El cuenco vacío: Aportaciones de un psicoanalista al estudio del Buddhadharma

BUDDHISTDOOR EN ESPAÑOL

No es frecuente que en el mundo editorial hispanoamericano surjan obras relacionando el budismo y el psicoanálisis, originalmente en español, y escritas por autores con una dilatada trayectoria y experiencia. Por ello, celebramos la aparición del libro El cuenco vacío: Aportaciones de un psicoanalista al estudio del Buddhadharma, de Sergio Stern Nicolayevsky, publicado por Editorial Gedisa, Barcelona, España, 2022, que les presentamos a continuación.

Introducción del autor:

Es de gran emoción para mi anunciarles el lanzamiento en el mundo de habla hispana del libro publicado por Editorial Gedisa intitulado El cuenco vacío: Aportaciones de un psicoanalista al estudio del buddhadharma, en el cual describo la trayectoria que he seguido como psicoanalista y estudiante del budismo, especialmente el budismo zen, durante los últimos veinticinco años. En este libro exploro la forma en que un trabajo psicoanalítico puede ser enriquecido por la búsqueda de un camino espiritual, así como la cuestión inversa, cómo es que el psicoanálisis puede protegernos de las falacias y excesos en los que suele caer el trabajo del espíritu. A saber: la persecución de ideales que terminan siendo inalcanzables y opresivos o la proclividad a confundir las ilusiones de deseo con las exigencias que plantea el trabajo con y de la verdad. Mi interés se centra en poder aportar una mirada psicoanalítica a la puesta en práctica de un camino espiritual y, simultáneamente, ofrecer una revitalización del pensamiento psicoanalítico nutrido por las tradiciones filosófico-espirituales que provienen de la India y el Lejano Oriente. Con un lenguaje íntimo, franco, revelador y directo, El cuenco vacío intenta erigirse como un auténtico «cuenco de Buddha» donde se yuxtaponen saberes, reflexiones y cuestionamientos existenciales y donde la trayectoria de Siddhartha Gautama, el Buddha histórico, junto con lo que vino a descubrir y compartir (el buddhadharma), puede proporcionarnos un ejemplo fundamental. En el libro me centro en una indagación profunda de la vida del Buddha, una enseñanza en sí misma, y en el mensaje cardinal de Las Cuatro Nobles Verdades, y lo hago desde un punto de vista eminentemente contemporáneo, informado por la filosofía existencial y el psicoanálisis. También exploro el tema de la identidad y el tema de la impermanencia: ¿Es posible encontrar felicidad y contento en un mundo perpetuamente cambiante, pasajero, inseguro e insatisfactorio; un mundo que no se acopla fácilmente a nuestros designios y que sigue sus propias leyes? Los invito a investigar estos temas conmigo a lo largo de estas páginas, producto de todo aquello que he aprendido de innumerables personas, colaboradores, maestros y maestras, y queridos psicoanalistas; resultado de todas aquellas tradiciones de sabiduría que me han interesado y marcado… y de la vida misma.

Sergio Stern Nicolayevsky

Acerca del autor

Sergio Stern es psicoanalista en práctica privada desde 1989. Hizo su licenciatura en la Universidad de California, en Berkeley, y realizó estudios de posgrado en la Asociación Psicoanalítica Mexicana, en el Instituto de Psiquiatría, King’s College London, Reino Unido, y en la Universidad de Duquesne en Pittsburgh, Pennsylvania, donde cursó una maestría en existencialismo y fenomenología. Nacido en la ciudad de México en 1963 en el seno de una familia de inmigrantes judíos provenientes de Europa del Este, a lo largo de su trayectoria Sergio ha impartido numerosas pláticas sobre budismo y psicoanálisis en distintos centros de meditación y publicados artículos académicos y de divulgación sobre el tema. Vive en la Ciudad de Xalapa, Veracruz, México, y es fundador de Montaña Despierta, un espacio para la práctica de la meditación inspirada en el budismo zen, ubicado desde el 2008 en dicha ciudad. Montaña Despierta es miembro de Branching Streams, una red de centros de práctica en la tradición del maestro Suzuki Roshi y perteneciente al Centro Zen de San Francisco, donde Sergio se ha entrenado y aprendido de sus maravillosos maestros y maestras durante muchos años. (www.mdzen.com).

