La polémica sobre los supuestos «préstamos» del budismo al cristianismo y su relevancia para la fase inicial de la Ciencia de la Religión institucionalizada (Segunda parte)
FRANK USARSKI
Puede leer la primera parte de este articulo aquí
Otras narrativas de la tradición occidental bajo sospecha de «plagio»
Además de los extractos bíblicos, otros elementos de la tradición cristiana se convirtieron en objeto de discusión sobre sus posibles fuentes budistas. Por ejemplo, se atribuirían orígenes budistas a tradiciones cristianas como la leyenda de «La vida de Barlaam y Josafat» (historia medieval europea de innegable origen budista, posiblemente derivada de la biografía del Buda en Lalitavistara-Sutra); la leyenda sobre San Alexis (siglo XIII); narraciones sobre Jesús y los animales; el tratado de zoología simbólica Physiologus, etcétera. Además, se llamó la atención sobre el origen asiático de muchas fábulas narradas en Occidente, al grado de afirmarse «que Esopo y después Babrius solo habían copiado fábulas hindúes transmitidas a través de Persia, Siria y Egipto». (PLANGE, 1906, p.17), juicio extendido a La Fontaine, Bocaccio, los hermanos Grimm y otros autores, a los que se consideraría inspirados por fuentes como los jatakas o el Panchatantra. Y también se debatió sobre la influencia budista en la visualidad ritual cristiana (el símbolo del pez, elementos del ornato católico asimilados a hipotéticas fuentes lamaístas, y otras analogías por el estilo).
Hipótesis sobre el papel y el estatus de Jesús
En 1868 el francés Jacolliot publicó la obra La Bible dans l’Inde. Dos años más tarde, el libro fue traducido al inglés. El trabajo parte de la idea de que
Cristo estudió desde los doce hasta los 30 años en Egipto y la India bajo la autoridad de un monje budista y alcanzó el estatus de arhat, es decir, santo budista. Luego regresó a su tierra natal para predicar una religión de salvación enriquecida con elementos doctrinales judíos. (GÖTZ, 1912, p. 75)
A esta publicación le seguiría la sensacionalista obra del autor ruso Nicolás Notovitch (1887), quien supuestamente habría visitado un monasterio lamaísta ubicado en Ladakh (actualmente, Jammu y Cachemira en la India) en cuya biblioteca se conservaba un relato original sobre los «años perdidos» de Cristo, que se pretendían habían transcurrido junto a jainistas, brahmanes y budistas en tierras indias, adonde habría viajado Jesús para «perfeccionarse conforme a las palabras Divinas e investigar los preceptos del Gran Buda». (NOTOVITCH, 1893, p. 104)
Aunque se comprobó posteriormente que el libro de Notovitch no pasaba de ser una ficción, y así se tornó obsoleta la tesis de que Jesús fue personalmente responsable de la transmisión de las ideas indias, se puso de moda la doble afirmación de que a) entre los esenios y el cristianismo primitivo habría una relación histórica y una íntima afinidad espiritual, y b) que los esenios habrían sido fuertemente influenciados por las ideas y prácticas budistas. Entre los paladines de esta teoría cabría resaltar al teósofo Henry Steele Olcott, autor del célebre «catecismo budista» (1902); a Wolfgang Bohn (1919), y, sobre todo, a Dwight Goddard (1927). Este último no tenía dudas sobre el fuerte impacto del budismo sobre el pitagorismo y el estoicismo, la literatura hermética y cabalística, así como sobre los terapeutas de Alejandría. Siguiendo a Goddard: «La misma influencia puede identificarse en la comunidad célibe de los esenios en el valle del Jordán, a través del cual discurría la gran ruta comercial desde la India hasta Persia y Egipto». (GODDARD, 1927, p. 90)
Tales esenios existieron como una comunidad separada hasta aproximadamente el año 40 d. C. y luego fueron absorbidos gradualmente por el círculo de discípulos de Juan el Bautista y el movimiento de Jesús. Goddard enfatiza: «Fue en esta comunidad de esenios donde crecieron los fundadores del cristianismo, es decir, Juan el Bautista y Jesús». (GODDARD, 1927, p.115)
Para el autor, hay varios indicios—como la orientación célibe y la práctica de retirarse temporalmente a la soledad—que apoyan la hipótesis de que Jesús era un esenio. En su criterio, posteriormente Cristo habría roto con el grupo para sumir su rol mesiánico—que para Goddard se hallaba revestido de tintes patológicos—. Si bien el investigador no coloca a Jesús a la misma altura del Buda, sin embargo, entiende que su vida y su muerte eran valiosas, ya que «su espíritu de amor desinteresado y sumisión a su destino sigue siendo una esperanza para el mundo» (GODDARD, 1927, p. 163)
La discusión sobre las transferencias culturales a través de contactos comerciales, expansiones militares y misiones budistas
