El budismo en la perspectiva del escritor argentino Ricardo Güiraldes

LÍA RODRIGUEZ DE LA VEGA

Antes de la aparición y desarrollo de la obra de Vicente Fatone (que fue también Embajador argentino ante la India) y del extenso trabajo sobre budismo, realizado por Fernando Tola Mendoza y Carmen Dragonetti, entre otros, desde el ámbito académico, pueden encontrarse en Argentina, otras voces que se relacionaron con el budismo.

Vicente Fatone. Fuente: https://es.wikipedia.org/wiki/Vicente_Fatone

En el caso que abordamos, esa voz es la de Ricardo Güiraldes, escritor argentino nacido en 1886 y fallecido en 1927, que dejó testimonio de su cercanía con India y su cultura a través de diversos textos, algunos de los cuales serían publicados tras su muerte.

Nacido en una familia de la aristocracia local, ligada al campo, a poco de nacido, experimentó el traslado de su familia a París (1887-1890), circunstancia que habría de dotarlo del habla francesa, junto a su lengua materna.

Ya joven y en Argentina, en ocasión del desarrollo en 1910 de los festejos del Centenario de la Revolución de Mayo en la Argentina -siendo su padre, Manuel José Güiraldes y Guerrico, intendente de la Ciudad de Buenos Aires, a cargo de los preparativos de los festejos-, decidió no acompañar dichos festejos y viajar a través de distintos países (algunos países europeos, Egipto, India, Japón, China y Rusia), junto a su amigo personal, Adán Diehl.

Ricardo Güiraldes Fuente: https://en.wikipedia.org/wiki/Ricardo_G%C3%BCiraldes

Cabe recordar aquí que, como señala Gasquet (2015), hacia ese año, se verificaba una visión más positiva sobre Oriente, favorecida por la asociación de diversos elementos, tales como un público letrado interesado por Oriente, la atracción de las filosofías orientales, fundamentalmente las cosmogonías hindúes y budistas, el desbaratamiento de la supremacía intelectual europea tras la Primera Guerra Mundial—con la búsqueda a partir de ello de otros horizontes intelectuales y fuentes valorativas—y la exploración de nuevas corrientes de la mística, que fueron preanunciadas por la Teosofía.

En 1913, se casó con Adelina Tiburcia del Carril, quien también sostendría una profunda relación con la cultura india e incluso viviría en ese país, tras la muerte de Güiraldes, hasta su regreso a la Argentina, acompañada del entonces niño indio, Ramachandra Gowda, que habría de colaborarle posteriormente en la publicación de textos de Güiraldes.

En 1915 publicó su primer libro, El Cencerro de cristal, precursor del vanguardismo argentino, pudiendo apreciarse que el cosmopolitismo del autor se complementa con un gran arraigo en su tierra.

En 1924 se fundó la revista Proa dirigida por Borges, Brandán Caraffa y Rojas Paz, que contó también con su participación.

Posteriores publicaciones (Cuentos de Muerte y de Sangre -1915-, Raucho -1917-, Xaimaca -1923-, etc.) abrirían camino para la publicación de su obra más conocida, Don Segundo Sombra, publicado en 1926 y una de las obras fundamentales de la literatura gauchesca, que le valdría al autor, el Premio Nacional de Literatura, cuya noticia le llegaría poco antes de su fallecimiento en París, en 1927, adonde había llegado con intención de continuar viaje hacia la India, con su esposa.

Ricardo Güiraldes

Tras su muerte, se publicaron otras obras, tales como Poemas solitarios (editados en 1928), Poemas místicos (del mismo año), El sendero. – Notas sobre mi evolución espiritualista en vista de un futuro (editado en 1932), Diario. Cuaderno de disciplinas espirituales (2008), etc.

La cercanía de Guiraldes con la India, guiada por sus lecturas, su sensibilidad y prácticas físicas, daban cuenta de las dinámicas del entorno local y extranjero, en los que se movía. En el local, el avance de la ciencia, que, hacia la segunda mitad del siglo XIX, había logrado un avance suficiente «como para prometer a través de sus representantes un progreso ilimitado» (Quereilhac, 2015, p. 3), sin embargo, resultaba todavía precario como para que las prácticas de carácter esotérico hallaran lugar en la búsqueda de conocimiento, «filtrándose por los poros de las disciplinas científicas» (Quereilhac, 2015, p. 4). El Espiritismo y la Teosofía estaban ya presentes en Argentina (de hecho el presidente de la Sociedad Teosófica en ese momento, el Coronel Henry S. Olcott, visitó la Argentina en 1901) y con ellos, la circulación de diversas ideas «orientales» y en ese contexto, ese espiritualismo «oriental» había atraído, a diversas figuras públicas, desde finales del siglo XlX, manifestado ello de modo heterogéneo, convocando el interés tanto de intelectuales liberales como socialistas, positivistas como de raigambre católica. Paralelamente se daba la difusión en el Río de La Plata de importantes obras «orientales» traducidas al castellano como Las mil y una noches, el poema épico indio Ramayana—atribuído a Valmiki— las Rubaiyats de Khayyam, o la obra del indio Rabindranath Tagore—de quien incluso ya en 1913, la revista Nosotros traducíamos y publicaba algunos poemas de su Gitanjali, y luego se adicionarían ediciones de Carlos Muzzio Sáenz Peña y Joaquín V. González.

