La transformación artística del sufrimiento humano: Banksy y el arte budista
GUOYING STACY ZHANG
Durante las multitudinarias manifestaciones de Hong Kong en octubre de 2019, la ciudad se llenó de sentimientos de ansiedad, miedo e ira. Los medios mostraban constantemente fuego, violencia y destrucción, hasta el punto de que incluso las personas más sensibles se mostraban ya impasibles ante el espectáculo. Se cancelaron muchos planes de fin de semana y copas después del trabajo. Sin embargo, un par de amigos y yo logramos cruzar la frontera entre Hong Kong y la China continental para encontrarnos en un bonito bar de la ciudad china de Shenzhen. Fue un soplo de aire fresco, lejos de los gases lacrimógenos y la ira.
Al parecer, la vida a ese lado de la frontera no se había visto afectada. Después de que nos recibieran dos jóvenes camareros, nos sentamos al fondo de la barra. Uno de ellos estaba haciendo un cóctel con flores frescas que tenía en un jarrón frente a él. El otro estaba ordenando vasos mientras se quejaba de un grupo de chicas que se hacían fotos con sus bebidas sin haberse acabado ni la mitad. En una charla amigable, supimos que los dos jóvenes eran de otras provincias chinas, como muchos jóvenes de Shenzhen. Uno de ellos buscaba novia mientras que el otro estaba pensando en abrir su propio bar. Una escena preciosa que podría haber tenido lugar en cualquier parte del mundo.
Mis amigos y yo pronto nos dimos cuenta de que este lugar sentía una admiración especial por el artista callejero y activista político británico Banksy. Había unas cuantas reproducciones de su trabajo enmarcadas y colgadas en las paredes del bar. Una de ellas era la icónica Rage, the Flower Thrower (Ira, el lanzador de flores), que muestra a un joven manifestante en blanco y negro con la gorra del revés y el rostro cubierto por una badana, pero que, en lugar de un cóctel molotov está lanzando un ramo de flores de colores. «Esta es una buena imagen para Hong Kong ahora mismo», comentó un amigo. Nos sonreímos.
Banksy es uno de mis artistas favoritos de todos los tiempos. Hoy en día no faltan artistas contemporáneos que jueguen con las ideas ni amateurs que hagan potentes afirmaciones con grafitis en el espacio público. Sin embargo, Banksy es diferente. Para mí, es comparable con personajes como el pintor de la dinastía Song Ma Yuan (1160-65 – 1225), que hizo 12 estudios del movimiento del agua con tinta y pincel, o el pintor holandés Hieronymus Bosch (1450–1516), que creó imágenes extrañas y sobrecogedoras, aunque organizadas de forma harmoniosa. Estos artistas de verdad desarrollaron auténticas formas de expresión avanzadas a su tiempo y totalmente cautivadoras.
El Lanzador de flores apareció por primera vez en la pared de un garaje en Jerusalén, en la principal carretera a Beit Sahour, Belén: el lugar de nacimiento de Jesucristo, que se describe en la Biblia como «Maravilla de Consejero, Dios fuerte, Padre de la eternidad, Príncipe de la paz» (Isaías 9:6). Sin embargo, por desgraciada ironía, esta región ha sido un lugar de conflicto irremediable durante incontables años. Personas de distintas religiones y etnias luchan entre sí, aunque muchas de ellas creen en el mismo Dios.
En contraste con un trasfondo tan complejo, el Lanzador de flores es directo y contemporáneo en su forma de expresión. Claramente, el mensaje es en favor de la paz; sin embargo, este trabajo no solo interpela a la situación política actual sino también a la humanidad. Al observar los trabajos de Banksy, da igual que parezcan sin sentido o satíricos, siempre hay un sentido del humor que surge de la compasión del artista y su profunda fe en la bondad de la humanidad.
Ahí es donde encuentro una analogía entre el trabajo de Banksy y el arte budista. Ambos reconocen el sufrimiento humano, pero lo transforman artísticamente para inspirar. Detrás de la grandeza, la compostura y el oro del arte budista, hay dolor, pérdida y llanto. Las inscripciones de importantes enclaves de patrimonio budista, como las grutas de Mogao y Yungang, revelan que hombres y mujeres hicieron las imágenes del Buda con el deseo de que las próximas vidas de los miembros fallecidos de sus familias fueran mejores o para orar por la paz y la prosperidad de sus comunidades en épocas difíciles. En la práctica budista, hacer arte es hacer méritos, lo que siempre se transmite a los demás. De una forma parecida, un trabajo reciente de Banksy en Birmingham aborda el tema de las personas sin hogar antes de Navidad.
El nuevo trabajo de Banksy que muestra a dos renos tirando de un “trineo,” un banco público, en el que duerme un vagabundo. De banksy.co.uk
Según el budismo, los humanos estamos atrapados en el samsara (ciclo de reencarnación en sánscrito). Las enseñanzas también enumeran los ocho tipos de sufrimiento que todos experimentamos: nacimiento, envejecimiento, enfermedad, muerte, separación de los seres queridos, asociación con quienes no nos gustan, no obtener lo que queremos y el florecimiento de los cinco skandhas (los cinco agregados en sánscrito). En lo relativo a la existencia, no somos muy distintos, ya seamos familias en Belén, mecenas de arte budista del siglo VI, manifestantes en Hong Kong o los jóvenes camareros, mis amigos y yo en ese momento en Shenzhen. La pregunta es cómo acabamos con nuestro sufrimiento. Algunas personas, empujadas por la avaricia, el odio y la ignorancia, intentan acabar con su sufrimiento haciendo sufrir a otros. Sin embargo, este no es el camino a la liberación, como enseña el maestro zen Thích Nhất Hạnh: «Estamos atrapados en nuestros pequeños “yo” pensando solo en las condiciones cómodas para este pequeño “yo” mientras destruimos nuestro gran “yo”».
Es importante apuntar que da igual lo rotundas que sean las afirmaciones de Banksy, nunca ataca la integridad del trabajo de otras personas. Mientras que alguien pensó que era gracioso añadir narices rojas a los renos de Banksy en Birmingham, Banksy construyó un nuevo Dismaland como parodia de Disneyland, colgó obras de arte modificadas en las paredes de grandes museos de todo el mundo y trituró su propio trabajo Girl with Balloon (Niña con globo), en una subasta para vender la pieza. Su práctica del grafiti no tiene como objetivo entrometerse con el espacio público, sino que cuestiona por qué la publicidad y los anuncios son legales solo porque pagan. Banksy desafía constantemente nuestra idea de realidad y normalidad proporcionando una perspectiva distinta: «El arte debe consolar a los inquietos e inquietar a los acomodados», cree.
Se hacía tarde, así que mis amigos y yo nos despedimos de los camareros y salimos. Ya era de noche. Seguí pensando: todas las formas de arte no son más que fenómenos; grafiti, óleo, tinta, escultura o escritura tienen el mismo poder para transformar el sufrimiento en arte. En cualquier caso, la transformación es la parte más difícil. Nos pide que superemos las costumbres que nos mantienen atrapados en el samsara una vida tras otra y también requiere claridad de pensamiento, una destreza perfeccionada y dedicación. Solo así podemos trascender el pequeño «yo» y acercarnos a la liberación.