Por necesidad, debía responderse a la pregunta referente a las vías de contacto entre Occidente y Oriente en la época anterior a Cristo, como prerrequisito para cualquier intercambio entre las respectivas culturas. Los trabajos investigativos dedicados a ofrecer respuestas a esta pregunta se concentraron en datos históricos diferentes y complejos. Por ejemplo, se pretendió que los viajes de una delegación del rey Salomón a «Ofir», mencionados en II Crónicas 8:18, habrían sido expediciones hebreas a la India (tesis apoyada por Garbe, quien enfatizaba que la ruta náutica entre el subcontinente y la costa oriental del Mediterráneo establecida desde el siglo VI a.C., habría ofrecido innumerables ocasiones para el intercambio mutuo entre Occidente y Oriente). A la inversa, Faber asumiría que, en los intercambios comerciales entre el Imperio Romano y los indios, estos últimos desempeñaban más bien un simple papel receptor. De un modo u otro, es obvio que estar de acuerdo con la idea de relaciones comerciales entre ambas secciones del orbe no sustentaba automáticamente el postulado de la dependencia del cristianismo del budismo.
La instrumentalización del debate por parte de los conversos budistas
La discusión académica sobre supuestos paralelos budistas-cristianos no se limitó a un discurso meramente científico, sino que acabó teniendo repercusiones fuera de las universidades, incluso en dos campos antagónicos, o sea, tanto en círculos budistas como cristianos.
El conflicto de opiniones se intensificó por el hecho de que el período principal del debate coincidió con el establecimiento de un movimiento budista compuesto por alemanes que se habían convertido recientemente a esa religión. Aquellos, sumamente entregados a tareas como la divulgación de su nueva fe o la traducción de textos budistas desde el pali (donde encontraban a menudo pasajes que supuestamente inspiraron extractos del Nuevo Testamento), tenían como una de las motivaciones para llamar la atención pública sobre las convergencias entre el budismo y el cristianismo la necesidad de compensar ideológicamente su pertenencia a una minoría religiosa. De modo que personajes como Theodor Schultze o Karl Seidenstücker procuraban una regeneración espiritual de la conciencia colectiva de los europeos mediante una práctica budista completamente desligada de los precedentes tradicionales cristianos. Y veían en obras defendiendo la teoría del origen budista de los textos cristianos un medio útil «para combatir la prepotencia de muchos cristianos y su convicción de que la única religión que salva es la suya» (Seidenstücker, 1905, p. 39)
Las implicaciones del debate para el cristianismo
La popularidad del debate se debió a varias razones. A saber, los cambios radicales en diversas esferas de la vida socioeconómica (proceso de industrialización, triunfo de las ciencias exactas, urbanización, primacía de la tecnología en el sector productivo, surgimiento de la socialdemocracia como ideología política, etcétera) plantearon desafíos para el campo de la religión, tales como el cuestionamiento al cristianismo institucionalizado, la separación de una parte considerable de la población alemana de la Iglesia, o la búsqueda intensificada de orientaciones religiosas alternativas.
Estos procesos causarían seria alarma en círculos cristianos, reflejada en publicaciones por autores como Christoph Ernst Luthardt (1880), Emil Pfenningsdorf (1899) y otros, quienes procuraban reafirmar la validez del cristianismo en las nuevas circunstancias. Obviamente, preocupaciones de este tipo sensibilizarían a los autores cristianos sobre el potencial amenazador de la hipótesis de que partes de la Biblia fueron copiadas de fuentes budistas. Máxime cuando desde el lado budista se emitían declaraciones como esta:
Con énfasis se predica en el mundo: «Todo lo grande y bueno del cristianismo se encuentra también en el budismo, pero en la lucha espiritual final el budismo triunfará, porque el cristianismo depende del budismo» (SCHWEITZER, 1903, p. 7-8)
Conclusión
En comparación con la energía invertida en las primeras décadas en la búsqueda de respuestas a preguntas relacionadas con la hipótesis de la supuesta dependencia del cristianismo del budismo, después de la Primera Guerra Mundial el tema comenzó a caer casi por completo en el olvido. Este declive no puede explicarse suficientemente con el argumento de que después de extensas discusiones el tema quedó intelectualmente agotado, se intercambió toda la información necesaria y no quedó nada más que añadir. En cambio, hay que tener en cuenta otros dos factores. Se trata de dos movimientos intelectuales «tradicionales» y hasta el presente aún sensibles en el ámbito de la Ciencia de la Religión.
