Los medios hábiles en el Sutra del loto
DENKÔ MESA
El Saddharma Puṇḍarīka Sūtra es uno de los textos más influyentes y venerados en la tradición budista. Se traduce como el Sutra sobre el loto blanco del verdadero Dharma en nuestra lengua castellana. Probablemente se escribió entre los años 100 a.e.c. y 200 e.c. Ya conocido en la India, el texto se volverá famoso en China cuando el erudito monje Kumarajiva lo transcribe en el año 406. Posteriormente, en el siglo VI la escuela T’ien-T’ai («terraza del cielo») lo consideraría uno de los sutras canónicos de referencia. Siglos más tarde fue introducido en Japón por el monje Saicho, convirtiéndose en una obra de gran fervor en la literatura popular donde es conocido bajo el título Myōhō Renge Kyō.
Originalmente el sutra tenía veintisiete capítulos que combinaban partes en prosa y verso. Este formato se ha mantenido con el paso de los siglos. El lector moderno observará que los sucesos descritos ocurren en un tiempo incalculable y se desarrollan en espacios míticos. En cualquier caso, ni se narran historias fantásticas, ni se pretende atiborrar con datos y estadísticas. Todo su contenido está expresado de forma fluida y hermosa. El lector puede adentrarse en las enseñanzas, abandonando el raciocinio habitual y permitiendo la emergencia del lenguaje trascendente. Textualmente dice:
Esta ley no puede describirse;
ante ella enmudecen las palabras.
Muy cercano a la meditación zen, el Sutra del loto es una constante fuente de inspiración en la práctica y estilo del maestro Eihei Dôgen (1200-1263), quien escribe en su Shōbōgenzō que «comparados con este sutra, todos los demás no son más que sus sirvientes, sus parientes, pues sólo él expone la verdad». Se conoce que el maestro pasó sus últimos días, recitando y escribiendo el Sutra del loto en su habitación.
Como he mencionado con anterioridad, el título más antiguo que se conoce, aparece escrito en sánscrito, Saddharma Puṇḍarīka Sūtra. La palabra puṇḍarīka, loto blanco, es un símbolo de particular pureza en la literatura india y, por extensión, en toda la tradición budista, mientras que el término saddharma, verdadera doctrina, se utiliza para distinguir al Sutra del loto de todas las demás enseñanzas anteriores de Buddha.
El loto simboliza la pureza del estado de un ser despierto, la conciencia inmaculada que florece en medio de las pasiones inconscientes, brillando en la presencia sobre nuestras vidas ordinarias. De esta forma, así como la planta de loto brota en un charco de lodo, viene a indicar que los seres humanos tienen la capacidad para convertirse en seres iluminados. Todos, sin excepción pueden liberarse de los condicionamientos ilusorios, fortalecer la sabiduría y desplegar la compasión:
Sariputra, los que así llegan, saben cómo formular diversas distinciones y exponer las enseñanzas con destreza. Sus palabras son amables y suaves y saben deleitar el corazón de la asamblea.
Hay dos enseñanzas centrales en el Sutra del loto que han sido muy respetadas en las escuelas del budismo mahāyāna, corriente que se desarrolló a partir de la conocida como mahasanghika. La primera es la doctrina del vehículo único, que dice que todos los caminos y prácticas meditativas conducen a la budeidad. En este sentido, el Sutra del loto es conocido por su extensa instrucción sobre los medios hábiles (sánscrito: upāyakauśalya; chino: fāngbiàn; japonés: hōben), que se refiere a cómo los seres despiertos enseñan de muchas maneras, adaptándose a las necesidades de los otros. Este concepto de estrategias pedagógicas se explica a lo largo de todo el sutra mediante parábolas y alegorías. La segunda es la idea de que el tiempo de vida del Buddha es inconmensurable y que, por lo tanto, sigue activo en el mundo transmitiendo el Dharma.
Los maestros enseñan de muchas maneras, esto es, tienen la capacidad de permanecer abiertos y receptivos, para atender a las necesidades de sus discípulos. En el capítulo segundo del Sutra el loto se muestra cómo surge y desarrolla esta habilidad y ante cualquiera de las circunstancias que aparezcan. Esto nos lleva a la reflexión de cómo acompañar al otro de una manera justa y acertada. Esta experiencia de plena lucidez aparece mediante el centramiento, es decir, cuando permanecemos en el eje de la atención consciente, observando de manera ecuánime qué es lo que surge para atender. No hay otro momento que este. Nada es igual a lo anterior ni será similar a lo futuro por venir. Dicho esto, ¿qué estamos viviendo ahora mismo y cómo lo estamos llevando?
Contemplamos que en estos momentos hay una profunda decadencia en las instituciones, sean del tipo que sean. Se propone e insiste en la atención excesiva hacia lo externo, un continuo proyectar hacia afuera lo que somos y sentimos. Nos hemos olvidado del lenguaje del silencio y la mirada interna. Permanentemente somos alentados para responder al máximo, aunque no tengamos tiempo ni energía vital para ello. En este mundo de la prisa y la desmesura se reconoce únicamente al individuo través de la exigencia y los resultados inmediatos. Somos creadores de la prisa. Parecemos espíritus hambrientos (japonés, gaki), maniatados por una saciedad intolerable que nos lleva a graves niveles de ansiedad, los cuales pasan factura en nuestras relaciones, ya sea con nosotros mismos o con los demás. Todo lleva el colorido de la dispersión: demasiadas opciones y mucho acumular, para que luego, entren otros depredadores en escena, para quitarnos lo poco recogido. A este agotamiento existencial lo conocemos como dukkha.
