo y mente intactos, comunicarse incorpóreamente con sus discípulos desde la ultratumba, etc.

Posiblemente la más importante de las organizaciones esotéricas es la ariyā-weizzā, con miles de miembros, fundada por un personaje carismático que era tenido por la encarnación del rey ideal Sekyā Min, y por un futuro Buda. En este grupo, que cuenta con su propia literatura doctrinal, se enfatiza la enseñanza tradicional canónica junto a una serie de técnicas meditativas propias cuyo nombre genérico sería ariyā-weizzā-paṭipāt o «noble sendero esotérico». Estas incluyen peculiares visualizaciones donde el adepto se ve a sí mismo como un Buda que influencia al mundo entero, o un emperador mundial que combate espiritualmente a las fuerzas antibudistas.

Pero también la religiosidad popular birmana se enmarca en una cosmovisión, iconografía y praxis que se adhiere si quiera formalmente al budismo tradicional. Es que resulta sumamente difícil en esos lares donde la influencia budista ha sido tan intensa durante siglos, escapar de toda influencia dhármica. Por su parte, las prácticas ocultistas totalmente expandidas en las capas populares reaccionan permeando al budismo en un intercambio y retroalimentación infinitos, que va produciendo por igual intransigencias conservadoras e innovaciones con mayor o menor impacto social. (Cabe señalar a vuelapluma al movimiento milenarista tailandés Hupphaasawan, que inspirado por un célebre médium y profeta causó enormes revuelos en la sociedad siamesa asediada por la Guerra Fría, hasta su desarticulación final por el gobierno).   

Ceremonia esotérica birmana. Fuente: https://www.aljazeera.com/amp/features/2022/6/6/a-night-with-myanmars-wizards

Como se ve, el Oriente ofrece no solo linajes establecidos de doctrinas puras y castizas, sino todo un laboratorio experimental en religión. De esa tendencia innovadora no escapa el budismo theravāda. Un factor común a tener en cuenta en estas corrientes es su carácter nacionalista. Apelando a las tradiciones étnicas y nacionales, enfrentando la aculturación occidentalizante, los esoterismos theravādines contribuyen a mantener viva la llama de la identidad nacional en naciones constantemente asediadas por la expansividad europea y estadounidense. Un lector hispanoamericano familiarizado con las religiones de matriz afro en Latinoamérica, no dejará de percibir las similitudes entre esos cultos budistas esotéricos relegados por los ortodoxos y los sistemas de creencias afrocubanas o afrobrasileras. Pues estas también incorporan una religión «oficial» (el catolicismo) como parte integral de sus cosmovisiones y panteones, pero a la vez son marginadas por los católicos más puristas. Además, santeros y weizzās representan las ansias de grandes sectores poblacionales poco favorecidos socioeconómicamente, que encuentran en la vía ocultista una salida mucho más expedita a sus muy humanas tribulaciones, que la ofrecida por las enrarecidas disquisiciones sobre la Trinidad o el Abhidharma. 

Resumiendo, sea que se acepte o no como legítimo el dharma del Buda a estas expresiones del budismo theravāda del sudeste asiático, es innegable que todas ellas constituyen una evidencia más de la fértil creatividad de pueblos a los que la propaganda colonizadora pintó con colores de inmovilismo intelectual e incapacidad innovadora. Estereotipo que meramente exagera una arista de la espiritualidad theravāda: la fidelidad a la ancestral tradición heredada del sangha originario, la cual junto a los logros canónicos también produce retoños heterogéneos al sembrarse en el nutricio humus de la espiritualidad popular.

Bibliografía recomendada

NOTA: El presente autor no conoce bibliografía exhaustiva sobre estos temas en lengua española.

Bizot, F. (1976). Le figuier à cinque branches: recherche sour le bouddhisme khmer. École française d’Extrême-Orient.

Crosby, K. (2020). Esoteric Theravada: The Story of the Forgotten Meditation Tradition of Southeast Asia. Shambhala Publications.

Foxeus, N. (2016). “I am the Buddha, the Buddha is Me”: Concentration Meditation and Esoteric Modern Buddhism in Burma/Myanmar. Numen, 63:411-445. https://www.researchgate.net/publication/283001579_I_am_the_Buddha_the_Buddha_is_Me_Concentration_Meditation_and_Esoteric_Modern_Buddhism_in_BurmaMyanmar].

Mackenzie, R. (2007). New Buddhist Movements in Thailand: Towards an understanding of Wat Phra Dhammakāya and Santi Asoke.  Routledge Critical Studies in Buddhism series.

Douglas Calvo Gaínza (La Habana, 1970). Investigador cubano, especialista en el fenómeno religioso, quien además ha realizado varios estudios sobre budismo en general y en Cuba en particular, presentados en diversas instancias académicas nacionales e internacionales. Desde el 2020 colabora con BuddhistDoor en Español, mediante artículos y propuestas audiovisuales.