¿Budimos posthumanos? Segunda parte
JUAN PABLO RESTREPO
Posthumanismos y budismos
¿Qué lugares de contacto pueden pensarse entre el posthumanismo filosófico, tal como lo hemos expuesto antes, y el budismo? Pienso que, en principio, ambas perspectivas reconocen la necesidad de un ir más allá de lo humano.[i] Para el budismo, si bien la condición humana es un punto de partida privilegiado (recordemos las diversas elaboraciones sobre la preciosidad del renacimiento humano), resulta necesario un ir más allá y atravesar la orilla―para usar una metáfora cara al budismo―de la configuración humana hacia otra constelación antropológica y ontológica. Posthumanismo y budismo coinciden en la crítica a la noción de humanidad como fenómeno esencial e independiente. Además, ciertas tradiciones budistas―por ejemplo, las tradiciones zen y dzogchen―afirman la necesidad de deconstruir los dualismos en los cuales la naturaleza humana se ve inmersa (que resultan fundantes para el establecimiento del antropocentrismo, sexismo, racismo, etc.). Aproximaciones contemporáneas tal como la del maestro vietnamita Thích Nhât Hanh, por ejemplo, advierten la necesidad de deconstruir la idea de separación entre lo vivo y lo no vivo, proponiendo un budismo ecológicamente responsable, algo que resuena con el posthumanismo filosófico tal como lo comprende Ferrando y otros autores. Así, nos dice por ejemplo el maestro Thây:
Muchos estamos atrapados en la distinción entre seres sintientes o animados y la materia no sintiente o inanimada. Sin embargo, la ciencia evolutiva nos muestra que no solo tenemos ancestros humanos y animales, sino también ancestros minerales. Separar los seres vivos del mundo inanimado, marcar una separación entre ellos, es erróneo. (2022: 37)
Lo anterior muestra un claro lugar de encuentro entre el budismo y el posthumanismo: ambos acogen una crítica y deconstrucción del dualismo y la noción del yo autónoma y separada.[ii] El posthumanismo encuentra en este dualismo el fundamento del antropocentrismo, fundante de la tradición moderna occidental y el cual constituye uno de los trasfondos de la crisis ecológica contemporánea. Si bien diversas corrientes budistas desafían el dualismo y la construcción de un yo autónomo, el posthumanismo emprende esta crítica desde los malestares (bien diríamos el duḥkha) de la condición contemporánea. La atención que el posthumanismo presta al avance del conocimiento en el siglo XXI bien puede resonar con algunas búsquedas del camino budista. Un ejemplo se puede encontrar en la deconstrucción del yo que autores posthumanistas ven reflejado en la biología contemporánea, tal como es la noción de simbiosis (Haraway, 2020). Por ejemplo, Ferrando argumenta que las perspectivas contemporáneas en biología, las cuales proponen concebir a los organismos como entes abiertos―denominados holobiontes―presentan una comprensión superadora y relacional de la noción de yo autónoma y cerrada, propia de conceptos como organismo y especie, que tienden a reificar y aislar las entidades vivas del mundo:
Los cuerpos humanos están compuestos de la misma cantidad de células microbianas (incluyendo bacterias, virus, hongos y arqueas) que células «humanas», si no más. Esta realización científica sacude los cimientos del sujeto liberal, que, en las tradiciones humanísticas, ha sido definido como autónomo, individual e independiente, instándonos a revisar completamente la noción de lo «humano», como un entorno abierto y múltiple. El yo emerge entonces como una pluralidad unificada: uno y muchos. Esta conciencia biótica representa una verdadera oportunidad para liberaciones epistemológicas y epifanías existenciales en nuestro camino posthumano de autodescubrimiento. (Ferrando 2023: 60)
En este campo, el budismo puede aportar al movimiento posthumano una perspectiva práctica, una serie de «tecnologías del yo» (Foucault 2005) o ciertos ejercicios espirituales, que promuevan una vivencia y experiencia encarnada de las nociones de interdependencia o agenciamientos relacionales fundamentales para la perspectiva posthumana. Esta retroalimentación de prácticas y ontologías puede crear un espacio fecundo de diálogo.
La convergencia en pensar la subjetividad de manera procesual y la advertencia sobre los peligros que alberga una manera dualista de comprender la realidad, permite reconocer al posthumanismo como un interlocutor del buddhadharma a través del cual algunos desafíos contemporáneos pueden esclarecerse, entre ellos la relación con la tecnología. Como antes lo dije, el posthumanismo entiende la tecnología como un acontecimiento ontológico, una manera de creación humana-terrestre. Para Ferrando y el posthumanismo filosófico:
La tecnología es un rasgo del ser humano. Más que una herramienta funcional para obtener (energía; tecnología más sofisticada; o incluso inmortalidad), la tecnología llega al debate posthumanista a través de la mediación del feminismo, en particular a través del cíborg de Donna Haraway y su desmantelamiento del dualismo y límites estrictos, como los que existe entre los humanos y los animales no-humanos, los organismos biológicos y las máquinas, el reino físico y el no físico; y en última instancia, el límite entre la tecnología y el yo. (2021: 156).