Heredera del Sutra del loto, la escuela zen invita a mirarse adentro, vivenciar lo que acontece a través del silencio, observando de una manera tranquila y calmada cuáles son los movimientos de la mente, qué dicen las palabras y cómo se presentan las emociones en el cuerpo. En definitiva, la meditación nos lleva al ordenamiento y limpieza interna, para expresar con lucidez lo que merece la pena ser manifestado. La meditación es una recuperación del equilibrio, la estabilidad y la consistencia vital. Meditar es fortalecernos para alimentar en nuestra vida lo que en verdad nos aporta más bienestar, felicidad y armonía. Meditar es saber y conocer qué es lo que elegimos. Así, dentro del segundo capítulo, más bien llegando al final, se habla del gran asunto:
Este Dharma no puede ser entendido por el pensamiento y la discriminación, solo los Buddhas son directamente capaces de comprenderlo.
¿De qué manera podemos mostrar el camino hacia el corazón? La única forma de hacerlo es ponernos en contacto con nuestro propio corazón. El camino interior es un camino privado. Nadie podrá sustituir la experiencia del despertar en nosotros. Cada cual tiene la posibilidad de reposar en la tranquilidad del silencio, descansar en una calma profunda, permitir que la respiración se alargue y la mente se estabilice. Una vez asentado el interior, la mirada se expande naturalmente a través de la claridad de la conciencia.
El pensamiento ordinario y habitual con el que procesamos la realidad, aparece frecuentemente condicionado por patrones y conductas nocivas que hemos heredado en nuestra biografía y el contexto sociocultural en el que hemos crecido. Así que, durante la meditación, todo aquello que observemos que dificulta nuestra sana relación con nosotros mismos, todo acto, palabra o pensamiento que veamos distorsiona la mirada amorosa, atenta y presente, se liberará con esta lúcida toma de conciencia. Únicamente dándonos cuenta de esto en nosotros mismos, nos sentiremos capacitados para animar al otro a que lo haga. Esta es la esencia del término upāya al que se refieren las enseñanzas del Sutra del loto. La honestidad con el proceso interior es clave en esta liberación de las cargas que nos impiden ser felices.
Todo se está moviendo de forma permanente. Nuestras ideas, sensaciones y pensamientos fluyen sin parar un instante. Este es el pulso natural de la vida misma. Detectar en qué momento nos paralizamos ante esta fluidez y para qué ocurre esto, es uno de los factores en el arte de la iluminación. La vida está continuamente ofreciendo recursos de aprendizaje. Todo se presenta siempre en el presente y es en el presente en el único momento que estamos disponibles para abrir las manos y reconocernos en la verdad de quienes somos.
En el Sutra del loto hay numerosas citas que recogen grandes enseñanzas:
Sariputra es por eso por lo que los Buddhas aparecen en el mundo sólo en razón del gran asunto: revelar, enseñar, realizar, entrar.
Son cuatro verbos que tiene cada cual un profundo significado. El primero de ellos, revelar, lo comprendemos cuando vemos que sale a la luz la verdadera comprensión. Descubrir a través de la meditación la naturaleza vacía de todos los fenómenos es una invitación constante a vivirse en íntima relación con todas las existencias.
Por otra parte, la palabra enseñar nos lleva al ejercicio de la docencia. Un maestro es una persona que muestra la ruta adecuada a seguir, alguien que acompaña a través del amor y con hechos coherentes y constatables. De no ser así, pues no puede ser de otra manera, las palabras, los discursos y las oratorias carentes de sentido fortalecen únicamente el egocentrismo del falso predicador:
Tomando en consideración la oportunidad
y viendo que es el momento apropiado,
el Protector habla,
nunca después.
Ahora de algún modo ha llegado
ese momento apropiado
como para que yo aquí diga
la certeza de la Realidad.
Llegamos ahora al verbo realizar. Hablamos de una experiencia transformadora en el sujeto donde el reconocimiento del verdadero sí mismo, queda integrado en una armonización en todos los niveles que lo conforman, esto es, cuerpo, corazón, cabeza y espíritu vibrando en un mismo siendo. Por esto, se sabe que el despertar y la realización se manifiestan como una vibración energética que facilita el equilibrio interior y el encaje justo con lo exterior.
Por último, se menciona el término entrar. ¿Quién se introduce o sale de ningún lado? Ya dijo un viejo maestro que el camino está bajo los pies y el Buddha insistía en que el camino está en el corazón. Lleven la atención al centro de su pecho, sientan la zona, respiren ampliamente y acojan en la presencia a todos los seres. La meditación es la experiencia del amor por todos:
Eternamente perdurable es el Camino del Dharma
y la naturaleza de las Leyes es siempre luminosa.
Denkô Mesa es maestro zen, presidente de la Comunidad Budista Zen Luz del Dharma. Licenciado en Filología Hispánica por la Universidad de La Laguna (ULL), ha publicado varios libros sobre budismo e interioridad (Quietud, El viejo arte de darse cuenta, Zen aroma eterno, Entrega y confianza, La mirada interior). Ha participado en congresos internacionales y ofrece formaciones afines al desarrollo integral humano. Dirige retiros de meditación, acercando el conocimiento del budismo a todo tipo de personas mediante un lenguaje claro, directo y sencillo.