La visión del Buddhistdoor: Un tributo a las mujeres de todas las tradiciones budistas
Buddhistdoor Global
Una de las lecciones más importantes y dolorosas para los budistas sucedió durante la alta edad media en la India (del siglo VI al XII), cuando las instituciones budistas, bajo presión económica y política, empezaron a asimilar los resurgentes valores de sectas no budistas. Entre estos valores, del brahmanismo restablecido y diversificado (que al final, eclipsó al budismo) estaban los paradigmas de la gloria y el expolio militarista, la realeza feudal, y la casi total exclusión de las mujeres de las actividades religiosas. El resultado supuso una de las heridas más graves auto infligidas en la historia del budismo.
La obra fundamentaldel académico de estudios budistas Ronald Davidson sobre la historia social del budismo tántrico, dedica un apartado completo al declive de la participación de la mujer en las actividades budistas. Mientras que el budismo tántrico debe ser admirado por haber sostenido el budismo indio hasta el siglo XII, la disminución de mujeres practicantes condujo a una reducción gradual de las comunidades budistas a grupos minoritarios, entre el panorama religioso de la India, tan diverso y competitivo. La marginalización de la mujer, influenciada por circunstancias políticas cambiantes, no fue únicamente un giro éticamente cuestionable, sino que tuvo efectos nocivos a largo plazo.
Davidson destaca los efectos trágicos, en un vívido párrafo que citamos a continuación:
“Debemos concluir que, en general (y con notables excepciones) la mujer india en la época medieval fue persuadida a dejar la vida budista religiosa y a retirarse a las labores del hogar, tal y como la sociedad (y cada vez más, su religión) las exhortaba, y frecuentemente las forzaba a hacer. En este caso, no fueron ni títeres pasivos, ni agentes independientes, y, cuando pudieron, tomaron sus decisiones basadas en la influencia de su época y de la sociedad. Los autores budistas y las instituciones—hombres y mujeres—internalizaron, articularon y abrazaron estos paradigmas Varnashrama Dharma, ya que parecía no existir otra opción o camino alternativo. El énfasis en los rituales de la literatura que se conserva atribuida a las mujeres del período, simplemente refuerza la práctica unanimidad de esta decisión, y nos lleva a concluir que ellas aceptaron esta posición, al ver con claridad cómo las puertas de la religión budista se volvían cada vez más estrechas.” (Davidson 2002, 98)
“Nunca más,” declaran a menudo los países y gobiernos, tras una tragedia nacional. Mientras que la memoria del declive de la sangha de las mujeres en la India es sumamente distante, la lección que debemos aprender de esta parte de la historia del budismo es muy clara: sin la participación de la mujer, los movimientos religiosos se estancan y entran en conflicto. Privar a la mitad de la población del mundo o de un país de la oportunidad de participar plenamente en los frutos religiosos del Dharma —que debería estar abierto para todos, y por encima de las limitaciones humanas, como es el caso del género—no es sólo inmoral, sino que es matemáticamente inviable y suicida a largo plazo.
Por este motivo apoyamos la ordenación completa para las mujeres, no sólo en el Mahayana, sino también en los vehículos Theravada y Vajrayana. Esto significa, establecer una interpretación correcta y fiel de los Vinayas Theravada y Mulasarvastivada, que permiten la ordenación de la mujer, aunque se trate ciertamente de un debate controvertido y delicado. También creemos que se deben ampliar las oportunidades para que las mujeres laicas asuman posiciones de liderazgo e influencia en las comunidades budistas. Esto significa que las mujeres, necesitan prepararse y ser entrenadas durante un largo periodo de tiempo, bajo mentores competentes—hombres y mujeres—para desarrollar sus cualidades y así poder beneficiar al budismo y a todos los seres sensibles. Las mujeres necesitan tener suficiente tiempo, recursos, atención y buena disposición, para que, como si se descubriera una piedra preciosa, su potencial para servir al Dharma pueda brillar, y las instituciones se esfuercen para asegurar sus talentos.
La 15ª Conferencia de la Asociación Internacional Sakyadhita de Mujeres Budistas, organizada en la Universidad de Hong Kong, del 22 al 28 de junio, fue un ejemplo excelente donde se compartió, se celebró y se reflexionó sobre cómo la mujer puede florecer plenamente en su camino budista. La sesión de la tarde del primer día de la conferencia, expuso la historia de Hong Kong, como una localidad muy fértil para las mujeres, en su práctica y en la expansión del Dharma. Los conferenciantes rindieron homenaje a la vida y al trabajo en el Dharma de tres eminentes mujeres budistas de Hong Kong: entre ellas estaba Clara Ho Tung (1875-1938), fundadora de uno de los principales templos budistas y organizaciones benéficas de Hong Kong, Tung Lin Kok Yuen.
Fue sumamente alentador que se nos recordara que Hong Kong fue, y esperemos que así continúe siendo, un bastión para las mujeres budistas—muchas de las cuales fueron influyentes en Asia y en el mundo. Además, las mujeres budistas están ganando reconocimiento lentamente, pero de forma inequívoca, en Tailandia, mientras que las mujeres budistas occidentales, están a menudo liderando nuevas formas pioneras de inclusión en la comunidad budista, especialmente para las minorías étnicas, los discapacitados y las personas pertenecientes al colectivo LGBTQIA.
Existe una aparente tensión en el budismo entre la existencia trascendente y encarnada. Tenemos que recordar, sin embargo, que las injusticias y desigualdades de este mundo son mezquinas y samsáricas, y a nivel último, no hay diferencia entre hombre y mujer, o laico y monástico y demás. El argumento de la superioridad de un género sobre el otro, se ha dado muchas veces, y en muchos países, tanto por hombres como mujeres, para justificar el orden establecido, que generalmente significa que las mujeres acepten posiciones de inferioridad y de menor valor.
Mientras que nuestra existencia encarnada es, a nivel fundamental, irreal, nacemos en el samsara en cuerpos biológicamente masculinos y femeninos, lo cual influye enormemente nuestras circunstancias sociales y económicos, aunque ya no determinen nuestros caminos vitales de forma inequívoca. La injusticia de género (y de hecho, todo tipo de injusticias) tiene un impacto muy real en el florecimiento humano y la felicidad. Desde la desigualdad salarial hasta la violencia doméstica (que mayoritariamente es ejercida por los hombres contra las mujeres) el mundo está plagado con problemas convencionales que tienen un efecto negativo en el bienestar de los seres sensibles y en su capacidad para practicar el Dharma.
Con trabajo duro, compasión y sabiduría, debemos hacer todo lo posible para desvelar la armonía interna entre lo trascendente y lo encarnado, y descubrir la verdadera igualdad entre el hombre y la mujer, asegurando una plena participación de la mujer en la vida del Dharma para los tiempos venideros.
Referencias
Davidson, Ronald M. 2002. Indian Esoteric Buddhism: A Social History of the Tantric Movement. New York: Columbia University Press.
Bellisimo articulo. Profundo y directo. Gracias pir aportar a nuestra reflexión profunda con cada artículo publicado.