Pensar la relación entre el budismo y los avances tecnológicos resulta novedoso para la tradición iniciada por Gautama. Una de las preguntas que puede emerger en este nuevo escenario es: ¿cómo asume el budismo ciertas tecnologías de «mejoramiento humano» tal como son promovidas por el transhumanismo? Frente a esta pregunta, el académico de las religiones Stuart Sarbacker (2020) reconoce el encuentro parcial entre transhumanismo y budismo ya que ambas perspectivas conciben el carácter impermanente de la naturaleza humana. Además, se puede pensar que algunas técnicas de mejoramiento humano promovidas por la ciencia llevan a una existencia que, en la cosmología budista, se asemejan a las capacidades desarrolladas en el mundo de los dioses (devaloka):
Sin embargo, lo que es de suma importancia desde el punto de vista de la filosofía y la ética budista es que el modo divino de existencia es coextensivo con todo el saṃsāra; es un estado temporal de ser (aunque quizás dure eones) y aún está sujeto al sufrimiento (duḥkha), aunque sutil. No se encuentra satisfacción o paz permanente o duradera en los reinos divinos—o, por lo que respecta, en una ampliación tecnológica de lo humano que se aproxime a tal modo de existencia. (72)
Por un lado, el budismo, tal como lo aclara Sarbacker, considera insuficiente para la liberación ―aunque en principio no las descarta―, las tecnologías de mejoramiento humano promovidas por el transhumanismo. Sin embargo, más allá de la dimensión soteriológica, considero que el budismo, siguiendo al posthumanismo filosófico que venimos explorando, debe cuestionar las implicaciones sociales del avance tecnológico en el propio cuerpo o las iniciativas de la geoingeniería sobre la biosfera, en tanto pueden profundizar el sufrimiento y la desigualdad que impera en nuestro mundo, así como también afianzar la imagen antropocentrista central al humano del Antropoceno. El budismo ayuda a identificar la aflicción raíz que puede encontrarse en la base de ciertas aspiraciones transhumanas: el apego a una idea de yo, el deseo de permanencia y el miedo a la muerte. Frente a las derivas que suscitan las tecnologías de mejoramiento humano, las cuales pueden llevar a profundizar la desigualdad y discriminación (pensemos por ejemplo en un escenario tal como se muestra en la película Gattaca), tanto el posthumanismo como el budismo deben tomar una perspectiva crítica y una distancia que lejos está de la celebración transhumana y cornucopiana. Otro lugar de coincidencia se halla en la posible crítica que, tanto budismo como posthumanismo, compartirían con respecto a la manera en que los medios monetizan nuestra atención (Odell 2019). Esta economía de la atención y los sesgos racistas que constituyen a los algoritmos que utilizamos cada día, deben ser expuestos como nuevas formas de control, disciplinamiento y exclusión. [iii] La distracción, uno de los síntomas de nuestro tiempo, bien puede reflejar un sufrimiento característico de la imagen del mundo que trae la era digital. Sanar, individual y socialmente, necesita de un espacio de sosiego en el cual los dispositivos tecnológicos no captan constantemente nuestra atención.
Desarticular la idea de control y dominación inherente en la imagen del mundo occidental moderno requiere de otros medios que la aplicación de la tecnología a nuestros cuerpos y biosfera. Si bien, tal como argumenta Jaime Vallverdú (entrevista BDE), transhumanismo y budismo comparten la preocupación por el sufrimiento, la vejez y la muerte, frente a lo cual el primero busca poner un remedio práctico a través de los avances científicos, el posthumanismo filosófico y el budismo afirman la posibilidad de despertar a una comprensión más allá de los dualismos. Las posibilidades de realización que permitirían superar aquello problemático en la figura humana no dependen únicamente de los avances tecnológicos. Según Ferrando, podemos ser posthumanos en este mismo momento, en el tiempo y espacio en que existimos (2023: 1).
