El rol del budismo en la educación: la figura de Tsunesaburo Makiguchi y sus aportes durante la democratización y las reformas educativas a partir de la era Meiji

LORENA GUTIERREZ

Con la llegada de la era Meiji a Japón, se produjeron cambios significativos, algunos radicales, tanto en el modo de verse a sí mismos, como en su relación con el mundo exterior. Japón entendía que para formar parte de ese nuevo mundo, era necesario modernizarse y ello implicaba cambiar ciertas instituciones tomando como modelo al mundo occidental. El rol del budismo fue esencial y la visión de Makiguchi en la construcción de la educación en valores para forjar un futuro nuevo en lo educativo.

Tsunesaburo Makiguchi con la esposa Kuma, en 1941.

No debemos pensar que estos cambios fueron motivados solamente en un interés por alcanzar la tan preciada modernización, sino también en la oportunidad para posicionarse como líder regional y desde ese lugar renegociar los tratados internacionales a los que se había obligado durante el período anterior, el del shogunato.

Entre todas las medidas ejecutadas para tal fin había una empresa fundamental, la de la educación. Para ello se debía aplicar un sistema completo y abierto a toda la comunidad, que fue inspirado por la corriente de europeización, tomando como ejemplo la administración educacional de Francia y los planes de estudios de los EE.UU. Este nuevo sistema de educación ahora obligatorio es implementado para la escolarización de los niños desde sus primeros años hasta la universidad.

Con estos objetivos claros se llegó a la promulgación, en 1872, del Código Fundamental de Educación, gakusei, así:

Se organizó la educación en tres etapas progresivas—primaria, secundaria y universitaria—, el Gobierno estableció escuelas primarias y secundarias en todo el país y para 1886 todos los niños debían asistir obligatoriamente a la escuela primaria durante tres o cuatro años. Luego, en 1900, el período de asistencia obligatoria se extendió a cuatro años en toda la nación y se abolió el pago de derechos de matrícula en las escuelas públicas primarias. Tres años más tarde se establecieron los colegios profesionales a nivel ligeramente inferior al universitario. Por fin, en 1908, la extensión de la educación primaria pasó de cuatro a seis años, quedando establecidos seis años de enseñanza obligatoria en todo el país. (Llacer, 1980, p.66).

Se pone en marcha de este modo el cambio y todas las adecuaciones necesarias para lograr el objetivo. Políticas de Estado, reestructuración religiosa en la cual el shinto se convierte en la religión oficial para apoyar a la figura del Emperador y crear el sentimiento de unidad nacional, el budismo va quedando en un segundo plano con más antipatías en su contra. La militarización avanza, un nuevo Japón comienza a erigirse en la región. Y, entre medio de todo ello, los ciudadanos entran en un camino hacia la obediencia y el efervescente absolutismo.

¿Pero, cómo había sido el sistema educativo, fuera de la clase noble, previo a esta renovación Meiji? y ¿en manos de quién recaía semejante responsabilidad?

En el período Edo, bajo los Tokugawa, se crearon escuelas para que los niños que no pertenecían a familias nobles o de los samuráis, pudieran tener algún acceso a la educación, estas eran las llamadas terakoya, es decir la «casa de los niños en el templo». Estas escuelas estaban situadas dentro de los templos budistas, y allí, de un modo improvisado, al principio, se brindaba educación básica a los niños que estaban fuera del sistema educativo. Se les enseñaba a leer, escribir y para las cuestiones matemáticas se les enseñaba el uso del ábaco. 

Los maestros, en su mayoría monjes budistas, se fueron especializando y con el tiempo fueron brindando una educación más amplia. Así educaron en áreas como historia, geografía, caligrafía japonesa, la ceremonia del té, el ikebana (los arreglos florales). Cabe señalar además que todos los materiales necesarios para esta tarea eran proveídos por los monasterios. 

El rol hegemónico de los grupos budistas en la educación era central y no existían controversias al respecto. Pero esto cambiará rotundamente en el período Meiji, cuando la necesidad de poner al sintoísmo en el lugar de preponderancia y como la religión del Emperador además de búsqueda de la creación de una identidad nacional sustentada en el sintoísmo apremie e impulse a cambiar. La política de separación sintoísta-budista fue anunciada el 17 de marzo de 1868 e iniciada al mes siguiente bajo la autoridad de la Oficina de Asuntos Sintoístas. Comienzan así los discursos antibudistas de los eruditos de tendencia confuciana y del saber nacional quienes expresaban que:

Aunque los antiguos monjes fueran los maestros de las masas, enseñando a leer y escribir, esta educación es ahora insatisfactoria y se encuentra en un estado de deterioro, ociosidad. Por lo tanto, hagamos que regresen a la vida secular. (Yutaka & Morris, 2011, p.71).

