FINA ÍÑIGUEZ ABAD
Este artículo es parte de nuestra edición especial: «Budismo, ecología y cambio climático»
La extrema gravedad de la crisis ecológica planetaria no es una novedad, ni siquiera podemos decir que nos ha pillado de sorpresa. Científicos y ecologistas advierten, desde hace décadas, que nuestro modelo socioeconómico es insostenible. Desde una óptica budista, la emergencia climática en la que nos encontramos forma parte de una gran crisis de civilización, de valores, y se debe a una percepción distorsionada de la realidad.
El sistema socioeconómico, basado en la explotación de energías fósiles, consumo y la mercantilización de la naturaleza y de los animales, nos está conduciendo a un camino sin retorno, comprometiendo el futuro de nuestro planeta y de sus actuales 7500 millones de habitantes, como se detalla en la «Introducción editorial a la edición especial «Budismo, ecología y cambio climático».
Óscar Carrera ofrece también datos muy gráficos para entender la dimensión de la tragedia en su artículo «El discurso de los siete soles: una visión búdica de la ecología»: «solo por carne se sacrifican cada año más de ochenta mil millones de animales terrestres (y billones de animales marinos) para menos de ocho mil millones de personas. Curiosa casualidad que el actual sistema ganadero sea uno de los grandes contribuyentes al cambio climático… si descartamos la doctrina del karma». En el artículo argumenta que existe una razón científica para la actual crisis climática, pero también una razón kármica: «Un mundo en el que primen la compasión y la sencillez tendrá habitantes felices. Un mundo en el que primen la sensualidad y los apetitos voraces tendrá habitantes desgraciados.»
Pero, ¿cómo hemos llegado hasta aquí?
Las causas de esta crisis son complejas y consecuencia de múltiples factores económicos, sociales, demográficos, políticos, entre tantos otros. Pero, si pudiéramos resumir la respuesta, diríamos que hay un responsable: el ser humano y sus actividades, basadas en una cosmovisión de la civilización occidental con relación a la naturaleza incapaz de establecer límites, relativizando las consecuencias negativas de sus acciones destructivas, en pro de beneficios inmediatos.
Según el IPCC, las siglas en inglés del Panel Intergubernamental sobre Cambio Climático, el ser humano y sus actividades han calentado la atmósfera, el océano y la tierra, lo que ha provocado «cambios generalizados y rápidos en la atmósfera, el océano, la criósfera y la biosfera».
La ciencia demuestra que las concentraciones de gases de efecto invernadero (GEI) han aumentado de una forma que no tiene precedentes en los registros geológicos de, al menos, un millón de años, nos explica el profesor catalán Jordi Solé en su artículo «Crisis sistémica global y budismo: hacia un cambio de paradigma»: «esto tiene, según el IPCC, consecuencias desastrosas para la vida en la Tierra tal como la conocemos: cambios en los patrones de precipitación, aumento de los eventos extremos (sequías, inundaciones), subida del nivel del mar, pérdida de hielo ártico, subida de la temperatura media, desertización, etc.»
En este vídeo de uno de los encuentros del Grupo de Investigación Dharma-Gaya organizado por la asociación Sakyadhita Spain, el Dr. Jordi Solé explica que en un artículo científico de 2012, recientemente revisado, ya se advierte que, a este ritmo, en el año 2045, cuando más del 50 % de los ecosistemas estén afectados de manera irreversible, todos los sistemas del planeta tendrán una situación crítica irreversible y esto llevará a un estado desconocido, introduciéndonos en una situación de gran incertidumbre. Solé comenta también otro artículo publicado en la revista científica Nature el año pasado y en el que se dice que estos cambios en nuestro planeta se van a ir acelerando a medida que el cambio climático vaya avanzando, con consecuencias dramáticas como, por ejemplo, una futura incapacidad de reducir el hambre del mundo.
La Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO) ha mostrado su preocupación por la cuestión de la seguridad alimentaria, es decir, la provisión de alimentos segura para todos los humanos en el planeta. Eso significa que esa inseguridad alimentaria se puede ir extendiendo no solo a zonas que donde ya son endémicas, sino que podrá llegar al primer mundo.
Según Solé, nos encontramos ante una tormenta perfecta: «el clima (que actúa a corto, medio y largo plazo), la degradación de los ecosistemas (que va a actuar, sobre todo, a medio plazo), y a corto plazo una crisis de recursos, tanto energéticos como materiales, que va a provocar que no podamos adaptarnos de una manera óptima a la crisis climática y ecológica.»
Desde la una óptica budista, añadiríamos a las evidencias científicas que hemos llegado hasta aquí debido a una percepción distorsionada de la realidad, consecuencia de una forma de pensamiento dualista que coloca un «yo» supremo e inherente por encima de todos los fenómenos («yo y el otro», «yo y la naturaleza», «yo y todo lo demás») que, a su vez, es impulsado por la codicia y la despreocupación por las consecuencias de sus acciones.
