Albores del budismo en Cuba. Primera parte: Orígenes históricos del budismo en Cuba. Resiliencia y transculturación.
DOUGLAS CALVO GAÍNZA
Introducción
Casi siempre se identifica a Cuba con determinados estereotipos como su béisbol, gastronomía, playas o música. Y en el plano religioso se supone que los cubanos son o católicos o devotos de espiritualidades de origen africano. No obstante, un proceso tan significativo como discreto ha venido ocurriendo en la Mayor de las Antillas desde la década de 1990: la paulatina expansión del budismo.
No necesariamente se habla acá de abultadas cifras de practicantes, dado que solo la Soka Gakkai es plenamente legal en el país y goza de cierta visibilidad mediática. Ciertamente, existe una diversificación que ya incluye las principales ramas budistas (theravada, mahayana y tibetana), pero lo más notable es que las ideas y conceptos del budismo se han ido expandiendo fuera de estos grupos formales. De modo que hoy alcanzan círculos de la intelectualidad cubana y permear determinadas esferas del pensamiento y la cultura, como son la literatura, la plástica e incluso la danza. Hay ya maestros del dharma nacidos en la Isla, un festival sociocultural, ordenaciones monásticas en plena Habana… en fin, eventos que ameritan un seguimiento y divulgación, los cuales Buddhistdoor en Español procurará brindar mediante una serie de cinco artículos, que se inicia con el presente sobre el nacimiento de esa rica espiritualidad en Cuba.
Los primeros budistas en esta nación fueron los culíes arribados entre 1847 y 1877, en calidad de trabajadores teóricamente libres que suplirían en parte a los africanos cuya trata era ya ilegal en España. En Cuba, aquellos asiáticos serían víctimas de múltiples trucos legales para legitimar su explotación abusiva como mano de obra esclava y sometida a condiciones brutales. Luego se les sumarían, aunque bajo mejores circunstancias, los chinos «californianos» que inmigraron huyendo de la xenofobia creciente en EEUU. Entre estos migrantes las mujeres siempre fueron minoría[i], y esto motivó el casamiento de los hombres con mujeres negras o mulatas de religión católica o afrocubana, y así la consiguiente pérdida de sus raíces religiosas.
Siendo Cuba una colonia española que solo reconocía al catolicismo, se obviaba el acápite «religión» en múltiples documentos de la época, como los modelos de contratos a culíes, listados de pasajeros, censos de colonos, etc. [ii]Oficialmente, el Real Decreto de 1854, artículo 51, preconizaba: «el patrono procurará enseñarles los dogmas y la moral de la verdadera religión, pero sin emplear otros medios para ello que la persuasión y el convencimiento» (Pérez de la Riva: 223). Evangelización moralista (impracticable en condiciones de esclavitud), cuya intolerancia explica la carencia de estadísticas fiables sobre el budismo en la Isla.
1.Culíes – resiliencia espiritual en un entorno hostil
Algunas voces preeminentes de aquella colonia permiten entrever lo que se consideraba como un contumaz paganismo de aquella inmigración «del todo diferente en su lengua y su color, en sus ideas y sentimientos, en sus usos y costumbres, y en sus opiniones religiosas» (José Antonio Saco, p. 186)[iii]. Igualmente, don Ramón de la Sagra comenta que «aquellos chinos no muestran disposición alguna religiosa, pero desean salir los domingos» (p. 150). Además, no siempre las conversiones al catolicismo fueron sinceras, pues «al terminar el contrato de un colono chino en Cuba, tenía que bautizarse como católico para iniciar su expediente y lograr permanecer en la isla» (Zapata: 141).
En Guanajay, entre 1867 y 1885 se registraron 115 entierros de chinos reacios al bautismo (Borrego: 1-2). Por lo demás, las actas bautismales proporcionan informaciones curiosas, como la de un culí convertido del islam (Navarrete: s/p). También resalta la aparatosa conversión pública de uno de los dos aspirantes al título de «médico chino», personaje folklórico cubano que tipifica al arte curativo más eficaz. Parece haberse llamado Siam, y «era budista, pero en medio de una procesión abjuró de todas las ideas que tenía y asumió la religión católica» (Díaz, s/p).
