Entrevista a la venerable Jisen Oshiro Roshi: «El zen es realmente una práctica de 24 horas, es la vida»

FINA IÑIGUEZ y DANIEL MILLET

Este artículo forma parte de la edición especial «Mujeres y budismo en los países de habla hispana».

Su nombre de pila es Aurora, pero se la conoce más ampliamente por su nombre de ordenación, Jisen Oshiro Roshi. Nació en Argentina en 1946, es nikkei (toda su familia es de origen japonés) y maestra zen. Desde 2005 reside en Perú, donde llegó para difundir el budismo en el segundo país de Latinoamérica con más japoneses y descendientes de japoneses, después de Brasil. Es directora de la comunidad Zen Soto de Lima y abadesa del templo Taiheizan Jionji, el más antiguo de Sudamérica (fundado en 1907), en la provincia de Cañete, una de las nueve que conforman el departamento de Lima en la costa central del Perú.

Venerable Jisen Oshiro Roshi. Fuente: web https://perushimpo.com/

Durante una distendida conversación por videoconferencia, nos comentó que el budismo llegó a ella sin habérselo planteado nunca. Estudió comunicación audiovisual y se dedicaba a hacer guiones para público infantil. Más tarde se formó en fisioterapia. Recibió educación católica y siguió sus sacramentos, se casó por la iglesia, tuvo cuatro hijos y enviudó a los 49 años. Se acercó al zen por influencia de su hermano, que era monje budista. Abrazó esta tradición en la edad madura, primero como laica, dirigiendo un dojo en el Jardín Japonés de Buenos Aires. Luego se fue a estudiar a Japón durante diez años y se formó en los templos Zuio-ji y Shogo-ji. En 2001 recibió su ordenación en el templo Mirokuji, en Hiroshima, y dirigió un monasterio tradicionalmente de varones. Un enorme mérito para una mujer que, además, era extranjera.

En el año 2013 editó un libro llamado Gyoji: Sutras y recitaciones para la práctica Zen y otro libro llamado Zen: con 29 cuentos tradicionales, para conmemorar los 110 años del zen en América del Sur. Ahora promueve un concurso para recopilar haikus para el libro que se publicará para celebrar los 120 años en 2023. Su hijo mayor, Senpo Oshiro, fue ordenado monje por ella y ahora dirige la Asociación de Budismo Soto Zen de Argentina. La venerable Jisen Oshiro Roshi es integrante del Consejo Interreligioso Peruano de la Unesco y ha sido la directora del VIII Encuentro Zen Latinoamericano – EZLA 2021 celebrado el pasado mayo.

Transcribimos a continuación lo esencial de sus palabras, puntuadas siempre con una contagiosa sonrisa, y publicaremos en breve un artículo con lo que ella nos contó sobre su experiencia en el templo Taiheizan Jionji, que dirige desde su llegada a Perú.

Buddhistdoor en Español: ¿Cómo definiría usted el zen?

Venerable Jisen Oshiro Roshi: El budismo tiene una larga historia y se ha desarrollado por su flexibilidad. Lo veo como el agua que se adapta y va llenando espacios, no es algo rígido. El budismo tiene esta posibilidad de la variedad, y dentro de la variedad que ofrece están las demás tradiciones, como el budismo tibetano, que tiene sus características, así como el zen tiene las suyas propias. Es una gran ventaja que dentro del budismo haya tantas escuelas y tradiciones, porque eso le da riqueza.

El zen ha hecho hincapié en la meditación, pero no carece de ceremonias, liturgias y acción social. Mucha gente en Occidente piensa que el zen es solamente sentarse sobre un almohadón y no es así. Por ejemplo, acá en Perú, yo asisto a ceremonias a los antepasados, a conmemoraciones y a las liturgias del zen, pero los occidentales piensan que solo tenemos que estar sentados en zazen las 24 horas. Es por eso que he llevado muchos practicantes —13 personas de Argentina y 12 de Perú— al monasterio donde estuve en Japón para que se saquen la idea de que el zen es solo estar sentado en meditación las 24 horas del día.

Sala de zazen. Fuente: Facebook de la comunidad Soto Zen Perú.

BDE: ¿Cómo se practica pues el zen? ¿Es posible que una persona laica practicante lo viva en la vida cotidiana, sin alejarse del mundo social, y pueda seguir su camino hacia el despertar?