Don Segundo Sombra (publicado en 1926)

A más de ello, distintas visitas de la India impregnaron la imaginación local, tales como la de Rabindranath Tagore, ya Premio Nóbel de Literatura, que había sido formalmente invitado a asistir a las celebraciones del Centenario de la batalla de Ayacucho que se realizarían en Lima, y el gobierno peruano había ofrecido sufragar los gastos de su viaje y realizar una donación de 100.000 dólares para la universidad de Visva-Bharati. Otro tanto haría su par de México, el destino siguiente del escritor indio en el plan original de viaje (Dutta y Robinson, 1996).  Llegó al puerto de Buenos Aires, en 1924, junto a su secretario Leonard Elmhirst, con una gran cobertura de prensa. Allí conocería a Victoria Ocampo y permanecería casi 2 meses en la residencia Miralrío (San Isidro), forjando una amistad duradera con ella. Otra visita destacada de este origen, fue la del Maharajá de Kapurthala (Su Alteza, Farzand-i-Dilband, Rashik-ul-Itikad, Daular-i-Inglishia, Raja-i-Rajgan Maharajá Sir Jagatjit Singh Bahadur, G.C.S.I, G.C.I.E., Maharajá de Kapurthala), quien visitó Buenos Aires en 1925, siendo recibido por el entonces presidente, Marcelo Torcuato de Alvear, quien lo había invitado a venir encontrándose en Europa. El Maharajá dejaría posteriormente una obra escrita que hablaría de las bondades de emigrar hacia la Argentina.

Rabindranath Tagore y Victoria Ocampo en Argentina, 1924. Fuente: Clarín. https://en.m.wikipedia.org/wiki/File:Tagore_y_Ocampo.jpg

En ese marco dado, como se señalará, diversos textos muestran la cercanía profesada por Güiraldes a la India y su cultura. De tal manera, su Diario da cuenta de distintas prácticas que él realizaba, tomando como referencias textos dedicados al yoga. Se puede ver entre sus anotaciones, la descripción de diversos ejercicios respiratorios (como la respiración vitalizadora de los nervios, la purificadora, etc., de acuerdo a la «Ciencia de la respiración, de Yogi Ramacharaka).  Del mismo modo, describe su práctica de mantram, por ejemplo: «Soy inmortal y no puedo ser dañado» y relata sus prácticas meditativas y también, sobre «el Yo real» (anotación del 24 de junio de 1923, en Güiraldes, 2008), etc.

Cubierta de Diario. Cuaderno de disciplinas espirituales

Sin embargo, es en su texto El Sendero donde puede encontrarse una suerte de reflexiones que dan cuenta de su lectura de la espiritualidad india, que incluyen al budismo, en el marco de lecturas neohinduístas, a través de autores como Ramakrishna y Vivekananda.

El autor comenta lo que considera distancias entre distintas meditaciones y vuelve sobre comentarios acerca de la razón, señalando:  

La diferencia entre la meditación como se entiende en Oriente y el pensamiento como se concibe en Europa: Buda, por un lado, el Pensador de Rodin y el Pensiero de Miguel Ángel por otro, establecen este distingo. Hay que pensar como Buda, es decir, dejarse pensar por Dios. Es el único modo de pensar que puede hacerle a uno vencer límites. Lo otro es dar vuelta a la misma noria; matraquita de la razón que nada resuelve (Güiraldes, 1977, p. 37).

Influido por diversas lecturas «orientalistas» (Jinarajadasa, diversos textos teosóficos, René Guénon, etc.) rescata conceptos como nirvana, acerca de lo cual apunta:

Lo que es enajenador en la enfermedad y el dolor físico-lo mismo podría decirse del placer-, es pertenecer completamente no sólo al cuerpo, sino a una parte del cuerpo. Lo que es admirable en la salud perfecta, es la libertad espiritual y mental que da el completo olvido del cuerpo. Lo perfecto en el estado de salud corporal, así como lo perfecto en lo que llamamos buen tiempo-salud del día-dan sensación de no existencia. Son las desarmonías que uno tiene tendencia a combatir, las que por su presencia dan sensación de existencia. Esto constituye una pequeña argumentación a favor del Nirvana. La nada vista así equivaldría a Suma Existencia (Güiraldes, 1977, p. 74).