La conversión religiosa y los matrimonios interétnicos explican el predominio de cruces en el Cementerio Chino de La Habana (1893) [antecedido en décadas por el camposanto para culíes del Mariel (1861)]. Aunque los chinos no se bautizaran, «a menudo su esposa era católica, y posteriormente solicitaría que se añadiera una cruz a la tumba de su difunto marido como símbolo de salvación» (Hinojosa, s/p).
Sin embargo, lo que hoy es una vistosa necrópolis sería el logro posterior de una colonia china ya aclimatada. Entre los primeros migrantes esclavizados, simplemente «se enterraba al culí en un rincón del batey, sin más ceremonia que la presencia de sus compatriotas (…) que realizaban discretamente algunos ritos de la religión taoísta» (Pérez de la Riva: 480).
- Bodhisattvas con orichas: aproximación a las creencias de los inmigrantes chinos
La espiritualidad politeísta de los culíes incluía elementos de chamanismo, taoísmo, confucianismo y budismo. Ilustrativos de esa fusión son los templos de los chinos californianos (joss houses), de los que «a fines del siglo XIX había más de 400 (…) a lo largo de la costa oeste de EEUU» (Shen: 78). En ellos se adoraba simultáneamente a bodhisattvas y dioses taoístas.
Aunque mayoritariamente los culíes eran jóvenes campesinos iliteratos, el azar ha develado la presencia entre ellos de personas ilustradas (y quizás familiarizadas con los clásicos chinos), como demuestran las inscripciones encontradas en La Habana Vieja y en la catedral de Cienfuegos.
Por tanto, los inmigrantes chinos en Cuba practicarían un budismo ya «híbrido», pragmático y adaptable a sus necesidades, que en la Isla se sincretizaría nuevamente con las espiritualidades afrocubanas.
Cuando el renombrado antropólogo cubano Miguel Barnet entrevistó al nonagenario exesclavo, cimarrón y rebelde independentista Esteban Montejo, este brindó su testimonio personal sobre la religiosidad culí. Por ejemplo, refiere: «Yo sabía que los chinos tenían fiestas en los días grandes de su religión» (Barnet: 70), cuyas celebraciones describe.
Su testimonio sugiere la práctica de estados meditativos, demostrados en exhibiciones de resistencia al dolor (para nosotros, evocadoras del kung-fu de Shaolín). Montejo atribuye su enigmática efectividad a la «hipnosis» (¿absorción meditativa?), que según él «Es el fundamento de la religión de China» (Loc. Cit.). Además, sugiere que los asiáticos creían en el renacimiento o reencarnación, pues «morían aquí, por lo menos eso contaban, y resucitaban en Cantón» (Ib.: 96).
Por otra parte, varios investigadores han analizado cómo en la «santería» afrocubana se pueden hallar elementos comunes con creencias chinas, como el politeísmo, la adivinación, la veneración de los ancestros, el contacto con espíritus, el uso de plantas medicinales o venenosas, etc. La vajilla de porcelana y el incienso en la santería son otras posibles herencias de su convivencia con los culíes. Crespo añade el empleo de campanillas metálicas para llamar a los espíritus; los abanicos de plumas de pavo real para Yemayá; las limpiezas con flores antes de terminar el año; las ofrendas quemadas (incluyendo dinero) en las tumbas de ancestros, etc. (2012: 128).
En Cuba se fusionarían los santos hispanos, las deidades africanas y las divinidades del Celeste Imperio. Por ejemplo, se reporta que hubo identificaciones de la habanera Virgen de Regla (Yemayá en la santería) con Māzǔ, «la diosa protectora de los hombres en el mar: casualidades de la historia, Yemayá y Mazú».[iv]Pero se divulgó más el culto a Kwan Yin (cantonés, mandarín “Guanyin”), quien «ha sido venerada por los chinos en Cuba como la Caridad del Cobre y sincretizada con Ochún (…) en la sociedad china de Caibarién había una imagen de ella y con frecuencia los chinos hacían peregrinaciones allí» (Lei: 167-168).
