Vivir en la presencia

DENKÔ MESA

La relación que los seres humanos mantenemos con el tiempo ha sido ampliamente sentida, abordada y expresada a lo largo de la historia. Muchas son las formas de comunicar el profundo significado que conlleva el tránsito de la vida. Quizá sean la quietud y el recogimiento interno del silencio donde mejor escuchemos la voz de lo insondable, sintamos el eco del ahora y toquemos la eternidad de un instante perfumado. De igual forma, aquellos que tratan de hallar respuestas con la mente al significado del aquí y ahora, solo conseguirán llenar su cabeza con más ideas creadas por la propia mente. Buscar respuestas no es lo mismo que encontrar la solución. Por este motivo, Newton llegó a decir «sé lo que es el tiempo, pero no sé realmente cómo explicarlo».

Fotografía cortesía del maestro Denkô Mesa

Debemos partir de un hecho significativo: hay dos estados de la mente, los saludables y los no saludables. El propósito de la meditación es acceder, cuidar y desarrollar momentos de presencia en nuestro interior. Luego estos, por sí solos, se manifiestan en el mundo externo. Así, observaremos que lo trascendente está implícito en lo cotidiano, siempre y cuando estemos abiertos a descubrirlo. Como dijo el poeta inglés William Blake:

Cuando las puertas de la percepción se abren

vemos las cosas tal y como son,

infinitas.

Es la distracción la que impide que nos percatemos de ello porque nuestros pensamientos están en el pasado, en el futuro o con la mirada puesta en exceso hacia lo externo. Por esta razón es tan importante que cuidemos las formas y las condiciones que favorecen el cultivo de la atención consciente. La comida que ingerimos y la forma de hacerlo, los colores que usamos en nuestras ropas de meditación, el mantenimiento del orden en los espacios donde practicamos, una luz adecuada, la fluidez del aire, etc., son elementos primordiales que nos abren las puertas al único momento que existe, este preciso instante del ahora. Cuando todo está en armonía, la mente ralentiza su discurso automatizado y experimentamos que somos uno en un mismo siendo. Esto es vivir en la plenitud presente.

¡Qué descansada vida

la del que huye del mundanal ruido,

y sigue la escondida

senda, por donde han ido

los pocos sabios que en el mundo han sido!

Bellos versos de Fray Luis en su «Oda a la vida retirada». Meditar conduce a la serenidad del ánimo y la tranquilidad emocional, expresa un bienestar integral en la persona que reposa en su estado natural. Eso se traduce en una apertura de la conciencia, una elevación de la energía y una gran claridad cognitiva. Al meditar ves lo que hay en ti, reconoces tus fortalezas y aceptas las debilidades, te haces consciente de las negatividades que aún pueda haber y, poco a poco, las dejas partir. Cuando observas todo con ecuanimidad, lo negativo se disuelve y sanas. Luego, esta experiencia va contigo y te hace estar cada vez más presente. Es decir, al permanecer en un estado de calma interior, sientes que se ha provocado en ti alguna mejora. Esa es la realidad, no la que tu mente crea mediante la creación de fantasías o idealizaciones espirituales. Cuanto más nos llenamos de la verdad, es decir, de las buenas sensaciones y sentimientos verdaderos, cuanto más desarrollamos nuestras cualidades, más prestos estaremos para soltar las dependencias que manteníamos con aquello que parecía atractivo. Por ejemplo, hay personas adictas a atender muchas cosas al mismo tiempo. Esto ocurre porque están vacías de sí mismas y necesitan distraerse para rellenar el paso de las horas. Esto se produce por la incapacidad de vivir la plenitud de la vida. Existen atendiendo a las normas que dictan los demás. Así lo vemos en el manejo de las denominadas redes sociales, instrumentos del poder mediático a través de los cuales te dicen cómo vestir, hablar, actuar, pensar. Tenlo en cuenta y despierta. Ahora. No son otros los que guían tu vida.

