Bailar a la Deidad es conocerla

Prajwal Ratna Vajracharya. Foto de Alex Elena. Imagen cortesía de Yangchenma Arts & Music

Mi mano derecha flota hacia lo alto, cual un zarcillo que alcanza el cielo, mientras mi mano izquierda se extiende hacia la tierra según voy moviendo mi cuerpo danzante a través del espacio, circunscribiendo los límites de mi palacio mandala. Luego me giro hacia el centro como la noble diosa Tara. Con los mudras narrativos y las poses fluidas de la forma de danza sagrada charya nritya, represento mis cualidades divinas. Repetidamente, con el estribillo recurrente de la canción acompañante, mi mano izquierda conforma la firma del abhaya mudra de intrepidez, mientras mi derecha gesticula con la suprema generosidad indicada por el varada mudra, y siento a Tara despertarse en mi cuerpo.

En la tradición vajrayana newar (la del pueblo y cultura indígena del valle de Katmandú), la danza es una disciplina espiritual llamada charya nritya. Las danzas charya nritya junto con las charya-giti (canciones de alabanza en sánscrito) eran, hasta hace poco, prácticas secretas conocidas solo por la casta sacerdotal nepalesa no monástica de vajracharyas (maestros de la tradición vajrayana). Mi maestro inspirador de esta práctica del cuerpo y la mente es Prajwal Ratna Vajracharya, un sacerdote vajrayana de la generación 35ª, y el principal sostenedor del linaje de esta milenaria tradición budista. Ha estado enseñando charya nritya y otras artes y prácticas del vajrayana newar en su base en Portland, Oregón, Nritya Mandala Mahavihara (Dance Mandala Temple and Study Center), así como a nivel internacional. Y desde el inicio de la pandemia, Prajwal, como se le conoce, ha enseñado en línea y ahora en formato híbrido a través de Yangchenma Arts & Music. La vihara de Portland, ahora en su año 13º, fue el primer templo budista newar establecido en los últimos 350 años, y fuera de Nepal.

Nritya Mandala Mahavihara. Imagen cortesía del Dance Mandal Temple
Nritya Mandala Mahavihara. Imagen cortesía del Dance Mandal Temple

Prajwal explica que, en sus crónicas, los budistas newar retrotraen su larga historia en el valle de Katmandú hasta tiempos anteriores al Buda histórico, y reconocen en su pasado la presencia de budas previos. El texto fundacional de los newar, el Swayambu Purana, relata esto y cuenta cómo el valle era, en otro tiempo, un magnífico lago de lotos, rodeado por un anillo de montañas. Se dice que el gran bodhisattva de la sabiduría, Manjushri, visitó el valle y percibió su potencial como un sitio ideal para asentamientos humanos. Desenvainó su espada llameante de la sabiduría y cortó una hendidura en el lecho subyacente, drenando las aguas y haciendo que el lugar fuera adecuado para la civilización humana. En el valle brotó un rico y vibrante mundo de vida y cultura budistas, también llamado Nepal Mandala.

Los vajracaryas remontan su linaje al maestro tántrico del siglo X Shantasri, también conocido como Shantikar Acharya. Según el erudito budista y autoridad en el budismo newar, Dr. Miranda Shaw, Shantasri compuso la primera canción de charya luego de tener una visión del bodhisattva Manjushri. Las danzas charya sirven como un apoyo corporizado para el yoga de la deidad, y también constituyen un componente integral de la devoción y el ritual budistas newar. En el yoga de la deidad, el meditador se une con una deidad invocando, visualizando y absorbiendo en sí mismo el arquetipo divino, en un proceso de integración de sus cualidades supremas. Las danzas se realizan durante la sección de una sadhana (práctica de meditación asociada con una deidad en particular), en la cual se invoca y describe a la deidad. En el budismo newar, cada sadhana incluye un componente de danza.

Prajwal les recuerda con frecuencia a sus alumnos, que: «Sin bailar y cantar, no hay posibilidad de iluminación». Cada danza, a través de mudras, posturas de cuerpo completo, movimientos dirigidos por la energía, ropa y adornos simbólicos, y junto a las charya-giti que la acompañan, invita y evoca a una deidad tántrica diferente. La ejecución performativa y la visualización de la deidad, hace que el practicante integre y encarne su divina presencia.

