Hadas, dakinis, monjas y mikos. Tercera parte
JOSÉ HOUSEAL
La presencia de seres femeninos de otro mundo en diversas religiones, tanto en las del Oriente como en las del Occidente, inspira colectivamente la investigación y la práctica contemporáneas entre mujeres de diversos orígenes, las cuales están dándoles sentido individual a estas presencias antiguas. Las hadas celtas elementales, las dakinis místicas budistas, las extáticas apsaras hindúes, los celestiales ángeles bíblicos y las sabias deidades femeninas de meditación, despiertan la actividad divina y centran nuestra atención en reinos místicos que desafían a la gravedad, en los cuales tiene lugar la transformación. Estos personajes pertenecen a tradiciones mágicas y místicas que interconectan la fertilidad, la curación, la meditación, la muerte, la conexión divina y la naturaleza salvaje.
En consecuencia, siempre ha habido prácticas y profesiones vivas para aquellas mujeres (y también para aquellos hombres) que eligen perseguir las facetas prácticas de las tradiciones de sabiduría: monjas cristianas y budistas; practicantes tántricos del budismo y otras ramas; sacerdotisas de santuarios sintoístas; sacerdotisas druídicas; practicantes del Movimiento Auténtico, wicca y cábala, por nombrar algunas.
Es un placer para mí presentarles a Elizabeth Tinsley, quien ha dedicado gran parte de su vida y obra al estudio y la práctica de las artes esotéricas. Elizabeth es una académica seria con dos doctorados, uno en japonés. Es una estudiosa del budismo y, más ampliamente, de las tradiciones esotéricas japonesas, budista y sintoísta, y de aquellos lugares comunes donde ambas tradiciones se superponen. El sintoísmo es la religión antigua, indígena, chamánica y animista de Japón. Como tal, Elizabeth ofrece conocimientos poco comunes sobre tradiciones esotéricas misteriosas y duraderas, con investigaciones originales e inmersiones desde la experiencia.
Elizabeth Tinsley
En Japón, el budismo y el sintoísmo indígena se integran profundamente. Los japoneses visitan con alegría tanto los templos budistas como los santuarios sintoístas. La sede del budismo esotérico shingon en Japón es el monte Koya en la prefectura de Wakayama. Elizabeth, que es británica, estudió, investigó y practicó extensamente en el monte Koya durante varios años, hasta que finalmente el abad la invitó a realizar el shido kegyo, un entrenamiento ritual para convertirse en monja allí mismo, el cual duró 100 días y lo completó con éxito. Este es un ejercicio muy inusual pero enteramente práctico, el cual sigue a años de investigación académica.
El interés de Elizabeth por el esoterismo japonés se extiende más allá del budismo e incluye la danza de las sacerdotisas del santuario sintoísta conocidas como miko. Las miko son figuras extremadamente arcaicas en la historia religiosa japonesa, y existen diferentes tipos de estilos de vida miko. Pero estos, en su mayoría, incluyen danzas. Kagura es el baile más famoso de las miko. Hay diferentes bailes Kagura. Estas danzas, todas y cada una de ellas, son patrones abstractos, sin intención literal o dramática. Las miko siempre miran en la dirección en la que se mueven, lo que genera un flujo puro y vigoroso de energía básica. Este tipo de danza abstracta, en el antiguo ritual japonés es llamada mai. Las danzas de las miko sintoístas influyeron en el estilo de danza del noh japonés, también llamado mai.
Más antiguo que el noh, la Kagura originalmente canalizaba a los kami, deidades animistas sintoístas. Hablando y bailando como los kami, las danzas miko eran una especie de posesión espiritual puesta en escena, y probablemente se basaban más en la improvisación que las danzas bellamente estilizadas que vemos en la actualidad. Hoy en día, las danzas se realizan en santuarios sintoístas para adorar y entretener a los kami. La expresión japonesa clásica kami no asobi, o «el juego de los dioses», es un término exaltado que se deriva en parte de la naturaleza de las danzas Kagura. Kagura fue alguna vez un arte ritual estrictamente ceremonial, que surgió de las prácticas miko ya existentes de adivinación oracular (en japonés kami gakari) y de pacificación espiritual (en japonés chinkon). Las miko también actúan en demostraciones y competiciones de artes marciales celebradas en los santuarios. Kagura se baila con implementos tales como estandartes de papel doblados llamados gohei, y grupos de campanas de mano llamadas suzu. La miko a veces baila con espadas y serpentinas hechas de tela.