El martes 5 de julio 2022, en La Central del Raval de Barcelona, Sergio Stern presentó El cuenco vacío acompañado por el filósofo Luis Roca Jusmet y el periodista Jordi Jarque, en un acto moderado por la editora y traductora Marisa Abdala.

Un extracto del libro (tomado de la Presentación)

Este libro no es un intento por refrendar o defender aquella figura ideal de un sabio que, a través de su práctica, logra convertirse en un ser excepcional, casi divino, tal y como, por ejemplo —y quizá dándole expresión a uno de nuestros deseos más profundos—, lo describiera Séneca en la antigüedad:

Y si ves a un hombre a quien el peligro no asusta, a quien las pasiones no han alterado, que, feliz en la adversidad, apacible en medio de las tempestades, mira desde arriba a los hombres, y mira a los dioses a su nivel, ¿no te embargará la veneración? (…) En cada hombre de bien habita un dios. ¿Cuál es? Ninguna certeza, pero es un dios.

Tampoco pretende vincular la puesta en práctica de un camino espiritual —en este caso comprendido por las enseñanzas del Buddha, el buddhadharma— con la imagen de una persona sabia, perfecta o invencible, que ha logrado conquistar el sufrimiento de una vez por todas, como aquella que encontramos en los sutras budistas y en el ideal del arhat:

Victorioso, conociendo y comprendiendo todo, liberado del peso del acontecimiento y de la existencia, sin necesidad alguna, así es aquél al que se puede glorificar como sabio. (…) El viajero solitario no se inquieta ni por la alabanza ni por la censura (…), conductor de los demás, y no conducido por ellos, así es aquél al que podemos celebrar como sabio.

Y no porque estos ideales sean falsos, inválidos o indignos de atención; depositarios, como decía, de nuestras aspiraciones más elevadas, sino porque los tiempos han cambiado. Por largos años, la cultura dominante nos ha hecho creer que los ideales no solo pueden, sino deben alcanzarse, en vez de funcionar simplemente como fuentes nobles de inspiración. Somos obligados a creer que todo nos sería posible si tan sólo contáramos con la voluntad para lograrlo; que no debería existir brecha alguna entre nosotros y nuestras utopías. Así como una sociedad que vive a crédito e imagina que puede comprarlo todo, así creemos que nuestra salvación espiritual puede comprarse, obtenerse con la facilidad con que se obtiene un producto, evitando pagar el precio que necesariamente implica la autotransformación en aras de acceder a la verdad. Estos ideales operan hoy en día de manera desastrosa. Como dice el filósofo coreano Byung-Chul Han, la «violencia neuronal» que caracteriza a nuestro siglo, junto con sus afectos predominantes, la ansiedad y la depresión, están íntimamente relacionados con un cambio de paradigma en las relaciones de dominio. Si tradicionalmente se veía al opresor como una fuerza externa que privaba de libertad al dominado y ejercía sobre éste el movimiento anulatorio de la explotación y la sobreexigencia, ahora es el dominado quien, bajo una falsa impresión de soberanía y realización personal, ejerce el dominio sobre sí, convirtiéndose, en un giro simultáneo, en «verdugo y víctima», de y para sí mismo, bajo la consigna del «Nada es imposible». El significante-amo que rige al sujeto en la sociedad moderna tardía es el Yes we can, imperativo de una «libertad obligada», libertad paradójica que se convierte en violencia. Las prácticas o ejercicios espirituales, incluso la meditación budista, no son la excepción y pueden utilizarse a contracorriente de su más íntima razón de ser: ofrecernos la posibilidad de combatir el sentimiento de fragmentación y enajenación que perpetuamente nos aqueja. Bajo el mandato del «todo lo puedes» (o de la consigna muy de moda que afirma que «todo sufrimiento es opcional»), terminamos aplicando las enseñanzas como una forma sofisticada de maltratarnos y de juzgar a los otros —una modalidad novedosa de opresión «en nombre de lo espiritual»— que no favorece en absoluto a la búsqueda de sentido, propósito, libertad y mayor aceptación que ha de acompañar a la formidablemente añorada experiencia de sentirnos vivos y reales, como diría el psicoanalista británico D.W. Winnicott.

