Paṭiccasamuppāda: de grillete kármico a interconexión ecológica
ÓSCAR CARRERA
Paṭiccasamuppāda (pali; sánscrito: pratītyasamutpāda), traducible como «surgimiento dependiente» u «originación dependiente», es un término budista temprano que ha adquirido dos significados diferentes, aunque compatibles.
En un sentido general, se emplea para referirse al descubrimiento —atribuido al Buda— de que todo en el mundo se debe a causas y efectos. Las cosas no son fijas y eternas, sino que llegan a ser debido a determinadas causas, permanecen mientras se dan las condiciones apropiadas y se convierten a su vez en condición para cosas futuras.
En un sentido más específico, alude a una serie de doce eslabones (nidāna) que ilustra cómo y por qué existen los seres. El primero de tales eslabones es la ignorancia (1, avijjā), que condiciona las formaciones volicionales (2, saṅkhāra): actos, palabras e intenciones ignorantes, con consecuencias kármicas. A la muerte, estas formaciones condicionan la conciencia (3, viññāṇa) que renacerá en otro lugar: dicha conciencia condiciona un futuro cuerpo-mente (4, nāma-rūpa). Los sentidos de ese ser (5, saḷāyatana) condicionarán el contacto sensorial (6, phassa), que permite experimentar sensaciones (7, vedanā) placenteras, desagradables o neutrales.
En el común de los seres, dichas sensaciones despiertan el deseo (8, taṇhā), que trae consigo el aferramiento (9, upādāna). El resultado de aferrarse a las cosas es el devenir (10, bhava), la continuación de la existencia samsárica que resultará en un nacimiento futuro (11, jāti), con el corolario inevitable del envejecimiento, la muerte (12, jarā-maraṇa) y otros sufrimientos. Tenemos, pues, tres vidas entrelazadas: las voliciones ignorantes de un ser condicionan el nacimiento de otro, cuyo apego por los objetos sensoriales condiciona el nacimiento de un tercero.
Hemos dividido los eslabones del surgimiento dependiente a lo largo de tres vidas, como es tradicional en la mayoría de escuelas budistas. Sin embargo, esta interpretación no aparece claramente detallada hasta mil años después del Buda, simultáneamente en al menos dos escuelas diferentes. No es de sorprender, pues, que existan desde antiguo divisiones alternativas, en menos vidas o, incluso, dentro de una sola (Iida 1991: 26). La versión de tres vidas no cubre más que un fragmento de una sucesión de vidas mucho más extensa, pero en ciertas interpretaciones la cadena no se detiene en el último eslabón, sino que regresa al principio, formando una suerte de bucle (Vis 652; Mil 3.3.2). Del mismo modo, a veces dos eslabones se condicionan el uno al otro, formando un bucle potencial (DN 15.1).
Además, hay textos que sugieren minicadenas en un determinado punto, como el devenir pasado (Pts 1.1.4) o el momento en el que surge el aferramiento (Vb 6.2.5): cadenas dentro de cadenas, eslabones dentro de eslabones… En una variación frecuente, en lugar de que cada cosa condicione la siguiente, dos cosas condicionan una tercera y las tres juntas, una cuarta (SN 12.43). Aunque en principio esta secuencia de karma y sufrimiento se detiene con el cese de sus eslabones, en ocasiones nos adentramos en una segunda cadena liberadora (12.23). (Las cadenas también liberan).
Parece claro que entre los primeros budistas circulaban múltiples variaciones del surgimiento dependiente, y que la hoy canonizada, aunque fijada relativamente temprano, fue en su día una más. En boca del Buda encontramos textos que emplean los mismos eslabones de otro modo, por ejemplo, relacionándolos en díadas (Snp 3.12), reinterpretándolos (4.11) u orientándolos hacia el conocimiento salvífico (SN 12.33). Otras «cadenas» difieren total o parcialmente en los eslabones y tratan de explicar no ya el karma y el renacimiento, sino fenómenos tan variados como la posesividad (AN 9.23), la proliferación mental (MN 18), la influencia de las pasiones en el comportamiento (DN 34.9) o incluso, la disgregación del tejido social (26.4).
Algunas de estas versiones alternativas son más simples y transparentes que la canónica de tres vidas. Esta, ciertamente, encierra numerosos problemas de interpretación, que han hecho correr ríos de tinta desde hace milenios. Uno de estos problemas es la polisemia de sus términos (saṅkhāra, bhava…), que en muchos casos no son autoevidentes y dependen de un comentario, e incluso de conceptos más típicos de los comentarios que de los discursos búdicos (como el de conciencia de renacimiento allí donde se lee «conciencia» a secas). Los autores modernos aportan nuevas interpretaciones: ¿será la fusión truncada de dos fórmulas diferentes (Frauwallner 1973)? ¿Una especie de parodia de la cosmología védica (Jurewicz 2000)? ¿Una descripción del proceso embrionario (Mazard 2011)? ¿Tendrá un uso más práctico…? ¿Será un método meditativo (Kornfield 2007), una fórmula de culto relicario (Boucher 1991), un ejercicio de autonálisis aplicable en el día a día (Buddhadāsa 1992)…? ¿O ni siquiera es una cadena lineal, sino que todos los «eslabones» se dan al unísono (Ñāṇavīra 2009)?