Fotografía cortesía del maestro Denkô Mesa

La capacidad de darte cuenta, la introspección, el respeto y el amor por uno mismo son básicos para vivir en el presente. Si no lo comprendes, te asemejarás a una hoja suelta, entregada al viento de las calles, llevada de aquí hacia allá, arrastrada por la inconsistencia vital. Esta es la mente llena de basura, esa entidad vacía de sustancia real y que hace identificarte con cosas que no son; atrapado por sus ilusiones y devaneos inconscientes, te crees o te vinculas con lo que no es. Ahora bien, hay una salida, favorecer la emergencia y el mantenimiento de los estados saludables. En este sentido, meditar es darte cuenta de lo que te está sobrando. Trascender es dejar de ser esclavo de las mentiras, creencias erróneas y debilidades que te limitaban. Al meditar, experimentas que los programas aflictivos ya no tienen ningún poder sobre ti. Habías sido tú el que los alimentaba inconscientemente. Con la meditación vas más allá de ellos, es decir, creces, te fortaleces, te estabilizas y ves lo que en vedad te aporta felicidad, tranquilidad y confianza. En esencia es lo que resume esa vieja frase de que la verdad te hará libre. Claro que sí. La presencia te libera de toda esclavitud. Con ella recuperas tu capacidad de decisión al estar instalado en la certeza. Así que no te pierdas con los cuentacuentos. El discurso no puede sustituir nunca la experiencia. Ojo con proyectarte en un estado iluminado y caer en un bienestar de media hora. Provocará engancharte a ese estado. Es una dependencia más. Todo en el universo es vibración, todo es pura energía que pulsa en un mismo momento. Expansión y contracción, día y noche, cielo y tierra, junto a un sinfín de momentos dinámicos que se superponen en un fluir natural donde nada falta y nada sobra. Todo es tal cual está siendo. Sin embargo, los seres humanos vivimos alejados de esta realidad y caemos en los dominios del apego y del rechazo. Esta es la causa del sufrimiento. Vivimos identificados con esto y lo otro. Nos creemos propietarios de personas, objetos, proyectos y fantasías, quimeras todas ellas que caen por su propio peso ante el hecho ineludible de la ley universal del cambio y la mutabilidad constante. Cito unas palabras del Shôbôgenzô del maestro zen Eihei Dôgen:

Cada ser viviente del universo entero

está en relación con todos los demás

y no puede ser separado del tiempo.

Fotografía cortesía del maestro Denkô Mesa

El significado profundo y verdadero del momento presente solo se comprende cuando uno se deja sostener por la experiencia del ahora. Por lo general, no estamos en lo que estamos, pues proyectamos nuestras fantasías venideras hacia un futuro inexistente que llenamos de expectativas y deseos infundados. Por otro lado, nos perdemos en las memorias del ayer, pretendiendo que aquello que vivimos vuelva a repetirse. No nos han educado en el presente. Los anteriores son dos estados absolutamente estériles porque gastamos la energía en eriales. Solo es en el presente cuando podemos hacernos conscientes de lo que estamos sintiendo, pensando y qué actitud manifestamos ante lo que está pasando. En este preciso instante podemos decidir, esto sí, esto no. En este preciso momento, pregúntate: ¿dónde cuándo y cómo deseo poner la energía?

Fotografía cortesía del maestro Denkô Mesa

En la vida que vivimos, lo hacemos todo con prisa y precipitación. Sometidos a la exigencia de resultados inmediatos, perdemos la estela que dejan las aves en su vuelo. Los artesanos son personas pacientes, tranquilas y cariñosas con su trabajo. Fluyen de instante a instante, conectados íntimamente con la respiración y con el latido de su corazón. Saben que el universo palpita con un ritmo natural y no forzado. Los meditadores son los artesanos de la conciencia despierta. La práctica de la meditación es así, un reflejo evidente de que todo es como está siendo.

