Cómo convertir la pandemia en un factor de evolución y Despertar según las enseñanzas budistas*

PAULO BORGES

TRADUCIDO POR FINA IÑIGUEZ

Este artículo forma parte de nuestro «compendio de artículos sobre la pandemia de covid-19 desde una perspectiva budista».

La actual pandemia nos ofrece la posibilidad de contemplar las consecuencias de nuestras acciones y utilizar el miedo, la ansiedad, la negatividad y el dolor como soporte de un camino meditativo para trascenderlos y despertar la conciencia.

Introducción

Según las enseñanzas fundamentales del Buda y de todas las tradiciones budistas, designadas como las cuatro nobles verdades, la experiencia del sufrimiento es una gran oportunidad para investigar su origen y causas, a fin de ver hasta qué punto están presentes en nosotros y, haciendo un camino para liberarnos de ellas, descubrir un estado libre de sufrimiento. Esta visión por sí sola tiene un inmenso efecto terapéutico y liberador, ayudándonos a reconocer que las inevitables dificultades y adversidades de la vida son muchas y preciosas oportunidades para desarrollarnos interiormente y realizar el potencial de convertirnos en budas, es decir, conciencias despiertas y plenamente florecientes, en términos cognitivos y afectivos.

Foto cortesía de la revista “Budismo – Uma resposta ao sofrimento”

Esta situación de pandemia, con todo el sufrimiento, el miedo y la ansiedad que causa a escala mundial, no es una excepción. Además de mostrarnos que todo es impermanente y nada está garantizado, y que no vivimos en un mundo sólido donde solo nos puede pasar lo que deseamos y nunca lo que no queremos, la actual pandemia nos ofrece la posibilidad de contemplar las consecuencias de nuestras acciones y de utilizar el miedo, la ansiedad, la negatividad y el dolor como soporte de un camino meditativo para transcenderlos y despertar la conciencia. 

En este sentido, me gustaría compartir aquí unos breves consejos prácticos, provenientes de tradiciones y maestros budistas, para hacer de esta pandemia un aliado y no un adversario de nuestro desarrollo humano y evolución espiritual. No siendo yo un maestro, pido consideren que todo lo que es correcto en lo que escribo se debe únicamente a los maestros de los que he aprendido (de los cuales el principal aún vivo es Mingyur Rinpoche) y que soy el único responsable de todo lo que pueda resultar confuso, limitado o incorrecto.

Un médico toma una muestra de un hisopo de un hombre para que le hagan la prueba del coronavirus en las afueras de la Clínica Ajwa en Shah Alam, Malasia, el 10 de diciembre. REUTERS / Lim Huey Teng.

1. Contempla la interdependencia y la corresponsabilidad kármica

En primer lugar, conviene recordar que, según la sabiduría del Buda, siempre somos corresponsables de todo lo que experimentamos, porque la realidad no es dual: el mundo no existe separado de nuestras percepciones, lo que vemos como yo es interdependiente de lo que llamamos no-yo, el sujeto es inseparable del objeto. Los hechos y la forma en que los percibimos, nuestras experiencias, individuales y colectivas, son consecuencia de nuestras intenciones y acciones, pasadas y presentes, que tienden, si no se interrumpen, alteran o suspenden sus patrones, a seguir teniendo los mismos efectos en el futuro. Eso es lo que en la visión budista se denomina ley del karma, que significa acción y se refiere a todo lo que pretendemos y hacemos en términos mentales, verbales y físicos, con sus consecuencias inmediatas y a corto, mediano y largo plazo.

El karma, al contrario de lo que a veces se piensa, no significa destino o fatalidad, porque siempre podemos cambiar el rumbo de nuestra acción y así modificar sus consecuencias. La ley del karma advierte que somos co-creadores de la realidad que percibimos y que por ello siempre podemos transformarla para nuestro bien y el de los demás. 

Lo importante aquí es destacar que, desde esta perspectiva, la situación actual de la pandemia del covid-19 también es el resultado de muchas causas y condiciones por las cuales los seres humanos pasados ​​y presentes son corresponsables.

