Procastinación, determinación y compasión

SISTER OCEAN

Fuente: about.com

He conocido a personas que han ido a un solo retiro de meditación y, al volver a casa, han empezado a sentarse una hora por la mañana y otra por la noche y han seguido haciéndolo durante años. Nunca he sido una de ellas, y la mayoría de la gente que conozco, tampoco. Si te resulta fácil cumplir con tus propósitos, a lo mejor no necesitas leer este artículo. Como alguien que procastina incluso cuando tiene que escribir un artículo sobre la determinación, solo puedo compartir lo que he aprendido como persona que lidia con ella.

La adhitthana (determinación, resolución, en pali) es el octavo de los diez paramitas (perfecciones, en pali). En realidad, la determinación es la base de todos los demás paramitas. Sin determinación no aplicamos ninguna de las enseñanzas. Y, sin embargo, es sabio que esté situada en la posición en la que está en la lista de paramitas, ya que lleva su tiempo aprender qué cosas merecen nuestra determinación. Piensa en alguien que está intentando obtener un ascenso, llevar a cabo una infidelidad u obtener su siguiente chute de heroína. Todos pueden tener mucha determinación, pero eso no convierte sus actos en perfección espiritual. Antes de observar a fondo nuestra mente y nuestra vida, quizá preferimos dirigir nuestra determinación a cosas que no comportan nuestra liberación.

Afortunadamente, el Buda ofreció enseñanzas claras sobre qué tipos de determinación hay que cultivar: «(a) sabiduría (panna, en pali), (b) verdad (sacca, en pali), (c) renuncia (caga, en pali), (d) tranquilidad (upasama, en pali)».* Al decidir qué acciones e intenciones perseguir, basta con preguntarse si nos proporcionarán sabiduría, verdad, renuncia (a estados negativos de la mente) o tranquilidad. Parece sencillo, pero a menudo me sorprende cómo mis impulsos acostumbran a anteponerse a estas intenciones hasta que los cuestiono de manera intencionada. Basta con unos pocos momentos de atención plena para practicar esto, y la recompensa vale mucho la pena.

Pero incluso cuando hemos aclarado lo que es beneficioso para nuestra liberación, el mero hecho de decir «hazlo», no basta para la mayoría de las personas, a pesar de los millones de dólares que la empresa Nike ha invertido en esa frase. Después de mi primer retiro de meditación, quería meditar todos los días. Mantuve la práctica unas cuantas semanas y luego se fue diluyendo. Fui a otro retiro, practiqué por mi cuenta un tiempo y volvió a diluirse. Tardé cinco años en establecer una práctica diaria de meditación. Aunque a menudo me sentía fracasada durante esos primeros años, el hecho de haber seguido intentándolo era una forma de determinación. A todos nos pasa que, de vez en cuando, no llegamos a cumplir nuestras expectativas. Cultivar la determinación para empezar de nuevo es la base de todas las demás formas de determinación. Como escribe Rainer Maria Rilke:

Esto es lo que pueden enseñarnos las cosas:

a caer,

a confiar pacientemente en nuestro peso.

Hasta los pájaros deben hacerlo

antes de poder volar.**

Sentarse a meditar cada día es una práctica preciosa, pero no es la única manera de seguir las enseñanzas del Buda. Yo diría que practicar los cinco preceptos es aún más importante que sentarse a meditar, aunque, idealmente, ambas cosas deberían ir de la mano. Yo ya era vegetariana antes de seguir las enseñanzas del Buda, así que fue una decisión sencilla para mí. No podía pensar en un animal muerto sin que se me saltaran las lágrimas y sabía que no podría matar a un animal para comérmelo, así que dejé de comer animales que otras personas habían matado para que yo pudiera comérmelos. ¿Hizo falta determinación para esto? Sí, pero fue una determinación muy suave, como bajar una pendiente en bicicleta. Básicamente, no dejé de hacer algo que me sentaba bien. En el pasado, no valoraba esta determinación, pero ahora sé que no se llega demasiado lejos luchando contra uno mismo. La violencia solo comporta más violencia. Cultivar una determinación amable, sencilla, es una práctica importante, diga lo que diga nuestra sociedad del «para ganar hay que sufrir».

Nuestra capacidad para llevar adelante nuestras resoluciones también está muy determinada por nuestro entorno. Yo puedo disfrutar de una comida muy sana y sencilla cuando estoy lejos de un puesto de helados. Pero cuando, repetidamente, me ofrecen postres, es muy difícil mantener la resolución de comer de manera sana. Internet también es una distracción sencilla que me roba más tiempo del que me gustaría dedicarle. Cuando uso internet en un espacio común, con ventanas y otras personas alrededor es mucho más sencillo centrarme en lo que pretendo hacer en línea que cuando estoy a solas en un espacio sin luz natural. Si te cuesta mantener tus resoluciones, intenta ver qué aspectos de tu entorno te están afectando. Esto no es un signo de debilidad. Al contrario, tenemos que reconocer las condiciones y aceptarlas. Si determinados factores ambientales disparan hábitos que son más potentes que nuestra resolución, tenemos que conocerlos y aceptarlos antes de que pueda tener lugar el cambio real. En la medida de lo posible, deja que lo que te rodea te ayude.

