Qué significa ser budista

BASILI LLORCA

El budismo, aunque cada vez más presente en Occidente, es aún es poco conocido. En general, abundan ideas superficiales o tópicos sobre él y sobre los budistas. Se asocia a monjes con túnicas azafrán, cabezas rapadas, pagodas, frases y proverbios “sabios”, a la meditación o al vegetarianismo. También a incienso, gongs o cuencos, a música oriental y hasta a new age. Según algunos, los budistas han de ser imperturbables, no se pueden enfadar y casi tendrían que deslizarse con un loto en la mano. En conferencias introductorias sobre el budismo casi siempre se hacen preguntas sobre tales tópicos.

Pero, qué significa ser budista o qué es lo que hace que alguien sea budista, más allá de aspectos estéticos o formales. Si preguntamos a los mismos budistas occidentales, a menos que tengan una cierta formación en la filosofía budista, seguramente tendrán dificultad para explicar con claridad qué es lo esencial de su práctica o que te hace ser realmente budista. Quizá refieran ideas generales, ciertas prácticas meditativas, conductas morales que pueden no ser exclusivas del budismo, o prácticas rituales de la cultura del budismo de origen. Es probable, incluso en países de larga tradición budista, que muchos tampoco sepan concretarlo, aparte de señalar estereotipos basados en la creencia y la veneración o aspectos culturales de su tradición, o que presenten incluso una visión teísta del budismo.

El refugio, entrada al budismo

En general se considera que te haces budista al tomar el denominado Refugio —Sc.: sarana; pali.: sarana; tib.: skyabs; ch.: guiyi; jap.: namu—. Tomar refugio se refiere a reconocer el valor de las Tres Joyas —Buddha, Dharma y Sangha—, a confiarse a ellas como fuente de protección definitiva ante el sufrimiento, y adoptar una conducta acorde con lo que representan. En todas las escuelas y tradiciones budistas el refugio es la entrada al budismo y todo aquél que lo acepta es considerado budista. Esa aceptación puede hacerse pública en ceremonias formales o ser íntima, ya que tomar refugio depende principalmente de la comprensión y aceptación interna de la persona. Éste supone adoptar el Dharma del Buda como forma de dar dirección y sentido a la vida y lograr sus fines de liberación, y proporciona un sentimiento de pertenencia a la comunidad budista.

El refugio conlleva un compromiso de práctica. En la ceremonia formal de refugio se dan al neófito nueve preceptos. Tres cosas a evitar: no confiar en refugios mundanos, no dañar a otros seres y evitar influencias negativas; tres cosas a adoptar: venerar toda imagen de la Budeidad, venerar los textos del Dharma y respetar a la Comunidad; y tres prácticas: recitar la fórmula de refugio tres veces al día, hacer ofrendas a las Tres Joyas y no abandonar el refugio hasta la Liberación o Despertar. Estos preceptos buscan fomentar la confianza en las Tres Joyas: Buda, el Dharma que enseñó y la Sangha o comunidad cualificada de budistas. Son pues la base de la práctica, a la que dan sentido y orientación. De hecho, las prácticas budistas suelen empezar con una fórmula de refugio.

Ser budista en la práctica

Una vez adoptado el refugio, ¿qué es lo que ha de practicar el budista? ¿Cuál es la visión y los elementos fundamentales que determinan o sustentan esa práctica? Obviamente la práctica ha de ser consistente con la visión esencial del Dharma del Buda por ser, como Él mismo señaló, el refugio principal para erradicar la enfermedad del sufrimiento y ganar la Liberación o el Despertar.

En términos generales, la tradición budista con sus diferentes escuelas y vehículos —Sc.: yana— y también culturas, atesora una gran riqueza de métodos y prácticas, desarrollados en más de 2600 años, que se incluyen, por ejemplo, en los Tres adiestramientos supremos —ética, absorción meditativa y conocimiento supremo— del vehículo de liberación; o en las Seis virtudes trascendentes —generosidad, ética, paciencia, entusiasmo, concentración y la sabiduría— del vehículo del bodhisattva.

Pero, ¿cuál es la visión esencial del dharma del Buda, el fundamento que sustenta los variados sistemas de práctica del budismo y lo distingue de otros dharmas o caminos? Conocerlo no solo permitirá entender la esencia del budismo, también saber en qué consiste realmente su práctica. Sería como reconocer los ingredientes básicos de la dieta budista.

El núcleo del budismo: Conocer cuatro verdades

Encontramos la visión o fundamentos del budismo claramente expuestos en los denominados Cuatro sellos —Sc.: caturlaksana; pali.: cattulakkhana; tib.: bka’-rtags-kyi phyag-rgya-bzhi; ch.: shi xiang; jap.: shisho—. Expuestos por el Buda, señalan la esencia de su Dharma y son aceptados por todas las escuelas budistas, aunque con sus interpretaciones particulares (especialmente del tercero). Son los siguientes:

  • Todos los fenómenos compuestos son transitorios
  • Todo lo contaminado es sufrimiento
  • Todos los fenómenos carecen de entidad propia
  • El Nirvana es paz.

