Nación Nichiren. Primera parte.Reseña del libro: Levi McLaughlin (2019). Soka Gakkai’s Human Revolution. The Rise of a Mimetic Nation in Modern Japan. Honolulu: University of Hawai’i Press.

EZER R. MAY MAY

En los últimos años, en las ciencias sociales y humanidades, ha habido una tendencia a pensar la religión y el Estado como dos entes análogos u homólogos. Y sí, hay muchas funciones, características y significados comunes entre las dinámicas religiosas y las del Estado. Aunque los estudiosos del nacionalismo y de la formación del Estado expresan que el simbolismo mítico de la religión ya no es el recurso de legitimación, es notorio que estos procesos se sustentan en dinámicas similares, precisamente, para «hacerle frente» a la capacidad de cohesión y creación de identidad que posee lo religioso. El especialista en religión, Michael J. Walsh, argumenta que la territorialidad, los textos constitucionales y de la historia nacional, así como las categorías para delimitar a su ciudadanía se integran entre sí mediante un proceso de sacralización, esto es, la dotación del carácter inviolable so pena de castigos y violencia.* Con esto, nos quedamos con la imagen de que el Estado ha usado prácticas de naturaleza religiosa para consolidarse; sin embargo, lo que nos trae McLaughlin es ver cómo un grupo religioso usa los recursos del Estado-Nación moderno para robustecerse. Esto no es nada extraño, incluso, las organizaciones protestantes poseen una Constitución y recurren al modelo parlamentario y asambleario como una forma legítima de toma de decisiones de acuerdo a su contexto de origen.

Hasta aquí me he adelantado mencionando términos como «Nación» y «Estado» para explicar la importancia de este libro, porque la existencia de ambos sólo es posible, históricamente, cuando hay previamente un nacionalismo. Entonces, si tomamos como punto de partida el título del libro, podríamos preguntarnos si hay una especie de nacionalismo Soka Gakkai. Es decir, una mimesis de nacionalismo para una nación mimética. Esta no sólo es una ocurrencia de Levi McLaughlin; sino, también de los dos líderes principales de la Soka Gakkai. Josei Toda, segundo presidente (1945-1958), usó la expresión chikyu minzokushugi en una reunión de jóvenes en el año 1952, la cual, traducido literalmente, sería «nacionalismo global». Como saben, Japón estuvo entre los países perdedores de la Segunda Guerra Mundial, por lo que hubo necesidad de cambiar la postura política frente a un escenario internacional totalmente distinto. Esta noción de lo global es retomada por el actual presidente, Daisaku Ikeda, cuando habla frente a las universidades de una «ciudadanía global», una que reconozca las interconexiones, sin miedo a las diferencias y con empatía ante el sufrimiento del individuo extraño y lejano. Pero, para Ikeda, esta actitud global unida por la idea de una ciudadanía, sólo sería posible a través de la creación de valores (evidentemente del budismo laico de Nichiren). ** Entonces, ¿sí estamos ante una mimesis nacionalista basada en la creación de valores budistas? La lectura de este libro nos ayuda a comprender, a través de descripciones etnográficas densas de las experiencias del mismo autor y de los miembros Soka Gakkai con los que logró entablar relaciones profundas y genuinas, ese nacionalismo global budista que se construye dentro del Estado-Nación de Japón. Y en esta ocasión, les comparto los puntos principales de la obra publicada por la Universidad de Hawái, producto de la investigación realizada entre el 2000 y 2017 por Levi McLaughlin, doctor en religión por la Universidad de Princeton y profesor de la North Carolina State University.

Levi McLaughlin con el libro Soka Gakkai’s Human Revolution Fuente: https://levimclaughlin.carrd.co/#two

El libro contiene seis capítulos y un epílogo. Los capítulos podrían agruparse en tres partes. Comenzamos con la primera, conformada por los dos primeros capítulos. En esta parte, el autor va amarrando los conceptos al desarrollo histórico de la agrupación, lo cual, le ayuda a plantear su propuesta general: la Soka Gakkai como nación mimética construida históricamente. Pero aclara, que hace referencia al rasgo de la mimesis de nación como metáfora y no como una expresión estricta de la realidad, ya que, es ineludible no considerar la estructura enorme que se ha construido, un partido político (Komeito), burocracia con figuras presidenciales, imperio mediático, sistema educativo privado, empresas culturales, zonas controladas por cuadros organizados, etcétera; es decir, todos los elementos que se podrían considerar indispensables en la formación de una nación moderna. Pero no sólo eso, McLaughlin menciona la existencia de elementos simbólicos, como la bandera Soka Gakkai, el sanshoku o sanshokki, creada en 1988 con los principales colores de la bandera internacional budista (azul, amarillo y rojo) con una posición vertical como las de los países de los estados nacionales; también están los himnos, como el Ifu dodo no uta, un calendario propio con días históricos claves y ciclos anuales de festividades; un departamento de finanzas que administra una moneda propia (chiketto), sus propios cementerios (13 parques memoriales) y una historia oficial.