¿Y qué puede aportar el budismo para revertir esta emergencia climática y humanitaria?
Científicos, investigadores, académicos y filósofos vinculados a diferentes tradiciones budistas coinciden en que es urgente un cambio de paradigma basado en una nueva visión de mundo, que debe de pasar por una auto transformación. Influir desde lo individual a lo colectivo.
Algunas ópticas distintas, pero confluyentes, nos sugieren caminos—desde el desarrollo interior—para afrontar los desafíos de este momento crucial de la historia de la humanidad.
El Dr. Jordi Solé aboga por combinar budismo y ciencia como un puente para enfrentar las tres crisis (climática, ecológica y energética/recursos), en el que la ciencia se ocupa de la esfera racional y el budismo aporta una perspectiva complementaria, ayudando a la transformación individual y social. «Hace falta un cambio radical en la manera de entender el mundo (…), un cambio sin precedentes en la historia de la humanidad. Y para eso necesitamos una transformación a tres niveles: el colectivo, que es el más evidente (organización social), individual (acciones individuales), y un cambio interno (íntimo).»
La investigadora chilena Elvira Ríos, doctora en estudios de Asia y África, con especialización en China, plantea en este vídeo la importancia del concepto de ganying en la cosmología china, entendido como resonancia, y que tiene un vínculo muy estrecho con el campo musical, con la sonoridad, con la armonía en relación con la naturaleza. «En el budismo chino-ecológico se dice que, si purificamos nuestra mente, purificamos la naturaleza. Hay una reciprocidad en ese aspecto. Solo la mente purificada puede entender la pureza de la naturaleza. Ser uno con la naturaleza, entrar en esa resonancia en el que la sinceridad que evoca la resonancia, a partir de la purificación interior, reactiva el espacio sagrado (y se produce la preservación).»
Ya el profesor mexicano Jorge Villegas Ivich, propone en este otro vídeo reflexionar sobre cómo podemos contribuir para que nuestra presencia en el planeta sea ambientalmente sustentable, socialmente justa y espiritualmente plena, desde el enfoque de la Alianza Pachamama, de la que es miembro. Un enfoque que permite entender la interacción que hay entre el ser humano consigo mismo, con los demás seres humanos y con la naturaleza: «Somos cocreadores de lo que nos rodea. Somos naturaleza y en la medida en que vamos entendiendo cómo funciona, vamos entendiendo más a nosotros mismo. No solo como individuos, sino como sociedad.»
Otra línea de trabajo es El Trabajo que Reconecta, de Joanna Macy (PENDING LINK), analizado en ese artículo por Daniel Turon, cofacilitador de la metodología desarrollada por la respetada doctora y eco-filósofa americana hace más de 40 años, y cotraductor al castellano de su libro «Esperanza Activa». Un trabajo práctico, desarrollado en talleres en todo el mundo y con gran arraigo en América Latina, que propone afrontar la realidad a través de un Gran Giro en el que se lleven a la práctica acciones en tres dimensiones: «acciones de resistencia y protección de los derechos de la naturaleza; acciones de construcción de alternativas cooperativas y de apoyo mutuo; y acciones de reflexión ecofilosófica para la transformación del paradigma cultural.»
Por último, Montse Castellà, presidenta de la asociación de mujeres budistas Sakyadhita Spain que organiza, desde Barcelona, los encuentros en línea del grupo de investigación Dharma-Gaia, nos cuenta en esta vídeoentrevista cómo surgió la idea de formar ese grupo de investigación y cómo cree que el budismo puede ayudar a promover ese urgente cambio de paradigma. Extraemos una parte de su contenido:
BDE: ¿Cuál fue el origen del Grupo de investigación Dharma-Gaia?
MC: En Sakyadhita a cada dos años hacemos un simposio. Un año celebramos el simposio de Sakyadhita Internacional, y al otro año el de Sakyadhita Spain. En el último simposio de Sakyadhita Spain precisamente quisimos tratar este tema. Invitamos a mujeres budistas con las que pudiéramos profundizar en la cuestión sobre qué puede aportar el budismo para el momento tan crítico de emergencia climática que estamos viviendo. Titulamos el simposio Dharma-Gaia y fue una maravilla. Además, como coincidió con la primera ola de la pandemia, fue totalmente en línea y eso nos permitió contactar con mujeres tan interesantes como Joan Halifax, Tenzin Palmo, las monjas Kung Fu, además de muchas mujeres de Latinoamérica. ¡Fue un éxito! Entonces quisimos que esto no se quedara solo en una jornada, y abrimos este grupo.