El primer sello nos hace ver la naturaleza efímera de todas las cosas y de nuestras experiencias. Puesto que dependen para producirse de otros factores —sus causas y condiciones—, eso hace que no sean estables, como superficialmente parecen, sino procesos en constante cambio y transformación, por lo que no pueden ser retenidos o aferrados. Conocer la transitoriedad de la existencia libera del ansia y el aferramiento.

El segundo señala la naturaleza insatisfactoria y dolorosa de toda experiencia “contaminada” por actitudes y pasiones perturbadoras como la ignorancia, el deseo o la aversión. Depositar nuestras expectativas de felicidad en cosas, situaciones, estados, relaciones y demás, al ser efímeras e insustanciales, conduce inevitablemente a la insatisfacción y la frustración.

El tercer sello, quizá el más profundo y difícil, indica la carencia de existencia inherente de fenómenos y entidad personal. Al originarse por dependencia de sus múltiples causas y condiciones —entre ellas nuestra percepción y conceptos—, su existencia es nominal o relativa, y no absoluta como los percibe una mente engañada que se aferra a una entidad autónoma o independiente. Ese conocimiento abre la mente y libera de la absolutización, del aferramiento a las propias percepciones, ideas y creencias como si fueran la realidad, y de las consiguientes pasiones perturbadoras que desatan. Es pues el antídoto a la delusión e ignorancia, causa raíz del sufrimiento.

En el cuarto sello se muestra la posibilidad de liberación, finalidad última de la práctica budista. Creencias erróneas, actitudes y pasiones perturbadoras no son inherentes a nuestra naturaleza; y su resultado: dolor, insatisfacción y desarmonía, no son nuestra condición natural. Nuestra verdadera naturaleza es el Nirvana, un estado libre de todo condicionamiento, de toda tensión o conflicto, de verdadera paz. Y todos podemos acceder a él, dado que es nuestra auténtica naturaleza.

Más allá de creencias o culturas

Es importante entender que los cuatro sellos no son postulados filosóficos ni creencias religiosas. Señalan cuatro verdades universales —de ahí el término “sello”, indicando autenticidad o verdad— que todos podemos conocer, independientemente de nuestro tiempo, condición o cultura. Son expresión de una sabiduría que nos reconcilia con la realidad. Y su gran relevancia radica en el efecto liberador de ese conocimiento si lo integramos en la experiencia. Estas cuatro verdades son el sentido esencial, el núcleo del dharma de Buda y de su camino de liberación, la destilación de todos los métodos y prácticas budistas, puesto que todos los adiestramientos relativos a la conducta ética o la meditación se basan en la visión de sabiduría de los cuatro sellos. Serían, por tanto, el alimento principal de la dieta del camino budista; mientras que el gran acervo de prácticas y meditaciones del budismo, serían las ricas y valiosas vajillas en que se presenta.

Siendo así, la comprensión y/o aceptación de los cuatro sellos te hace definitivamente budista, independientemente de otras consideraciones formales o nominales, incluso aunque no hayas oído hablar de budismo. Por tanto y esencialmente, ser budista no tiene que ver con pertenecer o imitar a una determinada cultura oriental, ni adoptar ninguna estética particular, ni siquiera con meditar o adherirse a una filosofía, moral o creencia. De hecho, consiste más bien en trascender el aferramiento a cualquier tipo de idea, creencia o condicionamiento.

Por otro lado, tampoco es necesario renunciar a la propia cultura e idiosincrasia, ni a los gustos personales, obviamente siempre que no sean nocivos, siempre que no lo confundamos con lo esencial. Y, para ello, los cuatro sellos son el dedo del Sabio —Muni en sánscrito, del Buda Sakyamuni— que señala lo esencial que hay que mirar.

Bibliografia:

Dzongsar Jamyang Khyentse. Tú también puedes ser budista. Ed. Kairós. Barcelona. (En versión inglesa: What makes you not a Buddhist)

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Basili Llorca (Alcoi, 1952se inició en el budismo en 1978, formándose como monje budista, durante catorce años, en Monasterios de Nepal, India y Francia con enseñanzas y transmisiones de SS el Dalai Lama, Lama Thubten Yeshe, Kyabje Zopa Rimpoche, Ken Gueshe Tekchog, Tarab Tulku y Chögyal Namkhai Norbu, entre otros maestros de diferentes escuelas tibetanas. Enseña filosofía y práctica del budismo desde hace más de veinticinco años en diferentes centros. Es Presidente fundador de Dharmadhatu y de la Asociación Educación Universal. Participó en la creación y dirección de centros de la FMT. Fue Vicepresidente de la Casa del Tíbet de Barcelona y Vicepresidente fundador de la CCEB. Es Máster en Métodos para el Crecimiento Personal.

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