Relaciones históricas entre el budismo y el hinduismo en el subcontinente indio (parte 2).

FRANK USARSKI*RODRIGO WOLFF APOLLONI**

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Budismo: de diferente del hinduismo a su rival

El budismo fue ascendiendo al poder oficial—ya fuera mediante la adhesión de líderes políticos locales o mediante la tolerancia pasiva de líderes que se mantenían siendo hindúes. Durante unos trescientos años experimentaría un crecimiento significativo. Y, desde un punto de vista histórico—y especialmente según la narrativa idealizadora budista—la figura clave en la transformación del budismo desde un movimiento religioso alternativo a una religión oficialmente reconocida, fue Aśoka, tercer emperador de la dinastía Maurya y, desde su conversión (en alrededor del 264 a.e.c.), protector y patrocinador del budismo.

Aśoka, tercer emperador de la dinastía Maurya. Wiki Commons

El interés del emperador por el budismo—en sentido religioso y político, de pacificación social—queda demostrado en sus famosos treinta y tres edictos de piedra, en la construcción de ochenta y cuatro santuarios budistas (estupas) a lo largo del subcontinente, y en un esfuerzo misionero que involucró incluso a su cuerpo administrativo.

Fue durante el período de Aśoka cuando la crítica budista al brahmanismo pasó de la esfera de las ideas a la de la política. Una de las medidas clave adoptadas por el emperador en armonía con la ética budista—y más exactamente, con el primero de los cinco preceptos del pañca-śīlā, que se opone al hecho de causar violencia—, la cual iba en detrimento de los sacerdotes tradicionales, consistió en la prohibición de los sacrificios de animales. Esto debilitó enormemente el sistema ritual y agotó una importante fuente de ingresos para estos especialistas religiosos.

Para cuando la dinastía Maurya fue reemplazada por la dinastía Sūnga (en 187 a.e.c.), ya el budismo, gracias al favor imperial, se había convertido en un protagonista cultural, una institución capaz de resistir los crecientes contraataques brahmánicos y los reveses políticos a escala nacional. Esto tuvo aún mayor validez en épocas posteriores, cuando los gobernantes locales se posicionaron como patrocinadores del budismo en detrimento del hinduismo.

Un ejemplo de este tipo de apoyo es el de Kaniska (78-101 a.e.c.), miembro de la dinastía Kūsāna (30-225 e.c.) cuyo extenso imperio incluía toda la región del valle del Ganges y los territorios que hoy constituyen Afganistán y Pakistán. En aquella época, las misiones budistas ya habían llegado, con éxito, a la Ruta de la Seda—por tanto, a Asia Central y China—, así como a los reinos del Sudeste Asiático. Según la tradición budista, alrededor del año 100 e.c., Kaniska convocó el cuarto concilio budista.

Otro ejemplo es el de Harshavardhana (590–647 e.c.), emperador de un dominio situado en el norte de la India, quien envió misioneros budistas a China, construyó varias estupas, patrocinó el arte y la literatura budistas y brindó apoyo financiero a la universidad budista de Nalanda. Tras su muerte, el budismo indio retuvo sus últimos bastiones en Bihar y Bangala —al nordeste del subcontinente—donde, entre los siglos VIII y XII, disfrutó del favor de la familia real de Pāla.

Hinduismo: el imperio reacciona

La pérdida de poder oficial de los brahmanes, cuyo causante había sido el patrocinio gubernamental del budismo, los llevó a considerar esta religión como un rival espiritual y como una amenaza política. Y generó reacciones que, como veremos, acabaron teniendo un fuerte impacto en la supervivencia budista en las tierras del subcontinente.

Las primeras acciones antibudistas imperiales fueron desencadenadas por Pusyamitra (187-151 a.e.c.) fundador de la dinastía Sūnga. La afinidad de Puşyamitra con el hinduismo es indicada por los relatos acerca de su preferencia por el sacrificio de caballos, ritual supremo del brahmanismo.

Los textos budistas describen a Pusyamitra como una un perseguidor visceral de su religión, dispuesto a destruir monumentos budistas, incinerar monasterios y masacrar a monjes eruditos.

La demolición total o parcial de algunos de los sitios budistas más importantes del subcontinente—entre ellos, las estupas de Bhārhut y Sāncī, así como el monasterio de Amarāvatī —le es atribuida a los gobernantes de la dinastía Sūnga.

Las fuentes budistas también recogen persecuciones violentas impulsadas por otros reyes seguidores del śivaísmo, una de las principales ramas devocionales del hinduismo. Aunque está históricamente comprobado que en ningún momento hubo persecuciones sistemáticas contra los budistas, pero sí puntuales—por parte de determinados gobernantes, en ciertos momentos y/o regiones—.

