Nietzsche, Buda y la Compasión

ALFONS C. SALELLAS BOSCH*

Traducción: Fina Íñiguez Abad

Si la crueldad o la malicia son lo opuesto a la compasión,

sentir lástima por nosotros mismos es su enemigo más cercano.

Cuando el significado distorsionado de una palabra se convierte en parte del uso habitual de una sociedad, es muy difícil deshacer el malentendido, lo que puede llevar muchos años o nunca lograrse. Si la palabra en cuestión es especialmente importante para nosotros, es bueno dedicarle un tiempo. Estoy pensando en la palabra compasión, que tantas veces se confunde, y se equipara grosera e injustamente, con lástima y piedad, o con una actitud arrogante que mira hacia abajo desde lo alto casi perdonando la vida a los demás.

Nietzsche diferenciaba una compasión de los débiles y otra de los fuertes, pero debido a que escribió mucho menos sobre la última, se mantuvo la idea de que en su filosofía sólo existiría la primera, que, según él, no sería nada más que un sentimentalismo inmaduro, un afecto doloroso y una simple pasión útil para quienes, desprovistos de razón, necesitan de la emoción para ser empujados a ayudar a los demás.

La verdad es aún más cruda, ya que Nietzsche afirma que lo que normalmente definimos como acción compasiva es en realidad algo muy egocéntrico, egoísta e insincero a favor del otro, y todo hecho con el objetivo de liberar nuestro propio sufrimiento. Por tanto, según este filósofo, aparentemente la compasión quedaría reducida a una cuestión de mal gusto, falta de educación e hipocresía de quien dirige su voluntad contra la vida. En El Anticristo (1895) concluye que «la compasión es la práctica del nihilismo».

Es sabido que la crítica de Nietzsche a la compasión de los débiles se dirige contra la religión y la moral cristianas, pero, aunque sea por una cuestión cultural, suele ignorarse que también dirigió su crítica, de manera primordial, contra el budismo. Así, ya en el prefacio de la Genealogía de la moral (1887), escribió:

En el fondo, me interesaba algo mucho más importante que resolver hipótesis, mías o ajenas, acerca del origen de la moral […]. Se trataba, en particular, del valor del ‘no-egoísmo’, de los instintos de compasión, abnegación, sacrificio, que precisamente Schopenhauer había dorado, divinizado e idealizado por tanto tiempo que, finalmente, quedaron para él como ‘valores en sí’, sobre la base de los cuales dijo no a la vida y a sí mismo. Pero, precisamente contra esos instintos, se manifestaba en mí una desconfianza cada vez más radical, ¿un escepticismo cada vez más profundo? Precisamente, vi en eso el gran peligro para la humanidad, su más sublime seducción y tentación ¿a qué? ¿a la nada? [… ]. He comprendido la moral de la compasión cada vez más extendida, capturando y enfermando incluso a los filósofos, como el síntoma más inquietante de nuestra inquietante cultura europea; ¿cómo su camino sinuoso hacia un nuevo budismo? ¿Hacia un budismo europeo? ¿Hacia un nihilismo?…

Es obvio, sin embargo, que Nietzsche, habiendo abordado el budismo por el prisma invertido de Schopenhauer, solo podría entenderlo equivocadamente como una fuerza que niega la vida. Por el contrario, sabemos que, junto con la buena voluntad, la alegría simpática y la ecuanimidad, el cultivo de la compasión infinita o ilimitada es la gran virtud budista de una mente sana. La compasión se libera progresivamente de los lazos sentimentales comunes y, en su estado más elevado, queda libre del dolor. Para lograrlo, es bueno comenzar desarrollando compasión por la familia y los amigos para, gradualmente, expandir el enfoque a los desconocidos, eventualmente alcanzando a aquellos que percibimos como antagonistas o enemigos.

Si la crueldad o la malicia son lo contrario de la compasión, sentir tristeza por nosotros mismos es su enemigo más cercano, el afecto con el que puede confundirse fácilmente. Al igual que la compasión del maestro budista está desvinculada del afecto sentimental o de la tristeza, su meta afín, la comprensión, está desprovista de pensamientos como «yo» o «mío».