Esta postura, si bien tenía su contraparte, se fue imponiendo con el transcurso del proceso modernizador y con los contactos de los intelectuales japoneses que comenzaban a formarse en Estados Unidos y Europa. No solo la tecnología, sino los modelos y valores occidentales eran apreciados y puestos en práctica, y con ello el espíritu imperialista de las grandes potencias. Para tal objetivo, todo aquello que fuera afín a éste era tomado y adaptado al caso japonés. 

Con el espíritu imperialista japonés puesto en marcha, la búsqueda de la creación de una política nacional cada vez más estricta iba definiendo su rumbo. Un aspecto que nos atañe por su relación directa con la educación es como se profundizó la separación de lo religioso. Se apeló a todo tipo de actuación para correrlos de la escena y quitarles injerencia, en las cuestiones rituales, educativas, incluyendo sus títulos y propiedades:

Las políticas de la restauración Meiji implican separar budismo y shinto. Con la confiscación de tierras las más perjudicadas fueron las del budismo Tendai y Shingon, ambas hibridadas con el Shinto desde el periodo Heian, y poseedoras de extensos feudos» (Martí Oraval, p.280).

La Restauración Meiji acompañada e impulsada por las fuerzas dominantes teocráticas fueron llevando a que la política de separación estuviera plagada de elementos que avivaban la fiebre de los sentimientos antibudistas. Ello no solo quedó en el ámbito conceptual de «restaurar la pureza de las dos formas religiosas» (el shinto y el budismo), sino que se tradujo en actos viciosos de violencia y destrucción.

Un episodio del haibutsu kishaku (lit. «abolir el budismo y destruir a Shākyamuni»), movimiento de violencia antibudista del período Meiji: se funden las campanas del templo para el bronce. Fuente: https://en.wikipedia.org/wiki/Haibutsu_kishaku

A todo lo anterior sería importante agregarle el alejamiento y la separación profunda de Japón hacia sus vecinos. Ella se visualiza en ideas tales como las que planteó Fukuzawa en su libro Liberarse de Asia

Aunque nuestro país se encuentra en el extremo oriental de Asia, el espíritu de nuestra gente ya se ha liberado de la estrechez de miras propia de este continente y la ha cambiado por la civilización occidental. (…) [E]s necesario abandonar las filas de Asia y unirse a la civilización occidental. No hay necesidad alguna de relacionarse con China y con Corea de forma diferente sólo porque sean nuestros vecinos, debemos tratarlos tal y como lo hacen las naciones occidentales. (Martí Oraval, p.157).

Habiendo presentado en forma general los antecedentes históricos acontecidos podemos ahora introducir a nuestro educador japonés, eje de la presente exposición: TSUNESABURO MAKIGUCHI, y sus ideales sobre cómo debe ser la educación, cuáles deben ser los objetivos y la finalidad misma del educador y de la educación en relación con los estudiantes. Todo en la búsqueda de la creación del valor.

Tsunesaburo Makiguchi

Makiguchi fue una figura apasionada por la docencia, volcó todas sus fuerzas en «…ofrecer mayores oportunidades educativas para los niños de escasos recursos» (Filosofía de la educación de Makiguchi, 2021). Su ideal era el humanismo, el centro de la educación debía estar en cada uno de los alumnos, así el maestro debía contribuir desde su conocimiento, aplicado gracias a la sabiduría, a la felicidad de los niños.

Nacido bajo el nombre de Choshichi Watanabe en junio de 1871 en la actual prefectura de Niigata, Japón. Los primeros años de su vida no fueron sencillos, la situación económica y social y luego el abandono de su padre y posterior segundo matrimonio de su madre. Finalmente terminó siendo adoptado por su tío Zendayu Makiguchi, el esposo de la hermana menor de su padre, en 1877. Allí asistió a la escuela local, pero se vio obligado a ir a trabajar al poco tiempo y para 1884 se trasladó a Otaru en Hokkaido, dejando a su familia adoptiva para trabajar en el departamento de policía local, como el muchacho de los recados. Allí aprovechó el tiempo para retomar sus estudios haciendo lecturas, en los momentos libres, de todo libro o material educativo al que tuviera acceso.