Quisiera pensar que traer a la discusión tal estado de cosas, esta disyuntiva por la que suelen atravesar muchas de las prácticas espirituales, es la aportación que puedo hacer como psicoanalista al estudio del buddhadharma. Los maestros zen de antaño, por ejemplo, mostraban a sus discípulos lo que significaba «vivir despiertos», conectados con la totalidad de la vida, consigo mismos y con los demás. Evidenciaban con hechos mucho más que con palabras la experiencia de asombro que les provocaba atender al esplendor del mundo, la estupefacción que los invadía (y nos invade) al decidir adoptar una postura ética vis a vis la red de causas y condiciones interconectadas de la que todos, sin excepción, formamos parte. A estos maestros no les importaba rehuir al dolor, mucho menos estar bien todo el tiempo, impasibles, ecuánimes e imperturbables. El propósito era vivir de verdad. Buscaban la luna en una gota de rocío, «sostener el infinito en la palma de la mano», revelar lo universal y lo particular que compone la singularidad irrepetible de cada momento, el acertijo de una realidad indivisible cuyo sonido era el de una sola mano que aplaudía. ¿Cuál es la pregunta más importante que te convoca en la existencia, aquella cosa crucial que tienes por hacer? ¿Qué es lo más importante que has de expresar de acuerdo con tu propia naturaleza para manifestar las enseñanzas? ¿Qué quiere decir hacer de la vida cotidiana una expresión de la naturaleza de Buddha? Para el budismo zen, lo ordinario es lo extraordinario. En lo ordinario se encuentra el misterio, el secreto de la vida. Nada está oculto. La mente ordinaria es el camino. Ahí acontece la vida como Dharma, la vida como enseñanza insondable. Escribe Taneda Santoka, monje zen y poeta del haiku libre a quien se le conoció como el «monje desnudo» por haberse entregado a una intensa vida de vagabundeo:

De acá para allá,

libre como el viento,

saborear el agua.

La instrucción primordial que desde siempre se ha impartido para seguir el camino de Buddha no dista mucho de la célebre máxima que formulara el oráculo de Apolo en Delfos: «Conócete a ti mismo». Si es que existe la redención, ésta se da por la vía que propone el arduo trabajo de conocerse, cuidarse, hacerse cargo de uno mismo. En el budismo, sin embargo, este «yo» no se entiende como una entidad permanente, fija y estable y, por lo tanto, no es el «yo» del «uno mismo» lo que se pretende salvar. Uno se estudia a sí mismo para olvidarse de uno mismo; para vivir de manera compenetrada con todas las cosas y tomar el lugar que a uno le corresponde en el gran orden del cosmos desde su propia falibilidad e interdependencia; uno se adentra en el autoconocimiento y el diario vivir como un ser ordinario, aunque justo en su actuar y sensible al sufrimiento del mundo. Vivir de acuerdo con el «conocerse a sí mismo» significa, en todo caso, vivir sin tanto odio, sin tanta codicia, sin tanta ignorancia, abiertos ante la fragilidad, fugacidad e incompletud de cada vida y de todas las vidas. Para estos hombres y mujeres sabias de las que escribo, la meta del despertar no era otra que el convertirse en un ser humano —una especie en extinción, por lo visto, en todas las épocas—. Ésta es la idea que recorre la totalidad de este libro: convertirnos en humanos. Idea que, pienso, es a su vez la finalidad del psicoanálisis y de muchas otras tradiciones de sabiduría.