La idea es que sea un grupo de investigación, sobre todo focalizado en el estudio de los textos. Nos encontramos en un momento de cambio de paradigmas. Ahora nuestra percepción es «yo y la naturaleza»; «yo y los recursos». Esta dualidad, esta separación de «yo y la naturaleza» o de «yo y el resto», es una visión fragmentaria que hemos tenido durante siglos y, a partir de ella, hemos construido todo, una visión mecanicista de la realidad.
Ahora mismo estamos en una crisis de percepción de la realidad. Se habla de la crisis alimentaria, de la crisis económica, pero, en resumen, es una crisis de la percepción de la realidad y tenemos que cambiarla.
La naturaleza y yo somos la misma cosa, todo está interconectado. Todo es interdependiente. No hay una separación. Esta visión dualista debe terminar aquí, porque es que si no nos hundimos todos. Hay que cambiar urgentemente.
Por otro lado, existe también una emergencia espiritual, además de la climática. Hay que cambiar urgentemente esta forma de interpretar el mundo, para cambiar también los paradigmas y la visión que tenemos de las cosas.
¿Qué visión nos toca ahora? Pues ya se está llevando a la práctica en muchos aspectos, como en la medicina. Hace falta tener una visión holística de la realidad. Todos formamos parte de un todo más grande. Todo está interrelacionado y es interdependiente. Necesitamos hacer un clic mental. Y no solo mental, científicamente ya está comprobado. Ese cambio debe llegar al corazón para que podamos percibir que «no soy yo», sino que «somos nosotras, nosotros». Este cambio radical necesita también de unas bases.
¿Basándonos en qué? ¿Cómo cambiamos nuestra manera de entender la realidad? ¿Cómo? No únicamente el budismo, sino todas las tradiciones, en la dimensión mística o espiritual, tienen este concepto o noción de interdependencia, que formamos parte de algo más grande.
En el budismo, podemos verlo especialmente y con todo detalle en el Sutra de Avatamsaka. Mi sueño sería que tuviéramos este Avatamsaka. Que hiciéramos una extracción del mensaje que desde hace más de dos mil quinientos años esos textos nos están diciendo lo que ahora necesitamos. Lo que puede aportar el budismo en este momento es muy importante.
Hacemos una sesión en línea una vez al mes, invitamos a personas budistas que ya están trabajando este tema, a nivel académico o no, o como activistas, y vamos poco a poco ampliando. Estamos en esta fase de escuchar a personas que ya están haciendo este trabajo y cómo relacionan el budismo con la emergencia climática. Qué podemos aportar desde ahí.
¿El budismo puede ayudar a cambiar lo exterior a partir de un cambio íntimo?
Eso es lo que decíamos de la interdependencia. Si cambiamos por dentro, también se cambia lo que está afuera. Pero, seguramente, hay que tener en cuenta ambas dimensiones y, como son interdependientes, se van a expresar.
Sin embargo, no es suficiente con decir que «hay que reciclar por el planeta», porque seguimos con el «yo y el planeta». Es necesaria una transformación interior. Tenemos que pasar a otra etapa del conocimiento humano, de la experiencia humana. Yo diría que ahora estamos en esta fase y por ello es necesario hacer esta transformación interior y, simultáneamente, seguir reciclando, intentando contaminar lo menos posible, y todo lo que sea para salvar nuestro planeta. Y en esto el budismo nos aporta las herramientas y los métodos que se necesitan.
Enlaces de interés
Reinterpretando Ganying, propuesta para volver a «naturalizarse», con Elvira Ríos
Paradigmas emergentes ante la emergencia global, con Jordi Solé
¿Cómo contribuir a un mundo sustentable, justo y pleno?, con Jorge Villegas Ivich
Entrevista con Montse Castellà
Coordinadora Catalana d’Entitats Budistes
Blog de Jordi Solé (en catalán)
Fina Iñiguez Abad, hispanobrasileña, se formó en Ciencias de la Información por la Universidad Autónoma de Barcelona – UAB (1982), después de haber estudiado en las universidades de São Paulo Pontifícia Universidade Católica y Fundação Armando Álvares Penteado. Ha vivido entre São Paulo, Barcelona y Madrid desde finales de los setenta ejerciendo como publicista y periodista; y ha colaborado con medios brasileños, españoles e internacionales tales como Grupo Estado (periódico O Estado de São Paulo, Rádio Eldorado), Rádio França Internacional – Brasil y Rádio BBC News – Brasil, entre otros. También ha actuado profesionalmente como traductora de portugués y español para editoriales de São Paulo y Barcelona. En 2004 inicia una nueva etapa en el ámbito de la comunicación colaborando con organizaciones no gubernamentales. Desde 2006 se ocupa de la comunicación de la Fundación Casa del Tíbet de Barcelona y colabora con la Coordinadora Catalana d’Entitats Budistes, Sakyadhita Spain y, más recientemente, Buddhistdoor en Español.