¿Budimos posthumanos? Primera parte

JUAN PABLO RESTREPO

El posthumanismo se presenta en la actualidad como una perspectiva filosófica y una praxis que busca responder a los desafíos del siglo XXI: el impacto de la tecnología en nuestras subjetividades, la crisis ecológica y el Antropoceno, el antropocentrismo, las desigualdades materiales y simbólicas, etc. El presente escrito explora algunas ideas que promueve el «posthumanismo filosófico» (Ferrando, 2019) que pueden ayudarnos a entender mejor el desenvolvimiento del buddhadharma en este tiempo-espacio, ya que, como dice la filósofa Francesca Ferrando, el posthumanismo busca y promueve una autocomprensión de la humanidad y de la tierra de cara a la actualidad y el futuro (2023).

Cuando hablamos de posthumanismo, quizás la primera imagen que nos viene a la mente es la de un cíborg, un escenario postapocalíptico al estilo Blade Runner o el deseo de los multimillonarios de, al morir, ser congelados o descargar su mente en una computadora. Sin embargo, así como el budismo, el posthumanismo es un fenómeno plural del cual no es posible circunscribirlo en una única definición. En este sentido, resulta orientador la manera en que Ferrando distingue las diferentes perspectivas que se pueden relacionar con el término en cuestión. Dentro de la constelación de referencias con las que el posthumanismo encuentra cercanía, se encuentran las siguientes: transhumanismo, antihumanismo y posthumanismo filosófico.

Budeidad mecánica © Wang Zi Won, 2014. Fuente: wangziwon.com

El transhumanismo tiene su origen a mediados del siglo XX. Quien primero propuso el término fue el biólogo evolutivo Julian Huxley [i], hermano del aclamado escritor Aldous Huxley. En esta perspectiva, lo humano se comprende como un eslabón que es necesario superar y trascender, en un proceso evolutivo que integra los avances tecnológicos en su devenir. La introducción de dispositivos nanotecnológicos, la modificación genética y los implantes neurales son algunas de las exploraciones que este campo promueve y que busca el mejoramiento de las capacidades físicas y cognitivas de los individuos. Así lo resume Ferrando:

La mejora humana es una noción crucial para la reflexión transhumanista; las principales claves para acceder a dicho objetivo se identifican en la ciencia y la tecnología, en todas sus variables, como marcos existentes, emergentes y especulativos – desde la medicina regenerativa hasta la nanotecnología, la extensión radical de la vida, la transferencia mental, la criónica, entre otros campos (2021: 154)

Usualmente, el transhumanismo pregona un espíritu tecnófilo, un «tecno-encantamiento» en palabras de Ferrando (2019: 35), que carece de perspectiva crítica al paradigma dominante (de hecho, glorifica los avances logrados por el tardocapitalismo). En términos ecológicos, este paradigma bien podría estar relacionado con el movimiento «ecomodernista» (Nordhaus y Schellenberger, 2015), en el cual técnicas como la geoingeniería, promueven el advenimiento del «buen Antropoceno», momento en que el control humano se difunde en cada centímetro de la Tierra. De esta forma, el transhumanismo confiere a la tecnología un carácter soteriológico en el cual la humanidad (o aquella parte que tenga los recursos económicos para hacerlo) deviene una especie superior, más longeva, inteligente y resiliente, capaz de controlar los procesos orgánicos en una alianza humano-máquina. La racionalidad moderna y el progreso son las bases de esta visión profundamente religiosa y espiritual de la tecnología y su relación con la humanidad.

Bodhisattva mecánico pensativo. Fuente: wangziwon.com

Por su lado, el antihumanismo afirma y celebra la «muerte de lo humano». Lo anterior debe comprenderse a partir del camino abierto por Friedrich Nietzsche y seguido por Michel Foucault, para quienes la muerte de dios y la muerte del hombre eran los pasos necesarios de quienes buscaban emanciparse de los lastres del trascendentalismo platónico y el progresismo iluminista.[ii] El antihumanismo no es necesariamente un misantropismo (odio a la especie humana) sino que propone una crítica radical a la noción que emerge en la ilustración de lo humano como ser racional y las nociones de progreso lineal que esta conlleva. Así, lo humano a lo que se oponen los antihumanistas es una noción histórica y eurocéntrica.