Sin entrar aquí en consideraciones pormenorizadas sobre este tema, conviene recordar que, según muchos maestros y tradiciones budistas, las agresiones humanas contra los humanos, la naturaleza y otros seres vivos, tienen necesariamente consecuencias negativas para la armonía, la salud y la vida de los seres humanos, ya que, como no estamos separados de los demás, lo que les hacemos tiene efectos sobre nosotros mismos. En la misma perspectiva, algunas tradiciones budistas, como la tibetana, consideran claramente que, dado que estamos constituidos a nivel físico, energético y mental por los mismos elementos que todo en la Tierra y en el cosmos—espacio, agua, tierra, fuego y aire—la desarmonización interna de estos elementos, debido a estados mentales y emocionales negativos, como la ira y el apego, causa su desarmonía en el mundo que percibimos ilusoriamente como externo, e incluso puede contribuir a la aparición de más incendios, sequías, terremotos, maremotos, enfermedades y epidemias como la actual.

En vista de esto, sin embargo, lo que se aconseja es que, en lugar de estar desanimados, deprimidos u oprimidos por sentimientos de culpa, actuemos positivamente modificando nuestras intenciones y acciones mentales, verbales y físicas, convirtiéndolas en positivas y beneficiosas para todos.

Foto de Envato Elements

2. Meditar utilizando el miedo, la ansiedad, la negatividad y el dolor para reconocer la conciencia despierta

Para empezar a actuar por el bien de todos, primero es necesario saber gestionar nuestro propio sufrimiento y aprender a superarlo, a fin de ponernos en las mejores condiciones para ayudar a los demás. Lo que propone la sabiduría budista, con su rica experiencia y conocimiento de los recursos de la meditación, es que seamos capaces, en primer lugar, de no huir del sufrimiento de inmediato y de no buscar distracciones y compensaciones a toda costa, pretendiendo que no existe, lo que en realidad contribuye a mantenerlo e incluso a incrementarlo. Por lo tanto, es aconsejable que, por ejemplo, cuando nos afrontamos a algún tipo de miedo, ansiedad, negatividad y dolor, podamos tener el coraje de detenernos, sentarnos, enderezar la columna, poner atención en la respiración y relajarnos por completo (si no es posible relajarnos inmediatamente, lo aceptamos, aceptamos la tensión en lugar de luchar contra ella, que es una forma de relajarse).

Entonces podemos, cuando la mente está un poco más tranquila y el cuerpo más relajado, simplemente contemplar el miedo, la ansiedad, la negatividad y el dolor, dándoles la bienvenida al espacio abierto de la conciencia, sin juzgarlos como algo negativo y sin pretender expulsarlos o transformarlos de ninguna de las maneras, pero también sin identificarnos con ellos. Puede haber miedo, ansiedad, negatividad y dolor, pero no somos eso, no somos miedo, ansiedad, negatividad y dolor.

Esta apertura y plena aceptación, por sí solas, pueden ayudar a que pierdan intensidad o incluso, a veces, se disipen. En algunos casos, sin embargo, puede parecer que al principio se están intensificando, pero si persistimos en contemplarlos y aceptarlos, a menudo comienzan a perder intensidad. Si esto no sucede, siempre podemos cambiar el enfoque de nuestra atención y ponerlo en otro objeto, como la respiración, las sensaciones en una parte del cuerpo, un objeto visual externo, un sonido, etc.

Si por alguna razón estas estrategias no funcionan, al menos por el momento, es recomendable no forzar, hacer una pausa y dedicarnos a otra actividad. Más tarde, podemos intentarlo otra vez.

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Con una práctica regular (idealmente, al menos 20 minutos al día, que se pueden dividir en sesiones cortas) y con paciencia hacia nosotros mismos, sin prisa por obtener resultados (que en la meditación, como en la vida en general, es un obstáculo), entonces podemos empezar a sentarnos aceptando nuestra experiencia tal como se manifiesta, momento a momento. Entonces podemos empezar a ver cada vez más claramente que el miedo, la ansiedad, la negatividad y el dolor se manifiestan transitoriamente en el espacio de la conciencia, pero que no somos miedo, ansiedad, negatividad y dolor. Sin juzgarlos como esto o aquello, podemos ver que solo son experiencias que cambian constantemente, que son impermanentes y que no son sólidas ni independientes en la forma en que nos relacionamos con ellas. Si no nos fijamos en ellas, ya sea identificándonos con ellas, o rechazándolas y combatiéndolas, se manifiestan como realmente son: al igual que todos los pensamientos, emociones y sensaciones, son fluidas, insustanciales y evanescentes, similares a las burbujas en el agua, las olas en la superficie del océano o las nubes en el cielo. Aparecen, se transforman y se disipan constantemente.