La primera tendencia responsable por la pérdida de fuerza en el debate sobre la posible «inspiración» del cristianismo por el budismo, es un indicador del posterior reconocimiento del papel fundamental de la historia y la filología para un estudio empírico-cultural de la religión. Rudolf Seydel todavía se contentaba con conclusiones precoces e ingenuas extraídas de observaciones relativamente espontáneas de analogías en textos seleccionados al azar, procedentes de disímiles tradiciones religiosas. La falta de aspiraciones teóricas profundas en relación con su objeto y el tratamiento ahistórico de sus descubrimientos, llevaron al profesor de Leipzig a examinar un número considerable de analogías entre las escrituras budistas y cristianas. Richard Garbe, que entró en el debate 32 años después de la publicación del primer libro de Rudolf Seydel, presentó sus argumentos en una situación diferente. Argumentó en contra de la tendencia inflacionaria de la discusión y de la idea de que el budismo, como religión más antigua que el cristianismo, sería automáticamente la fuente original de los paralelos textuales. Esta postura crítica refleja un conocimiento científico avanzado y una preocupación metodológica por la singularidad de las religiones, que no son encontrados en publicaciones de autores como Seydel.
La segunda razón de la creciente irrelevancia de temas relacionados, tiene que ver con el surgimiento de la fenomenología clásica de la religión en el ámbito de la Ciencia de la Religión; y, por lo tanto, de un paradigma en tensión o incluso en oposición a un enfoque estrictamente histórico-empírico. Los investigadores más antiguos priorizaban la meticulosa comparación de datos detallados en pro de la creación de genealogías y familias de religiones, según los modelos de la lingüística comparada. Pero a principios del siglo XX ese enfoque en los hechos empíricos perdió fuerza frente a las afirmaciones de la fenomenología clásica de la religión, alentada por la hipótesis de que las religiones concretas eran articulaciones particulares de lo sagrado universal —o sea, variaciones idénticas del mismo fenómeno «primordial»—, y valorizando una aproximación intuitiva al estrato más sutil e idealizado de la religión en singular, y desfavoreciendo el interés en las manifestaciones plurales y empíricas del mundo múltiple de las religiones históricas.
Concluyendo: la «polémica sobre el plagio» está hoy obsoleta en términos de sus axiomas y resultados propiamente dichos. Sin embargo, desde el punto de vista de la historia de la Ciencia de la Religión, el debate no ha perdido su relevancia. Por el contrario, es específicamente el hecho de que la discusión fuera abandonada gradualmente lo que la hace interesante para la investigación comprometida con la reconstrucción de la situación intelectual constitutiva del rumbo tomado por una disciplina recientemente institucionalizada.
Referencias
GODDARD, D.: Was Jesus Influenced by Buddhism? A Comparative Study of the Lives and Thoughts of Gautama and Jesus, Thetford: Authors Edition, 1927.
GÖTZ, A.: “Indische Einflüsse auf Evangelische Erzählungen.” Eine kritische Untersuchung, Der Katholik. Zeitschrift für katholische Wissenschaft und kirchliches Leben, Teil 1: 92, pp. 73-96, 1912.
NOTOVITCH, N.: Die Lücke im Leben Jesu, Stuttgart: Deutsche Verlags-Anstalt, 1893.
PLANGE, Th.J.: Christus – ein Inder? Versuch einer Entstehungsgeschichte des Christentums unter Benutzung der indischen Studien Louis Jacolliots, Stuttgart: Hermann Schmidt, 1906.
SCHWEITZER, C.: Buddhismus und Christentum, Stuttgart: Deitz, 1903.
SEIDENSTÜCKER, K.: Buddhist and Christian Gospels Now First Compared from the Originals, by Albert J. Edmunds. Die buddhistische Welt: n.1, pp. 39, 1905.
Frank Usarski, PhD y «Livre Docente» en el campo del Estudio de la Religión, es profesor en la Pontificia Universidad Católica de São Paulo, Brasil. Es el coordinador del grupo de investigación CERAL (Centro de Estudios de Religiones Orientales en Brasil) que investiga la historia y la situación contemporánea de las religiones orientales tradicionales y «nuevas» en Brasil. Es el fundador y editor principal tanto de la revista REVER – Revista de Estudos da Religião, la primera revista en línea de texto completo sobre Estudios Religiosos en América Latina, como de la Revista Internacional de Religiones Latinoamericanas.