Según Crespo, «en 1880, en la ciudad de Matanzas, el chino Li Yong se paseaba por la orilla de la playa y vio una mujer vestida de seda, con un ramo de flores y una cesta, y cuando él se puso frente a ella desapareció. Entonces creyeron que era la Kuan Yin que venía a salvar a sus hijos de las penurias.» Más tarde, «En Cimarrones, en Matanzas, se celebraban fiestas en su honor.» (2016: 63).
Dicha autora señala otros dioses sincretizados con el panteón afrocubano: Li Xuan (mandarín) con Babalú Ayé, Ti Chi (mandarín) con Elegguá, etc. (Ib., 64-66). Pero el más venerado fue Kwan Kong[v], belicoso protector del dharma reverenciado en el Barrio Chino de La Habana en las sociedades Chung Wah y Lung Kong. Este poseyó a un campesino de Cimarrones en Matanzas, Ching Li, y le dictó rigurosos mandamientos de tenor confuciano exhortando a la no-violencia, el recto lenguaje y la calma en este mundo de tránsito (Scherer: 10). Así surgió un avatar o «camino» del dios africano Changó, venerado en Cuba como San Fancón.
Tales procesos transculturales afroasiáticos persisten en la Cuba actual. Así, en la escuela habanera del llamado «Reiki tibetano», su fundador Rafael S. Hernández Marrero instruye a sus alumnos en elementos budistas, e insta a los devotos afrocubanos a abandonar los sacrificios animales (comunicación telefónica 04/01/2022). A su vez, los «santeros-reikistas» asocian los colores de los orichas con los chacras (Perera y Jiménez: 13-14), y reconocen bases comunes en uno y otro camino espiritual.
Igualmente, recurren elementos budistas en curadores locales como Lino Tomasén Vera, y en cierta gnosis venezolana que entre otros venera a Maitreya y a Kwan Yin. Por demás, cuenta el monje zen de Artemisa Ryushin Rodríguez, que entre los santeros de su región el budismo es una segura protección contra espíritus malignos de origen chino (comunicación personal 27/12/2022).
- El siglo XX y sus evoluciones
En la ciudad de San Germán de la oriental provincia de Holguín, llegó a haber más de 140 descendientes de colonos asiáticos, incluyéndose una familia que aún atesora imágenes de budas y bodhisattvas heredadas de sus ancestros inmigrantes (Pedro Jorge Calzadilla, comunicación telefónica 05/02/2022). Igualmente, en La Habana algunos descendientes de inmigrantes asiáticos aún preservan prácticas vinculadas al budismo.[vi]Entre ellos resalta una célebre diva de la ópera china: Rosa Jo Chang. Además, el aporte chino a la nacionalidad cubana ha sido honrado con la célebre «pagoda de Martí».
Sin embargo, quizás los primeros divulgadores en Cuba de la vida y obra de Siddharta Gautama fueron los teósofos estadounidenses encabezados por Katherine Augusta Tingley (1847-1929) quien, en Pinar del Río, Santa Clara y Santiago de Cuba creó escuelas para niños afectados por la guerra de independencia (1895-1898). Allí los menores aprendían a diario el bello poema sobre el Buda La Luz de Asia, de sir Edwin Arnold.[vii] Así, el proyecto llegó a publicitarse mundialmente como una iniciativa «budista», y un diario de Perth, The Daily News, comentaba el lunes 4 mayo de 1903 en su página 3 que: «En las provincias occidentales de Cuba los misioneros budistas están haciendo miles de convertidos». Aún hoy el legado de esas escuelas perdura en el nombre del reparto santiaguero Rajayoga.
Finalmente, entre los inmigrantes nipones que colaboraron en desarrollar un arte de inspiración budista en la Hacienda Cortina de Pinar del Río descuella Hiroshi Kambara (1892- 1970), quien además pintaría cuadros de tema cubano destruidos en Japón durante la Segunda Guerra Mundial (Mompeller: 15, 16).