VJOR: El zen es realmente una práctica de 24 horas, es la vida, y esto es lo que cuesta más de explicar. Con motivo de este encuentro [el VIII Encuentro Zen Latinoamericano, retransmitido desde Lima, Perú], hemos entrevistado a varias sanghas, por ejemplo, la de Colombia y la de Brasil, y es muy interesante porque en las entrevistas todos dicen que llegaron al zen porque querían calma, paz. Yo siempre me río, porque como he vivido 10 años en un monasterio en Japón me he podido sacar de la cabeza todos estos prejuicios.

Por ejemplo, he estado acá en unas charlas de teología, y había distintas religiones, pero cuando llegaron al budismo todos hablaban del zen como si fuera solamente sentarse, y yo les dije que seguro que no habían estado en un monasterio zen [en Japón]. Una discípula que me visitó en Japón me decía: «”Ay, ¡Estoy tan cansada y con tanto trabajo que no veo la hora de sentarme en meditación!», de tan cansada que estaba de trabajar. Yo vivía en un monasterio que en aquella época no tenía ni teléfono, ni luz, ni gas… teníamos que cortar leña. Habiendo vivido en Buenos Aires, una ciudad con todas estas cosas y confort, tenía que lidiar con la leña, y levantarme más temprano porque el fuego no se prende enseguida… si el zazen empezaba a las cuatro, a las tres yo ya estaba intentando prender la leña. Los 10 años que pasé allí me hicieron un clic en la cabeza, me sacaron del confort habitual, y así unatiene que enfrentarse a otras cosas… todos los pajaritos que tenía en la cabeza se me quitaron.

Los occidentales creen que ellos tienen el verdadero zen, el zen profundo. Yo siempre digo «cuidado con lo profundo, a ver si se ahogan» [ríe]. Y eso es lo que se veía en el último Encuentro [EZLA 2021]: la falta de humor, y eso de ser tan serio, con gente tan profunda… ¡Pero bueno! ¡Tienen que avanzar, empezar a entender la profundidad de otra manera, buscarla en lo cotidiano, no en los libros! En general, la gente que llega al zen es porque ha leído mucho, y le cuesta dejarlo, por eso quiere la paz, la calma. Por eso siempre tenemos lo que en el catolicismo son las dos hermanas, María y Marta, la una hacía todas las tareas y la otra se dedicaba a la contemplación. Y ahí tenemos a Eckhart, un conocido místico católico que hacía la interpretación distinta. Para él, la que realmente había comprendido era Marta: no es solo contemplación, sino estar en el aquí y el ahora, con los pies en la tierra.

La venerable Jisen Oshiro Roshi en el altar del templo Jionji. Foto cortesía de la comunidad Soto Zen Perú

BDE: Usted fue católica hasta ordenarse monja en la tradición zen. También sabemos que es muy activa en el campo interreligioso en Perú. ¿Cuál es la relación del budismo con las demás tradiciones religiosas en Perú? ¿Se celebran encuentros? ¿Qué importancia le concede usted al diálogo interreligioso?

VJOR: En esos diez años que estuve en Japón, caí en un monasterio pensado para hacer entrenamiento a extranjeros. Hay un retiro que se llama «retiro de las lluvias» (durante la época de los monzones, según la tradición, Buda juntaba a sus discípulos y hacía un entrenamiento en meditación). Esa tradición se sigue en Japón. Son tres meses en los que nos juntábamos y en los que yo participaba como Argentina. También monjes benedictinos alemanes y jesuitas con gran presencia en oriente. La cuestión era ¿por qué venían, siendo religiosos de otras tradiciones? Los benedictinos decían que venían a aprender sobre la meditación zen. Hacían postraciones cuando nosotros las hacíamos y participaban en las meditaciones, en las comidas rituales, todo, venían a conocer [esa práctica]. No había conflicto, porque en el zen no estamos hablando del Buda todo el tiempo, no es la fe, es la práctica, la acción. No es que no hubiera clases, sí, los maestros daban clases, pero al estar abiertos la gente viene. Y lo más importante, yo creo, es porque nuestra meditación es en silencio. El silencio logra tirar abajo las barreras de las ideas preconcebidas, los prejuicios, ¿no?, estamos todos unidos en el silencio. Creo que la gran ventaja del zen es esta meditación en silencio.

