Entrevista a Gaetano Kazuo Maida, director ejecutivo de Buddhist Film Foundation

BUDDHISTDOOR EN ESPAÑOL

Este artículo forma parte de nuestra edición especial «El budismo y el cine». 

Del 23 al 27 de octubre de 2024, Barcelona acogerá la segunda edición del Festival de Cinema Budista de Catalunya en los emblemáticos cines Verdi. Este evento cultural nace de la colaboración entre dos organizaciones sin ánimo de lucro: la Coordinadora Catalana d’Entitats Budistes, responsable de la organización, y la Fundación Dharma-Gaia, copromotora y patrocinadora oficial del evento. Ambas entidades comparten el compromiso de proteger y difundir la cultura budista.

El festival se enriquece con el respaldo de la Fundación de Cine Budista (Buddhist Film Foundation – BFF), una prestigiosa organización internacional que impulsa eventos similares en diversas ciudades del mundo. Esta alianza no solo eleva la calidad del festival catalán, sino que también amplía su alcance global.

Como parte de nuestra cobertura, tuvimos el privilegio de entrevistar a Gaetano Kazuo Maida, director ejecutivo de la BFF. Maida, cofundador de la revista Tricycle y productor del documental Peace Is Every Step sobre el maestro zen Thich Nhat Hanh, ofrece una visión profunda sobre la esencia del cine budista, su evolución y su lugar en el panorama cinematográfico actual.

La BFF, fundada en 2000 en Oakland, California, es una organización educativa independiente que utiliza el poder del cine para promover los principios budistas fundamentales. Su misión abarca la presentación, archivo, conservación y promoción de películas de temática budista en diversos formatos. Entre sus iniciativas destacan el Festival Internacional de Cine Budista (IBFF), el Archivo de Cine Budista (BFA), y el innovador Canal de Cine Budista (BFC).

Cortesía de BFF

EL Festival de Cinema Budista de Catalunya no se limita a exhibir películas de temática budista; busca fomentar el diálogo intercultural y la reflexión sobre los valores universales que el budismo comparte con otras tradiciones filosóficas y espirituales. Así, el evento se perfila como un puente entre culturas, ofreciendo una plataforma única para la exploración del budismo a través del séptimo arte. 

Gaetano Kazuo Maida nos invita en esta entrevista a hacer un recorrido por su encuentro con el dharma «como una extensión natural de la narración con cámaras», su concepto de cine budista, y los retos a los que se enfrentan los festivales de cine en general -y los budistas en particular-, entre otras interesantes reflexiones.

Buddhistdoor es español: Además de ser el director fundador de BFF en el año 2000, usted es conocido como cineasta, fotógrafo y director/productor de cine. ¿Cuándo y cómo surgió su conexión con el Dharma y la idea de acercar el budismo al público a través del cine?

Gaetano Kazuo Maida: Fundar BFF fue el resultado de entrelazar varios hilos de mi vida en aquel momento. Me había dedicado a la fotografía fija documentando varios temas, uno de los cuales era el extraordinario crecimiento de las tradiciones budistas en Estados Unidos, sobre todo en los años 70 y 80.

Fotografía de la inauguración del Dai Bosatsu Zendo el 4 de julio de 1976, en el norte del estado de Nueva York. Cortesía de Buddhist Film Foundation.

Me aficioné al cine como una extensión natural de la capacidad de contar historias con una cámara de fotos. Una de las primeras películas que hice fue un perfil del maestro budista vietnamita Thich Nhat Hanh.

Cortesía de BFF

Por aquel entonces, yo presidía el jurado del Festival Internacional de Cine de San Francisco (ahora conocido como SFFILM) y vi de primera mano cómo los grandes festivales de cine trataban las películas presentadas y la programación en general. Entonces me di cuenta de que las películas sobre temas budistas, incluso las buenas, tendrían dificultades para entrar en los festivales si no contaban con un actor o un director de renombre.

