Impulsado por los vegetales: Una acción individual y realista por la tierra
Shaelyn McHugh
“No puedes llamarte un ecologista a menos que sigas una dieta vegana”.
Me dio un vuelco el corazón. Estaba en mi clase de Literatura y de Medio Ambiente, un curso muy revelador, en mi primer cuatrimestre en la universidad. El distinguido ex profesor de la Ivy League nos enseñó sobre grandes ideas que me inspiraron profundamente. Pero no estaba tan segura acerca de esta afirmación.
¿Una dieta vegana? ¿Estaba loco? Tengo una amiga que es vegana y protesta frente a carnicerías, cubriéndose el cuerpo con sangre para representar a un humano como si fuera un trozo de carne de un animal muerto.
Pero mi pasión profunda por proteger el medio ambiente prevaleció. Empecé a acostumbrarme escogiendo la opción de comida vegana en el comedor. Pero muy a menudo, la perspectiva de comer pizza, tarde por la noche, era demasiado tentadora como para dejarla pasar.
Poco después, el violento incendio Thomas (diciembre 2017–enero 2018), en ese momento, el mayor en la historia de California, se aproximó al límite de nuestro campus. Mientras estábamos estudiando para nuestros exámenes finales, veíamos el sol de un rojo pálido, a través del aire cargado de humo, y grandes y peligrosas partículas de residuos, flotaban por todas partes—lo más cercano a la nieve que hemos visto en Santa Barbara.
Aún peor, vivir en zonas de acantilados frente al océano, es cada vez más peligroso con el aumento del nivel del mar. Ocasionalmente, partes del patio posterior de nuestros vecinos, caen al agua, evidenciando el poco tiempo que queda antes de que la calle entera quede sumergida, y quizás, no mucho tiempo después, el campus universitario.
California es el estado más poblado de los Estados Unidos y la quinta mayor economía del mundo. Como una de las muchas regiones en el mundo que ya está sintiendo los efectos del cambio climático, es difícil entender la magnitud de la crisis a la que nos enfrentamos.
Sin embargo, a nivel individual, cambiar a una dieta basada en vegetales, es la acción más efectiva que podemos hacer para reducir las emisiones globales—especialmente en los Estados Unidos, donde nuestro consumo doméstico de energía es responsable de una cuarta parte de las emisiones de gases de efecto invernadero, que provocan el calentamiento global, pese a que es el hogar de únicamente el 4 % de la población. Sin duda, se necesita un cambio en el estilo de vida, y la mejor forma de empezar, es alejándonos de nuestras dietas culturalmente centradas en la carne.
El ecosistema de la tierra solo puede beneficiarse de sistemas de agricultura itinerante o migratoria, enfocados en los vegetales, en lugar de los animales. Cultivar vegetales precisa ocho veces menos energía de combustibles fósiles que la cría de animales. De la superficie agrícola mundial, el 83% está dedicada a la ganadería, mientras que las industrias cárnicas y pesqueras son responsables de la deforestación masiva y de la pesca excesiva. Los investigadores estiman que más de 700 millones de toneladas de comida, que podrían haberse usado para alimentar a humanos y combatir el hambre en el mundo, son usadas, en cambio, para alimentar a los animales en la producción de carne y de productos lácteos.
Los beneficios medioambientales de cultivar vegetales, en vez de la cría de animales domésticos, incluye la conservación del agua, ya que medio kilo de carne de ternera requiere 200 veces más agua, que medio kilo de vegetales. Cuando se prepara el terreno para la ganadería, la tierra se debilita, mientras que las plantas ayudan a nutrir la tierra y contribuyen a su capacidad de regeneración. Además, mientras que las plantas purifican el aire, el ganado es responsable de más polución del aire que el conjunto de todos los coches, buses, aviones, barcos, y otras formas de transporte a motor.
Cuanto más aprendía sobre estos problemas medioambientales, más preparada me sentía para cambiar, aunque aún tenía dificultades para establecer un compromiso a largo plazo. La comida vegetariana y vegana aún no podían compararse con la satisfacción de comer queso o carne. Pero el día que conseguí un trabajo en un restaurante vegetariano, descubrí que la comida elaborada sin productos de origen animal, podía ser igual o incluso más deliciosa. Pude hacer una degustación de platos, todos muy coloridos, y los pude consumir sin sentirme culpable. Me aportaron energía, en vez de dejarme aletargada después.
