¿Qué se quema cuando se pasa la antorcha?
JOSEPH HOUSEAL
La historia del budismo está poblada por grandes eruditos y maestros que alcanzaron la realización, establecieron linajes de enseñanza —a veces linajes de danza—, y luego murieron. Esto es predecible. Ahora bien, qué es lo que sucederá a continuación, no lo es, si bien el proceso futuro generalmente seguirá a uno de entre varios escenarios de transición del liderazgo, la mayoría de ellos clásicos, ya sea que culminen en éxito o en fracaso. Si el líder sucesor no es lo suficientemente hábil, el linaje puede desaparecer, diluirse en algo menor o convertirse en un vehículo para algo plenamente nuevo.
Vemos ejemplos contemporáneos de estas transiciones en torno a la avanzada edad de Su Santidad el Dalái Lama y el futuro liderazgo del budismo tibetano. También se puede ver en la comunidad dzogchen mundial fundada por Chogyal Namkhai Norbu, quien murió hace varios años, dejando un conjunto de danzas sagradas para la posteridad.
Existe un paralelo en el mundo de la danza, cuando los líderes seminales mueren o se retiran. ¿Qué pasa después? Quizás la respuesta más zen a esta gran pregunta fue respondida por el gigante de la danza moderna Merce Cunningham, quien antes de morir dispuso que su compañía de danza se disolviera y que su coreografía ya no fuera interpretada por nadie más, fuera de las otras pocas compañías a las que Cunningham les había permitido poner en escena piezas específicas.
Esto trae a la mente una maravillosa historia zen.
Un viejo maestro estaba en su lecho de muerte. Llamó a su lado a su discípulo más avanzado, a quien le confiaría sus enseñanzas zen. El anciano maestro sacó un libro con sus pensamientos más sabios y se lo entregó a su discípulo. El discípulo recibió el volumen y rápidamente lo arrojó al fuego donde ardió. «¡No puedo creer lo que ven mis ojos!» gritó el viejo maestro mientras moría. El discípulo respondió: «No creo en mis oídos».
La seminal compañía de danza moderna taiwanesa, el Cloud Gate Dance Theater de Taiwán, fue fundada en 1973 por un brillante hombre de letras y del arte: Lin Hwai Min. Simultáneamente un hábil autor y coreógrafo, Lin es un hombre de profundos pensamientos respecto a la identidad taiwanesa, al budismo y a la universalidad del arte. Incluso en su elevado nombre clásico («puerta de la nube») Cloud Gate encarnaba una conexión viva con los principios y la estética de la antigua China. Cloud Gate llevó al mundo la coreografía de Lin durante muchos años, presentando un nuevo estilo coreográfico en conciertos de baile, algo que Lin afirma constituye una danza moderna verdaderamente china, sin nada prestado del Occidente.
La empresa experimentó un cambio de liderazgo en el 2020, transición bien planificada y que se esperaba desde hacía largo tiempo. Al igual que el rey de Bután que abdica y con gracia le concede al poder a una nueva generación, Lin Hwai Min, considerado el padre de la cultura taiwanesa, renunció. Se preocupa profundamente por Taiwán, por las generaciones de bailarines y por la continuidad de la compañía. El nuevo líder, Cheng Tsung-lung, es un hombre de diferentes talentos. Los resultados de esta sucesión representan un regreso a lo básico, aspirando a los principios fundacionales que incluyen involucrarse «con la historia, la cultura y las temáticas locales, y basarse en la danza clásica, folclórica y moderna de las tradiciones occidental y asiática. Los bailarines entrenan en meditación, chi gong, artes marciales internas, danza moderna y ballet». Cheng ha agregado a todo esto el baile callejero.
El problema es que un gran y singular artista, un pensador profundo, le pasó su compañía de danza a un tipo de persona completamente diferente. Es difícil transmitir la magnanimidad, a menos que esta ya se encuentre allí. El resultado es que la declaración de objetivos, alguna vez expresada en sublimes y hermosos ensayos bailados referentes al espíritu y a la humanidad, ahora cobra forma como una mezcla de formas de movimiento. Lin creó un estilo fluido, una verdadera unificación de ideas expresadas como concierto de baile, una modalidad fundamentalmente occidental. La coreografía de Cheng para 13 lenguas, coreografiada en el 2016 y presentada en el Teatro Auditorio de Bellas Artes de Chicago, es sincrética, entrecortada y difícil de seguir. Perdí la cuenta de las veces en que una secuencia terminaba con un bailarín bailando cada vez más frenéticamente, hasta que terminaba corriendo hacia un borde del escenario y, literalmente, gritando.