Anteriormente había sido director y fundador de Tricycle: The Buddhist Review, la principal publicación budista independiente de Norteamérica, y una de nuestras ideas para la organización era producir en algún momento un «Festival Tricycle de películas budistas». Tras el estreno de Pequeño Buda (1993), Siete años en el Tíbet (1997) y, por último, Kundun (1997), todas ellas dirigidas por cineastas célebres internacionalmente, sentí que había llegado el momento de ese proyecto, pero el equipo de Tricycle me indicó que entonces no tenían la capacidad de gestionarlo y que debía organizarlo por separado. Así que en 1999 trabajé con Michael Wenger, del Centro Zen de San Francisco, en un ciclo de cine titulado «Real to Real», que se presentó en el Museo de Arte Asiático de San Francisco y en el Teatro Castro, y esa actividad puntual me convenció para organizar la Buddhist Film Foundation con algunos colegas locales (cineastas y académicos).

Ese año, 1999, resultó ser un año excepcional para el cine budista; se estrenaron The Cup, Himalaya, Shower, Hi Dharma! y Enlightenment Guaranteed (de la India, Francia/Nepal, China, Corea y Alemania/Japón, respectivamente), y quedó claro que había surgido un nuevo género. Aunque sólo The Cup e Himalaya tuvieron éxito en las salas de cine de nuestro país, aquella «promoción del 99» nos dio suficiente energía positiva como para comprometernos con lo que se convertiría en nuestro programa del Festival Internacional de Cine Budista (IBFF). Estábamos decididos a no vincularnos a ninguna tradición budista, y nuestra misión era utilizar el cine para llegar al público en general con ideas budistas básicas como la impermanencia, la interdependencia (o la ingeniosa invención de Thich Nhat Hanh en inglés, «interbeing») y la compasión.

BDE: ¿Cómo explicaría a alguien que no es budista lo que es para usted el «cine budista»?

GKM: «Cine budista» es simplemente un «término artístico», una descripción no técnica de las películas que, desde nuestro punto de vista, tocan de algún modo ideas, escenarios, personalidades, historias o implicaciones budistas. Aunque hemos incluido algunas películas que en principio no parecen encajar en esa descripción, pero que al examinarlas más de cerca cumplen nuestros criterios, tenemos cuidado de no encontrar Budas por todas partes, por así decirlo, y seleccionamos películas convencionales para la categoría cuando hay justificación para ello.

BDE: ¿Cómo diferenciaría un festival de cine budista de otros festivales de cine?

GKM: Hoy en día hay muchos festivales de cine (¡miles!) en todo el mundo. La mayoría son geográficamente específicos (Nueva York, Toronto, Berlín, Venecia, Busan, Cannes, Sundance, etc.) y ofrecen anualmente una amplia gama de películas, en su mayoría nuevas. También hay muchos festivales temáticos (derechos humanos, medio ambiente, montañas, pueblos indígenas, océanos, deportes, cuestiones de género, salud, nacional, religioso, mudo, noir, terror, experimental, musical, etc.) y un festival de cine budista es sólo un tema entre muchos otros. Para atraer la participación de las películas adecuadas y conseguir un público interesado, es importante que el programa de los festivales temáticos se centre mucho en su temática, que tengan muy clara la identidad del festival. Para nosotros, es muy importante acercar al público estas películas (y a sus directores), pero también es importante que se ofrezca al público algo más que entretenimiento.

BDE: ¿Qué requisitos básicos busca en una película para tenerla en cuenta en su programación?

GKM: El primer requisito es que tenga una buena historia, bien contada, ya sea un documental o un largometraje dramático y además: véase la segunda pregunta más arriba.

BDE: ¿Qué elementos destacaría en una película para que, según sus criterios, pueda considerarse una «buena película»? ¿Se aplican estos mismos elementos a las películas budistas, o tienen que tener algún elemento característico propio?

GKM: Aunque es un medio relativamente reciente (unos 150 años), el cine tiene sus propias reglas, vocabulario y variedad de estilos. El público se ha vuelto muy sofisticado en su valoración de las películas, más aún en esta era de dispositivos móviles y videojuegos. Si antes el cine era un acontecimiento compartido, una experiencia comunitaria en una sala a oscuras llena de desconocidos, ahora es más probable que las películas se vean en la intimidad del hogar o en un dispositivo móvil personal. Para presentar en nuestro festival buscamos películas que puedan llegar al público en general, a aquellos con poco o ningún conocimiento especial sobre las tradiciones budistas pero que aprecian el cine. Estas películas también deben satisfacer las expectativas del público actual en cuanto a valores de producción y accesibilidad. En privado nos referimos a esto como «cine de arte y ensayo internacional con sabor a Buda».