A pesar de las críticas anteriores, el extremo de concebir la tecnología y los avances científicos como algo negativo en sí mismo resulta insatisfactorio para las corrientes posthumanas y, creo yo, también para el budismo. El desafío frente a la tecnología quizás nos debe llevar a un camino medio donde reconsideramos la manera de comprenderla y relacionarnos con ella. Si la entendemos como creatividad de la humanidad y configuración ontológica de la tierra misma, entonces puede devenir un lugar de experimentación responsable. Así como recordaba Heidegger (1994), la técnica constituye el trasfondo de nuestra experiencia; negarla es renunciar a la posibilidad de comprendernos de manera plena en la imagen de mundo que ella ha abierto. Las posibilidades de la tecnología y lo que ella puede ofrecer al pensamiento y las prácticas no debe reducirse a una imagen distópica. Tampoco debe ser tomada de manera acrítica, tal como es presentada por las nuevas élites mundiales. Quizás el desafío consista en ensanchar la noción misma de mejoramiento humano para así dar lugar a mundos más amables y compasivos, mundos habitables que den la bienvenida a configuraciones que todavía no conocemos pero que, dada la catástrofe social y ecológica que atravesamos, necesitamos sin duda actualizar:
Una vez que nos damos cuenta de que estamos conectados con todo y con todos, la noción de mejora [enhancement] se expande enormemente. El posthumanismo no descarta el papel del mito de la inmortalidad y el esfuerzo hacia la mejora en la dinámica existencial; sin embargo, se da cuenta de que, en la era del Antropoceno, la mejora no puede pensarse de manera aislada de otras entidades (humanas y no humanas), así como del planeta. La mejora es necesariamente relacional; no puede surgir en condiciones de desequilibrio: la sanación es parte del proceso. (2023: 70)
…………………………………………………….
[i] Es interesante resaltar, sin embargo, que el «modernismo budista», tal como lo caracteriza McMahan (2018) y otros académicos, propone una imagen humanista, ilustrada y racional del Buda mismo. Esta interpretación sigue ejerciendo una poderosa influencia en el budismo contemporáneo. En este sentido, resulta fructífero explorar qué condiciones de diálogo y posibles influencias emergen del encuentro entre budismo y posthumanismo, y si éste puede dar lugar a una nueva comprensión budista.
[ii] Aunque cabría mejor decir: de algunos budismos y algunos posthumanismos.
[iii] Para mostrar un ejemplo, cito a Ferrando: « Las bases de datos de entrenamiento estándar son principalmente blancas y masculinas; como resultado, las tecnologías de reconocimiento facial (RFT, por sus siglas en inglés) son menos precisas en mujeres de color. Este es solo un ejemplo de resultados racistas y sexistas interseccionales en la dinámica tecnológica. Alimentar datos que carecen de diversidad resulta en algoritmos discriminatorios. Las manifestaciones virtuales de las distorsiones sociales (de los programadores y usuarios) hacen realidad nuevos sistemas, reiterando antiguas jerarquías de poder.» (2023: 126)
……………………………………………………….
Bibliografía
Ferrando, F. (2019) Philosophical Posthumanism. New York: Bolmsbury Academic
Ferrando, F. (2021) «Posthumanismo, transhumanismo, antihumanismo, metahumanismo y nuevos materialismos: diferencias y relaciones» ETHIKA+, No. 5 (2021), pp. 151-166
Ferrando, F. (2023) The Art of Being Posthuman. Cambridge: Polity Press.
Foucault, M. (1968) Las Palabras y las Cosas. México: Siglo XXI
Heidegger, M. (1994) Conferencias y Artículos. España: Ediciones del Serbal.
Nhât Hanh, T. (2022) Zen y el Arte de Cambiar el Mundo. Buenos Aires: Urano.
Nordhaus, T. y Shellenberger, M. (Eds.). (2015). Ecomodernism: The Next Big Idea. Oakland, CA: The Breakthrough Institute.
Odell, J. (2019) How to do Nothing. Resisting the Attention Economy. Brooklin: Melville House
Sarbacker, S. (2020) «Buddhist Meditation and the Ethics of Human Augmentation», Journal of the Japanese Association for Digital Humanities, vol. 5, No. 2, p. 61-83
Juan Pablo Restrepo estudió filosofía en la Universidad del Valle, Cali-Colombia. Ha enseñado por más de 15 años yoga y meditación. Es practicante de budismo en las tradiciones indo-tibetana y zen. Es representante para Suramérica de G.P.I.W (Global Peace Initiative for Women), organización que crea diálogos y encuentros entre líderes espirituales y jóvenes ambientalistas. Es doctorando en filosofía por la Universidad de Buenos Aires. Actualmente investiga temas relacionados al Antropoceno, la catástrofe ecológica y la manera en que ésta afecta las narrativas espirituales. Es miembro activo del Núcleo de Etnografías Amerindias (NuetAm) dirigido por Dra. Florencia Tola y del Grupo de Estudios Posthumanos dirigido por Dra. Gabriela Balcarce. Vive en Epuyén, un lugar en la Patagonia Argentina, donde construye junto a su pareja Jade Sívori, un espacio de encuentros, retiros y actividades que aporten a la sanación y liberación del humano y la Tierra llamado GaiaRefugio.