Un hito en el budismo hispano: la visita del Venerable Shifu Zhihan a Cuba

Douglas Calvo Gaínza

Fotografía del Venerable Shifu Zhihan. Cortesía del autor

Hay personas que dejan a su paso una estela de luz, huellas imborrables en el recuerdo. Y de esa índole son, sin duda, dos recientes visitantes budistas en Cuba.

 Uno es el ameno y sagaz abad Mahayana Shifu Zhihan. Hombre más que carismático, comprometido con el desarrollo humano; todo un políglota, quien enseña en inglés, portugués, chino, y en un clarísimo español, a la vez que se muestra infatigable en sus labores, siempre jovial y con un sentido del humor que invita a escucharle con una sonrisa en el corazón. Le acompaña su asistente, el muy docto, sencillo y amigable señor Li Chien Chuang.

Ambos llevan años difundiendo el budismo en Latinoamérica, con iniciativas tales como un templo (Tzong Kwan en Brasil), una Fundación (Bodhiyana en Argentina) e, igualmente, un cúmulo de actividades espiritualmente muy productivas, y tan diversas como para incluir, por igual, el diálogo interreligioso o las conferencias académicas. Sorpresivamente, los dos visitaron por primera vez la ciudad de La Habana en este enero del 2020, a sólo unos dos meses del 500 aniversario de la fundación de esta urbe caribeña. Y, sin dudas, sus presencias constituyen un evento de repercusiones históricas que francamente sobrecogen; pues, no hay evidencias de otras visitas previas de monjes budistas a Cuba…

Aprovechamos, pues, la oportunidad para robarle algunos minutos en su apretada agenda al maestro Zhihan, quien lleva días enseñando sin parar el Dharma a los cubanos y cubanas –los cuales acuden a él con una voracidad y fascinación pasmosos— y le proponemos esta breve entrevista, a la cual él accede.

Buddhistdoor en Español: ¿En qué circunstancias y con qué objetivo se produce su viaje a Cuba?

Maestro Zhihan: «Unos años antes, de la nada me surgió la idea. Estaba en Canadá, en Vancouver, y empecé a hacer una búsqueda por Google sobre budismo en Cuba. De la nada. Y yo sólo estaba buscando, porque yo sabía que, en América, es el país del que sabemos menos, y que en el Dharma tal vez no tenga un acceso tan libre, en ese sentido. Así, yo estaba buscando, nada más. Ésa fue la primera vez que pensé en Cuba y el budismo, relacionando esas dos cosas.

Años después, el año pasado, de repente Li, mi asistente de la Fundación Bodhiyana, me dijo que había una oportunidad de venir a La Habana, y me preguntó si estaba interesado. Esto ocurrió hace tres meses. Y yo le contesté: ‘Bueno, vamos a ver, pues en ese tiempo yo estaré en Sao Paulo.’ Y, bueno, él contactó con la familia del famoso Alberto Granado.* Y resultó que ellos iban a tener una actividad en la Casa de África, por el 40 aniversario. Entonces fuimos invitados por la Casa de África, y Alberto pudo coordinar con la directora de la Casa de Asia, Yamir Macías, para que diéramos las conferencias allí. Realmente esto sólo se planeó hace tres meses. Y esto nos dice algo, que había por hacer, y no era nada fácil. Primero, alguien tenía que ayudar con el viático; los dos pasajes desde Sao Paulo hasta aquí; después, también, la estadía, el hospedaje, todo. Y para que todo eso saliera, había que tener también un lugar maravilloso como Casa de Asia, donde dar las charlas…Era impresionante. Y la gente, 50, hasta 60 máximo tuvimos el domingo.»

Fotografía cortesía del autor

BDE: ¿Y qué expectativas traía, si es que traía alguna?

MZ: «Ninguna expectativa. Yo sólo escuché durante este tiempo que le hicimos preguntas a Alberto, amigo de Li, si aquí hubo monjes budistas enseñando, o si los hay. Y, aparentemente, a este país vinieron profesores—digamos, profesores laicos—pero no monjes en el sentido tradicional, monjes que enseñen en español. Entonces, no, yo no tenía ninguna expectativa. Y, además, vine porque sentía que era una necesidad, pero no sabía si podría encontrarme con personas interesadas, porque todo depende de las causas y condiciones. Nosotros ponemos nuestra parte, con venir y estar aquí presencialmente, en carne y hueso, y esperamos que la gente venga, de una manera u otra, para poder conectarse. Y se conectaron.»