Dicho esto, intentamos encontrar espacio para aquellas películas que sí requieren más conocimientos sobre el budismo o incluso sobre la tradición específica que se representa en una película, y aunque éstas no sean adecuadas para proyectarlas en cines, las plataformas en línea son muy eficaces y flexibles. Nosotros programamos las películas para el festival anual BuddhaFestOnline.com, y ahora tenemos nuestra propia plataforma de streaming, BuddhistFilmChannel.com (BFC), donde podemos ofrecer muchos más títulos de los que jamás podríamos llevar a los festivales, y éstos permanecen accesibles durante mucho tiempo; es un archivo digital de cine budista.

BDE: ¿Cuál ha sido el principal reto de esta segunda edición del FCBC en términos de programación?

GKM: La programación del festival siempre está sujeta a la disponibilidad de buenas películas nuevas, y la pandemia y los cambios en la dinámica de financiación del cine en todo el mundo (debido a la disminución de las salas de cine de arte y ensayo y al dominio del streaming en línea) se han combinado para reducir el número de producciones finalizadas desde la primera edición del FCBC. También es cierto que hay un periodo relativamente corto entre la finalización de una película y la concesión de los derechos de exhibición, durante el cual puede haber una presentación en un festival. A menudo, una vez que se ha concedido la licencia a una película en un territorio (por ejemplo, España o la UE), hay menos incentivos para permitir una presentación en un festival que podría considerarse que socava el éxito de la difusión o el estreno en salas de cine de la película en ese territorio, aunque pueden surgir oportunidades una vez finalizada la proyección en salas de cine.

Otra estrategia de los festivales consiste en programar obras de repertorio -películas antiguas- que merezcan ser reestrenadas, ya sea porque han sido restauradas, porque se ha revalorizado la reputación de un director o porque se ha dado una nueva relevancia a la historia de la película. El problema es conseguir el formato de proyección de estas películas antiguas, lo que hoy en día suele ser un DCP («paquete de cine digital») o al menos un archivo digital mp4, y muchas películas antiguas no están disponibles inmediatamente (o económicamente) en estos formatos. Así pues, la programación de este año presentó algunos retos.

Todos estos elementos entraron en juego en esta segunda edición del FCBC.

BDE: Nos gustaría conocer su opinión sobre «Pig At the Crossing» (Un cerdo en el cruce). ¿Qué le han parecido los elementos narrativos y cinematográficos de la película?

GKM: La película es una visión modesta y genial de la idea budista tibetana del bardo, el intervalo, o vacío, entre esta vida y la siguiente… mejor comparto la crítica que hice de la película:

El célebre cineasta y maestro de budismo tibetano Khyentse Norbu nos sorprende con un nuevo e inesperado largometraje dramático rodado en Bután, su país natal. Pig At the Crossing se une a un selecto grupo de películas más ambiciosas que llevan al espectador en un viaje a través del bardo –el espacio o intervalo, entre esta vida y la siguiente (o entre el nacimiento y la muerte…). Entre ellas se encuentra, por supuesto, la reciente película Bardo, de Alejandro Iñárritu, así como La escalera de Jacob, de Adrian Lyne, Dead Man, de Jim Jarmusch, Una pura formalidad, de Giuseppe Tornatore, e incluso El sexto sentido, entre otras. Sin embargo, a diferencia de éstas, la película de Norbu es un proyecto de bajo presupuesto, con un elenco reducido y no profesional, que lleva consigo la gran habilidad del director de repercutir todas las enseñanzas del bardo, un componente clave de la tradición budista tibetana. El Dalai Lama a menudo se refiere a su propia práctica diaria de «preparación para la muerte».

En esta película, Dolom, un joven productor de vídeos de YouTube, tiene una aventura con Deki, una mujer casada, y se le ve por primera vez en un mercado regateando con un amigo por una prueba de embarazo y unas pastillas de Viagra. A continuación, se dirige en moto a encontrarse con Deki, le envía mensajes de voz con una mano mientras conduce, y se produce un accidente. Durante el resto de la película, Dolom asume lentamente la realidad de su muerte. Por el camino se encuentra con varios extraños (y con su madre), uno de estos extraños, maravillosamente representado con una actuación serena y aparentemente desconcertada, parece ser un sadhu indio que se dedica a chasquear los dedos y que dice ser «una especie de guía turístico» y habla con Dolom (curiosamente en inglés) en un intento de ayudarle a ver lo que ha ocurrido; debaten sobre la evidencia: «No te preocupes, la muerte es sólo un cuento… olvidarás lo que significa ‘Dolom’». Le da numerosos buenos consejos, pero en general caen en saco roto, a pesar de que Dolom es testigo de escenas de luto, preparativos funerarios, una incineración y cánticos de monjes budistas, todo ello sin que le oiga ni le vea ninguna persona viva. Siempre tiene su móvil a mano. También hay una secuencia maravillosa que parece un homenaje al paisaje de la «Zona» de la gran película Stalker, del director Andrei Tarkovsky, conocida por ser una de las favoritas de Norbu.

