El «mesías» en el budismo

EFRAÍN VILLAMOR HERRERO

Todas las religiones ofrecen algún tipo de esperanza. El budismo antiguo apelaba por la capacidad individual de cada uno para liberarse del propio sufrimiento. Para ello, el buddha Gautama propuso diferentes métodos, entre los que la compasión pasó a ser una de sus enseñanzas más relevantes. El budismo se transmitió por prácticamente toda Asia, debido al concurrido tránsito de diferentes personajes por la Ruta de la Seda. El contacto con otras tradiciones religiosas y culturas a su paso por Asia central derivó en su aún mayor diversificación, y, por ello, la transformación de su pensamiento. El surgimiento del mahāyāna resultó en la anexión de diferentes creencias. Las expectativas de un futuro mejor, en el que la llegada del mesías supone la salvación definitiva, se convirtió en uno de los reclamos más influyentes, también dentro del fenómeno religioso budista.

Tríada del mahāyāna temprano. De izquierda a derecha: un devoto laico de Kusán, Maitreya, el Buddha Gautama, Avalokiteśvara y un monje budista.

Influencia del zoroastrismo

Los detalles que rodearon el surgimiento del budismo mahāyāna aún desconciertan a los académicos más experimentados. Aun así, una cosa parece clara. La propagación de la figura mitificada del buddha Gautama, sobre todo entre sus seguidores laicos, detonó en que las principales esperanzas se depositaran en su figura como salvador. Este discurso inspiró que a lo largo de la transmisión del budismo por Asia diferentes deidades fueran reclamadas como figuras salvíficas de singulares cualidades. La esperanza y anhelo por un futuro mejor, propició que diferentes deidades se anexionaran. Diferentes buddhas y bodhisattvas, fueron añadiéndose como abanderados del mahāyāna según las creencias que se iban anexionando como parte del pensamiento budista. Los buddhas Amitābha o Mahāvairocana, son descritos como seres «radiantes» de luz, lo cual es un fiel ejemplo de cómo diferentes ideas fueron fundiéndose bajo la influencia del pensamiento religioso de Babilonia, dado que fueron sus profetas quienes vaticinaron por primera vez que serán las «fuerzas de la luz» quienes derroten a las fuerzas del mal. Así, diferentes deidades asociadas a la «luz» pasaron a incorporarse en el panteón «oficial» del mahāyāna. El contacto con el pensamiento de la antigua religión de Babilonia, el zoroastrismo, marcó tendencias en el desarrollo del budismo también. Su pensamiento escatológico fascinó de tal modo a los pensadores de diferentes religiones que la idea del mesías pasó a fundamentar la promesa más alentadora, la salvación definitiva en el fin de los tiempos.

Maitreya s. III e.c. (Gandhāra)

¿El mesías budista? 

Entre las figuras salvíficas del mahāyāna que surgieron bajo la influencia del zoroastrismo destaca la figura del mesías budista, Maitreya, (en pali, Metteyya, y japonés, conocido como Miroku 弥勒), el cual se dice regresará para salvar el mundo varios miles de millones de años (tantos que no me atrevo aquí a mencionarlos para evitar desalentar de tal esperanza) después del buddha Gautama. El apocalipsis como ajusticiamiento divino del mal y la profusión de la idea del Mesías, son ideas realmente antiguas; no precisamente desconocidas para nosotros, debido a su temprana influencia en la tradición judeo-cristiana. Aunque el juicio final no fue aceptado como argumento entre los pensadores budistas, la idea del mesías como aquel que reconstituirá el equilibrio universal, fue consagrada. La anexión de la deidad indo-irania, Miθra (con la que Maitreya está emparentada etimológicamente) y la extensa propagación de la idea del «mesías» condujo a su anexión «cronológica» como sucesor futuro del buddha Gautama.

Este relevo se produjo como el resultado de la fusión de diferentes creencias. El imperio de Kusán (Kuṣāṇa 𑀓𑀼𑀱𑀸𑀡), especialmente durante el reinado de Kaniṣka, propició la mezcolanza entre culturas. Su linaje dominó a principios de nuestra era el norte de la India, así como los territorios históricos de Bactria y Asia central. El sincretismo y el pluralismo religioso que derrochó este regente, gran adepto además de las creencias budistas, derivó en la fusión del helenismo griego (el cual dio paso a la creación de las primeras figuras budistas), además del culto a deidades hindúes. Como detonante, el pensamiento indio, se transmitió, ya fusionado con ideas «occidentales» a los antiguos reinos chinos. La conexión directa que regentaban los dirigentes de este imperio constituido por su pueblo, nómada, entre Gandhāra (región histórica que corresponde al sureste de la actual Afganistán y norte de Pakistán) y «China», facilitó la expansión del budismo. Tenemos suficientes evidencias arqueológicas, así como rastro de ello en escrituras budistas en chino clásico, que atestiguan que el rey Kaniṣka respetó diferentes religiones. Su veneración a deidades babilónicas, griegas, hindúes, así como el propio buddha Gautama, muestran el constante intercambio que floreció bajo su mandato. La fusión de este tipo de creencias marcó el viaje del budismo a territorio chino. Debido a ello, el paso del budismo por Asia central derivó en la creencia de que el mesías regresará para salvarnos, en el momento adecuado. El pensamiento escatológico de Babilonia ya se había asentado entre los budistas, convirtiéndose en la creencia del Ocaso del Dharma (saddharma vipralopa正法滅尽). El viaje del budismo hacia el oeste resultó en la anexión de la promesa futura del mesías, la cual se asentó como una parte importante del pensamiento mahāyāna en su viaje por Asia Oriental. Éste se extendió hasta el final de la Ruta de la Seda, y fue también muy popular en Zipango.

