El legado de Gudō Wafu Nishijima en Chile. Primera parte
MARÍA ELVIRA RÍOS
En 2007, se realizó un conversatorio poco común en Chile. El maestro zen Gudō Wafu Nishijima (1919-2014), uno de los sucesores más importantes de Rempō Niwa de la escuela Sōtō Zen, se reunió con el entonces senador Fernando Flores, político y desarrollador de proyectos de computación, y de teorías y tecnologías con la aplicación de filosofías contemporáneas. El diálogo comienza con la comprensión de la realidad tal cual es, explicada desde la perspectiva de Nishijima, en donde señala, entre otras cosas, cómo la postura de zazen equilibra el sistema nervioso autónomo, logrando que el sistema nervioso simpático (funciones mentales) y el parasimpático (condiciones físicas) estén en armonía. Cuando esto sucede, dice Nishijima, olvidamos la existencia de nuestra mente y de nuestro cuerpo, y será en esa experiencia en la que estaremos viviendo en la realidad misma, lo cual es el punto inicial de la filosofía budista. Fernando Flores, quien ha trabajado en la coordinación humana desde «conversaciones para la acción», introduce sus preguntas desde la manera en cómo se entiende la palabra y la comunicación, cuestión que Nishijima explica con la concepción de Dōgen y sus enseñanzas escritas en el Shōbōgenzō. La conversación entre Flores y el maestro zen continúa y llegan al punto de la idea de una sola verdad que plantea Nishijima, momento en el que se evidencia el entendimiento experiencial de esa verdad por parte de Nishijima, versus la crítica teórica social con la que Fernando Flores responde ante la idea de una sola verdad (Ver entrevista en el siguiente enlace: https://www.youtube.com/watch?v=_editZpm-tY).
Seguiremos con la figura de Nishijima y volveremos a esa interesante conversación, mas quisiera detenerme ahora en otra figura, quien no solo es una de las personas por la que decidí escribir este artículo, sino también quien me introdujo a la fascinante figura de Nishijima y su legado en Chile. Se trata de Luis Díaz Broughton, uno de los discípulos que, con su propia práctica y experiencia de vida, traslada las enseñanzas de Nishijima a Chile, y será uno de los traductores de las obras de su maestro al español. La manera en que Luis llega a ser discípulo de su maestro es una historia fascinante:
Todo empezó en las artes marciales, practicando kungfú. En el combate sentía el olvido de sí, algo que los chinos llaman ziwang 自忘, en el que en ese olvido de sí mismo se produce una cierta alegría, paz, y además, en el combate es espontáneo. Entonces, sentía una cierta instantaneidad en el universo, cuestión que después fui entendiendo en el budismo. Por eso llegué al budismo, por las artes marciales y esta experiencia vivida.
Su maestro de artes marciales, el profesor Kim, quien habría sido un monje de la escuela Shaolin en China y llegó a Chile a desarrollar sus conocimientos de medicina china y artes marciales, lo incitó a que iniciara prácticas de meditación: «Estas pensando mucho», le dijo Kim. Así fue como Luis comenzó a practicar en una sangha que se había formado bajo la tutela de Kim, en el Instituto de Estudios Orientales, que su propio maestro había fundado.
Luis decidió ir a China con una beca del gobierno chino para aprender el idioma y buscar la enseñanza de otros maestros en las artes marciales y la práctica de meditación. Este viaje lo hizo entre 1991 y 1993, época en la que China todavía no había cumplido ni un par de décadas de un periodo muy conflictivo en torno a las políticas maoístas, laRevolución Cultural y el cierre económico del país, además de todo lo que fueron las primeras décadas de conflicto bélico y la caída de la dinastía Qing en el siglo XX. Todo estaba a flor de piel y Luis lo percibía, por lo que sus oportunidades para practicar artes marciales fueron limitadas, más aún las prácticas de meditación. Luego de tener una corta pero fructífera pasada por Taiwán, donde estuvo en el templo de Foguangshan, pasó una estancia en el templo Bukkokuji en Japón, y finalmente obtuvo una beca del gobierno japonés. Después de algunos conflictos inesperados con su maestro en la ciudad de Osaka, Luis tuvo la oportunidad de realizar sus estudios de postgrado en la Universidad de Sofía en Tokio, lo que le permitió estudiar y, al mismo tiempo, vivir en el templo de Nishijima, periodo que se extendió por más de 4 años.
