Recuerda la bondad que hay en ti. Primera parte.

VENERABLE KARMA TENPA

Con este primer artículo doy comienzo a una serie de cuatro, sobre nuestra bondad innata que no se limita a los más queridos, sino que también es capaz de incorporar a otras personas, y especies. Esa bondad tiene la cualidad de expresarse en diversas formas y circunstancias como un esfuerzo elaborado para dar sentido a la vida, al amor, al gozo, al sufrimiento y la muerte.

Ya no recuerdo en donde, ni cuando, leí la frase. Se la atribuyen al Buda, ¿será así? En este caso no me preocupa el rigor histórico ni si la transmisión y traducción son exactas. En cambio, sí recuerdo cómo me cautivó su esencia atemporal y fiel al mensaje sabio y amoroso del budismo, eso me fue suficiente. Tuve una certeza, había llegado, lo había comprendido, sentí que esta breve y sencilla frase representaba la esencia de todas las enseñanzas, de todas las prácticas y de todo el inmenso tesoro que poseemos pero que olvidamos.

Que reconocerlo es el punto de partida al mismo tiempo que el de llegada, que, paradójicamente, hay que andar mucho para no llegar a ningún lugar distinto, perderse para encontrarse, desencantarse para rescatarse, entusiasmarse para volver a preguntarse ¿en qué?

«Recuerda la bondad que hay en ti» es la frase en cuestión. No he encontrado hasta el momento nada tan condensado que exprese un profundo mensaje tan bello, tan humano y tan espiritual. Los seres humanos anhelamos, porque lo necesitamos, un lenguaje mayor para conversar de igual a igual con la vida y la muerte, por qué, ¿qué más hay fuera de ellas?

«Recuerda la bondad que hay en ti» es una invitación significativa y reverencial a estar presentes ante el asombro de estar vivos y sabernos finitos. Nos comunica, en palabras de Sergio Stern, con «esa espiritualidad fundante que no depende ni de la institución ni de la fórmula y que, más bien, constituye el eje de la experiencia humana con el mundo, con el yo, con la vida» o como dice Foucault ese «cuidado» o «inquietud de sí» *

Cuando los senderos de la vida nos llevan hacia esas encrucijadas donde la soledad está emboscada en las sombras, el amor secuestrado por la indiferencia o el olvido y la salud resbala por las cuestas de la vida hacia la muerte «Recuerda la bondad que hay en ti» se nos ofrece como un faro de luz que ilumina a nuestro propio coraje, fortaleza y sabiduría en mitad de la niebla de la tristeza o de la zozobra por la incertidumbre.

«Recuerda la bondad que hay en ti» se abre paso y se adelanta a las voces del miedo, la desolación o el sentimiento de pérdida para recibirlas, cuidarlas y devolverlas con comprensión y riqueza a dialogar con lo que sucede y en cómo estamos con eso que sucede. O, también, abre las puertas para despedir a lo que no queremos decirle adiós.

Pero, ¿por qué debo recordarla si ya habita en mí? 

Porque en el día a día, impulsados a resolver tantas situaciones complejas y urgentes, laborales, materiales, personales y emocionales, la insatisfacción y el estrés nos secuestran la alegría, sentimos que el individualismo egoísta espolea la comparación, y la competencia y la convivencia social, entonces nos asfixia. Así la vorágine cotidiana congela nuestra vocación mayor, generar las causas del bienestar personal y social.

La esencia del pensamiento budista no se impone con un salto de fe ciega, sino con una cuidadosa observación de la propia experiencia personal. Entre ellas, el budismo presta especial atención al fenómeno del sufrimiento, siendo este un buen punto de partida porque atrae nuestra atención: ¿por qué sufrimos? ¿es posible liberarse, o cuanto menos, atenuarlo? 

Ambos interrogantes nos invitan a ir más allá del perímetro de la identidad egocéntrica hasta encontrar que todo el amor, la bondad y la comprensión que necesitamos ya están en nosotros de forma latente, en el nivel de nuestra naturaleza de buda, la naturaleza esencial de nuestra consciencia. Sencillamente están olvidados.

No es necesario volver a ganarlos, tan solo «Recuerda la bondad que hay en ti». Nuestra práctica consiste tanto en ser conscientes de nuestro corazón bondadoso y alimentarlo, como en observar de cerca las raíces del sufrimiento y ver cómo cerramos nuestro corazón cuando ponemos al ego volante y a la sabiduría compasiva en el maletero.

El yo busca amar, pero al mismo tiempo lo impide

Experimentamos y nos relacionamos con el mundo desde la experiencia de un yo. Es este uno de los temas centrales del budismo que atraviesa a todas las escuelas y tradiciones budistas desde la afirmación misma del Buda con el revolucionario concepto de anatman, no existencia en sí misma del yo. Los cinco skandhas, los doce vínculos interdependientes, entre otras enseñanzas, describen la secuencialidad de la construcción del yo. Luego se completará con todo lo que deviene del Sutra de la Prajnaparamita: vacuidad, no existencia en sí misma de los objetos externos, Fundamentos de la vía media, Nagarjuna, Chandakirti, etc.

