La pandemia y el poder de las palabras protectoras del Buddha
ROBERTO E. GARCÍA
01–03–2021
A más de un año de iniciada, la pandemia de coronavirus sigue estando presente, limitando nuestra movilidad y alterando nuestros estilos de vida a todo lo largo del orbe y, lo que es más importante e infortunado, arrebatando millones de vidas, dejando graves secuelas en más de un centenar de millones de personas e imponiendo a tantas otras un duelo que en la mayor parte de los casos queda abierto por la imposibilidad de acompañar físicamente a quienes no logran sobrevivir. De una forma u otra la tragedia nos alcanza a todos, lo que quizá nos haga pensar que estamos viviendo épocas oscuras y anómalas. Pero en realidad este terrible episodio no es el primero de su tipo, e indudablemente no será el último. A pesar de lo excepcional que nos parezca, este tipo de situaciones ha sido más una constante que una rareza a lo largo de la historia. No compartimos el dolor por la tragedia solamente con nuestros contemporáneos, sino también con todos los seres de todos los tiempos. En el Mahāprajñāpāramitāśāstra,* una obra atribuida al célebre filósofo budista Nāgārjuna (siglos II-III), se afirma que «Todas las regiones están llenas de calamidades y cualidades desfavorables como calor, frío, hambrunas, plagas, epidemias, enfermedades, muerte y otras cosas similares…No hay ningún lugar donde puedan evitarse…Todas las regiones incluyen sufrimientos físicos y mentales.»
En efecto, los budistas reconocen que la enfermedad, la muerte y el sufrimiento son constantes universales de nuestra existencia. En la biografía sagrada del Buddha Śākyamuni es justamente cuando éste descubre esas realidades que decide renunciar a una vida de lujos y placeres para encontrar un remedio. Años más tarde, en las llamadas Cuatro Verdades, el Buddha formula su método de liberación a la manera de un diagnóstico médico en el cual identifica que todos los seres vivos estamos aquejados por la enfermedad del sufrimiento. A continuación, señala al deseo vehemente como la causa de esta enfermedad de la existencia y proporciona un conjunto de medidas para erradicarla. De esta manera, el Buddha Śākyamuni se convierte en el más grande de todos los médicos, en alguien capaz de curar a los seres de la peor de todas las enfermedades: el sufrimiento.
Además de plantear un remedio para el padecimiento que caracteriza a la existencia, los budistas también se preocuparon por aliviar las enfermedades del cuerpo. Tal inclinación se ve reflejada en las palabras compasivas del poeta Śāntideva (s. VIII), quien en su obra Bodhicaryāvatāra (3.7) incluye la siguiente aspiración como parte de su voto de bodhisattva: «Que pueda yo convertirme en medicina para los enfermos, así como en su médico y su enfermero, hasta que desaparezca la enfermedad.» En la literatura budista de diferentes regiones y épocas encontramos referencias a la práctica de la medicina para mitigar las afecciones de individuos y de comunidades enteras. Un caso interesante que apunta a una enfermedad colectiva es el de una monja china, de nombre desconocido, quien en el siglo XI habría introducido la inoculación en el sur de China. Durante una terrible epidemia de viruela que estaba arrebatando la vida de muchísimos niños, la monja enseñó y aplicó este procedimiento en los alrededores de su ermita en el monte Emei, disminuyendo considerablemente el número de muertes infantiles y evitando el sufrimiento de muchas familias. De acuerdo a la leyenda, la monja no era otra que Guānyīn, bodhisattva de la compasión**
Este relato trae a mi mente un artículo reciente del Dalai Lama sobre la pandemia del Covid-19 (2020), en donde nos recuerda que somos interdependientes y por lo tanto nuestras acciones y omisiones tienen efectos en otros. Reconoce, al igual que la monja china, que no basta con tener buenos deseos y decir oraciones, sino que es necesario actuar responsable y compasivamente durante este episodio de enfermedad colectivo. Pero hay otra cosa que me llama la atención de este artículo, y es que el mismo Dalai Lama, aun reconociendo que las oraciones no son suficientes ante esta tragedia, afirma que ha estado orando por las personas en China y en todo el mundo, con lo cual señala que las oraciones y las fórmulas sagradas también son importantes ante este tipo de calamidad. De hecho, en otras ocasiones el mismo Dalai Lama ha recomendado que los practicantes budistas reciten el mantra de Tārā para ayudar a contener la pandemia.
Es posible ver esta misma concepción en la forma en que muchos budistas han afrontado la situación actual. Por ejemplo, desde abril del 2020 los monjes del templo Todai-ji en Nara, Japón, se han dedicado a diario a recitar sūtras frente a la escultura colosal de Vairocana, el buddha cósmico, con el objetivo de apresurar el fin de la pandemia. Por su parte, monjes tibetanos y butaneses que residen en diferentes partes del mundo han estado llevando a cabo recitaciones rituales dedicadas a Parṇaśavarī, una deidad tántrica femenina cuyo poder se considera efectivo contra las plagas, las epidemias y otras enfermedades. Finalmente, desde marzo de 2020 centenares de monjes cingaleses se han reunido en varias ocasiones para recitar el Ratanaparitta, una de las fórmulas de protección que el budismo theravāda considera como muy eficaz contra las epidemias.