Aparecen y desaparecen en el espacio de la conciencia. Se vuelven conciencia. Lo que permanece y está constantemente presente es la conciencia pura: un espacio ilimitadamente abierto y sin contornos, silencioso, luminoso y libre. Reconocemos así lo que somos fundamentalmente, libres de conceptos de yo y no yo, sujeto y objeto. Lo que en algunas tradiciones budistas se llama la naturaleza de Buda o el Buda interior.

Meditar sobre el miedo, la ansiedad, la negatividad y el dolor puede llevarnos a contemplar el sufrimiento, a ver sus causas (aferramiento y rechazo) y a hacer el camino que de ellas nos libera revelando nuestra naturaleza fundamentalmente pura, despierta o iluminada, el Buda que en el fondo y desde siempre somos. Si hacemos este camino, esta situación de pandemia, como todas las situaciones de crisis, puede convertirse en una gran oportunidad para el crecimiento y la realización espirituales.

CON PRÁCTICA REGULAR (IDEALMENTE, AL MENOS 20 MINUTOS AL DÍA, QUE SE PUEDE DIVIDIR EN SESIONES CORTAS) Y CON PACIENCIA HACIA NOSOTROS MISMOS, SIN PRISA POR OBTENER RESULTADOS (QUE EN MEDITACIÓN, COMO EN LA VIDA EN GENERAL, ES UN OBSTÁCULO), PODEMOS ENTONCES EMPEZAR A SENTARNOS ACEPTANDO NUESTRA EXPERIENCIA COMO SE MANIFIESTA, MOMENTO A MOMENTO.” Paulo Borges

Glasgow, Reino Unido. Artista: The Rebel Bear. Fuente: The Rebel Bear

3. Medita por nuestro bien, el de los seres queridos y el de todos los seres utilizando una respiración amorosa y compasiva

Es a partir de esta práctica que, al encontrar nuestro centro interior o nuestra naturaleza fundamental, podemos ponernos a practicar por el bien de los demás de forma más específica y eficaz.

Una forma concreta de hacerlo es, por ejemplo, después de descansar en la conciencia profunda a través de la práctica anterior, contemplar todo el sufrimiento que genera esta situación de pandemia: el sufrimiento de los contaminados y fallecidos, el sufrimiento de sus seres queridos, el miedo y la ansiedad generalizados ante la enfermedad y la crisis económica que genera, etc. Entonces podemos llevar la atención hacia el centro del corazón energético (en el centro e interior del pecho) y comenzar dulcemente a sentir que es aquí donde también respiramos, no solo de forma energética sino pulmonarmente. Al inhalar, sentimos que la sabiduría, el amor y la compasión de todos los Budas (si somos budistas), lo que es más sagrado para nosotros o la esencia misma de la Vida, convergen en el centro de nuestros corazones en forma de luz y nos impregnan totalmente, trayéndonos y despertando en nosotros todo lo mejor y más necesario para cada uno. Luego, al exhalar, podemos sentir que el centro del corazón es una llama luminosa de la cual irradian rayos, saturados de amor y compasión, que nos impregnarán una vez más, purificando y regenerando por completo todas las dimensiones de nuestro ser, físico, energético, emocional y mental. Todo el cuerpo y todo en nosotros se vuelve luminoso, transparente y radiante, lleno de salud, paz y felicidad.

Cuando esto sucede, entonces comenzamos a visualizar o simplemente sentir frente a nosotros a nuestros seres más queridos, quienes están presentes, aunque ya se hayan ido de esta existencia, porque el amor y la compasión no conocen fronteras de tiempo y espacio. Luego continuamos inhalando, dando la bienvenida a la luz y, al exhalar, ahora la irradiamos desde el centro luminoso del corazón no solo para nosotros, sino para nuestros seres queridos, confiando en que la luz les lleva y en ellos despierta todo lo mejor y más necesario para cada uno. Ellos también se vuelven luminosos, transparentes y radiantes, llenos de salud, paz y felicidad.