De lo que no hay duda es de que el surgimiento dependiente es sumamente críptico e impresionista. Tan complicado, que el Buda se planteó no enseñarlo a nadie (MN 26). Al enfrentarse a él, los viejos comentaristas confesaban, desconsolados: «no hago pie y me hundo en el mar» (Vis 581). En un texto canónico, los discípulos citan al Buda diciendo que quien ve el surgimiento dependiente ve el propio Dhamma, y viceversa (MN 28), aunque nadie, que yo sepa, ha podido localizar la cita original… ¿No expresará la frustración de unos discípulos que no consiguen verlo del todo?
¿Cómo se convirtió esta oscura doctrina en una de las enseñanzas fundamentales del budismo? Quizá la respuesta sea que una «teoría general» de la causalidad tiene algo distintivamente budista. Su formulación es muy sucinta:
Cuando esto existe, eso es; cuando esto no existe, eso no es. Al surgir esto, surge eso; al cesar esto, cesa eso (SN 12.41).
De las cosas que surgen de causas el Tathāgata [Buda] ha proclamado la causa,
así como el cese. Tal es la doctrina del gran asceta (Kd 1.14).
Tal era, al parecer, el impacto de esta última fórmula que el gran discípulo Sāriputta abandonó a su anterior maestro en cuanto la conoció.
Para entender el poder cuasi mágico de estas palabras, es preciso tener en cuenta el contexto filosófico indio de la época, tal como nos lo presentan los textos budistas tempranos. Las doctrinas de brahmanes, jainas o Ājīvikas postulaban un alma permanente como núcleo espiritual de cada individuo. Los primeros budistas, por su parte, rechazaban consistentemente esa posibilidad, sugiriendo que no existe ningún alma o esencia inmutable bajo los procesos físicos y mentales. Esta tesis no está exenta de dificultades: ¿cómo —dirán sus detractores— puede un ser sin núcleo sólido generar o acumular méritos kármicos? ¿Qué, si no un alma, se transmite de una vida a otra en el proceso de renacimiento? Los eslabones del surgimiento dependiente pueden ser entendidos como una respuesta a estas preguntas: cada una de las doce fases condiciona la siguiente y se desvanece, en una secuencia temporal; una secuencia que no es la misma de un momento a otro, pero que tiene una fuerte continuidad causal. Este proceso impersonal sustituye, en el budismo, a la noción de un alma que transmigra de vida en vida. En lugar de un yo inmortal o perecedero, una secuencia causal.
El surgimiento dependiente se opone frontalmente a las escuelas contemporáneas al primer budismo. Frente a los que apuestan por un alma o esencia (jainas, brahmanistas), aquí el «individuo» se disgrega en una sucesión de causas y efectos. Frente a los que dudan de la existencia de un orden moral (proto-Cārvāka), esta causalidad cósmica es intrínsecamente ética. Frente a los que predican que todo está predestinado (Ājīvikas), esta cadena kármica sólo puede romperse voluntariamente. El surgimiento dependiente viene a instituir una ontología fluida, donde el devenir sustituye al ser… Pero no es un devenir caótico, sino un flujo de causas y efectos, ordenado y, hasta cierto punto, predecible.
No es de sorprender que los primeros pensadores budistas investigaran la causalidad en sus múltiples facetas, clasificando en detalle los diversos tipos de condición, que el Paṭṭhāna del canon pali eleva a 24. Gradualmente, ahondarán en la reflexión sobre la causalidad, extrayendo conclusiones de la idea de que todos los seres forman parte de una secuencia mayor que ellos mismos. La condicionalidad empieza a ser interdependencia. En la tesis de Nāgārjuna, todas las cosas son vacías, pues carecen de existencia intrínseca, pero esta vacuidad se identifica con el surgimiento dependiente (MMK 24:18). Se interpretará que están vacías en tanto que no se valen por sí mismas, en tanto que dependen mutuamente. Por otro lado, las tradiciones Mahāyāna reivindican el ideal del bodhisattva, que decide renacer en el mundo para ayudar a los otros: en lugar de deshacer la madeja de la existencia, permanece voluntariamente enredado.
Mientras que un primer budismo sostenía que unas cosas están conectadas con otras (por medio de un karma estrictamente individual), ahora vamos camino de una conexión de todo con todo… Esta línea de pensamiento alcanza su culmen en torno al siglo VI con la escuela china Huayan, la cual, inspirada por el Avataṃsaka Sūtra indio, defendía no ya la inter-dependencia, sino la inter-penetración de todos los fenómenos: un universo donde cada cosa existe, en algún sentido, en todas las demás. Cabría hablar de una galería de espejos, aunque la imagen clásica es la de «la red de Indra»: una infinita red de joyas interconectadas, que se reflejan todas en cada una y cada una en todas… La malla de la realidad nunca había sido tan fina.