En el año 1889, logro ingresar a la escuela Normal de Hokkaido para obtener una formación docente, para en el año 1892 comenzar como profesor en prácticas en una escuela primaria. A sus 22 años con este recorrido, decide cambiar su nombre al de Tsunesaburo y adopta definitivamente el apellido de su tío. A partir de ahora su carrera como profesor da inicio y sin interrupciones sigue su carrera formándose constantemente y recibiendo puestos tanto en el área docente como de directivo.

Mientras tanto, transcurre en paralelo el desarrollo de la educación moderna en miras de la construcción de la identidad nacional japonesa que prioriza los objetivos nacionalistas por sobre los valores y la individualidad, totalmente en oposición a lo que Makiguchi plantea. Todas las acciones y políticas del Estado estaban orientadas a formar y fortalecer el sentimiento patriótico sin dar lugar a la más mínima controversia y sin miramientos ajenos a los objetivos nacionales.

Pintura japonesa sobre la Primera guerra sino-japonesa que tuvo lugar entre 1894 y 1895.

Estando al frente de la educación de niños de escasos recursos, que lejos estaban de necesitar recibir lecciones de conceptos complejos, bélicos y que implicaban que se dejara de lado su inocencia y su humanidad, comenzó a plantear la necesidad de un cambio. Se debía dejar de lado lo nacional y atender a la humanidad de quienes reciben la educación. El concepto de Felicidad estaba cada más presente en su pensamiento y en sus prácticas, atendiendo a las necesidades particulares de sus alumnos y trasmitiendo en sus discípulos estos valores, indispensables para la tarea de todo educador.

La llegada de Makiguchi al budismo se dio en junio de 1928 cuando conoce a Sokei Mitani (1878-1932), director de la Escuela Comercial Mejiro. Este pertenecía al budismo de Daishonin, que sigue las enseñanzas justamente de Nichiren Daishonin, un monje budista del siglo XIII, y que centra su práctica en el Sutra del Loto. Después de discutir el tratado de Nichiren Sobre el establecimiento de la enseñanza correcta para la paz de la tierra, además de otros escritos durante unos diez días, Makiguchi se convierte al budismo de Nichiren. Este mismo proceder sucederá luego con su discípulo Toda, quien será introducido por Makiguchi.

Pintura de Nichiren Daishonin de entre los siglos XIV y XV que se conserva en el Templo Principal de Nichiren Shu, Kuon-ji.

En un folleto de 1935 que resume sus teorías educativas, Makiguchi escribió:

Como mi investigación sobre El sistema de pedagogía de creación de valor estaba avanzado y me preparaba para publicar el primer volumen, me movió la casualidad a investigar el Sutra del loto y mi actitud hacia la religión experimentó una profunda transformación. … Me asombró descubrir que [el Sutra del loto] de ninguna manera contradecía los principios científicos y filosóficos que forman la base de nuestra vida diaria, y que difería fundamentalmente de todas las prácticas religiosas y morales que había estudiado hasta la fecha. Y así como me sentí conmovido por este descubrimiento, experimenté una serie de fenómenos inexplicables en mi vida diaria, que concordaban precisamente con las enseñanzas del Sutra del loto… Con una alegría que está más allá del poder de las palabras para expresarlo, renové por completo las bases de la vida que había llevado durante casi sesenta años (ver texto de referencia).

Makiguchi (derecha) y Toda (izquierda), 1928 [© Seikyo Shimbun]

De aquí en adelante Makiguchi se abocará a publicaciones en relación a sus ideas y el tema de la educación de valores. El 18 de noviembre de 1930, junto a su discípulo Toda, fundan la Soka Kyoiku Gakkai, además de concretar la publicación del primer volumen del sistema de pedagogía para la creación del valor con el título de: Soka Kyoikugaku taikei.

El Sistema de Pedagogía para la Creación de Valor fue compilado por Toda a partir de las notas manuscritas de Makiguchi. El volumen I fue publicado por la Soka Kyoiku Gakkai y se considera que la fecha de publicación es la fecha de fundación de la Soka Gakkai actual. El Volumen I analiza los métodos de la teoría y la práctica educativas, y define la felicidad de los alumnos durante toda su vida como el verdadero objetivo de la educación (ver texto de referencia).