En el budismo vajrayana, el cuerpo físico se considera un mandala sagrado, un microcosmos del gran universo. A través del canto y la danza charya, todo el mandala del cuerpo se anima en un proceso de autotransformación. Los movimientos de baile y las vocalizaciones están concebidos para preparar el cuerpo para el flujo energético de la conciencia y la compasión. Por ejemplo, cantar mantras produce vibraciones del sonido que tienen como objetivo abrir y purificar los chakras y canales (centros y conductos de energía sutil). Los mudras y las posiciones de los pies ayudan a hacer circular la energía dentro del cuerpo. Asumir las posturas corporales genera en el practicante el sentimiento de las cualidades de la deidad.

Vajra mudra. Imagen cortesía del Dance Mandal Temple

«Cada movimiento consciente de las manos y los pies es sadhana», enfatiza Prajwal mientras explica el significado de los gestos con las manos. Cada dedo transmite un significado simbólico y energía, ya que representa uno de los cinco elementos del mundo natural: el pulgar, la tierra; el dedo índice, el aire; el dedo del medio, el espacio; el anular, el fuego; el meñique, el agua. Como tal, los gestos sirven para activar estos elementos dentro del cuerpo del bailarín.

Tocar un dedo con otro crea conexiones imbuidas de significados ulteriores. Así, el pulgar que toca al dedo índice simboliza la sabiduría; el pulgar que toca al dedo del medio representa la purificación; y el pulgar en contacto con el tercer y cuarto dedos, unidos, indica poder. También hay mudras complejos, con múltiples conexiones. El vajra mudra, por ejemplo, integra tanto los cinco dedos como sus elementos asociados, en un poderoso gesto de indestructibilidad que se incorpora en todas las danzas charya. Nos coronamos con él para enfocar la mente al comenzar nuestra sadhana. Prajwal resume: «El mundo entero está en tus manos».

Danza de Arya Tara. Imagen cortesía del Dance Mandal Temple

La clave para el flujo de energía de las danzas es la integración de la postura tribhanga (triple flexión). Cuando asumimos esta postura corporal (utilizada en la danza y la escultura indias clásicas, así como en las representaciones artísticas de muchas deidades budistas), el torso se desliza alejándose de su eje central vertical. Una pierna soporta más peso que la otra y nos hundimos en la cadera que soporta el peso. La postura general siluetea una curva en «S». A medida que nos movemos de una pierna a la otra en el paso charya básico de cuatro tiempos, vamos alternando la postura del tribhanga de un lado a otro. El suave movimiento ondulatorio resultante evoca una sensación de gracia y benevolencia. En un nivel corporal sutil, este movimiento mueve naturalmente los tres canales verticales, y se dice que limpia las obstrucciones al flujo de energía vital o prana.

Los adornos del vestuario brindan otro medio para estimular los chakras del cuerpo con las seis paramitas o perfecciones, buscando una vez más promover el flujo de la compasión. El collar se usa sobre el centro del corazón para estimular la primera paramita de generosidad. Los aretes fomentan la paciencia; las pulseras y tobilleras avivan la disciplina moral; el cinturón despierta el esfuerzo gozoso; la corona promueve la concentración meditativa, mientras que adornar el tercer ojo despierta la sabiduría. Los actos de usar (real o imaginariamente) y de contemplar los elementos del vestuario mientras se están danzando los movimientos y posturas de la deidad, despiertan la percepción sensorial y alimentan una transformación tendiente hacia la propia naturaleza divina del individuo. Los bailes se realizan con la intención de transformar el propio ser, así como de beneficiar al espectador y a todos los seres sintientes a través de dicha transformación.

Danza de las 16 Ofrendas. Imagen cortesía del Dance Mandal Temple

Antes de bailar Tara, aprendimos la danza charya de Avalokiteshvara, el bodhisattva de la infinita compasión. Con mudras, nos representamos como un océano de serenidad que ofrece bondad a los seres que sufren, y colocamos al Buda Amitabha en la coronilla de nuestra cabeza. (Avalokiteshvara, el protegido o incluso una manifestación del Buda Amitabha, es representado con frecuencia con Amitabha brotando de su coronilla). Las danzas tienen una manera asombrosa de traer la vida a la iconografía. En la medida en que realizamos el ejercicio de mantener cada una de las posturas de la deidad durante un minuto entero, siento las sensaciones y la energía de esas cualidades reestructurando mi propio cuerpo.