En el momento en que el meditador permite reposar su cuerpo sobre la tierra, acariciar el cielo con la coronilla, recogerse en intimidad y abrirse a una mirada contemplativa, sucede que todo se desvanece en un tiempo sin tiempo. El tic tac del reloj deja de cobrar sentido porque todo momento es un instante único e irrepetible. Esto lo han cantado y versionado muchos autores a lo largo de los siglos. Desde siempre me ha cautivado el aforismo de Antonio Machado que dice «hoy es siempre todavía.» También celebro ese momento único captado en un haiku clásico:

Un viejo estanque.

La rana salta dentro.

Plop.

Ese sonido insonoro… Aquí el tiempo se detiene, transcendiendo las fronteras. El presente es un instante eterno que se manifiesta siempre en el ahora. No hay dos momentos iguales, no hay dos respiraciones iguales, no hay dos seres iguales y así ad infinitum. Todo está entrelazado en una armonía atemporal que lo sostiene todo. Cada instante es un viaje de ida y vuelta. Partir y regresar sin meta, como hacen las olas en un baile infinito, forma parte del paisaje de todas las existencias. El meditador puede acceder a la experiencia del eterno presente. El Buddha ya dejó marcado el sendero de las absorciones meditativas, conocidas como estados de jhāna (en pali). Concretamente, en el tercero de ellos, el practicante siente que el tiempo histórico es trascendido. El acceso se consigue a través de la estabilidad corporal (postura correcta) y el contacto permanente con la respiración (ānāpānasati). Se experimenta un distanciamiento físico de los objetos del deseo (placer, displacer o neutralidad), un distanciamiento de los factores perjudiciales (sueño, gula, duda, rechazo o avidez), se estabiliza la concentración y se enfoca libremente la mirada atenta sobre los objetos o fenómenos que se presentan. La observación sobre ellos es lúcida y penetrante.

Con el desvanecimiento del rapto, permanecí en la ecuanimidad, plenamente consciente y alerta, y físicamente sensible al placer.

Entré y permanecí en el tercer jhāna, aquel del que los Nobles declaran, ecuánime y plenamente consciente, posee una permanencia agradable.

(Dvedha-vitakka-sutta)

Fotografía cortesía del maestro Denkô Mesa

El meditador ve a través de una mente muy lúcida que percibe con una atención exquisita. Con ella permanecemos en una profunda quietud y dejamos pasar. Hay una sensación de ingravidez. El tiempo histórico comienza a disolverse. Se experimenta todo con ecuanimidad, se vive la interdependencia de todos los fenómenos. Pasado, presente y futuro se funden en un mismo ahora. He aquí el famoso aquí y ahora. Es una experiencia del no tiempo, una vivencia real de lo inmutable. Va acompañada esta experiencia de una inmensa felicidad, como así lo expresa tan bello Husayn Mansur Halladj, poeta islámico sufí:

¡Oh Tú, que eres la reunión del todo!

Ya no eres «otro» para mí, sino que eres «yo mismo».

¿Qué excusa podría presentarme a mí mismo?

He intentado tener paciencia, pero,

¿cómo puede ser paciente mi corazón alejado de su centro?

Tu espíritu se ha mezclado poco a poco con mi espíritu,

haciendo alternar proximidad y olvido.

Y ahora, yo soy Tú.

Denkô Mesa nació en 1967 en la isla de Tenerife, España. Es maestro zen, director espiritual de la Comunidad Budista Zen Luz del Dharma. Cursó estudios superiores en la Universidad de La Laguna donde obtuvo la licenciatura en Filología Hispánica en el año 1990. Asimismo, es profesor del prestigioso Máster en Mindfulness de la Universidad de Zaragoza. Comenzó a estudiar y practicar el budismo zen en 1989. En el año 2005 es reconocido como maestro zen. Junto a su dedicación como maestro zen, ejerce docencia como profesor de Lengua Castellana y Literatura en la ciudad de San Cristóbal de La Laguna, Tenerife. Ha publicado dos libros de poesía, así como otros relacionados con la tradición budista.