Pero, al menos en este artículo, no me apoyaré en todo ello, sino que opto por un acercamiento contemporáneo que contiene «ecos de toda esta sabiduría» y que se ajusta más a mi propósito presente. Dice Paul Gilbert

[…] por la propia complejidad de nuestros cerebros, que pueden integrar sistemas y capacidades de formas diferentes, necesitamos algún tipo de proceso organizativo; de lo contrario, nos veríamos expuestos a demasiadas posibilidades, valores y conflictos en todo lo que hacemos o pensamos. Necesitamos alguna forma de priorizar entre nuestros distintos potenciales. Ahí es donde entra el sentido del yo y la identidad propia…

[…] el sentido del yo tiene otros problemas. Esto ocurre porque nuestro «cerebro/mente antiguo» nos hace muy conscientes del entorno social y aprovecha las capacidades del «cerebro/mente nuevo» para pensar en el yo en relación a los demás. Así que resulta posible que nos veamos inferiores y fracasados en comparación con los demás y, de este modo, activemos sentimientos depresivos. Nos podemos preocupar por no encajar, o por no gustar a la gente o por dar imagen de debilidad. Nuestra mente autoconsciente también puede preocuparse por los problemas futuros y los «yos» del futuro. **

En esa atmósfera, cuando las expectativas que todo esto genera no son satisfechas y las preocupaciones van más allá de nuestras necesidades surgen el nerviosismo, la inquietud, la sensación de incapacidad de enfrentarnos a los desafíos de la vida diaria, miedos y esperanzas, sentimos que la vida es abrumadora, desconcertante o frustrante.

Podemos trabajar con todo ello con las cualidades de la apertura y la amabilidad de la bondad. El requisito primero es abandonar la idea de que algo nos evitará experimentar dolor alguno, la vida no le ahorrará sufrimiento a nadie, es así. Pero a menudo preferimos hacernos daño a nosotros mismos siguiendo los habituales y nocivos patrones de conducta, tomemos, entonces, la decisión de experimentarnos de un modo honrado y la única manera es abriendo el corazón para ver quiénes somos.

Si recuerdas la bondad, la sabiduría se presenta. Cuando el foco de la conciencia cambia desde un sentimiento—en tanto que objeto de placer o de dolor, gusto o aversión, aceptación o rechazo—a nuestro estado de presencia con él podemos descubrir los recursos y la sabiduría que oculta y pasar del gobierno del yo, de la identidad o del ego, (llamémosle como le llamemos) al ámbito de la sabiduría y el amor.

Una vez más «Recuerda la bondad que hay en ti», así cuando permanecemos presentes en medio del enfado se pone de relieve la fortaleza; cuando permanecemos presentes en medio del sufrimiento se pone de manifiesto la compasión, cuando permanecemos presentes en medio del miedo se pone de relieve el valor y la confianza y cuando podemos permanecer presentes en la claridad de la cognición y la espaciosidad de la mente natural se ponen de relieve la sabiduría no dual.

Nuestra energía amorosa se halla atrapada en los recovecos de las rutinas emocionales, pero para liberarla no es necesario anular o reprimir la emoción conflictiva, ni sublimar su energía en formas socialmente aceptadas sino por el contrario dejar que simplemente haga lo que desea hacer: liberarse accediendo a su poder y vitalidad. Lo que lo permite y alienta es la sabiduría y la compasión.

Podemos utilizar la energía asociada al conflicto ayudándonos en nuestro camino liberando las cualidades más profundas del ser y al mismo tiempo encarnándolas.

¿Es sencillo? ¡no!! ¿vale la pena entrenar la mente y el corazón? ya es tu pregunta, pero por favor, vayan las cosas mal, vayan las cosas bien o vayan regular, siempre «Recuerda la bondad que hay en ti»

* El cuenco vacío: Aportaciones de un psicoanalista al estudio del Buddhadharma, de Sergio Stern Nicolayevsky, publicado por Editorial Gedisa, Barcelona, España, 2022.

** La mente compasiva: una nueva forma de enfrentarse a los desafíos vitales, Paul Gilbert, Editorial Elephteria, 2020.

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Venerable Karma Tenpa es un monje budista, argentino, residente en España. En el año 2007, recibió de parte de S. E. Situ Rimpoche la ordenación de guelong (monje completamente ordenado). Participa en la formación de voluntarios en el acompañamiento espiritual en el proceso de morir en la Fundación Metta Hospice (https://fundacionmetta.org/). También gestiona el programa Creciendo en Nepal, cuya actividad se centra en recaudar fondos para los estudios de menores y jóvenes en Katmandú.

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