En el campo de las letras, resaltaron las polémicas antibudistas en los escritos populares (particularmente en los textos mitológicos de los Purānas, compilados entre 300 y 500 e.c.) o articuladas por representantes de un hinduismo erudito.

El Vişņupurāna, por ejemplo, caracteriza a los budistas como impuros, independientemente de su origen social; recomienda una ruptura radical con el budismo y advierte a los hindúes del severo castigo—ni más ni menos que el infierno y ningún otro—reservado a quienes simplemente comieran sin más en compañía de budistas (Klostermaier, en Amore, 1979, p. 60-82).

Duros golpes asestarían igualmente los filósofos hindúes como Kumāriļa (siglo VIII e.c.), principal representante de la escuela mīmāmsa. Este escribió contra el sesgo hostil a los Vedas del budismo, y negó al Buda, debido a su estatus social inferior (de ksatriya), la autoridad de enseñar un dharma cuyo control era privilegio exclusivo de los brahmanes. También Śańkara (IX e.c.), teórico del advaita-vedānta, descalificó al budismo como una enseñanza confusa y absurda.

Buda como el noveno avatar de Vishnu. Templo de Keshava, Somnathpur | Wikimedia Common

Más que medidas masivas, fueron respuestas ideológicas—algunas de ellas altamente perspicaces— las cuales terminaron socavando la presencia budista en la India en el primer milenio de la era común. Uno de los grandes triunfos del hinduismo fue, entonces, su capacidad para «reabsorber» la figura del Buda. Este fue reinterpretado como un avatāra—es decir, una emanación terrenal—, del dios Visnú, el cual había estado en la tierra como reformador del propio hinduismo (y nunca como fundador de una nueva religión). Frente a esto —o sea, frente a la «inexistencia» de la religión budista—ya la conversión no tenía sentido para las masas. Una disposición que, además, acabó fortaleciéndose con la popularización, en la segunda mitad del primer milenio de la era común, de un hinduismo más cercano, basado en prácticas devocionales integradas en la vida mundana y fácilmente accesibles a las masas.

El budismo, por otro lado, se había organizado principalmente lejos de pueblos y ciudades, en instituciones que dependían del patrocinio estatal y estaban dedicadas a prácticas de introspección—es decir, se hallaba sujeto a los estados de ánimo y las finanzas de los gobernantes, y distante de una clientela más amplia.

Otros factores que contribuyeron al declive del budismo fueron: la creciente popularidad de otras religiones hindúes—incluido el hinduismo devocional—, y la fusión de prácticas budistas no institucionales con la cultura religiosa más general de la India.

Los Dashavatara son los diez avatares principales de Vishnu, el noveno es el Buda. Andhra Pradesh, siglo 19 India. Wiki Commons.

Tensiones hindú-budistas en los tiempos actuales

Según el censo indio de 2011 (el último realizado), India cuenta con alrededor de 8.4 millones de budistas, concentrados especialmente en el extremo noreste del país. Un grupo extenso de creyentes, pero que solo constituye el 0,7% de la población india—adepta al hinduismo en un 80,5% (según datos de la Office of the Registrar General & Census Commissioner).

En tiempos recientes, algunas de las divergencias históricas se han actualizado y han resurgido en el país, a pesar de las garantías constitucionales de libertad religiosa. Vale la pena señalar que el Preámbulo original de la Constitución India definía al Estado como una «República Soberana, Socialista, Secular y Democrática». En 1977 se suprimió la secularidad constitucional, aunque sin declarar al hinduismo religión de estado ni afectar la libertad de religión.

Una divergencia reciente muy significativa se refiere al sistema de castas, el cual es rechazado por el budismo, pero defendido por muchos hindúes. La amplitud y actualidad del conflicto quedaron evidenciadas cuando, el 4 de noviembre de 2001, entre 50.000 y 75.000 dalits (o «intocables») abandonaron la vida en una casta inferior en el hinduismo y se convirtieron al budismo. Una conversión con una poderosa inclinación política y de revuelta contra el sistema vigente, originada en la labor del intelectual Bhimrao Ramji Ambedkar (1891-1956).

Este, ex compañero de Mahatma Gandhi y ex miembro de la primera Asamblea Legislativa de la República India, pese a nacer como intocable había disfrutado del raro privilegio de una educación más refinada, asumiendo más tarde la tarea de defender las necesidades políticas de los sin casta.

