Paradigmas emergentes y tradiciones espirituales
MONTSE CASTELLÀ OLIVÉ
Este artículo es parte de nuestro compendio de artículos sobre la pandemia de covid-19 desde una perspectiva budista.
Desde la época de Descartes y Newton, nuestra percepción del mundo ha estado basada en una visión mecanicista y fragmentaria de la realidad. Hemos actuado como si pudiéramos conocer y controlar el mundo desde fuera, como si estuviéramos separados de él, hemos separado el objeto del observador. Esto nos ha llevado a crear una sociedad depredadora basada puramente en los intereses económicos a corto plazo. Y ha generado tal alto grado de competitividad y consumo frenético, que nos ha llevado a una situación sin precedentes a lo largo de la historia: todos somos responsables y a la vez víctimas de la destrucción de nuestro propio planeta. Muchas especies ya han desaparecido y todos podemos sentir, hoy más que nunca, la fragilidad de nuestra propia existencia y la de toda la humanidad.
Actualmente, y desde principios del siglo XX, la física de vanguardia nos muestra que la realidad está fundamentada en procesos relacionales. La investigación en el campo atómico y subatómico de principios del siglo XX llevó a los científicos a tener que afrontar una nueva realidad totalmente extraña y más allá de cualquier expectativa. Constataron que estas totalidades—ya sean células, cuerpos, ecosistemas o incluso el planeta en sí—no son precisamente un compuesto de partes desunidas, sino que son sistemas organizados de manera dinámica e intrínsecamente equilibrados, interdependientes en cada movimiento, cada función, cada cambio de energía e información. Lo que es real ahora ya no es la materia, pura y dura, sino la conciencia, el espíritu, aquello que es intangible. Todo este proceso impulsó un cambio de paradigmas equiparable, según algunos, a la revolución copernicana.
Hoy en día sabemos, científicamente, que la realidad es holística, circular, integradora, que todos los elementos que la constituyen están interrelacionados y son interdependientes. Las dualidades se complementan sin perder su especificidad: el cuerpo y la mente, la ciencia y la mística, la espiritualidad y el compromiso social, las religiones teístas y las no-teístas, Oriente y Occidente y así un largo etcétera, convergencias que nos incitan a una conciencia más amplia, a una nueva manera de hacer y ser. En palabras de Einstein: «Un ser humano es parte de un todo al que llamamos ‘universo’, una parte limitada en el tiempo y el espacio. Este ser humano se ve a sí mismo—sus pensamientos y sensaciones—como algo separado del resto; es una especie de ilusión óptica de su conciencia. Esta ilusión es para nosotros como una cárcel que nos limita a nuestros deseos personales y a sentir afecto sólo por unas pocas personas que nos son más próximas. Nuestra tarea ha de consistir en liberarnos de esta cárcel ampliando nuestros círculos de amor y compasión de modo que abarquen a todos los seres vivos y a toda la naturaleza en su esplendor».
Necesitamos urgentemente cultivar nuestra dimensión espiritual, nuestra cualidad humana, para poder integrar e interiorizar esta visión más amplia de la realidad. Debemos sentir, y no solo saber, que todos formamos parte de un todo más grande que es la Tierra, que todos formamos parte de una gran familia, que es la humanidad. En este sentido, simplemente debemos volver a los orígenes de las tradiciones espirituales, abrazar el legado de sabiduría de las tradiciones más antiguas de la humanidad. Debemos ser capaces de transcender esta noción errónea de un yo autoexistente e independiente del resto, superar la visión estrecha y limitada del egocentrismo. Las tradiciones espirituales nos ponen a nuestro alcance los principios filosóficos que requiere la comprensión de esta visión no-dual, holística e integradora—como fundamentos de los paradigmas emergentes actuales. I eso es así, no solo en cuanto al conocimiento intelectual, sino también a las vivencias de mujeres y hombres que se han adentrado en el camino del autoconocimiento y que nos pueden servir de referentes y de inspiración a lo largo de nuestro propio camino.