La implicación es que existe una íntima conexión entre la percepción liberadora de la ausencia de un yo fijo, que es la firma del pensamiento budista, y la compasión, que es la rúbrica de su ética. La compasión, tal como la entiende el budismo, tiene también un carácter pedagógico, pues el sufrimiento implícito en ella, en sus etapas menos desarrolladas, nos prepara para la felicidad de la alegría simpática y la solidaridad, que es la virtud de sentirse feliz por todo lo bueno que les ocurre a los demás. Así, el cultivo de la compasión es propio de espíritus superiores y sanos, y nada tiene que ver con la lástima, la tristeza o la angustia que acompañan a la comprensión vulgar de este concepto.

Como se ha indicado, Nietzsche también escribió sobre un tipo de compasión diametralmente opuesta a la que tanto criticaba, pero a la que, lamentablemente, dedicó menos esfuerzo. Leemos en sus Fragmentos póstumos que la bondad, el amor y la compasión fueron históricamente mal interpretados a partir de una ascesis de abnegación, pero que, al contrario, la riqueza de la personalidad, la plenitud y la generosidad son la base de grandes sacrificios y la fuente de un gran amor. Por eso, el tipo nietzscheano fuerte no se entristece con el sufrimiento que presencia, ya que el objeto de su atención no es él mismo, sino el otro. La salud superior nietzscheana implica autoafirmación y autoconfianza instintivas, requisitos básicos para escapar del egocentrismo.

Es posible que la acción compasiva del fuerte esté pensada y dirigida especialmente hacia los de su misma condición, pero hay espacio en su filosofía para creer que a Nietzsche le preocupan más las costumbres y los motivos, y no tanto los hechos, y que, por tanto, el tipo sano puede ser tan comprensivo, benevolente y compasivo como cualquier otro. A este respecto, resulta instructivo fijarse en el escritor francés François de La Rochefoucauld (1613-1680), uno de los héroes de Nietzsche, quien afirmaba que siempre hacía todo lo que estaba en su mano para ayudar a los demás, pero nunca basándose en un sentimiento de lástima. Esto facilita la comprensión del grito de Nietzsche en Más allá del bien y del mal (1886): «¡compasión contra compasión!».

La compasión que el budismo explica y defiende y la sana compasión nietzscheana son muy similares. La crítica del filósofo se basó en un malentendido. La compasión budista no solo se distingue claramente de la compasión de los débiles, sino que también comparte los cuatro atributos esenciales de la compasión de los fuertes. Expresa fuerza y poder, confianza en la capacidad de intervención, en el autocontrol y en la autoestima afirmativa. La estructura motivacional de sus acciones es de genuina consideración por el otro y por el sufrimiento del otro, no egocéntrica. Aunque la psicología budista no emplea las dicotomías nietzscheanas de reactivo/pasivo versus activo/creativo, tiene características análogas a las de la compasión por la fuerza. De hecho, el cultivo de la compasión preconizado por el Buda, exige que la emoción negativa criticada por Nietzsche sea superada. El sufrimiento que pueda estar implícito en la compasión es para ser superado y tomado como estímulo y preámbulo de la felicidad incluida en la alegría simpática, una vez que tanto compasión como simpatía significan, principalmente, «un sentir con el otro».

La actitud compasiva es el reverso del cinismo corrosivo que la sociedad ha normalizado. Arrogante, el cínico se burla de ella y la hace pasar por piedad y lástima. Entre el budismo y Nietzsche se pueden encontrar más similitudes y también muchas diferencias. Aquí, inspirados en el libro de Antoine Panaïoti, Nietzsche y la filosofía budista, centramos nuestros esfuerzos en tratar de deshacer el malentendido sobre la compasión para tratar de refrescar el uso que se suele hacer de esta palabra, pues como tantos han escrito y muchos no nos hemos cansado de repetirlo, cambiar la forma de hablar es fundamental para transformar la realidad en la que vivimos.

*Alfons C. Salellas Bosch, doctor en filosofía por la UFRGS, participó de algunos encuentros y retiros con Lama Padma Samten en Rio Grande, Pelotas, Viamão (RS) y Araras (RJ), en Brasil. Como académico, le llamó la atención el mal uso de la palabra compasión en la literatura científica. En este texto recorremos con él los puntos de vista de Nietzsche sobre la compasión.

Este artículo se ha publicado originalmente en portugués en la Revista Bodhisattva (https://bodisatva.com.br/nietzsche-buda-e-a-compaixao/), a la que agradecemos por autorizarnos a traducirlo y publicarlo.