Cuando el restaurante abrió, me sorprendió el número de personas con una gran variedad de procedencias, edades, y motivaciones para venir al establecimiento. Yo pensaba que los veganos eran un grupo selecto de hippies, pero descubrí algo poderoso: grupos de personas que se reunían con el objetivo en común de contribuir a cambiar el mundo de una forma positiva.
A nivel individual, seguir una dieta basada en vegetales puede aportar todos los nutrientes que necesitamos e incluso más, mejorando nuestra salud a largo plazo. Los vegetarianos son mucho menos propensos a tener enfermedades del corazón, diabetes tipo 2 y cáncer.
El veganismo—no consumir ningún producto de origen animal—es la lucha por los derechos de los animales, y esta filosofía está particularmente bien personificada por la Dra. Dawa Dolker, una dentista de origen tibetano, que cofundó el Movimiento Vegano Dharamshala (DVM). Su misión es que, con el amor y la compasión, todos somos uno. Dawa consigue que su comunidad participe, ofreciéndoles en la calle durante el día, té vegano y leche vegetal y por la noche, organiza proyecciones de documentales, para promover el veganismo entre el público, las escuelas y las instituciones monásticas.
El vegetarianismo es fundamentalmente un acto religioso, en vez de únicamente un estilo de vida saludable o ecológico. Mientras que puede ser visto como un movimiento que está de moda en Estados Unidos, el vegetarianismo ha destacado en el desarrollo de diversas tradiciones espirituales y antiguas religiones.
Ahimsa (Skt. No violencia), es un concepto dhármico que reconoce todas las formas de vida como sagradas. Algunas escuelas de budismo promueven el vegetarianismo como un acto kármico que reconoce la interdependencia y alienta la compasión.
Los habitantes del sudeste asiático son los que comen menos cantidad de carne en el mundo, y el movimiento contracultural de los años 60 en los Estados Unidos y en Europa Occidental, introdujo a una generación al vegetarianismo, mediante el interés en estas religiones.
El veganismo es sin duda inviable para mucha gente, pero las dietas basadas en vegetales, pueden diseñarse para que encajen con las necesidades de cada persona. Ya sea que uno se haga vegano, vegetariano, que enfoque su dieta en comer más frutas y vegetales o reduzca el consumo de carne a una vez por semana, estos cambios en el estilo de vida, no tienen que ser radicales. Yo me alimento de forma vegana cuando estoy cocinando para mí o cuando está bajo mi control, pero no voy a castigarme, si comparto una comida familiar o tomo un poco de helado.
E incluso, si todo el mundo se hiciera vegano, no sería la solución a todos nuestros problemas. Encontrar el equilibrio es la clave para sanarnos a nosotros y al planeta, pero requiere una voluntad de querer cambiar. Lo que comemos es parte de nuestra cultura e identidad. Para la mayoría de la gente, no se trata de un cambio sencillo, aunque afortunadamente, la perspectiva de una carne asequible, producida en el laboratorio, es algo cada vez más realista.
Es fácil hablar de todas las cosas que van terriblemente mal en el mundo, y como individuos, no solemos creer que tengamos algún poder para lograr un cambio. Sin embargo, yo he descubierto el poder para mejorar nuestra salud colectiva, reduciendo la ingesta de productos de origen animal. Aunque no voy a dejar de usar una crema labial porque contenga restos de cera de abeja, algo que sí haría un vegano plenamente comprometido, me doy cuenta que mis decisiones cotidianas sobre lo que como, sítienen consecuencias.
Comer vegetales, no es sólo bueno para el planeta, sino también para nuestra salud, corazón y alma. Mis elevados niveles de energía, una mente más clara y un sistema inmune fortalecido, son valores adicionales. Tengo la confianza de considerarme una ecologista, y de que estoy actuando para dejar un mundo mejor.
Shaelyn McHugh está actualmente estudiando en Kathmandu, y paralelamente está cursando una licenciatura en comunicación en la Universidad de California, Santa Barbara. Ella es una apasionada del mundo natural y de la comunidad global, y disfruta dialogando sobre inteligencia artificial y alimentación.