El sutra Avatamsaka
En el caso del budismo, uno de los textos centrales del canon budista que describe más extensamente el concepto de interdependencia, que subyace la visión científica actual, es el sutra Avatamsaka. Se considera que el sutra Avatamsaka fue recopilado per escrito alrededor de unos 500 años después de la muerte de Buda Sakyamuni, como es el caso de la mayoría de textos budistas. Según datos historiográficos, el sutra Avatamsaka fue traducido al chino por Buddathadra a principios del siglo V d.C. y se hizo influyente a través de las obras de Fashun (557-649 dC) y Zhiyen (602-668 d.C.), convirtiéndose en el texto central de la escuela Hua-yen de China y posteriormente, a mediados del siglo VIII, de la escuela Kegon de Japón.
El sutra Avatamsaka recoge y describe minuciosamente la noción fundamental del budismo: pratītyasamutpāda, en sánscrito, la interdependencia de todos los fenómenos. Este concepto se ilustra a través de la metáfora de La red enjoyada de Indra, que describe la realidad como un todo indivisible en el que todo está interrelacionado y es interdependiente. A través de esta imagen, Buda describió el universo como una enorme red tejida con una incalculable variedad de gemas fulgurantes, cada una de ellas con un número incalculable de facetas. Cada gema refleja en sí todas las demás gemas de la red y, de hecho, es una con todas ellas.
Un fragmento del texto dice así:
Lejos, en la morada celestial del gran dios Indra, hay una red maravillosa que ha sido colgada por algún astuto artífice de tal forma que se extiende infinitamente en todas las direcciones. Según los extravagantes gustos de las deidades, el artífice ha colgado una joya brillante en cada nudo de la red, y puesto que la red en sí es infinita en todas las dimensiones, las joyas son infinitas en número. Ahí cuelgan las joyas, brillando como estrellas de primera magnitud, una visión maravillosa digna de ver. Si ahora elegimos arbitrariamente una de estas joyas para inspeccionarla y la observamos atentamente, descubriremos que en su superficie pulida hay reflejadas todas las otras joyas de la red, infinitas en número. No solo eso, sino que cada una de las joyas reflejadas en ésta, también está reflejando todas las otras joyas, de forma que está teniendo lugar un proceso de reflejo infinito….
Esta metáfora nos muestra una visión policéntrica y holística de la realidad: un todo indivisible e indiferenciable de las partes que lo componen, que a su vez reflejan y contienen la totalidad en sí. Como en el holograma de la ciencia moderna, cada parte contiene el todo; en cada faceta de cada joya se encuentra la naturaleza de buda. En la literatura vietnamita se dice que el cosmos entero se halla en la punta de un cabello y la luna y el sol en un grano de mostaza. Si tomamos como ejemplo el cuerpo humano, vemos que las peculiaridades de cada una de las partes—la cabeza, las manos, los pies, etc.—actúan como condicionantes del todo, el cuerpo. Si algo existe o se manifiesta es porqué se han reunido e interrelacionado infinitas causas y condiciones que lo han hecho posible. Nada puede existir por sí mismo, si no es a través de este flujo constante de infinitos elementos en movimiento e interacción. La realidad es puro dinamismo. Nuestro reto ha de consistir en ampliar nuestra conciencia y transcender la percepción estrecha y limitada de un yo separado del resto, solo así conseguiremos generar los cimientos para una nueva sociedad.
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Montse Castellà Olivé es practicante de budismo tibetano desde finales de los años 70. Bajo la autorización de su maestro Lama Thubten Yeshe, conduce retiros y talleres de meditación integrando la práctica de Qi Gong. Editora y traductora de textos budistas, de los que cabe destacar Mujeres de sabiduría de Tsultrim Allione y El cálido aliento de la Dakini de Judith Simmer-Brown. Autora de diferentes artículos sobre mujeres y budismo, así como sobre diálogo interreligioso. Cofundadora y actual vicepresidenta de la Coordinadora Catalana d’Entitats Budistes (CCEB), presidenta fundadora de Sakyadhita Spain y presidenta de l’Associació UNESCO per al diàleg interreligiós (AUDIR).
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