Las etapas del antiguo nō de Sado, la Isla del Exilio
JOSEPH HOUSEAL
El nō japonés es una de las mejores formas de interpretación del mundo. En Japón, el teatro nō ha sido continuado desde el siglo XIII como una destilación viviente de las sensibilidades estéticas japonesas y del pensamiento sobre la otra vida del budismo zen de la era samurái. El fundador del nō, Zeami (pronunciado zay-AH-mee) ascendió desde las humildes filas de los artistas ambulantes en el siglo XIV para convertirse en el favorito del sogún Ashikaga Yoshimitsu, quien lo educó y le brindó oportunidades para su promoción artística. A cambio, Zeami creó el nō a partir de una forma artística anterior: sarugaku. El nō ha alcanzado una especie de eternidad artística gracias al genio de Zeami, quien convirtió al nō en el epítome de la expresión artística clásica.
Pero el hijo del sogún Yoshimitsu, Yoshimochi—quien se convirtió en el sucesor del sogún—, no favoreció a Zeami. El nuevo sogún no tenía inclinaciones artísticas y fue acusado—incluso por su propio padre—de no poder comprender la sofisticación de Zeami. Después de la muerte de Yoshimitsu en 1408, Yoshimochi colocó al sobrino de Zeami como director de la escuela Kanze de nō, en contra de los deseos de Zeami. En 1434, Zeami —el actor y dramaturgo más célebre de la capital, Kioto, y el favorito del sogún Yoshimitsu— fue exiliado por Yoshimochi a la isla de Sado, conocida como la Isla del Exilio. Dos años más tarde, aún en el exilio, Zeami completó su obra final, detallando su desolación con un espíritu de aquiescencia, de predestinación kármica; de gratitud tanto hacia su padre que le dio su arte como hacia el sogún Yoshimitsu que le favoreció y le educó. El final de la vida de Zeami se halla envuelto en el misterio. Se cree que fue indultado después de algunos años, y que vivió el resto de su vida como un renunciante budista. Aunque Zeami era contemplativo por naturaleza, fue admirado por su belleza física y sus logros artísticos. Este exilio constituyó un final trágico para aquel devoto artista que le regaló al mundo una de sus artes más elevadas.
Sado, adonde fue exiliado Zeami, desde el injusto castigo de aquél ha venido celebrando la vida de Zeami como pocos lugares lo han hecho. La isla era conocida como la Isla del Exilio, y Zeami no fue el primero en ser desterrado allí. Sado, muy al norte de Kioto, frente a la costa occidental de Japón, constituía un desplazamiento solitario desde la bulliciosa capital. A pesar de tal notoriedad de la isla, el nō ha llegado a ser celebrado como un deber sagrado en Sado, la cual en algún momento contó con 200 escenarios de nō en el apogeo de este en el siglo XVI. Hoy en día, todavía existen más de 30 escenarios antiguos de nō. Es una fiesta arquitectónica que arroja luz sobre la antigua historia de la actuación, la cual es difícil de encontrar y compartir. Este artículo presenta seis de esos 30 escenarios aún existentes.
La parte posterior del escenario es un panel fijo en el cual siempre está pintado un pino: el escenario eterno del nō, que evoca al pino Yōgō en el santuario Kasuga en Nara, en donde se ha venido interpretando el nō desde su manifestación más temprana como sarugaku en los siglos XII y XIII. Al panel de pino se le llama «pared de espejos», como si la actuación estuviera de frente al dios (kami) que habita en el pino sagrado. El nō evolucionó de presentaciones itinerantes a dramas bailados en escenarios específicos al aire libre, tanto temporales como permanentes. No se realizó en interiores hasta finales del siglo XIX. Los pinos vivos son colocados a lo largo de la pasarela de entrada, a lo largo de la cual se van moviendo los personajes de un mundo a otro.