Kanishka I con Miiro (Mitra, Maitreya)

El culto al mesías budista en Japón

Según los cálculos que sustentaban tal creencia, en el año 1052 (era Heian japonesa) se extendió la creencia de que se había entrado en el Ocaso del Dharma. Numerosos yacimientos arqueológicos en territorio japonés demuestran la popularización de las creencias de las Tierras Puras y la creación de figuras y escrituras que hacen referencia a la salvación en el albor de los tiempos por parte de Maitreya. En territorio japonés el culto a Maitreya se extenderá entre los s. VI – VII (e. c.), de forma paralela a la profusión de su figura como el último salvador. Su representación en la iconografía budista japonesa acostumbra a representarlo en una postura pensativa, con la que se trata de mostrar su preocupación por salvar a aquellos que continuarán esperándole.

El bodhisattva Miroku «medio sentado» pensativo Templo Koryuji (Kioto, circa s. VII) TESORO NACIONAL弥勒菩薩半跏思惟像

Como hemos mencionado antes, las figuras salvíficas budistas que vienen al rescate, normalmente son seres que irradian con su luz para salvar a sus fieles (por ej. el caso del budismo de las Tierras Puras). Se pueden encontrar muchísimas alusiones al rescate futuro por parte del buddha Amitābha o Maitreya en la literatura medieval japonesa, aunque hemos de puntualizar que el cambio de paradigma en el que las esperanzas se depositarán en una salvación futura, más que instantánea; no se produjo en el Japón medieval, sino en el transcurso del budismo por el continente. La influencia del zoroastrismo determinó el desarrollo del mahāyāna, marcó su línea temporal de modo que Maitreya, el mesías budista, fue venerado profusamente como legítimo sucesor, salvador, por los fieles budistas, ante la incertidumbre que resuena cuando pensamos en el futuro. Dicho de otro modo, evitando entrar en demasiados detalles, podemos observar cómo el viaje del budismo desde Asia central a su parte más oriental, derivó en el interés por la soteriología, la cual venció a la reflexión ontológica.

Reflexiones finales

El concepto del Mesías (en hebreo: māšiaḥ מָשִׁיחַ) es probablemente uno de los más importantes en la historia de las religiones. Las discrepancias entre las tradiciones judeo-cristianas son evidentes (en el islam, religión adscrita a ellas, por norma general la idea del mesías reflejada en la figura de Mahdī no es aceptada con el mismo entusiasmo). Aun así, en ninguna, creo, se niega su existencia y mucho menos aún su determinación en destruir ad infinitum a las tan perniciosas fuerzas del mal. Esta idea, muy a detrimento de la ortodoxia de ciertos sectores, tiene su patente en el pensamiento religioso de la antigua Babilonia. En éste se mencionaba que 3000 años tras la era de su principal profeta, Zarathuštra, la contienda celestial entre el «Bien» y el «Mal» concluirá, con la erradicación completa del último. Es desde este sustrato indo-iranio desde el que se nutrirá asimismo la figura del mesías budista, Maitreya, el cual se dice espera en el cielo Tuṣita el momento para regresar a este mundo para salvarnos. Creo que no hace falta, llegados a este punto, remarcar más que el mesías budista comparte, tanto pasado como futuro, con el vaticinio que varios milenios atrás, fuera realizado en Babilonia. Lo que aún no parece claro es exactamente cuándo esto sucederá. Habrá que seguir esperando.

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Efraín Villamor Herrero (Bilbao, 1986). Licenciado en filología japonesa y japonología (2012-2016) por la Universidad Prefectural de Yamaguchi (Japón). Doctorando, Universidad de Salamanca (2020-2023). Sus principales campos de estudio son el budismo indio y su influencia en el pensamiento japonés. En su Tesis Doctoral ha analizado diferentes relatos jātaka que se transmitieron durante el medievo japonés. Es miembro del Grupo de Investigación Reconocido, EURASIA HUMANISMO (España) y The Society for the Study of Pali and Buddhist Culture (Japón).

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