Prajwal comenzó su instrucción charya formal a la edad de ocho años, aprendiendo junto con sus hermanos mayores y otros niños vajracharya, de su padre, el renombrado erudito budista y maestro ritual Ratna Kaji Vajracharya. Durante más de mil años, la práctica de charya nritya estuvo restringida a los miembros del linaje vajracharya. Las tradiciones quedaron relegadas al secreto durante la dinastía Rana (1846-1951), debido a las políticas represivas de esta contra el budismo, y a las prohibiciones generales sobre la enseñanza y la educación, promulgadas por el régimen para controlar la disidencia social. Los bailes solo se realizaban en presencia de pequeños grupos de patrocinadores o de otros iniciados tántricos, en entornos religiosos privados.

El padre de Prajwal enseñando a una niña los mudras de Tara. Imagen cortesía del Dance Mandal Temple

En un acto audaz, en 1957 se realizó públicamente una danza charya en la Conferencia Budista Mundial en Katmandú. Esto impulsó a varios de los vajracharyas activos a publicitar finalmente su legado cultural, y así asegurar su supervivencia. El padre de Prajwal comenzó a escribir artículos y a enseñar las prácticas en la década de 1970, y finalmente produjo una colección de dos volúmenes de aproximadamente 560 charyas (canciones e instrucciones de sadhana). Obedeciendo los deseos de su padre, Prajwal ha dedicado su vida a exponer ante el mundo esta herencia budista, única de los templos de Nepal, manteniendo al mismo tiempo su propósito original y su integridad meditativa. En el otoño del 2022, Prajwal dirigió una peregrinación de regreso al Nepal Mandala, para quienes quisieran experimentar la geografía sagrada que nutrió estas prácticas. Irónicamente, el gobierno nepalés ha abrazado a esta tradición danzaría budista como la danza clásica nacional, y así es que hoy en día en las universidades se enseña una forma secularizada de esta, y se la pone en escena en salas de entretenimiento.

Aunque originalmente viajé a la vihara de Portland hace varios años para aprender las prácticas fundacionales charya de Prajwal, en la actualidad y debido al COVID-19, existen oportunidades virtuales al alcance de la comunidad global estudiosa de estas prácticas. Los sábados, me conecto a la clase de Prajwal, que enseña desde el tranquilo y oscuro interior del templo. Comienza a guiarnos a través de la Oración de Refugio bailada. Mientras formo el vajra mudra sobre mi cabeza, no puedo evitar notar los deslumbrantes destellos de luz solar bailando a través de las tradicionales ventanas de madera tallada de los newar. El enrejado adornado con motivos florales se diseñó originalmente para permitir que los practicantes del interior vieran al exterior, pero a la vez para disuadir a los del exterior para que no vieran al interior. Hoy en día, la resplandeciente luz natural crea su propia danza radiante.

Prajwal interpretando la Danza de Avalokiteshvara. Imagen cortesía del Dance Mandal Temple

Después de aprender las danzas de Avalokiteshvara y Arya Tara, Prajwal pregunta: «¿Ves la diferencia entre los dos?» La melodía, la letra, los mudras y la estructura de estas dos danzas de deidades son bastante similares. Bailando a Avalokiteshvara, siento que mi corazón se ablanda ante el sufrimiento del otro, mientras amoldo mi cuerpo en una expresión física de compasión fluyente. Pero con Tara salgo de mi postura de firme gracia y compostura. Temblando de energía, me lanzo y corto el aire, disipando obstáculos y miedos, tal como tú también lo harías para proteger a un niño en peligro. «¿Ves la diferencia entre los dos?» reitera Prajwal. Después de bailar ambas deidades, mi cuerpo lo sabe con certeza.

Karen Greenspan

Karen Greenspan es una periodista de danza residente en la ciudad de Nueva York y estudiante del buddhadharma (gracias a una danza). Colaboradora frecuente de Fjord Review, Dance Tabs, Ballet Review, Natural History y Tricycle Magazine, entre otras publicaciones; también es autora de Footfalls from the Land of Happiness: A Journey into the Dances of Bhutan, publicado en el 2019. Para obtener más información, visite: www.karengreenspan.com