Mi punto de partida para estas reflexiones es la práctica de shikantaza, el «sólo sentarse», la práctica de meditación propuesta por la escuela soto del zen, cuya única intención es estar presentes con todo lo que nos ocurre, adentro y afuera, sin idea de ganancia, sin afán de llegar a una meta preconcebida y sin perseguir ninguna clase de resultado. Es la práctica íntima y profunda de abrirnos con nuestra mente-corazón a la totalidad de nuestras vidas. En palabras de Dogen, la práctica del meditar (o el zazen) es la manifestación más acabada de nuestra naturaleza ya despierta, digna y comprometida. Practicamos no para convertirnos en Buddha, sino porque ya somos Buddha. Práctica y realización son una y la misma cosa. Ésta es la enseñanza más importante que yo he recibido de mis maestros y maestras, y es la que quisiera compartir con ustedes. El gran maestro vietnamita Thich Nhat Hanh (z’’l) lo resume en una sola frase: «¡Esto es! Tenemos sólo esta vida». El punto fundamental es la pregunta: «¿Cómo debo de vivirla?».

El cuenco vacío es la metáfora que decidí utilizar para referirme al sitio en que conviven estas grandes enseñanzas, comprendiéndolas más como trazos o garabatos que como postulados y normas inalterables y definitivas. Siempre me han interesado más las preguntas que las respuestas, más los vacíos que los llenos, más lo irrepresentable que lo representable, más el territorio de la intemperie que lo ya constituido, más las fronteras que las fortificaciones. Pues sólo ahí pueden abrirse el tiempo y el espacio de la búsqueda como acontecimiento; la aventura de una vida, la serie de confluencias que me han llevado a conocer maestras y maestros entrañables y a sentir en carne propia el significado de la transmisión de «mano cálida a mano cálida»; el haber sido bendecido (y sacudido) por encuentros transformadores que ocurrieron simultáneamente al amparo de distintas locaciones simbólicas: el diván permeado de sueños y asociaciones; el árbol donde crecen los votos, la práctica de la concentración y el noble silencio; la mesa de la tradición familiar poblada por historias y platillos típicos de la cocina judía, melodías intensamente conmovedoras y éxodos ancestrales que recuerdan parajes lejanos. Me he topado por fortuna con el espíritu original del descubrimiento freudiano (el inconsciente), con la revolucionaria propuesta religiosa planteada por el judaísmo (la unicidad inquebrantable de la divinidad), con el excelso, incluyente, no dogmático, agudo y palpitante camino inaugurado por el Buddha y sus continuadores, y con su forma de vivir asentada en la tierra (el Noble Óctuple Sendero).

Pienso que este libro será de gran interés para los psicoanalistas en práctica y en formación que quieran profundizar en ese diálogo tan fructífero que, decía, se da ahora entre el psicoanálisis y otros caminos del espíritu. En la actualidad, muchos pacientes que acuden al consultorio y que desean entregarse a un trabajo psicoanalítico persiguen al mismo tiempo una ruta de práctica que le da cabida a sus preguntas e inquietudes religiosas y espirituales, a la búsqueda de trascendencia que nos caracteriza como humanos. Paralelamente, creo que puede ser una reflexión atractiva para los practicantes de la meditación zen y de otras escuelas budistas que no teman ni repudien la posibilidad de adentrarse en los «caminos del mundo» y la vida fangosa de este planeta; así como para toda persona que, recién llegada a la práctica o con algún camino ya recorrido, perteneciente a un grupo de meditación o no, descubra en sí misma la necesidad de comprender un poco mejor el predicamento existencial que nos constituye. El deseo y la aspiración que guían estas aportaciones, ofrecidas desde mi lugar de psicoanalista y practicante del budismo zen por más de veinticinco años, es que, andando juntos autor y lectores, podamos reconocer y valorar de nueva cuenta la dimensión de lo sagrado en la vida humana, desplegar las alas de un ave bella que, según el Buddha, levanta el vuelo con el apoyo de la sabiduría y la compasión. Tal fue la apuesta de este gran sabio de la India y también ha de ser la nuestra. Se lo debemos a las generaciones futuras.

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