A partir de aquí, sin dejar de practicar por nosotros y por nuestros seres queridos, podemos poco a poco ir abriendo la mente y el corazón y hacer la práctica más integral, incondicional e imparcial, incluyendo en círculos concéntricos a cada vez más categorías de seres: amigos y conocidos, personas y seres que sabemos que existen, pero que vemos con indiferencia, personas con las que tenemos problemas de relación (empezamos por los casos menos difíciles), las personas que están en el mismo espacio o edificio donde practicamos, los habitantes humanos y no humanos de la ciudad o pueblo donde estamos, todos los habitantes humanos y no humanos del país, todos los seres vivos de la Tierra (sea cual sea la forma que tengan, hagan lo que hagan, digan lo que digan y piensen lo que piensen) y todas las formas de vida, conciencia y sensibilidad en todo el Cosmos.

Foto de Envato Elements

Al final podemos visualizar o simplemente sentir que la luz que irradiamos, saturada de sabiduría, amor y compasión, absorbe y disuelve en sí misma a todo y todos, incluyéndonos a nosotros mismos, y todo se absorbe en la luz. Nos quedamos así el mayor tiempo posible, sin pensar en nada más.

Antes de que lleguen los habituales pensamientos que nos distraen, finalizamos dedicando mentalmente todo el beneficio de esta práctica para que se expanda y multiplique por el bien, la paz, la felicidad y el Despertar de todos los seres, sin excepción alguna. Y podemos agregar: para que esta pandemia y todas las dificultades se disipen.

Esta es una práctica muy poderosa, que además de sus inmensos beneficios espirituales, para nosotros y para los demás, es hoy objeto de rigurosos estudios neurocientíficos que demuestran su capacidad para fortalecer el sistema inmunológico y activar áreas neuronales relacionadas con la autoconfianza, la motivación y la alegría de vivir (sobre estos y otros estudios científicos recomiendo leer Rasgos Alterados, de Daniel Goleman y Richard Davidson).

Conclusión

Según las enseñanzas del Buda, la única manera de comprobar si estos ejercicios tienen los efectos y beneficios mencionados es verificarlo por nosotros mismos, poniéndolos en práctica.

Invito a los lectores y lectoras a que lo experimenten, sugiriendo comenzar o profundizar una práctica regular para convertir esta pandemia y todas las adversidades de la vida en lo que es su mejor posibilidad: oportunidades para la evolución y el Despertar.

Propongo que al final de esta lectura sintamos gratitud hacia todos los maestros budistas y otros sabios de la humanidad – mujeres y hombres – que desde siempre hacen todo por el bien de los seres, incluyendo la transmisión de estas preciosas enseñanzas, y dediquemos sus beneficios para que se expandan y multipliquen para el bien relativo y último de todos los seres, sin excepción, incluida la disipación de la actual pandemia y de todo el sufrimiento y sus causas.

Paulo Borges es un escritor y filósofo portugués. Desde 1989 es profesor de la Universidad de Lisboa y en la actualidad imparte clases en las disciplinas: Filosofías de Asia, Filosofía de la Religión, Filosofía y Meditación, y Filosofía en Portugal. También enseña Meditación en la Facultad de Medicina, además de dedicarse al estudio de las grandes tradiciones espirituales, el diálogo intercultural e interreligioso.

*Este artículo es una traducción al español de “Como converter a pandemia em factor de evolução e Despertar segundo os ensinamentos budistas”, de Paulo Borges, publicado en la revista “Budismo – Uma desposta ao sofrimento” (págs. 12 a 17 – sept 2020).  

Enlaces de interés:

Sobre Paulo Borges:  https://paulo-borges.com/acerca/    

Revista “Budismo, uma resposta ao sofrimento”: https://www.budismo.org.pt/

Comunidad Tergar de Yongey Mingyur Rinpoche: https://espanol.tergar.org/acerca/

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