Budas mecánicos © Wang Zi Won, 2013. Fuente: https://5thingsilearnedtoday.com/blog/2013/4/23/mechanical-buddhas

El posthumanismo filosófico, tal como es defendido por Francesca Ferrando, se relaciona con los anteriores desarrollos, mas los aborda desde un punto de vista crítico y cultural. Frente al transhumanismo, el posthumanismo coincide con la idea de considerar lo humano como un punto de partida y no una esencia. Así también, concede un lugar de configuración ontológica a la tecnología, algo que Ferrando denomina «tecnogénesis», donde la distancia que separa la tecnología de lo humano se anula en un devenir continuo. Las críticas que hace el posthumanismo al transhumanismo tienen que ver con la fetichización de la tecnología que este último pregona. Otra de las cuestiones que diferencian estas dos perspectivas es que, mientras el posthumanismo considera la subjetividad desde un punto de vista radicalmente relacional, el transhumanismo tiende a concebir la humanidad en términos cerrados e individuales; en definitiva, se enmarca a gusto en el proyecto neoliberal imperante en las élites de nuestros tiempos.

Con respecto al antihumanismo, el posthumanismo coincide en la necesidad de considerar lo humano en términos contextuales, como producto de una episteme nacida con la Ilustración que además ha servido para subyugar diversos pueblos, animales, territorios, etc. En este sentido, el «hombre» nacido de la episteme del siglo XVIII es considerado histórica y contextualmente. Así también, lo humano es visto pluralmente y no de manera unificada, tal como lo comprende el humanismo ilustrado. En palabras de Ferrando:

El posthumanismo filosófico revela cómo esta universalización y homogeneización de la noción de lo humano ha beneficiado solo a algunos humanos, mientras mantiene la opresión de otros. Tales dinámicas de poder han definido las interacciones entre grupos humanos y deben tenerse en cuenta al concebir y poner en práctica modos sociales de existencia posthumanos (2023: 6).

Sin embargo, frente al gesto de guerra que el antihumanismo establece frente al legado humanista, el posthumanismo filosófico se comprende como una «filosofía de mediación» (2019: 52). Más que destructivo, el gesto que explora es deconstructivo. No es una máquina de guerra sino una búsqueda de autocomprensión para esclarecer un arte de vivir, lo cual conlleva el reconocimiento, los potenciales y falencias de los legados que nos constituyen, entre ellos aquellos que nacen en la Ilustración.

Frente a estos campos, el posthumanismo filosófico se propone como una perspectiva basada en tres pilares: posthumanismo, postantropocentrismo y postdualismo. El posthumanismo es post-humanista en el sentido en que reconoce la humanidad de manera contingente, como un punto de partida, y considera que es posible y necesario atravesar el umbral humano hacia otra configuración ontológica que será relacional, multiespecie e integrará la tecnología en el devenir individual y social. Es postantropocentrista ya que reconoce al antropocentrismo como una de las causas profundas que han permitido la emergencia de numerosos males sociales y ecológicos, tales como la crisis ambiental, el Antropoceno y la sexta extinción masiva. Es post-dualista ya que cuestiona la vigencia de los dualismos y la institución de jerarquías que estos promueven.

[i] Así lo define Huxley: «Necesitamos un nombre para esta nueva creencia. Quizás el transhumanismo sirva; el hombre permaneciendo hombre, pero trascendiéndose a sí mismo, al realizar nuevas posibilidades de y para su naturaleza humana.» (citado en Ferrando 2019: 30).

[ii] En palabras de Foucault, «El hombre es una invención cuya fecha reciente muestra con toda facilidad la arqueología de nuestro pensamiento. Y quizá también su próximo fin.» (1968: 375).

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