La ciencia también puede ayudarnos. Rick Hanson, autor de El cerebro de Buda: la neurociencia de la felicidad, el amor y la sabiduría (Editorial Milrazones, 2011) y Resiliente: cómo desarrollar un inquebrantable núcleo de calma, fuerza y felicidad (Gaia Ediciones, 2019), dice que nuestros cerebros son «velcro para las experiencias negativas, pero teflón para las positivas […]  Para mantener vivos a nuestros ancestros, la madre naturaleza desarrolló un cerebro que acostumbraba a engañarlos de tres formas distintas: sobreestimando los riesgos y subestimando las oportunidades y los recursos (para enfrentarse a los riesgos y aprovechar al máximo las oportunidades). Esta es una forma genial de distribuir copias genéticas, pero muy mala de promover la calidad de vida».*** Sabiendo esto, podemos entender mejor que prácticas como llevar un diario de la gratitud o pronunciar bendiciones antes de comer son, en realidad, formas muy hábiles de ayudarnos a imprimir experiencias positivas en nuestra mente, que tiende hacia lo negativo. Entendiendo esto, podemos decidir pasar 15 segundos concentrándonos en cosas positivas, como una puesta de sol, o tomar el autobús a tiempo, y no dejar que pasen inadvertidas. La determinación de experimentar más alegría es un esfuerzo que vale la pena.

Existe el mito de que la determinación «real» es un esfuerzo personal. Aunque esto es cierto para algunas personas, también es muy potente aprovechar la fuerza de nuestras amistades y comunidades para hacer crecer nuestra resolución. Yo tengo la costumbre de explicar a la gente mis resoluciones, porque entonces me siento más comprometida con ellas. Otros sienten menos motivación para seguir adelante cuando explican su resolución, así que se la callan. ¿Qué te funciona mejor? Experimenta y utiliza lo que aprendes sobre ti. Tengo amigos que tienen compañeros de meditación que los ayudan a mantener su práctica diaria. Se llaman todas las mañanas solo para decirse: «Buenos días, ¿cómo estás? Qué vaya bien la meditación». Esto refuerza su resolución al mismo tiempo que su amistad. Encontrar a un compañero al que rendir cuentas o un grupo de debate con el que quedar cada semana o una vez al mes para tratar un tema en el que estés trabajando resulta de mucha ayuda. Esto va más allá del grupo de meditación. Yo confío en que los demás me ayuden en mi crecimiento y aprendizaje, incluso sin maestros formales. Tengo amigos a quienes les muestro algunos artículos para comentarlos antes de publicarlos, un grupo en el monasterio que practica la comunicación compasiva todos juntos y un grupo online que se reúne dos veces al mes para compartir cómo estamos desaprendiendo y sanando del racismo a nivel individual y social. Pensar que puedo decidir crecer en estos dominios por mi cuenta es, sencillamente, ignorante. Pedir ayuda es una fortaleza, no una debilidad.

Al inicio de este artículo he mencionado que he estado atrapada en la procastinación. La procastinación parece lo contrario de la determinación. Unos parecen malgastar tiempo y energía, mientras que otros se concentran. Qué tiene que ver esto con la determinación, te preguntarás. Bueno, para poder entender de verdad la determinación, primero tenemos que entender la procastinación. La procastinación crónica puede convertirse en un problema grave cuando está enraizada en la ansiedad y la falta de autoestima. El perfeccionismo, intentar alcanzar objetivos inalcanzables, normalmente conduce a la procastinación malsana. En este caso, es más beneficioso centrarnos en otros paramitas, como la generosidad y la virtud, para construir una autoestima sana y ganar fe en nosotros mismos. De lo contrario, intentar cultivar la determinación y no alcanzar los objetivos que nos hemos fijado puede convertirse en una sensación aún mayor de fracaso y vergüenza, que destruye nuestra capacidad de determinación. Pero existe una procastinación sana que no es más que el cuerpo intentando decir: «¡Para ya! ¡Esto es demasiado!». Podemos aprender de la procastinación, en lugar de decirnos que somos unos vagos. Lo que comprendí cuando la semana pasada no pude escribir este artículo fue que estaba cansada después de haber organizado un retiro (¡y haber dado y preparado un taller!). No fue hasta que me permití descansar y sentirme renovada cuando, de repente, pude volver a escribir, sin esfuerzo. Tenemos que regresar a las cuatro determinaciones del Buda, sabiduría, verdad, renuncia y tranquilidad, cuando no estamos seguros sobre qué es diestro y qué no. A veces, la práctica del mindfulness y el cultivo de la perfección espiritual nos muestra más a fondo todas las partes de nosotros mismos que no queremos ver, como la procastinación, el perfeccionismo y la adicción. Así que también debemos, siempre, conservar la determinación de ser compasivos. La adhitthana, la perfección espiritual de la determinación, llega cuando abrazamos la totalidad de nuestra maravillosa y defectuosa humanidad.

* Digha Nikaya, 33 1.11 (v. 27). Traducción al inglés de M. Walshe. 1995. Wiltshire: Pali Text Society, p. 492.

**Rainer Maria Rilke. 1996. Rilke’s Book of Hours: Love Poems to God. Traducción al inglés de Anita Barrows y Joanna Macy. New York City: Riverhead Books, p. 117.

*** https://www.psychologytoday.com/blog/your-wise-brain/201010/confronting-the-negativity-bias

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