Bajo un clima áspero: La sangha en Asia Central (siglo II e.c).
ALEJANDRO TAPIA VARGAS
Desde sus orígenes, la Sangha se encontró en una diversidad cultural. En un primer momento, con las castas en los centros urbanos (mahanagaras) y con los miembros de los grupos tribales (ganasangha). Poco después, conforme se expandían, interactuaron con ristikas, gandharas, kambojas (iranios), yonas (griegos), paladas, andhras, pitinjkas, satiyaputras, keralaputras, pandyas y colas, de acuerdo con las inscripciones de Asoka.
Sin embargo, la Sangha nunca enfrentó una diversidad tan grande como la que siguió a la llegada de los macedonios. Si bien ya había trato con los aqueménidas (al ser Gandhara una satrapía tributaria), el encuentro con los macedonios en 325 a.e.c. amplió la pluralidad. Según la inscripción maurya de Kandahar, ubicada hacia el 260 a.e.c., se hablaba en griego, arameo, brahmi y gandhari.
Antes de la era común, y más allá de los márgenes occidentales del subcontinente indio, en Asia Central, los reinos y sus territorios se reconfiguraron varias veces. Los maurya se extendieron hacia Aracosia alrededor del 302 a.e.c. Los partos, de la dinastía Arsácida, tomaron control de las regiones al este de los seleúcidas en 247 a.e.c. Al norte del Hindu Kush, los greco-bactrianos también se rebelaron contra los seleúcidas, convirtiéndose en un reino independiente aproximadamente en 250 a.e.c. Se expandieron hacia Gandhara y Aracosia, pero desaparecieron en poco más de cien años, alrededor de 120 a.e.c. Esto permitió la expansión del reino indogriego, que existió aproximadamente desde 200 a.e.c. hasta 10 e.c. Finalmente, fueron absorbidos por el reino indo-escita, que descendió de las estepas del mar Caspio entre 150 a.e.c. y 400 e.c.
Al inicio de nuestra era, hubo cambios aún más grandes. Los partos prosperaron primero hacia el sur y el oeste, consolidando un imperio que supieron sostener durante casi quinientos años, hasta aproximadamente el 224 e.c., cuando perdieron fuerza debido a guerras civiles y ante los romanos que penetraron por el poniente y los kushán por el oriente. Los yuezhi, de la estepa eurasiática, se expandieron desde el noreste de la región sogdiana hasta el valle del Indo, penetrando hasta Pataliputra (al noreste de la India), y se conocieron como el imperio Kushán (del año 30 al 375 e.c.). A los márgenes occidentales del mundo conocido llegaron los romanos, quienes tomaron Egipto en el 30 a.e.c. y en el año 70 e.c. destruyeron el templo de Jerusalén, provocando que los judíos y dos nuevos grupos religiosos nacidos en su seno (los nazareos y los cristianos) migrasen al este hasta los márgenes orientales y meridionales del mar Caspio, en territorios Arsácida.
El encuentro y choque de estos reinos provocó que oficiales, soldados, artistas, comerciantes, misioneros, emisarios, traductores, médicos y buscadores de fortunas se encontraran en activos centros urbanos multiculturales. A finales del primer siglo de nuestra era, los contactos entre el subcontinente indio y las regiones hacia el oeste se realizaban por varias rutas: el paso Khyber, en Gandhara, rumbo al Hindu Kush; por el paso del río Bolán hacia el imperio Arsácida, al que también llegaban costeando por el estrecho de Ormuz; y mediante una travesía por el océano hacia el mar Rojo, dirigiéndose al imperio Romano (Egipto, Turquía y Roma).
Existieron innumerables puntos de contacto y distintos niveles de interacción entre comerciantes, instituciones y comunidades religiosas. Esto fomentó profundos cambios entre la cultura material e ideológica, entre el valor en sí de los objetos y su capital simbólico, ya sea como artefactos personales, culturales o marcadores ideológicos.
Uno de esos centros fue Gandhara. Su capital, Taxila, refundada por Alejandro hacia cuatrocientos siglos, no solo fue un centro comercial relevante, sino también un centro de enseñanza importante. Chandragupta, fundador del imperio Maurya, fue educado aquí (Halkias, 2014). Indios, partos y griegos se reunían en la zona. En los montes de los alrededores de la ciudad florecieron escuelas, monasterios, estupas y centros de peregrinación de la Sangha, que se extendieron hacia Cachemira desde el siglo III a.e.c. y sobre todo durante el patrocinio Kushán. Diferentes corrientes de budismo convergieron en la zona: los Dharmaguptakas llegaron en el 112 a.e.c. y posteriormente los Kasyapiyas, que surgieron cerca del año cero; a principios de nuestra era hubo un monasterio Mahasamghika en Wardak, al este de Bamiyan; los Sarvastivada prevalecieron en el segundo y tercer siglo e.c., posterior al segundo cuarto concilio budista que tuvo lugar en Cachemira.