Los bailarines vestidos con trajes negros bailan en un escenario negro con un fondo negro. Parecía un amasijo del que sobresalían antebrazos y espinillas. Parecía un tablero de dibujo. El concepto artístico de la pieza no estaba desarrollado, era vago y desafiante en su ejecución. La visualidad era torpe. No se parecía al sofisticado Cloud Gate de antaño, sino que era como cualquier otra compañía, mezclando varios estilos. Quizás esta compañía esté entrenando en artes marciales internas y meditación, pero eso no resultaba evidente en su baile. Cloud Gate solía bailar de una manera inigualable. Esa misma suerte corrió el Joffrey Ballet, el cual cambió de director después de la muerte de los fundadores, y entonces una compañía que alguna vez bailó de manera inigualable, ahora lo hace como cualquier otra.
¿Acaso los linajes religiosos sufren similares suertes? ¿Es que con el tiempo se uniformizan las distinciones entre los varios tipos y escuelas de budismo? En Bután, la orden drukpa kagyu se ha hecho cargo de los linajes fallidos de las órdenes sakya y nyingma. Esta es una forma de evitar que los linajes desaparezcan por completo, y también un modo de atenuar las distinciones entre las prácticas transmitidas. No se trata tanto de pasar la antorcha como de una intervención destinada a evitar la extinción total. En ambos casos en Bután, la orden drukpa kagyu también asumió la responsabilidad de las danzas sayka y dorje lingpa, o sea, la de hacer que sus monjes aprendieran las danzas y las documentaran, y luego las pusieran en práctica en otro contexto.
Tal vez Merce Cunningham tenía razón: la única forma de ver su coreografía tal como ella había sido pensada, era la de verla mientras él aún estaba vivo para guiarla. ¿Qué ocurrirá, pues, con una danza budista de 600 años? La mayoría de estos bailes tienen una personalidad asociada con ellos: el maestro fundador. Estos bailes aparecieron en culturas danzantes que no alteraron el estado de cosas, y especialmente no las prácticas religiosas, como la danza sagrada. Una personalidad instituyó las danzas, y luego una comunidad recibió el encargo de transmitirlas. Ahora, algunas de estas comunidades, tanto monásticas como aldeanas, se hallan ellas mismas amenazadas. La transmisión de persona a persona es más frecuentemente complementada con documentación, para así reforzar la memoria colectiva.
Gracias al liderazgo visionario en el Harris Theatre for Music and Dance, Chicago fue recientemente agraciada con la ejecución de una inusual danza de transmisión/transición de La consagración de la primavera, el ballet notoriamente innovador coreografiado por el legendario Vaslav Nijinsky en 1913 y musicalizado por Igor Stravinsky. En el estreno, el público se rebeló, llamaron a la policía y cerraron el teatro. Surgía un nuevo día para el arte. Desde entonces, esta radical pieza musical ha sido abordada por varios coreógrafos. La artista alemana de tanztheater Pina Bausch la coreografió en 1975 para su compañía Tanztheater Wuppertal, constituyendo una de sus primeras piezas.
Es importante notar cuán gran genio fue Pina Bausch. Ella revolucionó los conciertos de baile con piezas épicas de tanztheater de interpretación vanguardista. En la década de 1980 actué con una compañía japonesa, DUMB TYPE, en el mismo circuito internacional de interpretaciones de vanguardia. La vi trabajar muchas veces. La considero un tesoro. Hasta el día de hoy, puedo recordar las imágenes indelebles que ella imprimió en mi psique. Bausch era conocida por su compañía formada por bailarines de cualquier lugar, de cualquier tradición. Para ella, de lo que se trataba era de la humanidad fundamental del movimiento. No fue tímida ante las tragedias remanentes en la Europa posterior a la Segunda Guerra Mundial. Pina Bausch fue una filósofa que trabajaba en la danza. Su compañía siempre tenía algunos bailarines más viejos en su elenco. Bausch murió repentina e inesperadamente en el 2009. Pero, de todos modos, el legado de Bausch no está obsoleto y asciende crecientemente a la universalidad.