Estos pocos ejemplos son suficientes para entender el gran valor que algunos budistas otorgan a las fórmulas sagradas de protección en situaciones de enfermedad colectiva como la actual pandemia. El caso del Ratanaparitta, «La protección de las Joyas», ejemplifica muy bien la importancia que han tenido las recitaciones durante catástrofes y enfermedades masivas. En las crónicas de Sri Lanka se menciona que esta fórmula fue recitada en el siglo IV a petición del rey Upatissa I durante un terrible episodio de plaga y hambruna. Según el relato, al finalizar la recitación cayó una lluvia purificadora que puso fin a la calamidad. Esta práctica continuó a lo largo de los siglos, patrocinada por distintos gobernantes de la isla, quienes veían en esta fórmula sagrada un método eficaz para proteger su reino de infortunios, y en especial de epidemias (Silva 1981, 142).
Pero esta fórmula no tiene su origen en Sri Lanka, sino que es atribuida al Buddha Śākyamuni. Aparece en los estratos más antiguos de la literatura budista. Su fuente es el Ratanasutta, «El discurso sobre las Joyas», que se encuentra tanto en el Suttanipāta como en el Khuddakapāṭha del Canon Pali. Existe también una versión posterior en sánscrito, que aparece en la obra Mahāvastu. En breve, el Ratanasutta es una fórmula que pronuncia el Buddha para pedir a dioses y espíritus de todo tipo que no dañen a los humanos y los protejan. Para generar bienestar el Buddha declara una serie de verdades vinculadas con las llamadas Tres Joyas: el Buddha, el dhamma (dharma) y el saṅgha. Tras enunciar cada verdad, el Buddha declara: «Que a causa de esta verdad haya bienestar». De esta forma invoca el poder de las Tres Joyas para generar condiciones favorables a los seres.
El discurso no explica cuándo ni por qué el Buddha pronunció esta fórmula de protección; sin embargo, los comentarios posteriores en lengua pali, así como la versión sánscrita, detallan las circunstancias en que lo hizo. Afirman que una terrible sequía había producido hambruna y muerte en la antigua ciudad de Vesālī, en el noreste de la actual India. A esto le siguió una epidemia mortífera. La acumulación de cadáveres humanos sin incinerar produjo una pestilencia insoportable que atrajo a muchos espíritus carroñeros y a otros que se alimentaban de la energía vital de los seres humanos. Asolados por el hambre, la enfermedad y los espíritus malignos, los habitantes de la ciudad invocaron el poder de distintas deidades y solicitaron la ayuda de maestros religiosos, pero ninguno tuvo éxito en aplacar estas calamidades. Finalmente, los príncipes de la región enviaron una comitiva para solicitar la ayuda del Buddha, quien llegó acompañado por un gran número de monjes. Justo en el momento en que el Buddha llegó a la frontera de Vesālī se liberó una lluvia torrencial que limpió la ciudad de cadáveres y la purificó de la pestilencia. Su mera presencia, así como la llegada del dios Sakka y otras deidades que vinieron a rendirle homenaje, hizo que muchos espíritus malignos huyeran de la ciudad. A continuación, el Buddha recitó el Ratanaparitta y lo enseñó al monje Ānanda. Le dio su cuenco lleno de agua y le indicó que debía recitar los versos de protección mientras circundaba las murallas de la ciudad, rociando el agua de su cuenco. Gracias al poder de los versos todos los espíritus nocivos huyeron y la gente que aún estaba enferma se alivió. Los habitantes acudieron en masa ante el Buddha, quien nuevamente recito el Ratanaparitta, repitiéndolo por siete días. Al finalizar este periodo la ciudad volvió a la normalidad.
Las distintas versiones de este episodio coinciden en que la mera presencia del Buddha produjo una lluvia purificadora y su recitación de las verdades vinculadas con las Tres Joyas fue capaz de repeler el influjo de los espíritus malignos y sanar por completo a los aquejados por la epidemia. Además de ser el gran médico de la mente, en este episodio el Buddha Śākyamuni se revela como el gran médico del cuerpo, hábil para aliviar los padecimientos colectivos. Pero junto al poder curativo de su presencia física, también destaca su voz como instrumento de sanación. De acuerdo con algunas listas canónicas de sus atributos, su voz era melodiosa, con un timbre divino semejante al del cuclillo, y resonaba como el barrito del elefante o como el trueno de las nubes de lluvia. Hay que señalar que, en este episodio de sanación, el poder de la voz del Buddha reside en la verdad que contienen sus palabras. De las diecisiete estrofas que contiene el texto, quince poseen afirmaciones verdaderas de las virtudes de las Tres Joyas, y concluyen con la ya citada frase: «Que a causa de esta verdad haya bienestar». Igual que en otros versos de protección adjudicados al Buddha, se considera aquí que su enunciación directa e intencional de la verdad tiene el poder de modificar la realidad externa, en este caso de curar la epidemia de los habitantes de Vesālī.