A partir del 2008, Elizabeth estudió Kagura en el santuario sintoísta más estrechamente asociado con ese reducto del budismo esotérico del Monte Koya: Niutsuhime Jinja. Su maestra fue Niu Chickae, esposa del sacerdote principal del Santuario Niutsuhime. Niu Myojin, una deidad local o kami, es conocida como la diosa cinabrio; y el kami Kariba Myojin es la deidad cazadora. Juntas, estas dos antiguas deidades sintoístas habitan la zona del monte Koya, abarcando terrenos budistas y sintoístas.
Elizabeth señala que un espectáculo ceremonial de música y danza llamado Bugkau Mandala, fue realizado en el santuario Niutsuhime desde el siglo XII hasta el XIX. Para esta inusual actuación sincrética en terrenos sintoístas, los monjes budistas esotéricos del monte Koya combinaron la danza cortesana bugaku con shomyo, un arte vocal de los monjes esotéricos. El ritual ha sido revivido en los últimos años. La integración del sintoísmo y el budismo es, en algunos lugares, penetrante y mística, no meramente simbólica o social.
Después de algunos años fuera de Japón, Elizabeth regresó a Niutsuhime Jinja este verano para sumergirse en un retiro de danza enclaustrado, en donde aprendería una miko-mai para escenificarla en un ritual. Basada en modelos antiguos, la miko-mai específica que aprendió Elizabeth fue coreografiada en la década de 1930, durante el período expansionista de Japón. Estas danzas se representaban en santuarios sintoístas de Japón, así como en Formosa (Taiwán) y Corea. Elizabeth comenta: «Como otras, esta danza es una coreografía de posesión espiritual, como dice un estudioso. La experimento más como una tecnología de inducción de trance, una fase en la transformación completa de la conciencia. También entiendo la danza como un ritual de pacificación de las deidades».
Elizabeth explica:
«Cuando comencé a aprender la danza miko-mai, lo cual fue por casualidad, el sacerdote principal del santuario Niutsuhime en Wakayama, a quien consulté para obtener información histórica sobre el santuario y su deidad principal, me invitó a aprender de su esposa, una bailarina profesional. Me atrajo porque entendí que la forma en que nos movemos por el mundo es lo que nos hace a nosotros, y hace nuestro entorno. Ya sea que estemos en un escenario ante santuarios de dioses sintoístas, guiados en nuestros movimientos por una coreografía invisible, o en una ciudad o suburbio, estamos en un contrato social con nuestro entorno construido. En la naturaleza deificada – y mucho más dentro de un santuario -, estamos en un contrato sagrado con el poder que da forma al modo en el que nos movemos por el espacio.
«Miko-mai es una forma de danza, en la tradición Kagura, llena de simetría y reflejos. Los movimientos de los dos o cuatro bailarines se realizan en exacta sincronía. Mientras vas progresando en la danza, tu maestro se enfocará al máximo en la limpieza de las líneas. Los movimientos están perfectamente controlados. Creo que esto crea un poder fuerte: el poder de una actuación, multiplicado por el número de bailarines. ¿Para qué es este poder? ¿Por qué reunirlo? Hay dos razones: en el pasado era muy probable que fuera un ritual, o parte de un ritual, para la posesión del santuario por parte de los dioses, y hoy es una ofrenda a los dioses.
«Por eso se acumula poder en esta danza. Escuchar a los dioses a través de una figura en estado de posesión es algo que se ha vuelto mucho menos común en Japón desde el período modernizador Meiji, y es un aspecto de la danza que ha desaparecido de casi todas las danzas miko-mai. Hoy solo queda el mensaje enviado: la ofrenda. Aunque nos vean y oigan bailar, los dioses guardan silencio.
«Hoy el baile es de ofrenda. Es un entretenimiento que disfrutan tanto los humanos como los dioses (en japonés, shinjin waraku, 神人和楽) y una ofrenda solemne a los dioses del santuario. Sin embargo, por mucho que nos movamos durante la danza, algo también se mueve a través de nosotros. La historia se impone en esta danza, como mismo los edificios de una ciudad se impondrán a un caminante: como mismo nosotros no hicimos los edificios, tampoco hicimos la danza. Miko-mai, vía Kagura como un todo, fue creada por otros hace mucho, mucho tiempo y se ha transmitido a través del cuerpo hasta el presente.
«Cuando bailamos representamos algo antiguo que ni siquiera nosotros entendemos del todo, en el sentido cognitivo. Es un mensaje que había que transmitir. Y sigue siendo un baile poderoso. El control, la sincronía y el reflejo cansan el cuerpo durante el entrenamiento y la actuación, pero el esfuerzo físico, junto con el vínculo creado cuando el grupo baila a una de esta manera, también produce un cierto poder. Este poder se utiliza hoy en día para purificar el espacio sagrado y es también un poder ofrecido a los dioses.
«Tal y como bailas en la vida, tal y como te mueves en el espacio, así mismo la vida baila a través de ti. Eso es lo que experimento cuando interpreto miko–mai».