Luis nos entrega una definición de Nishijima y su comunidad desde un relato comparativo muy particular. Este relato es a propósito del reconocido roshi Tangen Harada, quien dirigía el templo Bukkokuji donde Luis también había practicado (a propósito de este templo, pueden leer el artículo «Soto Zen en Chile: la experiencia del maestro Jikusan y El Zendo, Tunquén»):
Tangen Harada era un kamikaze y se iba a subir a un avión. Estaba en Manchuria y le dijeron que la guerra había terminado, entonces ahí tuvo un primer despertar. Luego, en otra oportunidad, él estaba con unos rusos tomando sake o vodka y participaron en una competencia para saber quién podía tomar más. Él ganó, pero enfermó y lo llevaron a la clínica (a todo esto, él estaba encarcelado porque la URSS había tomado Manchuria). Cuando él vuelve a Japón, decide hacerse monje, pues venía arrastrando experiencias muy fuertes en su vida. Nishijima, por el contrario, trabajaba, estaba casado, tenía que pagar cuentas, se cayó borracho una vez en el metro, pero hubo un momento que nada de eso lo llamaba ni satisfacía, por lo que decidió hacerse monje. Se puso «Gudō Wafu» Nishijima, donde Gudō quiere decir «tonto», porque cree que se demoró mucho en darse cuenta de que debía seguir el camino de monje. Pero lo interesante de todo esto es que no entró al templo desde pequeño ni se saltó las etapas de la vida. Por el contrario, él la vivió como la mayoría, y a su vez, cuando decidió hacerse monje, se dio cuenta de que los hombres muchas veces caen en una cierta idealización en torno a la vida espiritual.
Luis relata esta historia queriendo destacar la vida de Nishijima como la de una persona común y corriente, que hizo lo que la mayoría de las personas adultas en Japón realizan: casarse, tener hijos y trabajar en una empresa, muchas veces con alta demanda de trabajo y un estilo de vida estresante. Fue así como llegó un momento en que se dio cuenta de que no era el camino que quería seguir. Luis también agrega que Nishijima tampoco pretendía llevar una vida espiritual extrema, como veía en ciertas prácticas del budismo japones, ya sea en los famosos «monjes maratón» de la secta Tendai, con sus prácticas de ayuno y caminatas de muchos años, o las «estatuas vivas» de la secta Shingon. Nishijima enfatiza en la enseñanza del Buda sobre un estado equilibrado en el momento presente: «La misión de Nishijima, para mí y para mucha gente, fue muy liberadora, porque la verdad es que yo nunca creí mucho esto del satori y de estar luchando por el satori, pues mucha gente se enfermó por esa búsqueda». Esto, nos señala Luis, Nishijima lo explica con la idea de la mente dividida:
¿Y a qué se refiere eso? Son las personas que dicen: «preferiría estar en un templo que en esta fiesta», como si hubiera un lugar más sagrado, más espiritual que otro. Lo que enseña el budismo es que el universo está en todas partes. Por lo tanto, si yo voy a estar esperando ir a un lugar para poner mi presente en un lugar «espiritualmente» más adecuado, eso no entender lo que enseñaba el Buda.
Sobre la comunidad de Nishijima, Luis comenta que llegaban a ella todo tipo de personas; algunas se hacían monjes o monjas, otras no. Él, por ejemplo, tomó los votos con Nishijima, como discípulo laico. Todas las personas que habitaban en el dojo trabajaban en distintos lugares; salían temprano y regresaban después del trabajo o sus estudios. En cuanto a las prácticas, la única regla era meditar a las 5 a.m. durante 45 minutos y a las 8 p.m., por otros 45 minutos, además de no consumir alcohol. Las conversaciones con Nishijima eran a diario y solían tratar temas profundos, como son la verdad, la vida y tantas otras preguntas que surgían a partir de la práctica de zazen.