Los versos de «La protección de las Tres Joyas» y el relato de las circunstancias en que fueron recitados y enseñados por primera vez son muy importantes para comprender y valorar la eficacia y el poder que muchos budistas confieren a la palabra del Buddha, a la enunciación de la verdad y a las Tres Joyas. Pero también son muy importantes para reflexionar acerca de la utilización de fórmulas sagradas como métodos auxiliares en la curación de enfermedades, incluyendo la pandemia del Covid-19. Como señalé antes, la recitación de esta fórmula no es una excepción en el mundo budista, sino que forma parte de un conjunto de prácticas muy extendidas que acentúan el poder de las palabras sagradas como instrumentos de sanación.
Esto no quiere decir que los budistas rechacen otro tipo de prácticas médicas ni que descarten la eficacia de los descubrimientos científicos modernos. Muy por el contrario, hay múltiples registros de la íntima relación entre el budismo y las ciencias médicas a lo largo de la historia, y actualmente la mayor parte de los practicantes budistas han abrazado las aportaciones de la medicina moderna. Al respecto destaca el caso de Bután, una nación de mayoría budista, cuya respuesta al Covid-19 ha dado resultados muy favorables. En términos generales, su estrategia ha consistido en afrontar la amenaza con responsabilidad colectiva, haciendo uso de tratamientos modernos y tradicionales, a la par que realizando diariamente ceremonias y recitando fórmulas de protección. Esto es indicativo de que quizá la mejor forma de afrontar una calamidad colectiva como la actual pandemia es situándonos en la vía media budista que consiste en evitar los extremos, cuidándonos y asumiendo nuestra responsabilidad personal con respecto a los que nos rodean, protegiendo a los afectados con las mejores herramientas médicas que tengamos a la mano, y apreciando y empleando las palabras sagradas de protección que la tradición ha valorado durante tanto tiempo, y a las que adjudica un poder real de sanación. Al respecto concluyo con un verso en sánscrito atribuido al Buddha, que aparece en el sūtra de la Mahāmāyūrīvidyārājñī, cuyo objetivo central es desear la salud y el bienestar de todos los seres:
Que todos los seres sean felices
y estén libres de la enfermedad;
que todos el bienestar encuentren
y nadie actúe con malignidad.
sarve satvāḥ sukho bhontu
sarve bhontu anāmayā
sarve bhadrāṇi paśyantu
mā kaścit pāpam āchare
* Skorupski 2009, 82.
** McGowan 1884, 17
Referencias:
Dalai Lama. “’Prayer Is Not Enough.’ The Dalai Lama on Why We Need to Fight Coronavirus With Compassion.” Time, 14 de abril, 2020. https://time.com/5820613/dalai-lama-coronavirus-compassion/
McGowan, D. J. 1884. “The Introduction of Small-pox and Inoculation into China”. En Report on the Health of Wenchow for the Half-year ended 31st March, 1884. CIMC/SS
Silva, Lily de. 2001. “The paritta ceremony of Sri Lanka: its antiquity and symbolism.” En Buddhist thought and ritual, ed. por David Kalupahana, 139-150. Delhi: Motilal Banarsidass.
Skorupski, Tadeusz. 2008. Categories of emptiness according to Nāgārjuna’s Mahāprajñāpāramitā-śāstra. Londres: SOAS.
Enlaces de interés:
Recitación del Ratanasutta con texto en pali y en inglés
Conferencia «Conjuros para atraer la lluvia en el budismo indio»
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Roberto E. García es traductor de sánscrito y pāli y un estudioso de tradiciones narrativas del budismo indio. Actualmente es Profesor-Investigador de Estudios Budistas en el Centro de Estudios de Asia y África (CEAA) de El Colegio de México, donde desarrolla investigación sobre los linajes de autoridad regia en la literatura del budismo indio y sobre la historia del budismo en México. Ha publicado varios ensayos académicos sobre literatura y cultura budista. Entre sus publicaciones destaca el libro Jātakas, Antes del Buddha. Relatos budistas de la India, una traducción directa del pāḷi de relatos de vidas pasadas del Buddha. De 2015 a 2017 fue investigador y traductor en el Buddhist Translators Workbench, un proyecto de lexicografía sánscrita del Mangalam Research Center for Buddhist Languages en Berkeley, California.
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Gracias por tan nutritivo y apreciado contenido. Gracias por su dedicación por compartir sus investigaciones y fotos.
Muy interesantes sus investigaciones. Bendiciones
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Saludos. Requiero más información. Gracias.
Gracias.
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