Venerable Jisen Oshiro Roshi durante una conferencia online. Foto cortesía de Comunidad budista Soto Zen Perú.

BDE: ¿Cómo ve usted la situación de la mujer en la tradición del zen?

VJOR: En Japón, las circunstancias me llevaron a caer en un monasterio todo de hombres. Alguna vez alguien me preguntó: «¿Por qué no va a un monasterio de mujeres?», y le dije a los maestros que quizás tendría que ir al monasterio de mujeres. Ellos contestaban que no precisaba ir al monasterio de mujeres: «Usted puede aguantar acá, no se preocupe». Y todas las veces que lo planteaba, los maestros decían que no, y así pasaron los 10 años. En el monasterio donde yo estaba la vida era muy precaria, imagínese, sin gas, sin teléfono, sin luz, la gente no aguantaba, y además era mucho trabajo, y mucho zazen, eran muchos los que lo dejaban.

Antes de entrar en el monasterio yo ya tenía cuatro hijos varones; así que siempre he lidiado con varones. Estar en el monasterio era como estar con mis hijos. No sé cómo fue, pero yo siempre me las arreglé. A mí me decían «si necesita pedir ayuda, pídala», y la verdad es que hice trámites de visados en Japón sin saber escribir (yo soy analfabeta en Japón), pero iba a la oficina y tenía que ocuparme personalmente de los impuestos, de las cuestiones de la municipalidad, del seguro de salud… Ahora que estoy en Perú y lo pienso, me asombro de cómo lo podía hacer. Pero no era por mi capacidad, es que siempre me vino ayuda. Así que, los últimos años, terminé dirigiendo el monasterio de hombres. No sabía inglés muy bien, no sabía japonés muy bien tampoco (era un japonés familiar, el que yo hablaba con mis abuelos), así que la gente me pregunta como aguanté, porque muchos no aguantan nada en un monasterio en Japón. Yo aguanté porque tuve paciencia.

Yo me decía, «ahora no lo entiendo, pero ya lo voy a entender», y nunca me preocupé mucho por saber qué era lo que estaba haciendo. Me decían «haga eso» y lo hacía, «hay que doblar para la derecha» y doblaba para la derecha, o «para la izquierda», y doblaba para la izquierda. Yo obedecía, por eso pienso que después lo de dirigir no fue tan difícil, porque aprendí obedeciendo y esto fue muy importante. Con 49 añitos dejé 4 hijos y entré en el monasterio. Es difícil porque una es ya mayor. Los chicos aprenden los sutras y los movimientos de la ceremonia todo muy rápido; puedo subir la montaña y bajarla, pero me costaba mucho, aunque me conformaba, «algún día lo aprenderé», me decía… Jugaba al tiempo. No quería las cosas rápidas. A los 49 años una sabe que las cosas no vienen rápidas.

BDE: Por lo que usted nos cuenta, nunca tuvo problemas por ser mujer en un monasterio de hombres…

VJOR: No, jamás. Una vez vino a verme una monja que había conocido en Brasil e iba a estar unos días de visita. Ella había estado en un monasterio de mujeres en Japón y, al llegar a mi monasterio, me preguntó cómo me llevaba con mi maestro. Yo le contesté: «¿Qué? ¿Con ese viejo?» [risas]. Ella miraba de otra manera a los monjes, pero yo siempre los he visto como hijos. Creo que el problema está en una, las cosas son de a dos, ¿no es cierto? Quién sabe si fue por eso por lo que me dijeron que podía quedarme en el monasterio de varones. Si hubieran visto que yo tenía problemas de sexo me hubieran dicho que me fuera al monasterio de mujeres.

Creo que a las mujeres que han estado separadas [en los monasterios], al final se les crea un conflicto. Como cuando antes había escuelas de varones y de mujeres por separado. También hay que saber manejarse. Nunca me quejé, por ejemplo, de ser la última en bañarme, porque primero se bañaban todos los hombres. Al final es una cuestión de esperar, porque luego, cuando yo dirigí el monasterio, me bañaba primero…  [risas].  No hay que crear conflicto.

BDE: ¿Y en Perú tampoco supuso un problema que una mujer fuera la abadesa del templo?

VJOR: Supongo que esperaban a un hombre, pero como no había nadie, tuvieron que acostumbrarse.