Y, sin lugar a dudas, puede concordarse con esta afirmación del Shifu. A sus sesiones de meditación y a sus conferencias han acudido no sólo meditadores, sino también estudiosos del Oriente, profesores universitarios, creyentes de diversas espiritualidades … Y, que sepamos, nadie ha salido decepcionado de tales encuentros, quizás los más penetrantes nunca antes realizados sobre budismo en Cuba.

BDE: Según usted, ¿qué resultados ha arrojado su visita?

MZ: «Eso yo no lo sabría decir, porque eso depende de la gente. El budismo, sin duda, como creencia, como práctica espiritual, es todo un sistema riguroso de práctica. Y lo que yo he podido tocar son cosas no diluidas, pero muy intensas y concentradas.

Ahora, ¿cuánto han entendido? ¿Cuánto se quedó? Depende de si la gente sigue practicando. Pues yo enseñé atención plena en la respiración, enseñé atención plena en el cuerpo, enseñé meditación en el amor benevolente, inclusive expliqué el discurso sobre el amor benevolente. Y también expliqué el concepto de budismo, qué es. Veremos, pues, con qué es con lo que la gente se queda. Vamos a dejar las enseñanzas aquí, en audio y video, y, de acuerdo con las preguntas que me hagan después, entonces voy a saber qué es lo que se quedó. Pero, por lo menos, yo me quedé con algo en mi corazón. Es que, es impresionante, aquí…»

Fotografía cortesía del autor

BDE: ¿Qué impresión ha dejado en usted el pueblo cubano desde un punto de vista espiritual?

MZ: «Yo veo a la cultura y espiritualidad cubanas como muy abiertas; la mente está muy abierta. Pero, al mismo tiempo, por falta de información sobre el budismo, hay una mescolanza, una confusión total sobre lo que éste es. Por eso yo tengo la responsabilidad de aclarar esa parte, pero la apertura sí existe.

Ahora bien, si usted me pregunta sobre el potencial de los cubanos, entonces yo le diré que es un potencial difícil de medir. ¡Es tan grande! Porque aquí funciona un sistema diferente al del resto de América, y yo veo la parte buena en esto.

Por ejemplo, yo sé que en todos los países hay personas que están conformes con sus circunstancias, y personas que no están conformes; hay personas a las que éstas les gustan, y otras que se quejan. No es diferente aquí, es lo que yo percibí en los cubanos. Lo que, eso sí, aquí, en cuanto a las circunstancias, hay protección, y en cierto sentido muy buena. De modo que, si este pueblo puede asimilar la enseñanza budista sobre el contentamiento con poco, y asimismo buscar la paz y felicidad internas, en lugar de estar comparando los aspectos materiales con otros países, entonces, sí hay un potencial increíble.

Porque, quiero decirte: en los otros países que yo recorro—que son Estados Unidos, Canadá, Argentina, Brasil, Paraguay y Taiwán—la situación de la búsqueda de felicidad en las cosas materiales equivale a una búsqueda insaciable. Pues, si tienen más deben estar más felices, ¿no? Pero no, el estrés diario, y todo lo que implica la preocupación por el futuro, ¡es algo tan grande! Pero parece que los cubanos están inmunizados; por algo. Entonces, de cierto modo, si es que la mente cambia, si el corazón puede acceder a la paz interna, entonces aquí tenemos algo muy precioso, increíble. Pero hay que difundir ese pensamiento.»

La perspectiva del maestro es más que interesante, pues introduce un elemento muy pocas veces explorado en el contexto de Cuba: la posibilidad de buscar una salida a la difícil situación del pueblo cubano, no tanto en una reforma política o económica, sino en una transformación espiritual. Y hay que ver la sonrisa amplia en el rostro generoso del abad, cuando responde al último interrogante:

BDE: Y para concluir, ¿qué piensa usted que pueda aportarle el Dharma a la nación cubana?

