El matrimonio homosexual y el Dharma del Buda
VENERABLE BHIKKHU MIHITA
Bien, ¿cuál es la posición que asume el budismo respecto al matrimonio homosexual? Pues bueno… ejem… ¡Resulta que no hay ninguna posición! Déjenme aclarar el asunto haciendo una distinción entre las personas ordenadas y las laicas. Si uno decidiera abandonar la vida hogareña para vestir las túnicas de un monje (bhikkhu) o de una monja (bhikkhuni), entonces lo que no le estaría permitido sería, no tan solo la homosexualidad, sino en general, ningún tipo de sexualidad. Y punto.
No hay cabida para ningún “pero, ¿y si…?”; acá no hay peros que valgan. Pues no estamos hablando únicamente de celibato en general, sino incluso de masturbación, y, de hecho, de eyaculación. Cualquier cruce de la línea puede ser la causa para perder la investidura; y aquí resultan muy claras las reglas del Vinaya, que el Buda estableció para gobernar, específicamente, la vida monástica.
Claro, este código tan estricto no tiene nada que ver con tabúes sociales, sino más bien con el hecho de que el apego a la sexualidad (al igual que otros apegos, incluyendo aquel a uno mismo), mantiene al individuo en las ataduras de un continuado ciclo de renacimientos. Y por supuesto, ponerle fin a ese ciclo es la meta que se persigue al abandonar la vida hogareña.
De manera que la sexualidad es un tabú para las personas ordenadas, ya que para ellas cualquier tipo de autocomplacencia (contándose entre estas, incluso, algunas de una naturaleza tal como la de ir a ver una película) puede llegar a convertirse en un factor que las distraiga de su práctica.
Pero en cuanto a los laicos, el Buda tan solo nos advierte, como se observa en los textos, atender a nuestra mala conducta sexual. * Y este es uno de los cinco votos personales del laicado budista.
El adulterio, por ejemplo, sería una mala conducta social. El sexo forzoso, o el contacto sexual injustificado por debajo del cuello y por sobre la rodilla, sería otra. A un nivel personal, podría serla el usar para el acto erótico un orificio diferente al establecido por la naturaleza.
Pero en el Dharma (o las enseñanzas) del Buda, el sexo por sí mismo no es un pecado, como lo evidencia claramente el hecho de que en la frase “mala conducta sexual”, el término “mala” sea aquel que modifica y determina todo el sentido. Y esto solo puede significar, que una relación sexual consentida entre adultos, es una opción libre.
Así que el problema para el budista no es el de la homosexualidad o la heterosexualidad, sino más bien, el de la sexualidad en sí misma. O, mejor dicho, el de la mala sexualidad.
Un asunto que se relaciona con este es el del matrimonio, que en el budismo no tiene nada que ver con la religión. Como no hay creencia en un Creador, los matrimonios no son hechos en el cielo. Estos últimos no son sino actos pragmáticos, y de carácter civil. De modo que, por citar un ejemplo, la boda budista no requiere la participación de un clérigo (aunque no se sorprendan de ver a alguno en la Norteamérica o el Japón actuales, donde su presencia funge un rol de índole cultural). Incluso el registro se efectúa tan solo con propósitos legales. Una pareja puede decidirse por una gran boda, o por un acuerdo postnupcial; pero de nuevo, esta sería una ocasión estrictamente social.
Una vez que se entienden las cosas así, ¿cómo ve un budista la homosexualidad? Para comprenderlo, puede revisitarse la propia institución del matrimonio. ¿Por qué, concretamente, surgió la institución matrimonial? Vienen a la mente cuatro razones:
– En aras de la descendencia, para asegurar la continuidad de la especie.
– A fin de proporcionar un entorno estable y saludable en donde pudiera crecer la descendencia.
– Para que la riqueza se mantuviera dentro de la familia, el clan, la tribu o el grupo étnico.
– Para la felicidad humana.
Y entonces se impone la pregunta: ¿hasta qué punto un matrimonio homosexual puede responder a estos fines?
Es obvio que hoy en día la descendencia ya no es un problema, ni siquiera para las parejas heterosexuales. Hay quienes escogen no tener niños, mientras que otros que no pueden engendrarlos, optan por la adopción.
No hay ninguna razón para creer que las parejas homosexuales se tomen menos en serio la responsabilidad de proporcionarles a los niños un ambiente saludable en donde crecer.
Actualmente, la repartición de la riqueza común se efectúa mediante arreglos prenupciales, y en ningún caso permite la ley que se hagan distribuciones injustas.
De hecho, hoy en día, el aglutinante que unifica entre sí a dos personas, ya ha quedado reducido al último punto: la felicidad humana. Y si algunas la encuentran en la heterosexualidad, sería difícil apreciar cómo es que esta se pierde en la homosexualidad.
Conque, ¿la felicidad humana? Pues aquí hay algo que el Buda procura enfatizar, sea dentro o fuera de la unión sexual. Ya que, teniendo a la vista precisamente la dicha humana en la vida laica, sea en las esferas de la familia, la economía o la política, él perfila varios modos de incrementarla al máximo (sin violar los principios éticos, claro está). Así que no parece haber nada en el Dharma del Buda, que atente contra una unión homosexual consentida entre adultos.
En ese caso, ¿pudiera ser un buen budista alguien involucrado en una relación homosexual? Pues bien, ¿puede aquel guardar los votos personales? ¿Qué decir sobre su práctica de la meditación? Y, una vez más, ¿puede practicar alguien que esté involucrado en una relación heterosexual?
Pero algo que sí enfatiza el Buda es: “considera las consecuencias”, tanto personalmente como socialmente; siendo homosexual o heterosexual. Es decir, que, después de que se acabe el aplauso, hay que estar atentos a las posibles implicaciones y complicaciones de la unión; o sea, a la responsabilidad, al abuso del cónyuge, al divorcio caótico y a los litigios legales sobre cómo compartir los bienes.
En fin: nada indica que una tradición de 2500 años, y las normas culturales, puedan tener una voz más alta en este debate, que el Dharma mismo.
(Este artículo apareció previamente publicado en Suwanda H.J. Sugunasiri. Embryo as Person. Buddhism, Bioethics and Society. Toronto: Nalanda College of Buddhist Studies, 2005, p. 15-17).
* El autor de este artículo, señor Suwanda Sugunasiri, lo redactó y publicó antes de su ordenación como monje (nota del traductor).
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Venerable Bhikkhu Mihita, PhD, actualmente presidente del Consejo Budista de Canadá , es el ex columnista del Toronto Star (décadas de 1980 y 1990) Suwanda H.J. Sugunasiri, que analiza los temas bioéticos contemporáneos desde una perspectiva budista y miembro retirado de la facultad, Trinity Divinity, Universidad de Toronto Canadá. Para más detalles por favor visite: http://individual.utoronto.ca/suwanda36