Al regresar a Chile, Luis, junto con Ingrid Antonijevic, de quien hablaremos en la segunda parte de este artículo, serán los discípulos directos de Nishijima en Chile, y cada uno seguirá su camino de práctica y transmisión de la enseñanza del maestro desde sus propias disciplinas e intereses. Luis regresa con la misión personal de traducir textos de budismo zen, específicamente los escritos por Nishijima. En 2008 traduce junto con María Elena Donoso (mencionada en la fotografía) y Nishijima el Shōbōgenzō de Dōgen. Más adelante, obtiene una beca para trasladarse por seis meses a Tokio e iniciar la traducción del Shinji Shōbōgenzō al español, con la colaboración de Nishijima y Michael Luetchford, también discípulo del maestro, y el apoyo económico de Ingrid Antonijevic. El Shinji Shōbōgenzō recopila 301 historias koans que recopiló Dōgen durante su estadía en China.
A propósito de su profesión como traductor, Luis fue el intérprete de la conversación de Nishijima con Fernando Flores. Al respecto, y retomando lo comentado al inicio de este artículo, Luis comentó una anécdota que quedó «off the record»del video de ese conversatorio, sobre la existencia de «una sola verdad» que planteó Nishijima en su diálogo con Flores:
Recuerdo cuando Nishijima vino a Chile y se reunió con Fernando Flores. En ese diálogo, Nishijima dice: «Hay una sola verdad». Entonces, Fernando Flores le dice, entre otras cosas: «Pero ¿cómo usted me dice eso, hace poco hubo aquí una dictadura que decía lo mismo…»? Nishijima insistía y decía: «Hay una sola verdad», entonces alguien del público le pregunta (esta es la parte «off the record»): «¿Cuál es esa verdad» y Nishijima le dice: «Usted»? Nishijima estaba hablando desde la idea del Universo, de que todos somos parte del Universo, todos representamos la verdad, la verdad está en todas partes. Pero, Fernando Flores estaba atrapado en su propia experiencia a nivel ideológico, por lo que no había manera de que esas dos realidades se encontraran.
Sobre la idea de Universo (o Dharma) que explica Luis ante la respuesta de su maestro, hallamos la recopilación de conversaciones del maestro con su discípulo Michael Luetchford, donde Nishijima señala que el Universo es una unidad y que es inefable, algo que nuestras palabras no pueden describir, pero que podemos creen en la existencia del universo en sí mismo:
El maestro Dōgen decía que el budismo es creer en el Universo, y que el Universo o Dharma lo incluye todo. Por lo tanto, el budismo abarca todo el Universo. Así, el maestro Dōgen creía que nadie puede negar la verdad de la filosofía budista. Esta era su creencia. No se esforzó en convertir a otras personas al budismo. Creía que, como el budismo es creer en el Universo, creer en todo, es natural para nosotros creer en el budismo, creer en la realidad. Esta es la situación. (Nishijima en Three Philosophies and One Reality, de Michael Luetchford, 1987).
En cuanto a los 301 koans que hallamos en el Shinji Shōbōgenzō, Luis recalca que lo bonito de los koans son los comentarios que hay en torno a ellos. De los 301, él considera que el Nº 11 del segundo libro es prácticamente el más importante:
Los ojos que buscan la verdad no son capaces de verla debido a esos mismos ojos; la mente que busca la realidad no puede encontrarla debido a esa misma mente. Los ojos que buscan la verdad son en sí la verdad misma; ellos tienen su verdad como ojos. La mente que busca la realidad vive en ella misma, en cada momento de su búsqueda». A mí me parece que este koan es casi el más importante porque, si observas, todas esas corrientes como shingon o tendai están siempre buscando algo. Somos como esos caballitos que nos ponen una zanahoria al frente, como si representara eso que llamamos verdad o realidad. Entonces, el caballo galopa y galopa, y de repente se cansa y para; es ahí cuando realmente se produce la meditación, porque paras de buscar. Este koan es el que más vale la pena.
Luis continuará transmitiendo el legado de su maestro por medio de la traducción de su obra y en su práctica de zazen. Es allí donde ha hallado las respuestas básicas sobre el momento presente, la impermanencia y la instantaneidad del universo.
Seguiremos el sendero de Nishijima en Chile, ahora con su discípula Ingrid Antonijevic. Ella también nos relata de su experiencia, su práctica, y la transmisión de la enseñanza de su maestro.
Puede leer la segunda parte de este artículo clicando aquí