Se trata de un viaje psicológico que, según se sugiere, nos espera a todos cuando nuestros cuerpos dejen de sostener la conciencia que identificamos como «yo», y los apegos, miedos y deseos de este «yo» empiecen a separarse, con o sin elegancia. Pig at the Crossing ofrece un genial relato contemporáneo y cercano, de esta idea del bardo.

La película representa también el esfuerzo del director Norbu por ayudar a la comunidad cinematográfica butanesa a adquirir cierta proyección internacional. Sus anteriores Hema Hema, Sing Me A Song While I Wait y Travellers & Magicians también se rodaron en Bután, al igual que la nominada al Oscar Lunana-A Yak in the Classroom y The Monk and the Gun, ambas dirigidas por su productor de Hema Hema… Pawo Dorji, pero todas con equipos predominantemente extranjeros o, en su mayoría profesionales. Pig at the Crossing cuenta con muchos debutantes locales tanto delante como detrás de la cámara.

BDE: ¿Podría decirnos cómo percibe la situación actual del cine budista? 

GKM: Me temo que el cine independiente en general se encuentra en una situación un poco desesperada en todo el mundo. Aunque las herramientas para crear obras son mejores y más baratas que nunca, y cada año hay miles de licenciados en escuelas de cine más cualificados, los elementos clave para completar largometrajes siguen siendo la financiación y el acceso a un público que pague (ya sea a nivel de distribución -emisión, streaming, salas de cine- o directo al consumidor), y ambos son actualmente difíciles de conseguir. Parece que los países de la UE aún cuentan con cierto apoyo gubernamental para el cine y la televisión pública, aunque hemos oído que incluso eso está disminuyendo.

Por supuesto, las películas budistas no son inmunes, y aunque en el pasado hemos abogado por un «fondo cinematográfico budista» independiente -un recurso renovable para las fases clave iniciales y finales de los proyectos cinematográficos-, hasta la fecha no hemos visto una respuesta lo suficientemente sólida. ¡Estamos abiertos a cualquier persona interesada!

BDE: ¿Tiene algún consejo para quienes estén pensando en organizar un festival de cine temático?

GKM: ¡ Nada más lejos de mi intención que dar consejos en este terreno! Los festivales son difíciles, caros, llevan mucho tiempo y ahora incluso hay que nadar contracorriente. La clave está en identificar un tema potente y único, determinar que hay suficientes películas (y más previstas) que encajen, asegurar primero una financiación suficiente, y luego dedicar al menos un año para reunir un equipo, un plan estratégico, una presencia/identidad en internet, y construir relaciones con la comunidad cinematográfica y las salas de proyección.

Un método que puedo recomendar a un festival nuevo es asociarse con otro festival, tal vez con un festival local identificado con la ciudad, y programar un sub-festival temático o una sección que se comercialice y se identifique con la marca del festival más grande. Si esto funciona bien, considere la posibilidad de separarse, quizá con la colaboración y el apoyo promocional (o incluso la asociación) del festival más grande. Pero también puede ser estupendo seguir formando parte de un festival urbano de éxito. En realidad, el objetivo es atraer al público, y la clave es la financiación… (o como decimos aquí, «el dinero es el rey»).

Pero lo más importante es la motivación: ¿qué necesidad satisface un nuevo festival, cuál es su objetivo? El mecanismo es relativamente obvio.

Enlaces de interés:

Coordinadora Catalana d’Entitats Budistes

Fundación Dharma-Gaia

Festival de Cinema Budista de Catalunya (Facebook)

Buddhist Film Foundation

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Otros enlaces de interés

Buddhist Film Festival Europe

The Meridian Trust

https://www.frameofmindfilms.com/

The Frame of Mind Films