Convencidos miles de dalits de que el hinduismo era corrupto y tiránico, y el budismo una tradición india genuina y aceptable, aceptaron masivamente el neobudismo de Ambedkar— rechazado por los círculos budistas conservadores—. En la ceremonia de iniciación diseñada por este no solo se toman los Tres Refugios y se adoptan los cinco preceptos éticos básicos, a la manera tradicional budista, sino que se incluye una renuncia explícita al hinduismo, en la que verbalmente cada neobudista también afirma su oposición a las creencias y prácticas hindúes –como la creencia en dioses tales como Brahma, Shiva o Krishna y sus respectivos sacrificios, o la idea de que Buda era el noveno avatar del dios Visnú.

Dalits en Gujarat convirtiéndose al budismo. Foto de thewire.in

Ha habido problemas asimismo en torno a la propiedad sobre el memorial de Bodhgaya. El sitio asociado a la iluminación del Buda atrae cada año a miles de peregrinos, especialmente del sudeste asiático y de Japón. Constituye inclusive un centro de prosperidad económica —patrocinado por la comunidad budista internacional—en una de las regiones más pobres de la India. Sin embargo, se han realizado denuncias de un presunto proceso de hinduización ilegal del lugar, impulsado por el partido prohindú Bharatiya Janata, e incluso procesos legales entre hindúes y budistas por el control del santuario.

Estos han llevado a protestas budistas en Delhi, y a cartas al gobierno pidiendo se evite la hinduización del lugar, en la cual los administradores hindúes han dado la apariencia de dioses hindúes a las estatuas del Buda, tornándolas atractivas igualmente para los peregrinos hindúes quienes acuden a venerarlo como el noveno avatar de Visnú, y elemento integrador del panteón hinduista.

Otro ejemplo evidencia la sensibilidad de los budistas indios actuales ante la incorporación del Buda al panteón hindú. En 1995 el presidente de All India Bhikkhu Sanga escribió una carta al ex primer ministro P.V. Narasimha Rao, señalando que el actor Arun Golvil, quien ya había interpretado el papel de Rama en la telenovela Rāmāyana, había sido elegido para desempeñar el papel principal en la planificada serie Buda. Los budistas indios temían que la interpretación por un mismo autor de Rama (el séptimo avatar de Visnú) y Buda (el supuesto noveno avatar del mismo dios hindú) conllevaría a reforzar viejos errores, poniendo en riesgo la autenticidad del budismo.

El líder budista tailandés Ajahn Buddhadasa también denunció lo que él afirmaba ser un inclusivismo imperialista-ideológico del hinduismo, y colgó una imagen en su monasterio, la cual mostraba a un sacerdote brahmán tragándose a un monje budista.

Teniendo en cuenta esos ejemplos, podemos entender por qué incluso los budistas que están a favor del diálogo con el hinduismo recomiendan cautela frente a enfoques excesivamente laxos. Así, por ejemplo, líderes religiosos budistas como Mattanando Bhikkhu observan un fenómeno existente en el diálogo interreligioso, el cual consiste en «reivindicar para sí otra religión»—la religión de aquel con quien se dialoga—después de conocerla en profundidad, en vez de afirmar la propia religión frente al interlocutor. Ante esta percepción—la del diálogo como una misión inversa—, recomienda cautela. La historia demuestra que el hinduismo tuvo mucho éxito al aplicar esta estrategia. Por ese motivo, añade Mattanando Bhikkhu, el diálogo interreligioso debería ser protegido por determinados mecanismos (Mattanando Bhikkhu, 1989).

Referencias

KLOSTERMAIER, K., Hindu Views of Buddhism. En: AMORE, R. (Ed.), Developments in Buddhist Thought: Canadian Contribution to Buddhist Studies, Waterloo: Wilfried Laurie University Press, 1979, p. 60-82.

MATTANANDO BHIKKHU, The Role of Buddhism in Inter-religious Dialogue, En Buddhist Himalaya: A Journal of Nagarjuna Institute of Exact Methods, Vol. II, N. 1 & 2, 1989, disponible en <http://ccbs.ntu.edu.tw/FULLTEXT/ JR-BH/bh117496. htm>. Consultado en 29.12.08.

OFFICE OF THE REGISTRAR GENERAL & CENSUS COMMISSIONER, portal oficial disponible en <https://censusindia.gov.in/census.website/>. Consultado en 01.11.23.

*  Profesor del PPG en Ciencia de la Religión de la PUC-SP (São Paulo-SP).

** En pasantía postdoctoral por el PPG en Historia de la UFCG (Campina Grande-PB). Doctor en Sociología por la UFPR (Curitiba-PR).