La convulsa historia cubana desde 1952 en adelante, incluiría períodos de profunda influencia antirreligiosa soviética, adversa al desarrollo del budismo en Cuba. Pero tras los noventa este ha acrecentado su presencia, inclusive, en el arte y la literatura.
REFERENCIAS
BARNET, Miguel. Biografía de un cimarrón. Junín: Centro Editor de América Latina, 2018.
BORREGO, Carlos. El cementerio chino de Mariel: ignoto, devenido el más antiguo de América. <http://cubasubterranea.com/el-cementerio-chino-de-mariel-ignoto-devenido-el-mas-antiguo-de-america/>.
CRESPO VILLATE, Mercedes. «Legado de las deidades chinas.» En Conferencias del mes: año 2012. La Habana: Instituto Confucio – Universidad de La Habana, pp. 123-129.
CRESPO VILLATE, Mercedes. Los chinos en La Habana. La Habana: Gente Nueva, 2016.
DE LA SAGRA, Ramón. Historia económica-política y estadística de la isla de Cuba, o sea de sus progresos en la población, la agricultura, el comercio y las rentas. La Habana, 1831.
DÍAZ MONTALVO, Gretel. ¿¡Un médico chino en Camagüey!? http://www.trabajadores.cu/20140610/un-medico-chino-en-camaguey/
HINOJOSA, Damian. Overview of the Chinese Cemetery. <www.cuba1847.com>.
LEI, Chunyi. Las influencias y huellas de la cultura china en Cuba: 1847-1959.<http://revista.letras.unmsm.edu.pe/index.php/le/article/view/2013>.
MOMPELLER VÁZQUEZ, Yiliana. Las relaciones de Cuba y Japón entre 1902 y 1957: apuntes para una periodización. <http://www.eumed.net/rev/japon/20/cuba-japon.html>.
NAVARRETE, William. El bautizo del chino Paulino Antonio en Gibara. <http://genealogiaholguinera.blogspot.com/2020/?m=1>.
PERERA PINTADO, Ana Celia y Sonia Jiménez Berrios. Corrientes orientales en la actualidad cubana: el Reiki. La Habana, CIPS, 2005.
PÉREZ DE LA RIVA, Juan. El barracón y otros ensayos. La Habana: Ciencias Sociales, 1973.
SCHERER, Frank. Sanfancón: Orientalism, Confucianism and the construction of Chineseness in Cuba, 1847 – 1997.<https://doi.org/10.2307/j.ctv1qwwk5r>.
SHEN, Meilee. Chinese Buddhism in the United States. http://www.assumptionjournal.au.edu/index.php/PrajnaVihara/article/download/2919/1887/6200.
WRSP. Katherine Augusta Tingley. <https://wrldrels.org/es/2017/03/15/katherine-tingley/>.
[i] La primera inmigrante china fue una niña raptada que entró en 1845, según Miriam Castro Caso: Carmen Montalvo. La primera china en Cuba (La Habana, Arte y Literatura, 2017).
[ii] Cf., por ejemplo, <http://www.library.ufl.edu/spec/manuscript/guides/chinese-cuba-contracts_en.htm>; <https://www.cubagenweb.org/ships/e-chinese.htm> y otros.
[iii] Citado según Yanet Jiménez Rojas: «Aproximaciones al estudio de la inmigración china en Cuba…» <https://revistas.unc.edu.ar/index.php/RIHALC/issue/view/2101>.
[iv] Periódico Kwong Wah Po, Casino Chung Wah, La Habana, septiembre 2017, p. 2.
[v] Cantonés; en mandarín “Guan Gong”, “Guan Yu”.
[vi] Miriam Castro Caso. China en Cuba. Herederos del Celeste Imperio. La Habana: Ciencias Sociales, 2018, p. 12, 39, 107, 124, 144, 150, 168, 179, 194.
[vii] WRSP HTML s/p.