Hoy, su Consagración de la primavera está siendo interpretada por una compañía compuesta por bailarines de toda África, enseñados por la compañía Bausch de Senegal en la École des Sables. El mensaje es la universalidad de la experiencia. Y la ejecución reveló una realidad objetiva: estos bailarines africanos están haciendo danza occidental. La Consagración de la primavera de Bausch utiliza movimientos de ballet clásico, particularmente en los brazos, pero ¿por qué razón? Incluso la coreografía original del 1913, del bailarín de ballet más famoso del mundo, no expresaba un ritual elemental por medio del ballet. Hacer pasos de ballet repetitivos cada vez más rápidos y de una manera cada vez más agotadora es solo eso, no una metáfora del terreno común de la danza, ni nada remotamente parecido a un ritual real —que claramente es lo que pretende ser—, sea este del tipo que sea. Los bailarines africanos no tuvieron ningún problema con la puesta en escena del ballet y el tanztheater. Eran artistas excelentes y bien entrenados, similares a cualquier otro bailarín profesional de conciertos de bailes.
Las personas que realizan ballet lucen como personas que realizan ballet. No había nada particularmente africano en el baile, excepto la rara oportunidad de ver tantas bellas bailarinas africanas. La compañía era hermosa. La coreografía tiene muchos problemas, desde pasos repetitivos, hasta una suciedad superflua que cubre todo el piso, y relaciones sexuales gratuitas y lascivas simuladas en el escenario, centradas en una mujer que se desgarra los senos antes de caer al suelo. Esto es tan cursi y no asimilado en una plena obra de arte, como los pasos «hi-yah» en 13 lenguas de Cheng. Gran parte de la Consagración de Bausch tiene gente al azar, ya sea acurrucados en «coros de movimiento» haciendo la misma coreografía una y otra vez, o salpicando el escenario, simplemente parados allí, sin hacer nada, sin agregar nada. No es su mejor trabajo, ni por una milla. Requiere algo de la estética de la actuación de tanztheater por parte de los artistas —una especie de autoconciencia artística—, la cual faltaba en este abrupto montaje de su pieza en otra compañía. En general, tiendo a ver la Consagración de Bausch como una obra histórica, un ejemplo de las formas anteriores de hacer danza. La influencia de su maestro, Kurt Jooss, es fuerte en Consagración. Es una pieza increíble.
La rareza de estas dos piezas, 13 lenguas y Consagración de la primavera, como expresiones de sensibilidades humanas elementales, es que ambas carenan en bailarines que bailan cada vez más maniáticamente, hasta que gritan o se caen al suelo. ¡Rápido, más rápido, más loco, choca! Una y otra vez. Esto no es un gran arte. Estos esfuerzos parecen inadecuados como formas de evocar al fundador, su manera de danzar y su profunda asimilación de los elementos dentro de sí mismos. Había una atmósfera casi sagrada en algunas de las obras de Lin Hwai Min. Pina Bausch en su mejor momento te dejará artísticamente bien alimentado, con una mente adornada con persistentes imágenes del arte puro de su trabajo. Pero en esas transiciones la Gran Mente no parece inherente, sino que está como flotando. Y, ¿cómo se transmite la Gran Mente, y máxime cuando el linaje se basa en personalidades excepcionales?
Volviendo a los míticos creadores de la Consagración de la primavera original de 1913: Sergei Diaghilev, Igor Stravinsky y Vaslav Nijinsky, ¿cómo podría alguien igualarles? Sin embargo, la reconstrucción de este ballet por Millicent Hodson y Kenneth Archer para el Joffrey Ballet original, que ahora forma parte del repertorio de varias compañías de ballet de talla mundial, realmente transmite el poder del ritual universal, tal como este se expresa en las artes escénicas. Es una obra de arte completa y plena, incluso como reconstrucción. Pasar la antorcha en las transmisiones de linaje es un asunto tenso. La interpretación de la Ècole des Sables de la Consagración de la primavera de Bausch es un éxito internacional elogiado. Las audiencias de Chicago, totalmente llenas, rugieron sus elogios en ovaciones que no terminaron. Y así Bausch sigue viva. El mito de Nijinsky se expande. La innovadora partitura de Stravinsky abre aún más nuevos caminos. El mundo quiere más. Responderán los encargados del legado de Pina Bausch.
En una entrevista en el Arts Club de Chicago, Germaine Acogny, la septuagenaria fundadora de la École des Sables en Senegal, la compañía que interpretó tan bellamente el Rito de Bausch, dijo: «No se trata de blanco y negro, colonial y sujeto, norte y sur. ¿Quizás se trata de mi relación con Stravinsky? ¿O quizás se trate de Pina y de mí, de dos mujeres? Cada cultura debe realizar la Consagración de la primavera. Pina y yo hablamos sobre la danza en sí. No sobre cualquier tipo de movimiento. ¿Qué es la danza? No es la guerra. La danza puede hacer lo que los políticos no pueden. La danza es un arte donde nadie se equivoca. La danza es un terreno común».