Confrontado con las realidades últimas, plantea sus propias dudas e imposibilidades, cuando indica que:  

Querer llegar es ansiar la iluminación, el Nirvana, como quiera llamársele. No quiero llegar. Quisiera en el mundo la cesación de un estado de cosas que me repugnan. Para mí la idea de aniquilación «post morten» de los materialistas, no es una tortura. A veces tengo ganas de dormir, dormir, dormir largamente. La idea en cambio de infligir pesadumbre por mi muerte a los que quiero, me es insoportable. Por ellos quisiera vivir y ser fuerte y poder prestar mi fuerza (…)  ¿Hay mengua de vida en la iluminación o el Nirvana? Al contrario. Suma existencia, sumo conocimiento. ¿Oh, cómo se tienden los brazos hacia ese fin!! (Güiraldes, 1977, pp. 98-99).

Parece encontrar con ese acercamiento una serie de respuestas a preguntas fundamentales en torno a su existencia: 

¿Existe en nosotros una fuerza magnética de índole idéntica a la fuerza latente y activa de nuestro mundo? Si es que sí, la iluminación o el Nirvana son naturales como más no pueden serlo. Todo está en saberse poner en estado receptor. (Güiraldes, 1977, p, 103).

Güiraldes revisa también un símbolo caro al budismo, como el loto, reflejado en gran medida en su arte, y sobre él dice: «El símbolo oriental de la perfección es el loto: las raíces en el barro, el tallo –esfuerzo hacia la flor- en el agua y la flor en la claridad. Eso es lo contrario de lo profundo y es lo deseable» (Güiraldes, 1977, p. 120).

Güiraldes constituye así uno de los primeros acercamientos experienciales a la India, que implican la inversión de todos sus sentidos en ese contacto, que podría decirse implican una suerte de viaje, que lo trae nuevamente a su espacio de origen, la Argentina. Sus notas adelantan:

Lo importante es encontrarse en la cima de uno mismo (…) Y cuanto más mundo se ve, más mundo se adivina en lo no visible (…) El saber material mata lo que conoce. El saber verdadero da vida sin perderla y multiplica sus promesas (…) (Güiraldes, 1977, p. 121).

Y agrega:

En la situación de antena o de árbos en el viento que deseo para mí (…) todo prurito de posesión está ausente (…) (Güiraldes, 1977, pp. 122).

Ese «viaje», que había iniciado varios años antes, encontraría su última nota en El Sendero, escrita el 6 de octubre de 1927, en París, dos días antes de su muerte, cerrando con ello lo que parece ser un ciclo de llegada, en el que tanto la India como el budismo tuvieron su parte:

¿He tenido el más débil vislumbre de lo que se llamaría éxtasis?

¿Sí! (Güiraldes, 1977, p. 123).

Referencias

Dutta, K. y Robinson, A. (1996). Rabindranath Tagore: The Myriad-minded Man. New York: St. Martin’s Press.

Gasquet, A. (2015). El llamado de Oriente. Historia cultural del orientalismo argentino (1900-1950). Buenos Aires: Eudeba.

Güiraldes, R. (2008). Diario. Cuaderno de Disciplinas Espirituales. Buenos Aires: Paradiso.

——————  (1977). El Sendero. Buenos Aires: Editorial Ricardo Güiraldes.

Quereilhac, S. (2005). Literatura, periodismo y ocultismo en el Buenos Aires de entre siglos: los casos de Constancia y Philadelphia y su vinculación con el relato fantástico. X Jornadas Interescuelas/Departamentos de Historia. Escuela de Historia de la Facultad de Humanidades y Artes, Universidad Nacional del Rosario. Departamento de Historia de la Facultad de Ciencias de la Educación, Universidad Nacional del Litoral, Rosario.

Lía Rodriguez de la Vega es Licenciada en Estudios Orientales y Dra. en Relaciones Internacionales. Ha realizado Estancias Postdoctorales en la Universidad Federal de Rio Grande do Sul (UFRGS), Porto Alegre, Brasil (2009)  y en la Universidad de Delhi, Nueva Delhi, India (2016).  Es Investigadora Categoría ll del Programa Nacional de Incentivos para Docentes Investigadores (República Argentina) y se desempeña como docente (grado y posgrado) e investigadora en diversas instituciones universitarias. Es Directora de la Licenciatura en Estudios Internacionales (UNCAUS, República Argentina). Ha sido Secretaria General de la Asociación Latinoamericana de Estudios de Asia y África (ALADAA) y es actualmente Vicedirectora del Comité de Asuntos Asiáticos del CARI.

Leave a Reply

Captcha loading...