La Doncella Wisteria en un jardín de rocas

JOSEPH HOUSEAL

Go Go, o 55. Gremio Urbano, Kioto. 2013. El título es un juego de palabras a partir de la palabra japonesa para el número cinco, go. Esta performance se hizo en honor del 55º cumpleaños de Heidi Durning. Fotografía de Richard Silver.

«¿Soy budista?» respondió la danzarina Heidi Durning, también conocida como Fujima Kanso-o, que es su nombre profesional en la danza clásica japonesa, Nihon Buyo. «Me críe en Japón con una madre japonesa y un padre suizo. Como muchos japoneses, soy sintoísta, cristiana y budista. ¿Te parece bien?» Le aseguré que a mí me parecía bien. De hecho, existe un dicho popular en Japón que dice: «los japoneses nacen sintoístas, se casan cristianos y mueren budistas.» En Asia es normal no establecer siempre distinciones precisas entre religiones. La imagen clásica china de los tres «catadores de vinagre» muestra a Lao Tze, Confucio y el Buda juntos, revelando el sabor del vinagre. Esta imagen representa la coexistencia sincrética de diferentes religiones. No es infrecuente que el budismo se encuentre enmarcado en este tipo de comprensión y práctica.

Fuji Musume, la Doncella Wisteria, representada por Fujima Kanso-o. Esta imagen aparecía en una bandera hizada en el National Mall de Washington DC para promocionar el Edo Festival del Smithsonian Institute, en el que Fujima Kanso-o actuaba. Imagen cortesía del Smithsonian Institute

Heidi Durning, que a veces actúa bajo el nombre Fujima Kanso-o, ha llevado a cabo durante los últimos 30 años una serie anual, llamada Moments in the Garden, que ha ido evolucionando y se representa en el jardín de meditación del templo Eiun-in, un pequeño recinto dentro del gran complejo del templo Kurodani en el noreste de Kioto. Shinji Dohi, el sacerdote que heredó Eiun-in, hace las veces de verdadero comisario en el uso del jardín para las representaciones artísticas. A medida que ha ido envejeciendo y se ha ido refinando, ha escogido ceder el jardín a una danza que también se ha ido refinando a lo largo de los años. Junto a Durning, los bailarines Yurabe Masami y Rosa Yuki han formado el núcleo del equipo artístico que trabaja con el sacerdote.

Fotografía de Uemura Ken.

«El shinto trata de la vida y de la naturaleza. Cada elemento de la naturaleza posee kami (espíritu). Yo he bailado en santuarios sintoístas muchas veces. El cristianismo, para mí, tiene que ver con la plegaria. Todavía hoy recuerdo plegarias en alemán que mi padre me enseñó de niña. Para mí, orar en un santuario es algo parecido. El budismo trata del más allá. Mi madre murió en el terremoto de Kobe en 1995. Creé una danza en su honor, Ruby, que tardé cinco años en completar. Es mi pieza más transcendental, de modo que quizás en este sentido es budista. Con el teatro Noh y nuestro amor por las leyendas populares, hay ciertamente una estética del más allá.»

Iroha, lo único que queda es la fragancia del color. Heidi Durning y Joseph Houseal. Kioto, 1991. Iroha es un poema religioso del periodo Heia (794–1179) legendariamente asociado a Kukai, el fundador del budismo esotérico en Japón. Iroha es un pangrama del silabario japonés en el que se utiliza cada letra sólo una vez y de esta forma los niños pequeños aprenden la brevedad de la vida al mismo tiempo que aprenden el ABC. Fotografía de Uemoto Kenji. Imagen cortesía de Parnassus Dancetheatre.

«En mi práctica, aunque una ya lleva a sus espaldas años de entrenamiento en danza moderna y contemporánea, ahora, a los 63, sigo estudiando con el Octavo Gran Maestro Kanjuro, de la escuela Fujima del Nihon Buyo. Existen varias escuelas de Nihon Buyo. La escuela Fujima es la danza kabuki, el buyo de ka-bu-ki. Tiene cuarenta años y empecé con él cuando yo tenía 50. Cabe destacar que su padre es un actor de Noh de la escuela Umewaka. Su madre era la Gran Maestra Fujima y a él se le pidió que liderara ambas tradiciones. Pero eligió el kabuki y asumió el título de Octavo Gran Maestro de la escuela Fujima. Su abuelo, Kanjuro el Sexto, me dio mi nombre profesional, Kanso-o, hace años.»