Venerable Jisen Oshiro con su hijo mayor, Senpo Oshiro. Fuente: página web de «Ellas inspiran al mundo».

BDE: Usted se educó y vivió en el catolicismo hasta la edad madura y luego se inició en el budismo zen. ¿Cómo fue esa conversión? ¿Fue fácil o le provocó algún conflicto referente a sus prácticas anteriores?

VJOR: Les voy a decir algo que recién ahora lo pienso. En mi familia, en mi generación, somos cuatro mujeres y un varón. Ese varón se hizo monje zen budista. En la generación de mis padres, mi tía, que era la hija mayor, se hizo monja en Japón y se fue a Los Ángeles. En la generación de mis abuelos, el hermano mayor de mi padre, monje budista, se fue como misionero a Hawái. Entonces mi madre, cuando me veía en esto decía: «Lo que pasa nena es que los Oshiro llevan eso del budismo en los genes». Esto no me caló, pensé que eran cosas que decían las madres, pero cuando mi hijo mayor vino al monasterio de Japón y me pidió que lo ordenase, él siendo una persona de mente tan mundana y con una activa vida social, entonces caí en cuenta. Es una cuestión que puedes llamar de destino, o de genes, pero así fue. Soy la hija mayor y entré en el budismo zen después de que mi hermano, monje, se quedara ciego. Él estaba en Brasil y regresó a la Argentina. Es ahí donde empieza todo el asunto mío. Yo ya había hecho un dojo en el Jardín Japonés de Buenos Aires para que mi hermano lo dirigiese, pero al quedarse ciego, me quedé haciendo las cosas en el dojo hasta que un día vino el maestro de mi hermano y me dijo: «¿Qué está haciendo? ¡Usted tiene que irse a Japón a estudiar, no puede improvisar estas cosas!».

Así que, ¿ustedes piensan que yo decidí algo? [risas]. Una vez hice este comentario y me dijeron «¡Usted está diciendo que no decidió nada!». Pues sí, así fue, es real. Un teólogo católico ponía en entredicho la palabra conversión, el convertirse… ¿Hay realmente una conversión?

BDE: Entendemos que el camino del zen es arduo y hay que ser resiliente, hay que perseverar… ¿Qué consejo le daría a una persona que se inicia en este camino y tiene dificultades para avanzar?

VJOR: Les cuento una anécdota que pasó la otra semana: mi hijo es quien está implementando toda esta parte tecnológica. Al iniciar una conexión de zazen solo estaba Juan, el responsable del zazen de los jueves… ¡No se había conectado nadie! Juan dijo estar preocupado porque el año que viene se iba a estudiar a Estados Unidos. Entonces mi hijo le dijo: «¡No te preocupes, Juan! ¡Cuando tengas cincuenta años, vuelve!» [risas]. Hay un texto que dice: «Me adelanto y me retraso». Yo lo cambié a: «Ni avance, ni retroceso». Cuando todos piensan: «Ah! ¡Está retrocediendo!», en realidad es el movimiento natural.

Me iluminó ese concepto una diseñadora que tenía que ilustrar un cuento y diseñó una hamaca en la que el niño se balanceaba hacia adelante y hacia detrás. ¡El camino es así! Hacia delante y hacia detrás. Todos piensan: «¡Ah! ¡Lo abandonó!». Pero no.

Justo ayer vino a verme desde Cuzco un exalumno holandés que empezó conmigo. Le hice una entrevista que seguro ya estará en las redes (ver entrevista en Facebook). Nos juntamos en 1993 en el Jardín Japonés de Buenos Aires. Después él se fue a Estados Unidos, a Vietnam, a Hungría… es un caminante. Ayer me llamó por teléfono desde Cuzco y me dijo que venía a verme, porque era solo una hora de avión. ¡Y vino, después de 27 años! En el zen el tiempo es distinto…

Enlaces

Comunidad budista Soto Zen de Perú

Templo TaiheizanJionji de Perú

Asociación de Budismo Soto Zen de Argentina

VIII Encuentro Zen Latinoamericano – EZLA 2021

Convocatoria de haikus para celebrar los 120 años del zen en América del Sur

Obon – Festividad de culto a los antepasados que tiene lugar del 13 al 16 de agosto (Calendario solar) en Japón.

Jardín Japonés de Buenos Aires

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