El 5 de septiembre de 1937, se publica el folleto «Verificación Científica y Supra-Religiosa Empírica de los Métodos de Educación Creadora de Valor». El trabajo recopila la investigación inicial sobre la aplicación práctica del método educativo creador de valor y ofrece evidencia empírica de la validez del budismo de Nichiren, que se identifica como la fuente de la teoría de la educación creadora de valor. Se aboga por la creación de valor como método educativo universal. Este trabajo también contiene la primera expresión del énfasis de Makiguchi en el rigor de la ley budista de causa y efecto (ver texto de referencia).

En 1941 se lleva a cabo la Tercera Reunión General de la Soka Kyoiku Gakkai en Kanda, Tokio, a la que asistieron 400 personas. Y en diciembre del mismo año aparece el cuarto número de Creación de Valores conteniendo los objetivos de la Soka Kyoiku Gakkai:

Nuestra organización, compuesta por aquellos que abrazan las Tres Grandes Leyes Secretas, la esencia del Sutra del loto, el esfuerzo para lograr la paz y la tranquilidad para todos. Esto se logrará poniendo en práctica la fe en la vida diaria para observar científicamente la relación entre religión y vivir, y ofrecer testimonio de la presencia y el grado de valor en esa relación… Durante la última década, hemos dado un ejemplo sin precedentes en el mundo al demostrar la prueba real de este experimento gracias al compromiso y la práctica incondicionales de nuestros compañeros. Por lo tanto, hemos tomado la iniciativa para salir del estancamiento que enfrenta el mundo y nuestro país». A esto le siguieron seis propuestas concretas: 1) Reforma de la metodología educativa; 2) Reforma del estilo de vida; 3) Reforma del método de investigación; 4) Reforma de la moralidad; 5) Reforma de la filosofía; 6) Reforma de la religión (ver texto de referencia). 

Ya en 1943, el estado japonés declara a Makiguchi, junto a otros intelectuales, entre ellos Toda, como «delincuentes ideológicos» y son encarcelados. Con su estado de salud muy deteriorado, y cursando una neumonía muere en prisión un año más tarde a la edad de 73 años. A partir de aquí será su discípulo Toda y luego Ikeda, quienes continuaran con su magna obra.

Makiguchi, pasa de este modo a la posteridad como el padre de la educación Soka, con la creación del valor orientado a la búsqueda consciente de la felicidad, tanto dentro como fuera del ámbito escolar; el objetivo es formar en los valores a los niños que luego pasaran a formar parte de una sociedad más justa, que cuida de si y del otro. Queda así  planteando su proyecto pedagógico que propone educar a la persona de manera plena en su humanidad donde el individuo debe tener conciencia de sí mismo y llegar a conocerse, para tener conciencia del otro; se pasa así de una vida vacía, sin valor, a una vida valiosa, para sí y para los demás, educando ciudadanos del mundo con valores de solidaridad, bien estar y paz mundial. Estos conceptos abrevaron de los estudios y reflexiones que hizo estando en contacto con el budismo y también habiendo entablado diálogo con otros intelectuales o pedagogos internacionales de su tiempo (caso de Rogers y Dewey).

Referencias:

Llacer, A. (1980). «La Educación en Japón», Revista de Bachillerato, n.14; p. 66-71https://redined.mecd.gob.es/xmlui/bitstream/handle/11162/73218/00820073008833.pdf?sequence=1

Yutaka, T., & Morris, J. (2011). “No Separation, No Clashes: An Aspect of Buddhism and Education in the Meiji Period.” The Eastern Buddhist, 42(1), 55–73. http://www.jstor.org/stable/44362433

https://www.tmakiguchi.org/

https://www.daisakuikeda.org/

*La presente ponencia fue presentada originalmente en el marco de las Jornadas Budistas 2022 organizadas por la Universidad del Salvador (USAL), Buenos Aires, Argentina, que tuvieron lugar el 3 y 4 de noviembre de 2022. Agradecemos a Lorena Gutiérrez su autorización para reproducir el texto de la ponencia en nuestra plataforma digital, y al Dr. Federico Andino por su ayuda y cooperación.

Lorena Gutiérrez es licenciada en Estudios Orientales por la Universidad del Salvador (USAL). Profesora Universitaria en Universidad del Salvador.