La presencia de estos elementos, para el autor, se explica debido a sus dos legados, uno religioso y otro intelectual, mismos que se ven materializados en sus dos edificios principales, el Kosen Rufu Daiseido, Salón del Gran Voto del Kosen Rufu (inaugurado el 18 de noviembre de 2013) y el Soka Bunka Senta, Centro Cultural Creación de Valor. Tanto en el capítulo 1 y 2, se narra el proceso histórico por el cual se fueron construyendo estos dos legados con sus respectivas instituciones. Desde su fundación en noviembre de 1930, pasando por los cambios en los años cuarenta, hasta la situación de finales del siglo XX y principios del XXI, el autor va exponiéndonos la constitución de cada uno de los elementos de esa institución cuasi nación, sin olvidar las tensiones que tuvo con la sociedad y la política japonesa. Una de ellas, es el abandono del proselitismo tajante que permeó gran parte de la presidencia de Josei Toda, así como su militancia radical partidaria que se rompió en 1970 con el impulso de Ikeda del seikyo bunri(separación de la política y religión), apostando a las actividades culturales que mantengan sólidas a la niñez y a la juventud de las familias con membresía. El rostro público de la Soka Gakkai dejaría de ser el proselitismo, para pasar al rostro cultural, entendiendo a la cultura como el compromiso con el arte posilustrado euroamericano y con las relaciones internacionales, así como a la cultivación de la imagen de Ikeda como persona pública, celebridad internacional y como un estadista e intelectual.

Igualmente, uno de los nudos del libro se dirige a mostrar cómo conviven ambos legados, es decir, cómo los ejes religiosos en cuanto a prácticas y creencias, tales como el daimoku, shakubuku, kosen rufu, mappo, gohonzon y Nichiren, se entrelazan con una organización burocrática enorme que contiene presidentes, vicepresidentes y empleados administrativos que atienden asuntos educativos, judiciales, fiscales e informativos. Y aquí está la virtud de la etnografía de McLaughlin, pues en sus descripciones de las prácticas colectivas es posible ver estos cruces. Hace énfasis en las reuniones de diálogo (zadankai) y las festividades en los centros culturales (kinen kaikan), en el proceso de los exámenes rankeados, en las campañas electorales para Komeito y Liberal Democratic Party, en la prospección de suscriptores para el periódico Seikyo Shinbun (el cual nominalizan con un término muy sugerente, keimo, que significaría como ilustrado o civilizado) y, por último, en el hecho de ser estudiante del sistema escolar Soka.

Como síntesis, el autor demuestra que los espacios y las prácticas están configuradas desde la estética de Daisaku Ikeda, es decir, con fotos de Ikeda y de la autoría de Ikeda, así como las pinturas realizadas por él, también con sus frases fijadas en distintos lugares; es decir, Soka Gakkai pasó de ser una organización encabezada por Ikeda a una dedicada a Ikeda. Y es comprensible, pues las figuras presidenciales fundamentan la razón de ser de la organización internacional. McLaughlin explica que la imagen biográfica de cada uno de los tres presidentes refleja la mimesis de la Soka Gakkai con el Estado-Nación japonés: Tsunesaburo Makiguchi con la educación; Josei Toda con la inercia militarista del tiempo de la guerra y el compromiso absoluto para alcanzar una misión; e Ikeda, personifica el giro de la posguerra, o sea, la paz, la cultura y la educación (p. 39). Ahora, con la ausencia pública del actual presidente Ikeda desde 2010, su figura se ha tornado inmanente, y como objeto de recuerdo se ha vuelto apoteósico a los ojos de los miembros. Algo que se anticipaba desde años antes, cuando se prohibió tomar fotos a todo lo relacionado a la imagen de Ikeda, cuando ordinariamente lo único imposible de fotografiar era el gohonzon, el principal objeto de veneración del budismo Nichiren.

* Michael J. Walsh (2020). Stating the Sacred: Religion, China, and the Fromation of Nation-State. New York, Columbia University Press

** Disponible en línea: https://www.daisakuikeda.org/sub/resources/works/lect/lect-08.html

Pueden leer la segunda parte de este artículo aquí

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