MZ: «Pues, yo quiero decirles a las autoridades, al Estado y a todos los cubanos: el budismo va a ser un factor de bien para este país, porque justamente ya yo sé lo que el pueblo necesita en este momento: es entender lo que tienen, y no estar frustrados por lo que no tienen, debido a las circunstancias—que ahí se entra en otras discusiones.

Lo más importante es que hay algo muy precioso, hay algo básico para vivir. No es exuberante, pero es algo que se puede mantener. Y yo, como practicante budista y monje, encuentro mucha paz para mí aquí. Yo no tengo que pensar: ‘¿Qué exactamente voy a comer hoy?’ porque son más o menos esas mismas cosas. Y tampoco tengo que pensar: ‘Demasiada comida’. No, hay lo que se consigue. Y aunque eso suena como ridículo, pues para mí es un alivio.»

Señala su tonsura y explica:

MZ: «Desde el día en que recibí este ‘peinado’, digamos, éste me liberó de todos los diferentes tipos de cabellera. Desde el día en que me empecé a colocar mi túnica, mi ropa de monje, me liberé de algo: me puedo concentrar más en lo interno y en mi relación de armonía y paz con los demás. Es decir, me dedico a la vida espiritual, porque me deshice de cosas innecesarias. Entonces, en ese sentido, aquí ya hay algo para trabajar; pues hay circunstancias, factores, ya hechos, y lo digo con mucho respeto y amor…

Mira, la escasez es mala cuando es una deficiencia y hay hambre. El hambre es fatal, de eso no hay duda. Pero lo que yo veo es que hay un nivel básico que sí se mantiene, sólo que la gente no sabe que ese nivel básico es bueno. ¡Si yo camino por las calles y noto personas de 70, 80, 90 años de edad, caminando por la acera y saludando a los otros… wow! Eso no se nota en otros países. Entonces, hay algo muy precioso y el budismo va a poder ayudar, y apoyar a esta causa (sea la causa que la gente quiera). ¿Entiende? Y yo no soy político, no voy a las discusiones políticas, pues yo creo más en la mentalidad colectiva.

Y para cerrar, cuando se habla del bien común, yo no veo cómo se puede hablar del bien común sin hablar de la paz interna que cada cual debe construir. Pues cuando no hay recursos, el bien común es fácil, pero basta con que aparezca alguna cosa y ya entonces la gente se pelea por los recursos. La única forma en que todos pueden tomarse su tiempo, y ver quiénes necesitan más para el bien común, es cuando uno tiene paz interna. Y entonces uno se detiene, uno no va con el instinto animal, del territorio, del conseguir, de la sed insaciable, de la codicia. Uno se detiene, uno espera, uno tiene paciencia, y se reparten las cosas. Eso es el bien común, y para construirlo es muy importante tener paz interna, a través de la meditación, a través de los conceptos del bien común. Y yo quiero decir, que, desde el punto de vista budista, el Dharma va a ayudar mucho.»

Y así, con esa esperanza, se despiden de nosotros el Shifu Zhihan y su alumno Li, venidos a la Isla caribeña no ya desde Brasil, sino desde una “Tierra Pura” supra-espacial y supra-temporal, más que asiática, norteamericana o hispánica. Incondicionada… Su estancia ha sido auspiciosa, plena de originalidad, de humanismo, de amplitud de miras. En poco tiempo, los cubanos han aprendido a quererlos, intuyendo cuán gran regalo le hacen a esta nación con la noble enseñanza budista. Y ahora se marchan, pero dejando tras de sí un jardín bien sembrado, donde seguramente florecerán para Cuba hermosos retoños de calma, serenidad, e iluminación. 

* Alberto Granado (1922-2011). Amigo de la infancia de Ernesto Che Guevara, quien es una figura imprescindible en la cultura e historia cubanas.

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Douglas Calvo Gaínza (La Habana, 1970) es un escritor, profesor, investigador, traductor greco-latinista y teólogo cubano. Ha cursado tres maestrías (Tradición y Filología Clásicas y Estudios Sociales y Filosóficos sobre Religión, ambas por la Universidad de La Habana; Ciencias de las Religiones, por el Seminario Evangélico de Teología); además ostenta un PH.D. en Teología, otorgado por la organización norteamericana Graduate Theological Foundation. Calvo estudia sobre budismo desde el año 2003.

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