El énfasis en la causalidad fue uno de los descubrimientos más estimulantes para los primeros estudiosos occidentales del budismo, allá por el siglo XIX. Una de las razones es que se les aparecía como racionalista, incluso científico —en efecto, conjuntaba misteriosamente bien con la comprensión mecanicista de la ciencia del momento. Pero sus implicaciones también resonaban en la trinchera de enfrente: el anhelo por la naturaleza y la unidad cósmica de romanticismo y trascendentalismo abrazaba la idea de un mundo donde todo está interconectado.
Es importante entender que, para los budistas a lo largo de la historia, esta doctrina no era necesariamente más «racional» que otras, pero como tal será presentada en el discurso budista moderno. Cuando cientificismo y romanticismo se den la mano, de los años sesenta en adelante, la doctrina de la interdependencia budista subirá de caché, entrando en diálogo con corrientes como la ecología profunda, la teoría del caos o la hermenéutica intercultural. Este interés continúa en el siglo XXI, en un mundo que se piensa a sí mismo como un conjunto de redes (y crecientemente preocupado por el calentamiento global, símbolo de lo que sucede cuando las descuidamos). Como aprecia McMahan (2018), comprender el surgimiento dependiente como una doctrina de la interconexión total suele entrañar cambios significativos con respecto a las nociones tempranas. En lugar de renuncia al mundo, una celebración de su armonía; en lugar de desligarse de las cosas, una voluntad de unidad y fusión; en lugar de radical impersonalidad, un yo en expansión. En lugar de una cadena kármica que es preciso detener, la red como madre y matriz en la que encajarnos. En lugar de romper con todo, abrazar el todo.
Como diría el Buda, todo se encuentra en estado de cambio; no son menos las ideas. Pero, como señalaba su doctrina del surgimiento dependiente, esos cambios obedecen a regularidades que somos capaces de identificar… y eso es lo que hemos intentado esbozar en esta breve panorámica.
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Abreviaturas: AN = Aṅguttara-nikāya; DN = Dīgha Nikāya; Kd = Mahākhandhaka (Theravāda Vinaya); Mil = Milindapañha; MMK = Mūlamadhyamakakārikā; MN = Majjhima Nikāya; Pts = Paṭisambhidāmagga; SN = Saṃyutta Nikāya; Snp = Suttanipāta; Vb = Vibhaṅga; Vis = Visuddhimagga. Textos palis enumerados al modo de SuttaCentral; Visuddhimagga según Tipitaka.org
Bibliografía
Boucher, Daniel. 1991. “The Pratītyasamutpādagāthā and Its Role in the Medieval Cult of the Relics”. Journal of the International Association of Buddhist Studies 14(1): 1-27.
Buddhadāsa Bhikkhu. 1992. Paṭiccasamuppāda: Practical Dependent Origination. Nonthaburi: Vuddhidhamma Fund.
Frauwallner, Erich. 1973 (1953). “The Buddha and the Jina”, en History of Indian Philosophy, vol I. Delhi: Motilal Banarsidass: 117-214.
Iida, Shotaro. 1991. Facets of Buddhism. Londres/Nueva York: Routledge.
Jurewicz, Joanna. 2000. “Playing with Fire: The pratītyasamutpāda from the perspective of Vedic thought”. Journal of the Pali Text Society 26: 77–103.
Kornfield, Jack. 2007 (1977). “Chapter 12: Mogok Sayadaw”. Modern Buddhist Masters. Kandy: Buddhist Publication Society: 215-240.
Mazard, Eisel. 2011. “Unpopular facts about one of Buddhist philosophy’s most popular doctrines”. New Mandala (27 de enero). https://www.newmandala.org/unpopular-facts-about-one-of-buddhist-philosophys-most-popular-doctrines/
McMahan, David L. 2018 (2008). “Una breve historia de la interdependencia”, en La construcción del budismo moderno. Barcelona: Editorial Kairós: 251-307.
Ñāṇavīra Thera. 2009. “A Note on Paṭiccasamuppāda”, en Notes on Dhamma (1960-1965). Path Press Publications. https://nanavira.org/index.php/notes-on-dhamma/paticcasamuppada
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Óscar Carrera es graduado en Filosofía por la Universidad de Sevilla y máster en Estudios del Sur de Asia por la Universidad de Leiden, donde escribió una tesis sobre la música y la danza en la literatura pali. Conoce en profundidad las regiones budistas del sur y el sudeste asiático y ha publicado varios títulos sobre música y sobre religiones, que se pueden consultar en: http://leidenuniv.academia.edu/OscarCarrera