Ruby, Heidi Durning, una danza de su madre en el cielo. 2000. La madre de Durning murió en el terremoto de Kobe en 1995. Esta pieza giró desde Kioto a Suecia, Corea, Francia, Grecia, Brasil y los Estados Unidos. Imagen cortesía de la artista.

En un momento en el que van apareciendo nuevas formas de kabuki, el presente Fujima Kanjuro es uno de los coreógrafos más solicitados dentro del género. Existe incluso un personaje de animé famoso llamado Mikuhatsune que, a través de la animación a partir de la captura de movimiento, baila danzas kabuki en el estilo Fujima gracias a Kanjuro. «Esto no tendría que sorprendernos», explica Durning, «el Nihon Buyo era ya una danza pop en sus inicios, ¿en los márgenes del río?, un furor. Casa bien con la cultura pop, desde la cultura de las xilografías japonesas de hace siglos hasta las producciones de “Super Kabuki” en las últimas décadas.»

«También estudio Noh con Mikata Shizuka, uno de los mejores actores Noh de nuestro tiempo. Él es también más joven que yo, unos diez años más o menos. El Noh nunca fue pop, fue siempre para la élite, para samurais, shoguns y monjes. Soy afortunada de tener, en esta etapa de mi vida, unos maestros tan excelentes. Cuando la gente me pregunta cuánto tiempo más voy a seguir sobre los escenarios, siempre me recuerdo a mí misma que la actuación va de la mano con el aprendizaje, y que debe incluir el aprendizaje. De modo que seguiré actuando mientras pueda seguir estudiando y practicando.»

Ku. 2010. Heidi Durning actua frente al Karukayado, parte del complejo Mitsugo-in en el Monte Koya, como parte de una experiencia de dos días que concluyó con una danza y concierto de flauta Noh. Preparado por David Aviolat, ex-cónsul general de Suiza. Imagen cortesía del Consulado Suizo, Japón

«He actuado en el monte Koya, la sede del budismo esotérico en Japón, famoso por el monje Kukai, o Kobo Daishi, que trajo el budismo esotérico de China a principios del siglo noveno. Mi danza allí fue un encargo para conmemorar un viaje a la montaña sagrada, por lo tanto, enmarcarlo en formas que evocaban la protección marcial y ritual, era algo apropiado, también para el tipo de budismo místico cultivado en Koya-san. El budismo Shingon implica rigor ritual. Después del esfuerzo del peregrinaje, una visión de pureza.»

Heidi Durning en colaboración con la artista visual Tonomura Mayumi. Kamigamo, Kioto. 2001. Forografía de Tonomura Mayumi

Fujima Kanso-o continuó: «El concepto japonés ma es algo muy importante para mí como artista; se convierte en un factor de refinamiento. En parte se basa en la intuición artística. Ma significa espacio o intervalo. Ma puede ser espacial, como la disposición de las piedras en un jardín de piedras; o rítmico, como un espacio que va creciendo entre dos golpes de tambor. Solamente con el segundo golpe se pueden delimitar tanto el ma como el silencio, y así los espacios vacíos toman vida y transforman el pensamiento mundano en un pensamiento superior; sintiendo y haciendo evolucionar el ritmo, conectando lo personal con lo que obedece a un patrón.»

Sagi Musume, la dama garza. Kioto, 1993. Heidi Durning danza una versión fusión de este clásico del Nihon Buyo, que ella también ha interpretado. El espíritu de una garza reside en una joven y le provoca una serie de transformaciones poéticas. Imagen cortesía de la artista

Shinji Dohi, el sacerdote residente de la escuela Jodo en Eiun-in, heredó el bello templo, con su jardín, de su abuela materna. Este templo fue construido en 1591. El jardín y algunas de las obras de arte dentro del templo están designadas como Propiedades Culturales Importantes en Kioto. El padre de Shinji Dohi es un pastor en la Iglesia Unida de Cristo en Japón. Aunque Shinji Dohi no fue nunca bautizado como cristiano, en su infancia iba a la iglesia cada domingo y pasó largos y felices veranos en Eiun-in con sus abuelos.