Los rollos Kharosthi de la Biblioteca Británica provienen de Hadda en Gandhara. Son una variedad de textos en gāndhārī, transcritos por distintos escribas (al parecer dharmaguptakas); sutras, comentarios, avadana, y entre ellos un Dharmapada, que fueron compuestos a principios del siglo I de nuestra era.
Estos encuentros generaron cambios en la cultura ideológica a diferentes niveles. Por ejemplo, las ideas éticas de Pirrón de Ellis (360-270 a.e.c.), así como su sospecha sobre el yo como fuente de verdadero conocimiento, su argumento tripartito y su uso retórico del tetralema, tienen una clara semejanza con el dharma del Buda. Plutarco (c. 50-120) escribió en su Moralia (52:28) que Menandro fue cremado y sus cenizas repartidas entre las ciudades de Bactria y la India, para ser enterradas en monumentos; lo que confirma una influencia budista y su consideración como Chakravarti al repartir y honrar sus reliquias.
Por los documentos históricos de Occidente, sabemos que hubo miembros de la Sangha en Anatolia y Egipto. Dion de Prusia (Crisóstomo, c. 40 a 120 e.c.) dijo: «Veo entre vosotros no solo griegos y romanos, sirios, libios y cilicios, y hombres que viven más remotamente, etíopes y árabes, sino también bactrianos, escitas, persas y algunos de los indios, que están entre los espectadores y residen siempre allí» (Discursos, XXXII.40).
Clemente de Alejandría (c. 150 a 215 e.c.) escribió a inicios del segundo siglo: «La filosofía de las cosas de mayor utilidad floreció en la antigüedad entre los bárbaros, derramando su luz sobre las naciones… Los primeros en sus filas fueron… los samanaeos [sramanas] entre los bactrianos… Algunos, también entre los indios, obedecen los preceptos de Boutta [Buda], a quien, debido a su extraordinaria santidad, han elevado a honores divinos» (Miscelánea o Stromata1.15, Tomado de Scott, 1985: 899). En efecto, los miembros de la Sangha llegaron a Egipto y veneraban al Buda.
Hay testimonios de su establecimiento a medio camino rumbo a Alejandría, en la región del Asia Central. Kartir fue un sacerdote promotor del mazdeísmo que escribió a inicios de la expansión Sasánida durante el siglo III e.c. Él dice que «Judíos, budistas, brahmanes, nazareos, cristianos… mugdags y maniqueos fueron aniquilados dentro del imperio, y fueron destruidos sus ídolos, y las cuevas de los devas fueron devastadas y transformadas en casa y asiento de los dioses».
El lector aquí se preguntará: ¿cuáles fueron o pudieron ser estos sitios budistas mencionados por Kartir?
Hay evidencias al respecto en la región Margiana. En la ciudad de Gyaur-Kala encontraron restos de lo que pudo ser un monasterio y una estupa budistas procedentes del periodo parto. Cerca de Merv se han encontrado inscripciones en roca en idioma sánscrito procedentes del primer siglo (incluso hasta del quinto), de los cuales algunos parecen provenir de la escuela Sarvastivada. El Museo Nacional de Historia de la ciudad de Ashgabat, Turkmenistán, es el repositorio de estos materiales. Recordemos que hay fuentes chinas del siglo II que mencionan a un monje y traductor budista procedente de Partia, llamado An Shigao, y a otro indo-escita, Lokaksema.
También hay indicadores de una primera ocupación en Bamiyan por este tiempo. Si bien es sabido que fue un sitio que floreció siglos después. Los fragmentos Schoyen Kharosthi, resguardados en Noruega, son 135 fragmentos en kharosthi (Gandhari) de doce manuscritos en hojas de palma que proceden de esta zona, de entre los siglos II al III e.c. y pertenecieron a la escuela Dharmaguptaka. Además, en el sitio hay cuevas de techo abovedado sobre plantas cuadradas, que los arqueólogos han identificado que proceden del siglo III cuando adquirió ubicuidad en los palacios Sasánida.
Kara Tepe, en el antiguo Termez y al pie del Río Amu Daria en la región bactriana, es otro punto. Se encontraron aquí inscripciones en fragmentos de objetos cerámicos que indican que estaban destinados al uso de monjes mahasamghika de la escuela bahusutiya. Las excavaciones indican reminiscencias budistas, como la imagen que se encontró en un nicho del complejo B, así como monedas Kushán que indican una ocupación antes de las conquistas sasánidas.