Tanto los santuarios sintoístas como los templos budistas apoyaron al nō, patrocinando actuaciones en sus terrenos desde el siglo VI. Para los templos y santuarios resultó común hasta la era Meiji (1868-1912) compartir los mismos terrenos utilizados como santuarios y templos sintoístas o budistas, a la par. La arquitectura budista, que tiene influencias chinas, impactó a la arquitectura de los santuarios sintoístas, la cual hasta entonces había demarcado lugares o puntos sagrados, y también entidades naturales como cascadas, rocas y árboles, aunque no siempre con una estructura permanente para la práctica ritual. El nō como tal se inspira en las danzas rituales sintoístas para sacerdotisas (en japonés: miko), las cuales no tenían contenido narrativo y eran «todo espacio», una especie de vacío bailado, un movimiento ritual ceremonial diseñado para satisfacer a seres superiores. El nō fue también transformado por el budismo, adoptando una estructura budista del más allá, en la cual las almas buscan escapar de la rueda de la vida y la muerte, y alcanzar la iluminación. El sintoísmo no tenía conceptos tan desarrollados acerca de la otra vida.
Históricamente, los escenarios del nō en Sado se encontraban en terrenos que eran tanto sintoístas como budistas: era común ver un templo budista agregado a un santuario sintoísta, o un santuario sintoísta agregado a los terrenos de un templo budista. Los escenarios de nō se construyeron en ambos terrenos, reflejando las prácticas espirituales de ambos. Evolucionando a partir de una forma itinerante, el nō se representó al aire libre y en escenarios a cielo abierto hasta el siglo XX. Los lados abiertos del escenario se podían tapiar mientras el mismo no estaba en uso. Las actuaciones al aire libre caracterizaron al nō, ya fuera para los samuráis en vísperas de la batalla, o para los granjeros que hacían una ofrenda por una buena cosecha, o para la nobleza que disfrutaba de la sofisticación artística del nō. Los 30 escenarios existentes en Sado siguen siendo un testimonio de una época en la que tanto el sintoísmo como el budismo influyeron en el nō, cuando todos los miembros de la sociedad asistían y disfrutaban de las obras de nō. y cuando el nō se interpretaba en escenarios al aire libre. Los teatros modernos suelen ser un escenario nō tradicional techado, ubicado dentro de un edificio moderno más amplio, el cual también sirve como auditorio.
Como parte de la herencia de Sado, el nō es una práctica contemporánea —no una perdida en la Historia— que funge como ofrenda ritual para una buena cosecha. Los agricultores de Sado continúan con esta tradición. Tal y como era el caso en el pasado, muchos funcionarios del gobierno hoy en día, y personas de prestigio que viven en Sado, pueden representar al menos unas pocas líneas de una obra de nō, y a menudo más, así como también estudiar el canto y el movimiento. Las obras de Sado se representan en un ambiente más relajado que en otras partes de Japón. Hay una familiaridad, un sentido de mayordomía cultural y una sensación de relajación, con los miembros de la audiencia comiendo sus almuerzos en cajas durante los espectáculos. Algunos santuarios incluso permiten la fotografía — si bien dentro de los límites del sentido común, la cortesía y el respeto por la actuación.
La isla de Sado tiene la suerte de contar con un grupo local, el Club de Concientización del nō de Sado (en japonés: Sado no nō wo Shiru Kai), dirigido por el infatigable Kondo Toshihiro. Buscan formas siempre nuevas de dar a conocer la rica historia del nō de Sado. Es un testimonio de la excelente gestión cultural de los japoneses, el hecho de que el lugar del exilio de Zeami siga siendo para el mundo un bastión del nō.
En los tiempos modernos, cada verano tiene lugar en el continente el «Nō en Motocicleta» (Motorcycle Noh). Durante dos semanas, los artistas y fanáticos del nō recorren juntos en motocicletas el campo, para visitar sitios de gran belleza e interés histórico, y escenarios de nō de particular dignidad y antigüedad. En cada estación a lo largo del camino se realiza una puesta en escena de nō. Es notable que una forma de arte de la era Muromachi aún goce de tanta popularidad en el siglo XXI. Y Sado es, en sí, uno de los principales destinos del «Nō en Motocicleta».
Resulta conmovedor apreciar la reverencia que Zeami recibe de la gente de Sado, el lugar de su exilio. Toda la isla es un homenaje a su legado. Es una maravilla cultural que aún permanezcan 30 escenarios de nō de aquel máximo de 200, expuestos a la vista de los visitantes, quienes en ellos podrán experimentar una obra de nō como un aspecto muy querido de la vida y cultura locales.