Cuando el destino lo llamó para tomar su posición en Eiun-in, respondió desarrollando su propia comprensión personal de ser en primer lugar una persona religiosa, con una comprensión universal del gran alcance que podría tener un lugar tradicional y bello en el desarrollo espiritual de toda la gente que viene a un templo y jardín budista. Vienen por diferentes razones y se van con una mente calmada, una experiencia del tiempo fuera de lo acostumbrado y un ejemplo viviente de paz, de encontrar el propio lugar en el mundo. «¡Nunca pensé que yo me afeitaría la cabeza!», observa.

Ogyogi, Buenos modos. Fujima Kanso-o y Joseph Houseal. Kioto, 1989. Imagen cortesía de Parnassus Dancetheatre

Después de convertirse en sacerdote, afeitar su cabeza y aceptar su papel como líder de Eiun-in, Shinji Dohi se involucró en la representación de gagaku, la antigua música y rituales danzados, importados de China en el siglo VII. Aquella experiencia lo llevó al Festival de Danza de Montpellier en Francia y allí entró en contacto con la Performing Arts Network, una organización que ahora dirige. Shinji Dohi está comprometido con la revitalización de las artes y con ofrecer un hogar para las artes que comparten su interés en la energía que circula a través del tiempo y el espacio, permitiendo que una audiencia selecta participe de una experiencia artística y espiritual más amplia y contemple el budismo como una «nueva vía».

La montaña púrpura. Actuación con distancia social representada en el templo y jardín Eiun-in, Kioto, 2020. Inspirada en la historia tradicional de Yamamba, que trata de una misteriosa mujer, vieja pero atemporal, que aparece ocasionalmente en las montañas, disfrutando de los cambios de estación. Yamamba es considerada como la naturaleza misma. Tiene versiones en el teatro Noh, en el Nihon Buyo, en el teatro de títeres Bunraku y en varias leyendas populares. Yamamba es una imagen de la iluminación en la naturaleza. Fotografía de Keiko Yasumura Shogase

«Siempre me río cuando la gente se da cuenta de que estoy haciendo “algo nuevo” en Eiun-in,» explica Shinji Dohi. «No es verdad. Los templos budistas en Japón han contribuido al desarrollo de todas las artes escénicas tradicionales del Japón. No es inusual ver un escenario gagaku en un santuario sintoísta, o un escenario al aire libre para Noh en un templo budista. Los artistas itinerantes han actuado en templos budistas durante siglos, haciendo exhibiciones de kabuki incluso antes del kabuki, un estilo anterior, que estaba tomando forma. Cuando la gente ve lo que puede ser un templo budista, un lugar de reposo no solamente para los muertos, sino también para los vivos, un lugar de belleza que ha transcendido el tiempo y pervive como jardín. Un sitio donde el antiguo arte, que tanto inspira, puede ser compartido con un selecto grupo que se reune para ver actuaciones especiales que reflejan mi idea de lo que debiera ser la religión en la sociedad, lo que puede ser el arte en un jardín y lo que el budismo puede ofrecer a la persona moderna en todos sus aspectos.»

Omiwa de la obra de teatro de danza Imoseyama. Fujima Kanso-o en el paper que le valió su estatus profesional. Kaburenjo, Gion, Kioto. 1990. Imagen cortesía de la artista

Fujima Kanso-o lleva su vida al arte. Su quietud es tan poderosa como su movimiento; su silencio es tan fascinante como el fluir de su danza. Los acontecimientos ocurren en el jardí de Eiun-in como la luna trazando su curso a través del cielo, para no repetirse nunca más y para ser raramente olvidados. Eiun-in es un lugar que normalmente está cerrado al público y es utilizado de forma privada como un jardín de meditación para actuaciones concebidas y diseñadas de forma extraordinaria, restaurando en el budismo moderno una modalidad de representanción que antaño caracterizó al budismo histórico y la evolucón de las formas de las artes escénicas en el crisol de la rica creatividad de Kioto. Menos abiertamente religioso que los rituales para los muertos o la recitación de textos, las danzas y el arte reflejan las impresiones de consciencia budista que uno ha sentido e incluso podrían estar más próximas a una experiencia de espiritualidad personal.  

Yurari, Fluir. Heidi Durning. Rodada en el estudio privado de Fujima Kanso-o, Iwakura Kukan. 2001. Kimono pintado por Sarah Breyer. Yurari evoca el fluir silencioso de la en el comienzo de la primavera, el evanescerse a cámara lenta del drama diario cuando se retira a la naturaleza. Imagen cortesía de la artista.

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