En este tiempo, el Buda adquirió una imagen como divinidad. Ya se había representado la rueda del dharma en las monedas indogriegas de Menandro I. Ahora es el Buda quien aparece de pie, luminoso y dorado, con su nombre escrito en las monedas kushanas de finales del siglo I y II, halladas en Tillya Tepe.
El Buda también adquirió un rostro alrededor del cambio de era. Se le ve en esculturas elaboradas de terracota, en lo que los historiadores del arte han llamado la Escuela de Mathura. Y en la región de Gandhara se le esculpió en esquisto (una roca laminar mineralizada), primero representándole a la manera de Hércules y posteriormente, ya en nuestra era, vistiendo atuendo de monje. También le apareció el nimbo (halo o aureola), una modalidad semejante a la del disco solar de los dioses egipcios Ra, Jonsu y Hathor, y de los rayos solares del dios griego Helios. Ya los asirios, dos mil años atrás, habían representado a Ashur, su deidad tutelar, dentro de un sol alado (egipcio).
“Asimismo, aparecen imágenes de los budas de otros tiempos y se rescata la figura del bodhisattva. Al igual que los griegos tenían sus dioses y semidioses, la Sangha también tiene sus budas y bodhisattvas, que para algunos autores parecen estar adornados a la usanza iraní.
Insisten en que Maitreya, que fue una figura común en el arte de Gandhara y cuya popularidad se dio en las regiones fronterizas indoiranias, comparte características con Saoshyant zoroastra. También Amitabha, el Buda de la luz, puede asociarse con el dios iraní del tiempo: Zurvan; y su Sukhavati (Tierra Pura) está ubicada en algún lugar al occidente. Así también Avalokiteshvara comparte elementos con Mitra, el dios iraní de los pactos.
No estoy sugiriendo una influencia directa ni unilineal entre estas imágenes de dioses y bodhisattvas. Tampoco considero que debiéramos nombrarlas grecobudistas, ya que no hubo tal sincretismo ni predominio. Los macedonios, como los griegos antes que ellos, así como los escitas y los yuezhi, fueron pueblos propensos a incluir o adoptar dioses a su panteón, así como aceptar y favorecer diferentes escuelas de pensamiento o cultos extranjeros. En Asia Central se dio una franca mixtura de pueblos y fes.
Se dio un continuo intercambio material, ideológico, lingüístico y tributario. En esta región y en este momento histórico, culturas persas, griegas, indias y túrquicas se encontraron, permeadas por un helenismo de más de quinientos años. La Sangha coexistió con lo que hoy podemos llamar el mazdeísmo iranio, el tengrismo túrquico, los primeros cristianos, ascetas indios, gimnosofistas, brahmanes orientándose hacia un shivaísmo y, pasando el siglo II e.c., verían nacer el maniqueísmo.
Los restos dejados al pie y en las laderas del Hindu Kush por y/o para la Sangha son un resultado de esta expansión y de esa efervescencia mercantil y choque cultural que se vivió en Asia Central. Las hojas de palma se compran en la India, se escriben en Gandhari, las llevan a Bamiyan para predicar a mazdeístas, y se trasladan a la cuenca del Tarim para traducirse al chino, por mercaderes, por laicos miembros de la Sangha y monjes. Son la evidencia de que en Asia Central hubo un efervescente intercambio de productos y bienes materiales; así como culturales y espirituales.
Más que un establecimiento o un desarrollo propiamente budista, Asia Central fue un enclave comercial. Conectó a la India, a Partia y el Tarim con el resto del mundo (Roma y China), dándole vida a la Ruta de la Seda y favoreciendo la propagación del dharma hacia otras regiones del orbe.
Enlaces de interés:
Arte buddhista: las imágenes del camino
https://espanol.buddhistdoor.net/arte-buddhista-las-imagenes-del-camino/
Del trono vacío a la mercantilización de la imagen del Buda.
https://espanol.buddhistdoor.net/del-trono-vacio-a-la-mercantilizacion-de-la-imagen-del-buda/
Sobre el halo del buda
Alejandro Tapia Vargas
Doctor en psicología y diplomado en religiones por la Universidad Nacional Autónoma de México; con estudios de postgrado en historia en la Escuela Nacional de Antropología e Historia; certificado en Buddhism Through Its Scriptures (Edx-Universidad de Harvard) y certificado en Indian & Tibetan River of Buddhism (Edx-Universidad de Columbia). Tiene un retiro de meditación Vipassana de 9 días en el Insight Meditation Society de Massachusetts. Es editor consultor de la revista científica Spirituality in Clinical Practice (de la American Psychological Association) y podcaster de ‘Lectura del Sutra’ (por Spotify